Próximo a cumplir un año y cuatro meses de papado, la gestión del argentino Papa Francisco tiene luces y algunas sombras. En las últimas semanas hubo más material para ese balance contradictorio. Aunque aún es pronto para emitir una opinión definitiva, Francisco mantiene la ilusión de muchos creyentes en que su etapa en el Vaticano […]
Próximo a cumplir un año y cuatro meses de papado, la gestión del argentino Papa Francisco tiene luces y algunas sombras. En las últimas semanas hubo más material para ese balance contradictorio.
Aunque aún es pronto para emitir una opinión definitiva, Francisco mantiene la ilusión de muchos creyentes en que su etapa en el Vaticano puede ser más que buena.
Lo ayuda en esa sensación el contraste con Benedicto XVI, criticado dentro y fuera de la Iglesia y que renunció en vida, alterando la rutina de siglos.
Hay un estilo de vida de Berlingo, que ya traía de Buenos Aires y ha impactado favorablemente. Vive con modestia, no se mueve en vehículos de alta gama, tiene roce con la feligresía -a veces algo marketinero- y hasta es un Papa futbolero, que por casualidad coincide con el interés masivo por el mundial de Brasil.
En política internacional lo suyo sin ser brillante ha tenido una buena orientación, como cuando se opuso a las amenazas de guerra e invasión contra Siria. Tal era el plan de Barack Obama, cuando le salió al cruce la oposición rusa y china; el Papa coincidió con esta última postura. Allí se salvaron muchas vidas y la soberanía de Siria.
Por supuesto, como buen jesuita, tiempo después recibió a pura sonrisa al presidente norteamericano, quien le manifestó que era un admirador suyo. Lo bueno es que el halagado no le respondió el cumplido diciendo lo mismo.
También en la columna del Haber debe computarse su gira por Medio Oriente entre el 24 y el 26 de mayo pasado. En Jordania, Palestina e Israel su mensaje reiterado fue a favor de la paz de las dos partes enfrentadas. Aunque no lo dijo expresamente, pareció que también para el jefe del Vaticano la palestina era la parte oprimida del conflicto. Su parada y rezo ante el Muro del Apartheid, cerca de Belén, fue memorable.
Luego ese gesto trató de ser equilibrado con un poco digno homenaje suyo ante la tumba del fundador del sionismo, Theodor Herzl, pero aún computándolo como negativo no tuvo la misma significación que aquél rezo frente al grafitti «Palestine free».
Invitó a los presidentes de Israel y Palestina para orar juntos por la paz en el Vaticano, que se concretó el 6 de junio. Lamentablemente un triple crimen de adolescentes judíos, cuya autoría no está esclarecida, generó ataques sionistas en Cisjordania y bombardeos en Gaza, con 7 palestinos muertos, decenas de heridos, 500 presos y mucha destrucción material.
Una canción setentista de Violeta Parra se preguntaba: «¿qué dirá el Santo Padre, que vive en Roma, que le están degollando, a sus palomas?».
Papa peronista
Después de que salió humo blanco y se anunció que había sido elegido Papa por los obispos de un solo sexo, sin ninguna mujer entre ellos, se abrió una discusión en Argentina porque el kirchnerismo salió a decir que era un «Papa peronista».
Esa calificación pareció errónea dadas las serias diferencias que el obispo de Buenos Aires tuvo con el kirchnerismo, en torno a la política, los derechos humanos, el matrimonio igualitario, la implementación de los abortos no punibles, la educación sexual en las escuelas, etc.
Por lo visto hasta aquí, parece que tenían razón las dos partes. Francisco no era kirchnerista, pero sí puede ser catalogado de peronista. En sus misas y declaraciones, ha reflotado la doctrina social de la Iglesia, de la que el peronismo dijo ser abanderado. Su núcleo sería la justicia social, en un capitalismo «fifty-fifty» (mitad y mitad entre empresarios y trabajadores) como suele plantear Cristina Fernández de Kirchner.
Francisco ha cuestionado la economía global esencialmente financiera, con la pobreza y crisis subsiguientes; a favor del ser humano. Aunque debería poder hacer algo más por su país de origen, en esta encrucijada entre los «fondos buitres» y los intereses nacionales, lo suyo está mucho más cerca de estos últimos.
No debería hablarle a esos fondos con el corazón, porque ya se sabe que le contestarán con el bolsillo. Tendría que analizar otras opciones, como auspiciar una cumbre mundial contra esta clase de deudas usurarias. Quizás excomulgar a Paul Singer y Thomas Griesa, si es que fueran de su rebaño, o pedirle a sus amigos popes de otras religiones que sí lo hagan.
Mejor tarde…
En los antecedentes de Bergoglio está su papel durante la dictadura militar-cívica. Y en ese tramo recibió fuertes cuestionamientos por no haber defendido a curas víctimas de los represores, como en los casos de Yorio y Jalics.
En este tema, el cronista se ubica del lado de Horacio Verbitsky y sus fundadas investigaciones, y no de quienes defienden al Provincial de los jesuitas.
