Nunca conoceremos cuánto ha tenido de intervención Rusia en la reciente derrota de los Estados Unidos en Afganistán, pero sí sabemos que Washington no es de quedarse con la sangre en el ojo y acaba de dar otro golpe en la frontera rusa.
Los diarios del mundo entero señalan en títulos catastróficos aquel remoto pero siempre crucial punto en el mapa: Kazajistán, donde el “mundo libre” se encuentra disputando una nueva batalla en la guerra que Occidente ha declarado hace años al presidente ruso Vladimir Putin.
Sin que se acallen todavía la cuestión de los refugiados en Bielorrusia, la crisis latente de Ucrania, los constantes rugidos de lucha de Polonia contra Moscú, los renovados bríos del enclave sionista contra Siria, sin contar las desesperadas maniobras de Estados Unidos y sus socios menores (Francia, Reino Unido etc.). Para evitar que Moscú termine de acomodarse en República Centroafricana y Mali, ahora en Kazajistán se levanta un nuevo fantasma de guerra. Nuevo en la geografía, pero ya sobradamente usado en los recursos que la CIA utiliza en las fronteras rusas. Si hiciéramos un mínimo esfuerzo de imaginación nos transportáramos a la ciudad de Almaty, la más importante del país aunque su capital es Astaná, a Trípoli o Kiev, por ejemplo, la receta sería exactamente la misma: Protestas populares, violencia, incendios, saqueos, ataques armados a la policía y una cobertura mediática digna del mejor mundial de fútbol. Agítese hasta el hartazgo. Sal y pimienta al gusto.
El presidente del país centroasiático, Kassym-Jomart Tokayev, ya ha anunciado que la revuelta, que comenzó el domingo día 2 al calor de una repentina escalada en los precios del gas licuado de petróleo (GLP) para los autos, utilizado particularmente en el oeste del país, que agrava una seria crisis financiera.
Las protestas que se iniciaron hace una semana en la ciudad petrolera de Zhanaozen, a más de 3.000 kilómetros de Almaty, y se expandieron rápidamente a otras ciudades han sido contenidas al costo de 26 muertos y más de 3.000 detenidos. Entre los muertos 18 pertenecían a las fuerzas de seguridad, uno de ellos ritualmente decapitado y además las autoridades informaron de que entre sus efectivos se registraron casi 800 heridos. Un resultado prometedor para las fuerzas ciudadanas que protestaban “serenamente” mientras asaltaban el palacio presidencial, que fue íntegramente destruido al igual que el edificio de la intendencia, según señalan los mismos participantes. Las puertas del palacio habían sido volteadas por tractores para enseguida pasar a prender fuego y destruir todo lo posible. Sin duda mejorando en mucho la labor de los muchachos de Trump, que justamente un año atrás tomaban el Capitolio en Washington (Ver: El aullido de Pedro Picapiedra).
Al parecer el mismo jueves en horas de la noche, según las autoridades todo estaba bajo control, habiendo finalizado las protestas sin conocerse exactamente el accionar de las tropas enviadas por Putin, unos 2.500 hombres llegados el mismo jueves en el marco de la alianza regional de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (CSTO) compuesto por una alianza de Rusia, Bielorrusia, Armenia, Kazajstán, Kirguistán y Tayikistán. La secretaria de Relaciones Exteriores británica, Liz Truss, refiriéndose a la fuerza de intervención rusa, dijo: “Cualquier fuerza desplegada debe tener una misión clara y actuar de manera proporcional en cualquier uso de la fuerza para defender los legítimos intereses de seguridad en Kazajstán”, quizás sin recordar que ese principio fue olvidado por las tropas británicas que se desplegaron en la provincia de Helmand (Afganistán) y en otras tantísimas intervenciones a lo ancho del mundo y a lo largo de la historia.
Aparentemente algo sucedió con los manifestantes entre del martes al miércoles, ya que según los testigos los gestos amables y sonrientes del martes “sin agresión y con mucha esperanza” al día siguiente, tras intensos tiroteos, produjeron incendios de vehículos, saqueos de comercios e incluso se tomó el aeropuerto de Almaty, lo que obligó a suspender el tránsito aéreo, mientras internet se interrumpió en gran parte del país.
