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Kazajistán: ¿Revolución de colores o rebelión popular? (II)

Fuentes: Rebelión

El conflicto está signado por diferentes aristas geopolíticas.

La previsible falta de resultados significativos en las conversaciones que se han producido la semana pasada entre Rusia, Estados Unidos y la OTAN en busca de una reconfiguración de la seguridad en el continente europeo en un momento de grandes tensiones en las relaciones político-diplomáticas ente Moscú y Washington ha dado paso a una nueva ronda de histeria mediática sobre las intenciones rusas en Ucrania, Europa y el mundo. Así lo espera al menos el general Wesley Clark, que en un artículo en The Washington Post alegaba que las vistas de Putin están puestas más allá de Ucrania. 

El fracaso de las conversaciones en las que Estados Unidos no ha aceptado las propuestas rusas, ha alentado una más hostil retórica hacia Rusia. Si Estados Unidos se ha lanzado a presentarse como fuerza de paz y acusar a Rusia de planear acciones ofensivas, el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, no ha esperado a rechazar formalmente y por escrito las propuestas rusas para declarar ante los medios que la Alianza ya decidió incluir a Georgia y Ucrania, aunque aún no haya decidido el momento.  

Rusia pide que la OTAN cese todo empeño en ampliarse hacia el Este, particularmente hacia Ucrania y Georgia. Que garantice que no estacionará baterías de misiles en países fronterizos con ella. Que se restablezca el Acuerdo INF[1] que Estados Unidos abandonó unilateralmente en agosto de 2019 y que se abra un diálogo Este/Oeste en materia de seguridad.  

El proyecto de acuerdo propuesto a Estados Unidos para disminuir la tensión señala en su artículo 1° que las dos partes, “no deben emprender acciones que afecten a la seguridad del otro”, y en el artículo 2° propone que las organizaciones internacionales y alianzas militares de las que forman parte, “se adhieran a los principios contenidos en la Carta de las Naciones Unidas”. Hay muchos otros aspectos interesantes, por ejemplo, en el artículo 7° se dice que “las partes deben abstenerse de desplegar armas nucleares fuera de sus territorios nacionales y repatriar a su territorio las que ya tengan desplegadas”. El mismo artículo apunta que las partes “no deben entrenar al personal civil y militar de los países no nucleares para usar armas nucleares”, ni “realizar maniobras que contemplen el uso de armas nucleares”.  

Sin embargo, según Jorge Wozniak, experto en historia de Rusia y Ucrania e investigador del Centro de Estudios sobre Genocidio de la Untref: “A EE UU y la OTAN les conviene avanzar y acercarse lo más posible a la frontera. Extender su influencia le da una ventaja estratégica, porque en caso de instalar misiles, el recorrido hasta las principales ciudades o bases rusas se haría en cuestión de dos o tres minutos. No hay tiempo de preparar la defensa”. 

Henry Kissinger lo expresa así: “sin Europa, América se convertiría en una isla distante de las costas de Eurasia, se vería en la soledad de un estatuto menor”.  

Kazajstán 

El desastre en el cercano Afganistán, la cercana guerra terrible en Armenia y Azerbaiyán, el sangriento régimen neonazi de Ucrania instalado por la CIA, la propagación del terrorismo islámico en el Cáucaso y en la provincia china de Xinjiang son los escenarios bien probables que se darían en Kazajstán en caso de instalarse un régimen dócil a las potencias de la OTAN. 

Al respecto, Thierry Meyssan publicó en la Red Voltaire el 11.1: En mayo de 2019, la RAND Corporation, el think tank o tanque pensante del complejo militar-‎industrial estadounidense, enumeró 6 opciones para enfrentar a Rusia: 

  1. Armar a Ucrania;‎ 
  2. aumentar el apoyo a los yihadistas en Siria;‎ 
  3. promover un cambio de régimen en Bielorrusia;‎ 
  4. explotar las tensiones en el sur del Cáucaso;‎ 
  5. reducir la influencia de Rusia en Asia central;‎ 
  6. rivalizar con la presencia rusa en Transnistria.‎ 

