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La causa palestina en la geopolítica del Sur Global

Fuentes: Rebelión

El trasfondo histórico influye en la situación actual de genocidio e intento de memoricidio, frente a la resistencia popular palestina y las protestas a nivel mundial para impedirlo. Nos referimos a los siglos de capitalismo y a la violencia ejercida por el colonialismo y el imperialismo en esa región a través de los ejércitos anglosajones u occidentales, así como también el israelí.

Una interpretación de los siglos XX y XXI es cómo, durante la continuidad de las empresas coloniales, se van gestando los movimientos de liberación nacional africanos y asiáticos en el contexto de la Gran Guerra europea entre 1914 y 1945. En las décadas de 1950 y 1960 se produce la revolución en los sistemas energéticos mundiales. El petróleo pasa a ser el principal combustible fósil del mundo en las principales economías industrializadas, por lo cual relegó al carbón y a otras fuentes de energía. El oro negro favoreció el capitalismo de posguerra gracias a su mayor densidad energética, flexibilidad química y facilidad de transporte, y consolidó toda una serie de nuevas tecnologías e industrias. La transición energética al petróleo y el ascenso del poder estadounidense influyeron directamente en el centro de Afroeurasia.

Mientras tanto, se va erosionando el poder sobre esas colonias que ocupan buena parte del mundo, y esas organizaciones —más incipientes o desarrolladas— se conforman para conseguir la gran emancipación de Asia y África en la segunda mitad del siglo XX. Esto se produjo bajo la incidencia de los bloques hegemónicos, cada uno con su sistema (el socialista y el capitalista), y el resto del mundo y los no alineados agrupados, por ejemplo, en la Conferencia de Bandung (1955).

Esas grandes transformaciones continúan, en algún sentido, por la gran cantidad de rebeliones, revoluciones y la organización de nuevos países durante la Guerra Fría. Una parte de ellos apoyados por la URSS, y otra bajo la órbita en las zonas costeras, sobre todo de los imperialismos o poderes fácticos de las potencias euroamericanas, principalmente Estados Unidos, y dos diferentes formas de descolonización principales: Reino Unido (más transigente con la creación de la Commonwealth) y Francia (más violenta que la británica como en Indochina, Vietnam y Argelia).

Diversos acontecimientos trastocan la idea de una interpretación eurocéntrica de la historia contemporánea (y, agregamos, anterior), observados desde la óptica de otras latitudes. Aparecen para el caso de África, el Congreso de Berlín (1884) o los años de la descolonización (1960); y desde Asia, otros eventos del siglo XX, como la independencia de la India (1947), la Revolución china (1949), así como la Revolución rusa de 1917 marca el devenir del siglo reciente cruzado por las guerras. La Revolución china de 1949 generará posteriormente las condiciones del siglo XXI. A eso se suman la guerra de Corea (1950-1953) y las guerras de resistencia en Vietnam (1960-1975). Aplicado esto a América Latina, la preponderancia por su incidencia recae sobre la Revolución mexicana (1910-1917) o sobre la Revolución cubana (1959), procesos que modifican las estructuras de esas poblaciones y marcan su devenir, así como también repercuten en otras sociedades. Esto influyó en la manera de escribir y, de hecho, en la periodización de la historia.

Estas particularidades culturales, y por ende también de cosmovisiones, se diferencian de los planteos desacertados de un choque de civilizaciones —bloques culturales indio, ruso, chino o musulmán, por ejemplo—, o en la visión unipolar atlantista del llamado «fin de la historia» de Francis Fukuyama. Si observamos a través de la visión de bipolaridad comunismo-capitalismo, distan de lo que aconteció en estas zonas del mundo, donde ocurrieron grandes procesos de descolonización durante buena parte del siglo XX. Eso contradice la idea de que eran países atrasados, aunque nuevos, como forma de organización contemporánea. Pero en realidad asumen tradiciones y una historia propia, afroasiática en un punto, sin los límites de las formaciones o Estado nación de los últimos dos siglos.

La expulsión y la opresión de los palestinos es un duro recordatorio de que los horrores de la trata transatlántica de esclavos y el genocidio colonial de las poblaciones indígenas por parte de los imperios occidentales se resignifican. Es la intención de acabar con un pueblo y su entorno para consolidar los intereses imperiales liderados por Washington y sus aliados frente a la resistencia anticolonial. También para capitalizar los proyectos de petróleo y gas, y la propiedad en la costa de Gaza.

