«Las sanciones han sido durante mucho tiempo una herramienta de primera elección para la política exterior de Estados Unidos».
En «Die Vordenker der Vernichtung. Ausschwitz und die deutschen Pläne für eine neue europäische Ordnung» (Ausschwitz y los planes alemanes para un nuevo orden europeo, 1991), Götz Aly y Susanne Heim analizan los resultados de su investigación sobre la contribución insustituible de tecnócratas, en su mayoría jóvenes, de diversas disciplinas, a la «solución final» y el asesinato en masa de personas gitanas, la utilización/opresión brutal de grupos de población «innecesarios» bajo el signo de la gran área europeo del nazismo. Los planes, estudios y trabajos tecnocráticos-científicos sobre el «desarrollo» de Europa del Este, determinados por las exigencias de la racionalización, dejaron así a los judíos en particular «fuera» de las ecuaciones de un nuevo Reich por razones «lógicas».
Al leer los informes de los Estados Unidos sobre los actuales gestores de las sanciones contra Rusia, no pude evitar tener algunas asociaciones con los co-hechores intelectuales del exterminio de entonces, a pesar de todas las evidentes diferencias. Hoy vemos dinámicas que (aún) no alcanzan la rigor del exterminio nazi, pero que tampoco le son ajenas.
Y así hasta las sanciones modernas. A menudo se perciben como un instrumento supuestamente incruento para los derechos humanos, también por fuerzas progresistas en Suiza. A pesar de Cuba o, por ejemplo, Venezuela. Allí, en 2018 murieron 40.000 personas más que en el año anterior (+30 %). La única explicación plausible: las sanciones económicas impuestas por Washington, agravadas aún más en 2019. O Irán, uno de los tantos objetos de «amplias restricciones comerciales y financieras», como se leía en el NZZ (periódico financiero suizo) el pasado marzo en un artículo del periodista independiente Teseo La Marca. Describe el amargo destino de los enfermos de diabetes: las jeringuillas de insulina, por ejemplo, ya no pueden producirse porque un elemento petroquímico para su fabricación es sancionado, a pesar de las llamadas cláusulas de exención humanitaria. La Marca escribe: «Human Rights Watch critica que las exenciones humanitarias son una farsa. El régimen de sanciones viola el derecho a la salud y pretende causar tal sufrimiento a la población que se levante contra el régimen. El entonces secretario de Estado de EEUU, Mike Pompeo, lo confirmó indirectamente cuando dijo en 2019, no sin satisfacción: «La situación de la gente en Irán se ha deteriorado significativamente. Estamos convencidos de que el pueblo se levantará y cambiará el comportamiento del régimen».
Afganistán: como es sabido, el pasado mes de febrero Joe Biden ordenó el robo de unos 7.000 millones de dólares, depositados por el banco central afgano como reservas de divisas en Estados Unidos. La mitad se destinaría para compensar a las víctimas del 11-S (caso aún pendiente en los tribunales estadounidenses). El Programa Mundial de Alimentos de la ONU estimó el pasado mes de diciembre que hasta el 98% de los afganos no tienen suficiente para comer. Esto se debe al colapso económico, provocado en primer, aunque no único, lugar por las sanciones económicas occidentales.
La ayuda humanitaria, hasta si no sirviera para otros fines, nunca podrá compensar un colapso económico. Por ello, más de 40 miembros del Caucus Progresista del Congreso de Estados Unidos escribieron a Biden: «Ningún aumento de la ayuda alimentaria y médica puede compensar los daños macroeconómicos derivados de la subida vertiginosa de los precios de los alimentos básicos, el colapso de los bancos, la crisis de la balanza de pagos, la congelación de los salarios de los empleados públicos… «.
Cuando el gobierno suizo no se sumó inmediatamente a las sanciones de EE.UU., Reino Unido y la UE contra Rusia tras la invasión rusa de Ucrania, hubo protestas desde el campo de la derecha por lo de la “comunidad de valores occidentales”; pero también desde el lado progresista -por otros motivos- se hicieron encendidos llamamientos a favor de las sanciones ya.
«El esquema del torturador»
Para la London Book Review, Tom Stevenson reseñó el libro «The Economic Weapon: The Rise of Sanctions as a Tool of Modern War», de Nicolas Mulder. Stevenson insiste en el papel central del dólar en las finanzas internacionales: «De la misma manera que un bloqueo naval impide el acceso a los mares, las sanciones estadounidenses se basan en el poder del monopolio de un bien común mundial: [el dólar como] moneda de reserva y medio de cambio mundial. Como componentes de la estrategia estadounidense, a menudo se las consideran una alternativa a la fuerza militar, prometiendo, en palabras de un reciente editorial del Washington Post, ‘la consecución de los objetivos de la política exterior sin el uso del ejército’. En realidad, las sanciones acompañan a las operaciones militares (Libia 2011, Siria desde 2012) o se imponen de antemano (Haití 1994, Bosnia 1993, Kosovo 1999, Afganistán 2001, Irak 2003).»