Para Meyssan en Kazajstán: “El 2 de enero de 2022 una serie de protestas contra el aumento de los precios del gas natural licuado en un 13% ‎dio paso a hechos de violencia. Grupos coordinados entre sí atacaron edificios públicos y ‎comercios locales, francotiradores posicionados en lugares elevados dispararon al mismo tiempo ‎sobre policías y manifestantes, armerías del ejército fueron atacadas y el armamento así ‎obtenido se distribuyó entre los asaltantes. Hechos de ese tipo ocurrieron simultáneamente en ‎numerosos puntos del país. También fue atacada la cárcel de ‎Taldikorgan, donde se encuentran los presos islamistas.‎ 

Toda la operación estuvo en manos de yihadistas extranjeros que participaron en la guerra contra Siria y de ‎colaboradores afganos de la CIA. Los grupos dirigidos por esos elementos se componían de ‎islamistas kazajos. ‎ 

El presidente de la República, Kasim-Jomart Tokayev, reconoció la legitimidad de las ‎manifestaciones y ordenó reprimir severamente los ataques terroristas. También proclamó el ‎estado de sitio y ordenó el arresto del presidente del Consejo de Seguridad Nacional, Karim ‎Masimov, un ex banquero que fue dos veces primer ministro y jefe de la administración ‎presidencial. Masimov está acusado ahora de alta traición. Después de su detención, ‎el presidente Tokayev nombró un nuevo presidente del Consejo de Seguridad Nacional. ‎ 

Los informes de los órganos de seguridad kazajos estiman la cantidad total de amotinados en 20.000, ‎entre yihadistas y provocadores extranjeros e islamistas locales”. 

Las consecuencias políticas de las protestas 

En la mañana del 5 de enero, el sucesor de Nazarbayev, el presidente Kasym-Jomart Tokayev, aceptó la renuncia del primer ministro Askar Mamin y su gobierno. Mamin fue sucedido por Alikhan Smailov como primer ministro en funciones, y Tokayev sucedió al ex presidente Nazarbayev como jefe del Consejo de Seguridad: un anuncio enormemente simbólico, que parecía marcar una ruptura con el régimen anterior.  

Sin embargo, estas concesiones no lograron aplacar el descontento y estallaron más enfrentamientos armados entre los manifestantes y las fuerzas de seguridad. Se declaró el estado de emergencia nacional. En Almaty, la capital del país hasta 1997, los manifestantes tomaron brevemente el control de la administración de la ciudad, la antigua residencia presidencial y el aeropuerto, antes de ser rechazados por las fuerzas de seguridad.  

En la tarde del 5 de enero, el presidente Tokayev hizo un llamamiento a la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC) para pedir ayuda. Posteriormente, el primer ministro armenio Nikol Pashinyan, presidente del Consejo de la OTSC, anunció que enviaría una misión de mantenimiento de la paz a Kazajstán para defender la seguridad nacional del país y estabilizar la situación interna. La fuerza de mantenimiento de la paz, que sumaba casi 4.000 efectivos, estaba compuesta principalmente por soldados de Rusia, pero también incluía tropas de Bielorrusia, Tayikistán, Kirguistán y Armenia. Al dirigirse a una reunión de la OTSC el 10 de enero, Tokayev anunció que en este punto de las protestas, «las demandas económicas y político-cívicas [habían] pasado a un segundo plano». Ya no se trataba de los precios del combustible, declaró. Se trataba de un intento de golpe de estado. 

Las protestas recientes fueron, al menos en sus primeras etapas, dirigidas por la clase trabajadora multinacional de Kazajstán, presionada por el aumento del coste de la vida e indignada por las nuevas subidas de precios. Sin embargo, este estrato social se ha visto debilitado por años de represión y carece de representación política una vez que el Partido Comunista Marxista-Leninista de Kazajstán fuera prohibido en 2015. Por lo tanto, sin ayuda externa, es poco probable que las protestas espontáneas de la clase trabajadora hubieran logrado la ubicuidad e intensidad vistas en las últimas semanas. Es probable que fueran ayudados por una facción dentro del bloque gobernante, que aprovechó los disturbios para arrinconar a sus rivales políticos. De hecho, vale la pena señalar que la violencia aumentó considerablemente después que el gobierno acordó revertir los aumentos de precios, sugiriendo la participación de actores externos. 

Si la violencia fue sintomática de una lucha dentro de la élite, en lugar de una revolución de color o un levantamiento proletario, ¿qué forma tomó?, se pregunta, Kolya Karpatsky, eslavista y turcólogo ruso-americano. 