Años y décadas del monopolio de la información han tratado de estigmatizar a los palestinos y árabes en el paradigma del «choque de civilizaciones» y como pueblos «terroristas» en la denominada guerra contra el terrorismo. Eso impide analizar de manera política sus acciones de esa índole, o militares. El Movimiento de Resistencia Islámica (Hamás), organización política, social y guerrillera, si bien con un trasfondo islámico, tiene como objetivo principal la liberación de Palestina del colonialismo. Los dirigentes de Hamás (muchos de ellos asesinados por Israel) son hijos de refugiados que fueron deportados de sus aldeas a Gaza en 1948.

Está claro que la situación es difícil de comprender sin analizar el papel de Estados Unidos como principal socio israelí. La escalada actual demuestra cómo cambió el mundo, sobre todo desde 2013-2014, y se aceleró en febrero de 2022: un declive relativo de la potencia norteamericana en varios aspectos, que retrocede en algunos lugares como en el centro de Eurasia. En los contornos de las tensiones geopolíticas actuales, en relación a otros conflictos como el de Ucrania, se producen estas explosiones, como el aumento de la confrontación bélica de Israel en Siria, Yemen o mismo con Irán. La cercanía a Rusia y China, tanto como a la India, es otro de los factores que incrementa el interés por manejar Medio Oriente por el control de rutas comerciales, relaciones y corredores estratégicos. También lo es el papel de cada potencia regional, como Arabia Saudita, Turquía e Irán, y el posicionamiento cada vez más importante de los Brics+ (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica, más Egipto, Irán, Etiopía, Emiratos Árabes Unidos, Indonesia). En este caso en particular, el de Sudáfrica.

La resistencia palestina ha dejado de ser una cuestión regional y se ha convertido en un símbolo global de dignidad frente al colonialismo y el poder imperial. Gaza, una prisión al aire libre, se erige hoy como el epicentro ético y político de las luchas del Sur Global. En él convergen las líneas de fractura de un sistema mundial en crisis: el neoliberalismo decadente, el imperialismo militarizado, el racismo estructural y el colapso ambiental.

Las imágenes del genocidio en curso —hospitales bombardeados, niños mutilados, barrios enteros arrasados— no sólo documentan un crimen, sino que también revelan el agotamiento de un orden internacional basado en la hipocresía liberal. Las Naciones Unidas, la Unión Europea, los grandes medios de comunicación occidentales: todos han fracasado en detener la máquina de muerte. Frente a esta parálisis cómplice, surge desde abajo un nuevo internacionalismo que vincula la causa palestina a las luchas por la soberanía y la justicia en Asia, África y América Latina.

En este contexto, los diferentes grupos del eje de resistencia —aunque no forman una alianza formal como la OTAN— intervienen decisivamente en lo que sucede en Palestina. Esta red, tejida entre movimientos y Estados en Asia Occidental, África y otras regiones del Sur Global, encuentra cohesión no en estructuras burocráticas sino en una historia compartida de humillación y lucha. Vietnam, Argelia, Cuba, Irán, Yemen: todos han resistido, en diferentes momentos, la imposición violenta del orden occidental.

A pesar de los intentos de desmantelarlo —como la destrucción de Siria, el asesinato de Qassem Soleimani en Bagdad (2020) o la eliminación de figuras clave como Ismail Haniyeh (2024), Hassan Nasrallah o Yahya Sinwar—, la resistencia se reconstituye constantemente debido a su carácter descentralizado y sus profundas raíces populares. En particular, la resistencia yemení liderada por Ansarlah se ha consolidado como un actor clave, capaz de desafiar militarmente a Israel, considerado por muchos como el brazo armado del imperialismo en el corazón de Afro-Eurasia.

El objetivo de este eje no es sólo la defensa territorial, sino la contención de un proyecto estratégico: el establecimiento de un “caos controlado” por parte de Estados Unidos e Israel para balcanizar la región, perpetuar los conflictos internos y justificar la presencia militar extranjera. Palestina, en este esquema, no es sólo una víctima: es el núcleo disruptivo que impide que este plan se lleve a cabo sin resistencia. Sin embargo, las recientes ofensivas en Gaza, la escalada de violencia en el Líbano y la fragmentación de Siria también plantean desafíos crecientes.

En este contexto, América Latina tiene un papel crucial que desempeñar. La subordinación de gobiernos como el de Javier Milei a la agenda imperial —su adhesión incondicional a Israel, su desprecio por el derecho internacional y su ataque sistemático a la cultura crítica— muestra que la lucha por Palestina también se desarrolla en Buenos Aires, Lima o Bogotá. Defender Palestina es también defender nuestras universidades públicas, nuestros sindicatos, nuestros derechos sociales.

