La respuesta de China a los pedidos de Occidente, para que participe en un embargo en castigo a Irán por su programa nuclear, hasta ahora ha sido elegir el camino intermedio típico de su política exterior de no interferencia. Es decir que, como ha hecho en las últimas décadas, por un lado denuncia sanciones pero […]
La respuesta de China a los pedidos de Occidente, para que participe en un embargo en castigo a Irán por su programa nuclear, hasta ahora ha sido elegir el camino intermedio típico de su política exterior de no interferencia.
Es decir que, como ha hecho en las últimas décadas, por un lado denuncia sanciones pero por otro trabaja para proteger sus intereses nacionales en muchos frentes.
Pero la decisión de India, otro importante comprador del petróleo iraní, de continuar importando de Teherán pese a las sanciones de Occidente, enciende incómodos focos sobre los poderosos sentimientos nacionalistas reinantes entre el público chino, así como sobre el debate interno sobre qué ocurrirá con su política exterior.
Como principal socia comercial de Teherán y mayor clienta petrolera, la posición de China es crucial si llega a tener éxito el plan de Occidente de usar el embargo petrolero para obligar a Irán a paralizar el enriquecimiento de uranio.
Cuando la Unión Europea (UE) anunció la última semana de enero una prohibición a los 600.000 barriles diarios que importa de Irán a partir del 1 de julio, la estatal Compañía Nacional Iraní de Petróleo dijo que «fácilmente reemplazará a los clientes europeos».
China, que importa alrededor de 20 por ciento del crudo iraní y depende del de Medio Oriente para satisfacer 50 por ciento de sus necesidades de este combustible, es vista como un reemplazo natural ante la pérdida de las compras europeas.
Pero Beijing está hilando fino.
Las sanciones de la UE y de Estados Unidos han sido ampliamente denunciadas por un público manifiestamente nacionalista, que alberga sospechas en cuanto a que Occidente busca contener el ascenso de los países emergentes.
En foros de Internet, usuarios chinos critican a los dirigentes por «ceder» a la presión de Occidente y traicionar a sus aliados y a sus verdaderos intereses nacionales.
«Hace varias décadas que China está bajo alguna clase de sanción de Estados Unidos», escribió uno. «¿Cómo puede pensar el Partido Comunista que abandonar a Irán y alinearse con los estadounidenses es funcional a los intereses de China?».
Analistas políticos señalan que la nueva ronda de sanciones occidentales tiene lugar luego de que Washington reveló una nueva estrategia militar ,buscando contrarrestar potenciales intentos de China e Irán de bloquear las capacidades estadounidenses en áreas como el mar de China y el estrecho de Ormuz.
«Beijing siempre hizo de la estabilidad en las relaciones Estados Unidos-China la pieza central de su política exterior», planteó el analista Zhang Liwei.
«Es tiempo de que nuestros líderes repiensen esto. En un momento en que Estados Unidos claramente intenta contener a China, esta estrategia no es útil para proteger los intereses mundiales de China, y el país perderá aún más amigos. Lo que está ocurriendo en el mar de China debería servir como señal de alerta», añadió.
Oficialmente, Beijing ha mostrado poco entusiasmo por las sanciones. «Presionar ciegamente e imponer sanciones a Irán no son enfoques constructivos», dijo el ministro chino de Relaciones Exteriores a la agencia estatal de noticias Xinhua.
La manera como actúa Beijing favorece «el diálogo y las consultas», y los líderes chinos rehúyen la confrontación pública directa, así como las prohibiciones o la intervención militar.
La fuerte reacción negativa de Beijing sugiere también que, pese a los crecientes reclamos internacionales para que China sea un actor mundial responsable, todavía no está lista para alinearse con Occidente o con Irán.
«Beijing no está en posición de ignorar la posición de Irán en materia energética», dijo Harsh V. Pant, profesor del Departamento de Estudios de Defensa en el King’s College de Londres.
«Por el momento, las prioridades de China son la seguridad energética y garantizarse los suministros petroleros», planteó.
«Así que la cooperación con Occidente en torno a la cuestión nuclear no está realmente en la agenda. Y a menudo Occidente olvida que la propia China fue uno de los mayores ‘proliferadores’ hasta que firmó el Tratado de No Proliferación Nuclear», agregó.
Además, la potencia económica asiática se ha beneficiado con la retirada de las empresas occidentales de Irán, firmando una serie de contratos en los sectores del petróleo y el gas por valor de hasta 40.000 millones de dólares.
Otros analistas creen que Beijing se ha estado preparando durante años para las sanciones y la posible ofensiva militar contra Irán, cambiando algunas de sus importaciones de petróleo iraní a otros proveedores, como Arabia Saudita.
En una investigación divulgada en 2010 por la estadounidense Fundación Jamestown sobre las políticas de Irán hacia China, el analista Yitzhak Shichor sostuvo que la creación de «contradependencias» sostiene a la política exterior china desde mediados de los años 90.
Beijing ha trabajado para compensar la excesiva dependencia de otros países, especialmente de los proveedores de energía y materias primas, «ofreciendo generosos programas de asistencia, transfiriendo armas, invirtiendo en infraestructura y expandiendo las exportaciones».
«A consecuencia, China no depende tanto de Sudán o de Irán como Sudán e Irán dependen de China», concluyó el análisis de la fundación especializada en la potencia asiática y Eurasia.
Así que aunque la última semana de enero Beijing arremetió contra las sanciones petroleras de la UE a Irán, también emitió una fuerte advertencia a Teherán.
Durante una gira por Medio Oriente a mediados de enero, el primer ministro chino, Wen Jiabao, manifestó su fuerte objeción a la amenaza de irán de cerrar el estrecho de Hormuz. Por ese paso estratégico circularon el año pasado 35 por ciento de los buques petroleros del mundo.
Wen también declaró públicamente que «China se opone categóricamente a que Irán desarrolle y posea armas nucleares».
Durante su viaje, Wen recaló en estados ricos en petróleo, como Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos y Qatar, donde negoció acuerdos energéticos que se prevé impulsarán las importaciones chinas de los países del Golfo.
Arabia Saudita ya es el principal proveedor de petróleo de China: en diciembre le vendió 1,12 millones de barriles diarios, casi el doble que Irán.