De todos modos, nobleza obliga, también hay que mencionar que cuando llegó al sillón de Pedro, aquél proporcionó al tribunal riojano que analizaba el asesinato del obispo Enrique Angelelli dos cartas que éste había enviado por medio del nuncio Pío Laghi. Angelelli denunciaba la tremenda represión que existía en la provincia, la situación de los presos políticos, las amenazas de muerte que había recibido y la persecución a que era sometida la iglesia que había hecho opción por los pobres.
Ayer el Tribunal Oral Federal Penal 26 condenó a prisión perpetua al general Luciano B. Menéndez y el brigadier Luis F. Estrella como responsables del crimen del obispo riojano. Se terminó la farsa del «accidente vial». No es que tales genocidas hayan sido condenados gracias a Bergoglio, pero esas cartas fueron un granito de arena que colaboraron. Más vale tarde…
Ahora la Iglesia debería abrir y compartir sus archivos con la justicia para esclarecer muchos otros casos, entre ellos los de los bebés robados a los desaparecidos.
¿Quién robó a quién?
Una grata sorpresa para quienes no simpatizan con el Vaticano fue la misiva que envió el 2 de junio pasado a los asistentes a un congreso de derecho penal, donde se podía leer: «la experiencia nos dice que el aumento o endurecimiento de las penas con frecuencia no resuelve los problemas sociales, ni logra disminuir los índices de delincuencia». Fue como un poco de oxígeno para Raúl Zaffaroni y los integrantes de la comisión redactora del Anteproyecto de Código Penal, de integración pluralista, que habían tenido un punto de vista similar al Papa. Y que por eso mismo habían sido objeto de descalificaciones virulentas de Sergio Massa y la oposición conservadora que muchas veces alega contar con el apoyo vaticano. Bienvenida esa toma de posición papal contraria a los linchamientos y a dar 50 años de cárcel a todos los delitos, sin proporcionalidad según el delito cometido.
A fines de junio, el personaje hizo declaraciones a Il Messaggero, diciendo que «los comunistas nos han robado la bandera. La bandera de los pobres es cristiana. Los comunistas dicen que todo esto (por la pobreza) es algo comunista. Sí, claro, ¡cómo no! Pero veinte siglos después (de la escritura del Evangelio). Cuando ellos hablan nosotros podríamos decirles: ¡Pero si son cristianos!».
En realidad los comunistas no le robaron nada a la Iglesia. El problema fue que ésta abandonó a los pobres, seducida por el capital y aún por los imperios, incluso -caso de Pío XII- por el nazi-fascismo, que provocó 60 millones de muertos en la Segunda Guerra Mundial. Y, en consecuencia, buena parte del mundo, China y Europa oriental vieron nacer gobiernos socialistas. Y en muchos países, como Italia, los comunistas se convirtieron en una fuerza mayoritaria entre los trabajadores y gente humilde.
Si le interesa a Francisco, podría leer los dos tomos de un libro de la cubana Katiuska Blanco. Así sabría cómo fue que un estudiante jesuita se hizo un revolucionario y patriota primero, y socialista y comunista luego: Fidel Castro Ruz.
Reformas pendientes
Donde los avances no lucen como significativos es en las reformas que necesitaría la Iglesia para ponerse a tono con el siglo XXI y principios básicos como el de la igualdad del rol de la mujer.
¿Curas y hasta obispos pederastas? Siguen trámites muy lentos y, de vez en cuando, hay algún sancionado, como sucedió con el ex nuncio en República Dominicana, arzobispo Josef Weselowski. La pena es «dimisión del estado clerical». La cárcel, una posibilidad por ahora lejana.
¿Fin del celibato? En el avión de regreso de Medio Oriente, el Papa dijo que no era un dogma de fe y podría discutirse. No figura en la agenda, ni siquiera para reformularlo como una opción voluntaria.
¿Corrupción en las finanzas vaticanas? Es un fenómeno que goza relativamente de buena salud. Francisco formó una Comisión de 8 obispos, al que sumó al secretario de Estado y convirtió en Comisión de 9, para aconsejarlo sobre diversas reformas. Se menta una renuncia del alemán que preside el IOR, virtual Banco del Vaticano, lo que significaría otro cambio más de personajes en poco tiempo, protagonistas de negocios poco transparentes.
En esto Francisco merece cierta piedad. Sus banqueros son un desastre y se dejan tentar por la corrupción, pero si sacara el IOR de la órbita vaticana y pusiera la plata en manos de Wall Street, en vez de un Banco Ambrosiano tendría un Lehman Brothers. Contradicción insalvable: el reino de los Cielos con obispos y banqueros en la Tierra. Y ese demonio real no se exorciza con la Asociación Internacional de curas Exorcistas, recién legalizada por el Vaticano.
Fuente: http://www.laarena.com.ar/opinion-la_cara_y_la_cruz_del_papa_francisco-117576-111.html