Stevenson señala que «las sanciones han sido durante mucho tiempo una herramienta de primera elección para la política exterior de Estados Unidos. Durante el segundo mandato de Obama hubo 2.350 nuevas sanciones, bajo Trump 3.800. El sistema actual del arsenal financiero estadounidense evolucionó junto con el rápido crecimiento del estado de seguridad durante la guerra contra el terrorismo». El PIB de Irán era un poco más que el de Turquía en 1979, y en la actualidad es menos de una cuarta parte. Es difícil, dice Stevenson, «desentrañar las causas [de esto], ya que las políticas revolucionarias produjeron sus propios efecto’ Pero el castigo financiero de la era Obama de 2011-2012 fue el responsable de una caída inmediata del PIB de Irán, el aniquilamiento de un tercio de su actividad económica. En ‘The Art of Sanctions: A View from the Field’ (2017), el exresponsable de los asuntos de Irán en el Consejo de Seguridad Nacional de Estados Unidos, Richard Nephew, describió las sanciones como centradas en ‘objetivos para la imposición de dolor’ acompañadas de instrucciones ‘para las condiciones necesarias para acabar con el dolor’. Este es el esquema del torturador, sacado directamente del manual de la Guerra contra el Terror».
Saben lo que hacen
En marzo, la revista 60 Minutes de la cadena estadounidense CBS tituló un reportaje «Economic shock and awe: The strategy behind the economic sanctions against Russia». Shock and Awe (choque y asombro) -así denominó el Pentágono en 1983 a su táctica de pulverizar todo lo que tuviera un interés militar real o supuesto en Irak con el disparo continuo de misiles inmediatamente antes del ingreso de tropas. El enemigo debía congelarse de terror. En los medios, términos como inconcebible u horroroso eran palabras desconocidas; lo que interesaba era si este «procedimiento» iba a tener éxito. Previamente a todo eso, Estados Unidos había impuesto sanciones. La secretaria de Estado de EE.UU., Madeleine Albright, respondió en 1996 en el programa 60 Minutes de la CBS a la pregunta de si el medio millón de niños que murieron en Irak como consecuencia directa de las sanciones impuestas por ella y por Clinton en aquel momento había «merecido la pena»: «Creo que es una decisión muy dura, pero el precio… creemos que merece la pena». Más tarde, los expertos debatieron si no eran “solo” 250.000 niños que habían muerto a causa de las sanciones. (En Varsovia, Biden recordó recientemente a Albright, cuyo compromiso con la libertad, dijo, inspira hoy su lucha por los derechos humanos en Ucrania). En 2006, The Lancet publicó un intento serio de averiguar el número de muertos causados por la invasión: 655.000 iraquíes.
La periodista Sharyn Alfonsi introdujo su emisión de 60 Minutes así: «Considérenlo como una campaña de shock and awe económico. Nunca antes una economía tan grande y moderna había quedado aislada tan rápidamente de la mayor parte del mundo». Para explicar de qué se trata, entrevista a Daleep Singh, Asesor Adjunto de Seguridad para Economía Internacional en el Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca. Él estuvo involucrado en las sanciones contra Irán y Corea del Norte bajo el mandato de Obama, y se presenta como el «funcionario de la Casa Blanca que tiene el plan actual para hacer pedazos prácticamente todos los sectores de la economía rusa». Ha «creado una doctrina de sanciones, un guión real para una mejor guerra financiera contra Putin». También Singh, como muchos otros, subraya la importancia de que las sanciones, tras la expulsión de los bancos rusos importantes del sistema de pagos de Swift y la confiscación de los bienes de los llamados oligarcas de Putin, hayan lanzado el ataque contra el Banco Central ruso, centro neurálgico de la economía, con la confiscación de reservas de divisas almacenadas en Occidente por valor de 300.000 millones de dólares. Destaca la cohesión de los aliados occidentales como algo sin precedentes. Luego llega al tema principal: «Las mejores previsiones (…) sugieren que la economía rusa será aproximadamente la mitad del tamaño que tenía antes de la invasión. Y no estamos orgullosos del sufrimiento de la gente. Esta es la guerra de Putin. Son las sanciones de Putin». Biden en Varsovia: «La economía [rusa] va camino de reducirse a la mitad en los próximos años». El Banco Mundial estimó en abril que el PIB de la Ucrania atacada militarmente iba a caer en torno al 45%. La guerra y las sanciones se parecen en algunos aspectos.