Por eso es imperativo construir puentes entre nuestras resistencias. Las calles de Caracas, los barrios de São Paulo, las aulas de La Habana o los movimientos indígenas de Bolivia tienen más en común con Gaza de lo que a menudo se reconoce. El nuevo internacionalismo no se decreta en cumbres diplomáticas: se teje en la solidaridad concreta, la formación política, el pensamiento descolonial y la insurgencia cultural.

Palestina no está sola. Y nosotros tampoco, como intelectuales del Sur Global. Elegir un bando hoy no es una cuestión moral abstracta sino un posicionamiento político global. Gaza nos interpela porque es allí donde se decide el mundo que vendrá: un mundo basado en la barbarie tecnológica, el extractivismo armado y la supremacía racial; o una fundada en la dignidad de los pueblos, la justicia y la autodeterminación.

En los primeros días después del inicio de los ataques sin precedentes de Israel contra Gaza, el líder de la República Islámica de Irán, el ayatolá Seyed Ali Jamenei, en octubre de 2023, con una frase corta pero incisiva, desenmascaró una de las mayores mentiras narrativas del siglo: la victimización de Israel.

Una frase que redirigió la tormenta mediática de la “Tormenta de Al-Aqsa” hacia la inversión de la narrativa occidental y despertó conciencias dormidas.

Hoy, el victimismo fabricado por Israel, perpetuado durante décadas bajo la apariencia de victimismo, está enterrado bajo los escombros de imágenes de niños martirizados, madres en duelo y hospitales destruidos.

Frente a esta injusticia histórica, voces que se alzan desde los cuatro puntos cardinales del mundo —desde Teherán y Beirut hasta Bagdad, desde Johannesburgo hasta Buenos Aires, desde La Habana hasta Ámsterdam— gritan al unísono: No al genocidio.

Hoy, cualquier ser humano que crea en la justicia, independientemente de su religión, credo o fronteras geográficas, está del lado del pueblo palestino.
Esta unidad transnacional y transcultural es una señal de que la resistencia no es sólo una opción política, sino una respuesta ética al declive civilizacional de nuestra era.

La conducta del régimen de ocupación en Israel no encaja ni en la tradición religiosa del judaísmo ni en el sistema de pensamiento del liberalismo que sus defensores en Occidente proclaman como su lema.

El judaísmo auténtico siempre ha exaltado la justicia, la compasión y el respeto por la vida humana; No hay enseñanza alguna en esta religión divina que justifique la masacre de niños ni el asedio de hospitales.

Por otra parte, la filosofía moral moderna, cuyos fundadores, como Immanuel Kant, enfatizaron la dignidad inherente del ser humano, afirma explícitamente que nunca se debe utilizar al ser humano como un medio para un fin.

Kant, el filósofo alemán del siglo XVIII, escribió: “El ser humano debe ser considerado siempre como un fin en sí mismo, no como un medio para otro fin”.

Pero lo que vemos hoy en Gaza es la transformación de las personas en instrumentos de chantaje político y racial.

John Locke, el padre del liberalismo político, habló de tres derechos naturales: “vida, libertad y propiedad”; derechos que Israel ha negado no sólo a los palestinos, sino a la humanidad misma.

Nuestra pregunta a los dirigentes de Tel Aviv es esta: ¿Basados ​​en qué principio, en qué filosofía y en qué conciencia continúan con las masacres?

No aceptan las resoluciones del Consejo de Seguridad, no reconocen las decisiones de la Corte Internacional de Justicia y no respetan la voluntad de la opinión pública mundial.

Hoy en día Israel no sólo viola los derechos humanos sino que también simboliza el desorden moral en el sistema internacional.

Esta es una crisis de civilización.

Martín Martinelli. Doctor en Ciencias Sociales, investigador y profesor de Historia en la Universidad Nacional de Luján (Argentina). Coordinador del Grupo Especial de la Revista Al-Zeytun/CLACSO “Palestina y América Latina” del Instituto de Estudios Latinoamericanos y del Caribe (Universidad de Buenos Aires). Autor de los siguientes libros: Palestina (e Israel): Entre intifadas, revoluciones y resistencias. Prólogo de Ilan Pappe (2022); Coordenadas del genocidio israelí en Gaza y el escenario mundial. Prólogo de Vijay Prashad (2025).

Peiman Salehi. Filósofo político iraní y analista de asuntos internacionales. Su trabajo se centra en la teoría del Estado civilizacional, la multipolaridad y la crítica ideológica y geopolítica del internacionalismo liberal. Ha colaborado con varios medios de comunicación y revistas académicas internacionales, especialmente desde una perspectiva del Sur Global.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.