Algunos comentaristas inicialmente creyeron que el descontento popular en las provincias petroleras del Caspio había llevado a Tokayev a lanzar un golpe palaciego contra su predecesor Nazarbayev, destituyéndolo de su posición prominente en el Consejo de Seguridad. Sin embargo, cinco días después de que se anunciara esta decisión, Nazarbayev declaró que él mismo había tomado la decisión de renunciar al cargo. Negando los informes de que huyó a China, Nazarbayev confirmó que permaneció en Nur-Sultan y ha estado en estrecho contacto con el presidente, pidiendo a los ciudadanos del país que cierren filas y lo apoyen. Si hay que creer a Nazarbayev, él y Tokayev no son enemigos sino aliados. En ese caso, es posible que el verdadero conflicto no sea entre estos dos hombres fuertes, sino entre el gobierno y los niveles superiores de los servicios de seguridad nacional, a quienes Tokayev eludió al apelar a la OTSC. 

Desde que comenzó la violencia, Tokayev ha centrado sus esfuerzos en depurar el Comité de Seguridad Nacional (KNB), destituyendo al poderoso Karim Masimov como su jefe. Masimov fue dos veces primer ministro, de 2007 a 2012 y de 2014 a 2016, y una figura importante en la administración de Nazarbayev. Antes de que Tokayev fuera elegido como sucesor de Nazarbayev, se creía ampliamente que Masimov era un candidato potencial. Tres días después de su destitución del KNB, fue arrestado bajo sospecha de traición al Estado. El 9 de enero, Tokayev comenzó a despedir y arrestar a los colegas del KNB de Masimov. En una aparición televisada, Ermukhamet Ertysbayev, ex ministro del gobierno de Nazarbayev, culpó de los recientes disturbios a la traición del KNB. Bajo la dirección de Masimov este organismo habría ocultado la existencia de campos de entrenamiento de extremistas con la intención de dar un golpe contra el presidente Tokayev. 

Si las acusaciones de Ertysbayev son ciertas, esto deja aún más preguntas sin respuesta. La primera se refiere a los motivos de Masimov. Si de hecho estaba planeando un golpe, ¿comenzó ya en 2019, en respuesta al nombramiento de Tokayev como su sucesor por parte de Nazarbayev? ¿Y cuál era su medio de ejecución? ¿Fueron estos supuestos ‘campos de entrenamiento’ creados por el KNB, o simplemente los encubrieron, creyendo que podrían ser útiles en el futuro? Independientemente de que los llamados ‘terroristas’, es decir, los elementos violentos activos en las protestas, estuvieran dirigidos por secciones disidentes del KNB, la inestabilidad que desencadenaron habría proporcionado suficiente cobertura para un golpe con el pretexto de restaurar el orden, continúa Kolya Karpatsky. 

Un resultado importante de los disturbios, como señaló el propio Ertysbayev, fue el fin de la era Nazarbayev. Su salida del Consejo de Seguridad ha puesto fin a su dominio de treinta años de la escena política. Desde 2019, el presidente Tokayev gobernó a la sombra de su predecesor, pero ahora su poder se ha consolidado con el apoyo de Rusia y la OTSC. Aunque Tokayev ha liderado hasta ahora una nación considerada ‘aliado fiel y confiable’ (en palabras de Tony Blair), los acontecimientos recientes pueden alterar esta percepción en Occidente. Al igual que Lukashenko, puede decidir abandonar una política exterior de múltiples vectores por una más rusocéntrica, al mismo tiempo que consolida su represión contra la oposición interna. 

Mientras tanto, el paquete de reformas económicas de Tokayev, la ‘Nueva Agenda de Kazajstán’, tiene como objetivo adelantarse a otra ronda de protestas populares. El programa se compromete a cerrar la brecha de ingresos, controlar la inflación, impulsar el empleo y mejorar la calidad de vida. Tales medidas pueden aliviar las tensiones a corto plazo. Sin embargo, mientras el presidente no esté dispuesto a repudiar el modelo básico construido por Nazarbayev, un estado postsoviético autocrático sobre una economía dominada por el capital extranjero, surgirán nuevos ciclos de resistencia. 

Manifestación por la paz y para evitar una nueva guerra en Europa: desescalada y diálogo, no al envío de tropas ni armamento a Ucrania 

Reproducimos llamamiento de fuerzas políticas del Estado español 

23/01/2022 

Las organizaciones políticas abajo firmantes queremos expresar nuestra honda preocupación por el incremento de la tensión bélica entre EEUU y Rusia debido a la situación en torno a Ucrania.  