Singh repite prácticamente palabra por palabra en otras entrevistas lo poco orgulloso que se siente de su éxito. En un documento del Tesoro sobre las sanciones del pasado mes de octubre, leemos que había que seguir revisándose las exenciones de las sanciones por «acciones humanitarias a través de canales legítimos» y las «consecuencias imprevistas de las sanciones». Recuerden lo que dice el Caucus progresista: si la economía cotidiana está rota, ninguna ayuda humanitaria puede evitar el desastre. O sea, lo que el Tesoro postula es: «Primero la paliza brutal, y luego enviamos a un samaritano con vendas». En cuanto a la puesta a punto del régimen de sanciones, leemos: «Creemos que este trabajo merece su tiempo y esfuerzo para asegurarnos de que el mundo entiende que proporcionar ayuda humanitaria legítima refleja los valores americanas».
El portal Vox, afin a los demócratas, ofrece más información en el revelador informe The Biden experts waging war without weapons (Los expertos Biden hacen la guerra sin armas) del 9 de mayo. El periodista Jonathan Guyer habla con Julia Friedlander, que ocupó altos cargos en la Oficina de Terrorismo e Inteligencia Financiera del Departamento del Tesoro y que ahora opera desde el centro de estudios Atlantic Council, aliado de la OTAN. Dice: «No creo que alguien haya tenido realmente tiempo para planificar cuáles serán las consecuencias a largo plazo de destruir esencialmente la economía rusa (…) Si realmente se quiere maximizar la presión, claro que se golpea a la población». En cuanto a las aseveraciones de la Casa Blanca de que tendrá en cuenta los aspectos humanitarios de las sanciones, dice: «Las tiene en cuenta y luego las aparta». Jack Lew, Secretario del Tesoro con Obama, contribuyó con esto: «Cuando se está en una guerra como la que Rusia ha creado ahora, es imposible proteger a todos los ‘inocentes’. Y se plantea la cuestión de qué significa inocente cuando tu país está haciendo estas cosas». Cuando Biden anunció que la mitad de las reservas extranjeras de Afganisentán se utilizarían para resarcir a las asociaciones de víctimas del 11-S, la BBC informó de que «Andrew Maloney es un abogado estadounidense que representa a unos 150 familiares de los asesinados hace más de 20 años. Dice que el pueblo afgano debería haber hecho más para detener a los talibanes y que es justo utilizar los bienes estatales afganos para compensar». Discursos de Herrenmenschen (seres superiores, término nazi).
Lecciones aprendidas – Planificación de la destrucción
Vox caracteriza los administradores de las sanciones de Estados Unidos como «un pequeño grupo de expertos, principalmente abogadas, algunos economistas, han desarrollado las sanciones de Biden a Rusia, que superan todo lo anterior. En el Tesoro, el subsecretario Wally Adeyemo y la subsecretaria asistente Liz Rosenberg; en la Casa Blanca, Daleep Singh y Peter Harrell. El equipo de sanciones de Biden está formado por tecnócratas que han sido elogiados en los medios de comunicación por su rápido enfoque multilateral. Trabajaron juntos en la administración Obama y luego escribieron documentos de análisis durante los años de Trump con reflexiones sobre cómo mejorar las sanciones. Ahora se ven como ejecutores de las lecciones aprendidas».
El breve documento del Tesoro mencionado anteriormente resume las principales conclusiones de sus estudios interadministrativos, partiendo de la base indispensable, como dice Singh en un artículo del New Yorker de finales de marzo: «Es cierto que la economía mundial se ha vuelto cada vez más multipolar con el tiempo. Se puede ver con sólo mirar los porcentajes del PIB global». Pero en cuanto a la moneda del comercio internacional, «el dólar sigue siendo el sistema operativo». Por tanto, una economía como la rusa también puede ser vulnerada por sanciones. Entre las lecciones aprendidas se cuentan, en general, los puntos que Singh había expuesto como conclusión del estudio ante el Congreso de Estados Unidos en 2018: Si las sanciones son contra un adversario como Rusia, entonces desde el principio con graves consecuencias para el objeto de las sanciones; a la inversa, con el menor impacto negativo posible en el sistema financiero «internacional»; las sanciones pueden reducir enormemente la capacidad de acción del Kremlin, pero no garantizan el cambio de régimen (en la Casa Blanca, el presidente venezolano se llama de nuevo Maduro, no Guaidó); evitar la apariencia de castigar a la población; tener siempre una opción diplomática para aumentar o disminuir las sanciones (el «esquema del torturador») y una cooperación absolutamente estrecha con los aliados (para evitar los intentos de burlar las sanciones a través de otros países).