En el interior del país la situación no fue tan grave, en la ciudad de Aktobe los manifestantes fueron en torno al aeropuerto y la estación de tren para evitar que fueran vandalizados al tiempo que reclamaban diálogo con las autoridades. En otras ciudades se produjeron actos aislados de violencia, como el incendio de autos, lo que obligó el cierre de edificios públicos y bancos. Se destaca que en la ciudad de Taldykorgan fue derribado un monumento a Nursultan Nazarbayev, quien gobernó el país desde 1991 a 2019, considerado oficialmente el líder de la nación y quien todavía preside el Consejo de Seguridad.
De qué hablamos cuando hablamos de Kazajistán
Kazajistán, con una frontera de más de 6.800 kilómetros con la Federación Rusa y de más de 1.500 con China, es la novena nación más extensa del mundo, con una población que apenas supera los 20 millones de almas.
Junto a Rusia, Azerbaiyán, Irán, Turkmenistán, Kazajistán y las orillas del Mar Caspio, es una de las regiones petroleras más ricas del mundo en la que se calcula que sus reservas probadas superan los 30.000 millones de barriles, aunque las estimaciones totales alcanzarían los 184.000 millones barriles, los que en un cincuenta por ciento pertenecen a Kazajistán, lo que representa el 21 por ciento del PIB. Además es el mayor productor mundial de uranio y cuenta con ricas canteras de manganeso, hierro, cromo y carbón, lo que ha convertido al país en la economía más rica de la región.
Su desbordante riqueza, la escasa población y el dilatado territorio, sumado a sus fuertes lazos con Moscú, que desde hace 60 años cuenta en el país con el cosmódromo de Baikonur, la mayor plataforma de lanzamiento espacial del mundo, a lo que se suma la alianza con Beijing, que considera a la nación kazaja un socio fundamental en el trazado de la Nueva Ruta de la Seda, para la que China ha hecho importantes inversiones en carreteras, ferrocarriles e infraestructuras portuarias para agilizar el tránsito comercial.
Dado ese cúmulo de condiciones no se le puede escapar a nadie que el hecho de ser una nación clave estratégicamente en Asia Central obliga a sus socios principales, Rusia y China, a los Estados Unidos y sus socios menores, a tener una atención respecto a estas revueltas. Y que muchas empresas petroleras como Chevron, ExxonMobile, que trabajan junto a Kazmunaigaz (la compañía estatal kazaja) y otras occidentales como Royal Dutch Shell (Países Bajos), la francesa TotalEnergies, la británica BP y la Agip, italiana, también con importantes intereses, necesitan un Kazajistán, apaciguado. Lo que se da de frente con las necesidades políticas del Departamento de Estado en su campaña contra el presidente Putin.
Perturbaciones como las vividas a lo largo de la semana hacen a ese país pasible de caer entre los tantos objetivos del terrorismo integrista, ya que además de contar con una población musulmana que representa algo más del setenta por ciento de la población, en varios de los países con que tiene fronteras como la provincia China, de Xinjiang, una región autónoma de mayoría uigur (musulmanes) cuyos movimientos independentistas como el MITO (Movimiento Islámico de Turquestán Oriental) con vínculos con al-Qaeda, desde el año 2000 han produciendo importantes atentados en el interior de China, incluso han llegado a operar en la mismísima plaz Tiananmen en 2013, donde provocaron cinco muertos y 40 heridos.
También en las naciones de la frontera sur de Kazajistán (Kirguistán, Turkmenistán y Uzbekistán) operan con relativa facilidad bandas vinculadas a al-Qaeda y el Dáesh que podrían dada la extensión de esos límites, lo escabroso del territorio, los renovados bríos de las bandas fundamentalistas tras la victoria de los mullah afganos, la necesidad del Lebensraum (espacio vital) del Dáesh Khorasan, que se bate en retirada de Afganistán, perseguido por los talibanes, y la necesidad de Washington de complicar las políticas de Putin en su expansión en África, intentando arrinconarlo en la conflictividad de sus fronteras (Ucrania, Polonia y Bielorrusia), por lo que ensayar, un Afganistán por otros medios en Kazajistán, no deja de ser una mala idea.
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.
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