Rechazamos frontalmente cualquier amenaza o agresión militar a un Estado soberano, así como el envío de tropas españolas al Mar Negro y Bulgaria en el marco de la OTAN.  

Este conflicto solo puede resolverse a través del diálogo, la distensión y el convencimiento de que la paz es el único camino.  

La tensión entre las potencias viene escalando desde hace meses a causa del incremento sin precedentes del apoyo militar de diferentes países occidentales al Gobierno de Ucrania y el despliegue de tropas a ambos lados de la frontera ucraniana, algo que hoy día amenaza con derivar en un conflicto armado.  

La posibilidad de que Ucrania pueda integrarse en la OTAN es una ruptura de los compromisos de la propia organización.  

La UE debe evitar verse arrastrada y formular propuestas concretas de desescalamiento que eviten un conflicto que perjudique gravemente a Ucrania y a toda Europa en estos momentos de pandemia y de dificultades en los mercados mundiales de la energía.  

El conflicto de Ucrania no es nuevo ya que desde 2013 ha dejado miles de muertos, ha dividido el país y sus consecuencias han alcanzado de lleno a la Unión Europea. Como un principio fundamental del derecho internacional, respetamos la soberanía de los pueblos y rechazamos las amenazas militares de un país a otro estado soberano, sea de quién sea, así como cualquier cambio de frontera por la vía de la agresión militar. Ucrania debe poder construir su futuro democrático sin ninguna injerencia.  

Pero ahora no podemos permitir que suba de nivel ni que nos encierren en un viejo esquema de Guerra Fría. La Guerra Fría y la OTAN son etapas ya superadas.  

No podemos volver a recrearla porque perderíamos todos y todas. En este 2022 en que el mundo sigue afrontando la pandemia y la emergencia climática apostamos por la cooperación entre países, pueblos y personas.  

Por esta razón, no tiene sentido que ahora la OTAN se extienda a Ucrania y Georgia por intereses de EE.UU. Algo que es percibido como una amenaza militar por Rusia, lo que añade más tensiones a una zona que ya ha sufrido demasiado.  

Por todo lo anterior, hacemos un llamamiento con urgencia a: 

1. Una desescalada de las tensiones en las fronteras de Ucrania. 

2. Una apuesta por redoblar los esfuerzos diplomáticos, buscando la mediación de la OSCE y la ONU para impedir cualquier tipo de acción bélica. Ese es el lugar donde estuvieron los países europeos con los Acuerdos de Paz de Minsk y el papel que queremos para la UE. 

3. Defender la soberanía de los pueblos y el rechazo a las amenazas militares a un estado soberano, así como cualquier cambio de frontera por la vía de la agresión militar. 

4. Cesar los planes para que Ucrania ingrese en la OTAN a la vez que se acuerdan medidas de garantía que satisfagan a ambas partes en la frontera entre Rusia y Ucrania. 

5. Defender los derechos humanos para todas las personas sea en Ucrania, Rusia, EE.UU. o cualquier país de Europa. 

6. Poner en marcha todos los aprendizajes de los centros de cultura de paz y grupos feministas por la paz para poner fin a esta escalada bélica. 

7. Trabajar a medio plazo por una verdadera transición energética hacia energías renovables por nuestro futuro como especie y como planeta, y para evitar su uso geopolítico.  

No hay camino para la paz. La paz es el camino. 

Podemos, IU, En Comú Podem, Alianza Verde, EH Bildu, BNG, Compromís, Más País, Verdes Equo, CUP 

 ‎ Nota:

[1] El Tratado INF (por las siglas en inglés de Intermediate-Range Nuclear Forces) fue un acuerdo entre EE UU y la Unión Soviética firmado el 8/12/1987 entre el entonces presidente de EE UU., Ronald Reagan, y el secretario general del Partido Comunista de la URSS, Mijaíl Gorbachov. Entró en vigor el 1° de junio de 1988. 

El presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, anunció el 20 de octubre de 2018 que retiraría a los Estados Unidos del Tratado, acusando a Rusia de incumplimiento. Estados Unidos suspendió formalmente el tratado el 1° de febrero de 2019, y Rusia lo hizo al día siguiente en respuesta a la retirada de Estados Unidos. Estados Unidos se retiró formalmente del tratado el 2 de agosto de 2019. 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.