Es llamativo que El New Yorker mencione una «creciente intensidad emocional» para endurecer las sanciones en los primeros días de la guerra, provocada por las manifestaciones y los reportajes de los medios de comunicación en Estados Unidos y Europa a favor de más sanciones, y por la videollamada de Selenski con los gobiernos europeos en la primera noche de la guerra («Esta puede ser la última vez que me vean con vida»). Así, incluso gobiernos reticentes como el de Alemania e Italia habrían aceptado una exclusión inmediata de SWIFT. «Tuvimos que esperar a que surgiera una valencia moral» (coincidencia moral), dice en otra parte del artículo un alto funcionario de la administración Biden. Este «feeling», sigue el artículo, llevó a Singh a preguntar, cuando junto con Björn Seibert, jefe de gabinete de von der Leyen estaban organizando la exclusión de Rusia del sistema Swift, «¿Qué tal si decimos a todas las contrapartes de Rusia que no hagan transacciones con ellos?» El artículo continúa: «Las sanciones occidentales contra el Banco Central de Rusia se produjeron en cuestión de horas. El 26 de febrero, Estados Unidos, la UE, el Reino Unido y Canadá prohibieron conjuntamente a todos los bancos, empresas y particulares realizar transacciones con el banco central de Rusia, y amenazaron con nuevas sanciones a quienes incumplieran la prohibición». Sanciones “secundarias”, o sea, la imposición internacional de la ley del más fuerte.
En el artículo de Vox se lee: Singh «y el resto del equipo de sanciones comparten un perfil común. Durante los años de Trump, al igual que muchos funcionarios de Biden, se turnaron en la investigación, las funciones universitarias y el trabajo corporativo. Harrell y Rosenberg publicaron trabajos conjuntos. Harrell trabajó como asesor jurídico externo de Microsoft. Rosenberg trabajó como asesora principal de WestExec Adviser y asesor de ExxonMobil. Adeyemo trabajó como presidente de la Fundación Obama y anteriormente como director general del gigante de la inversión BlackRock. El núcleo del equipo de sanciones no está formado por operativos o estrategas, sino por profesionales pragmáticos». Un ex cuadro de la Tesorería comenta: «Peter, Liz, Daleep y toda esta gente -no se trata de despreciar en absoluto – son tecnócratas muy capaces». Son cool, a la altura de los tiempos modernos. En el reportaje de la CBS, Singh le explica a la periodista Alfonsi el sentido de las sanciones: «Todo lo que podemos controlar, asegurar, es que esto va a ser un fracaso estratégico por parte de Putin. – Alfonsi: ¿Y cómo se presenta hoy un tal fracaso estratégico? – Singh: Significa que su capacidad para proyectar poder y ejercer influencia se ha reducido fundamentalmente. El poder no es el ejercicio de la fuerza bruta – Alfonsi: ¿De acaparar tierras? – Singh: De ganar tierras. Eso no llega al meollo de la cuestión. En nuestra opinión, el poder en este siglo está mucho más relacionado con la fuerza económica, con la sofisticación tecnológica y con la propia historia. ¿Puede atraer ideas, talento y buena voluntad?»
¿Y nosotros/as?
Una imagen utilizada a menudo por Singh es: «Nosotros también podemos jugar al ajedrez» (no sólo Putin). La imagen de los señores que juegan entre sí por el control del mundo, en movimientos calculados. Mala suerte para los peones.
Los actuales regímenes de sanciones forman parte de una guerra híbrida, las presente como instrumento de presión pacífica de la «comunidad internacional». El Kremlin está cometiendo un crimen terrible y continuo. Pero esta guerra también fue provocada de forma calculada por Occidente. Ignorar los años de la llamada expansión hacia el este de la OTAN, es decir, el cerco militar a Rusia y ahora a China, es tragarse la propaganda de guerra. Los crímenes occidentales no legitiman los del Kremlin, pero enseñan a otros warlords.
Lo que distingue a esta guerra en Ucrania de otras no es su brutalidad. Pero probablemente represente el comienzo de una nueva «Guerra de los Treinta Años» a nivel mundial. ¿Qué diablo es eso que izquierdistas le «exigen» a la OTAN que meta armas en Ucrania? No importa como en otros momentos maldigan al imperialismo occidental. El momento decisivo para izquierdistas es aquí y ahora para intentar entender lo que está pasando y dar pasos hacia una práctica antiguerra. Nosotros/as, que tenemos una noción de que este tipo de guerras siempre acaba con la gente de a pie, ni aquí somos tan pocos como sugieren los medios del partido único, el de la guerra. Ucrania es desde hace años cada vez más un país de la OTAN, pero hoy las armas rusas también amenazan a los grupos de izquierda. Pero acercaros a ellos/as, así como a la resistencia en Rusia, no puede basarse en la premisa de que «solo por el momento aullamos con los lobos». En 1914, esa actitud llevaba a la perdición.
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