Detalle y objetivos de las operaciones terroristas lanzadas con el asesinato de Rafic Hariri, en el Líbano, y con el atentado explosivo en Tel Aviv. Perfil operativo del plan de invasión a Siria: campaña de acción psicológica y argumentación mediática para justificar la intervención militar. El lobby judío y el proyecto de «remodelación» del Medio […]
Detalle y objetivos de las operaciones terroristas lanzadas con el asesinato de Rafic Hariri, en el Líbano, y con el atentado explosivo en Tel Aviv. Perfil operativo del plan de invasión a Siria: campaña de acción psicológica y argumentación mediática para justificar la intervención militar. El lobby judío y el proyecto de «remodelación» del Medio Oriente.
Estados Unidos y Francia acaban de lanzar una campaña mediática internacional orientada a presionar a Siria para que retire sus tropas militares desplegadas en el Líbano, bajo la acusación de que su presencia sirve para proteger a los grupos «terroristas» que amenazan a la paz y estabilidad de la región.
Desde el lado de los sirios les responden -casi sin eco en la estructura de los medios masivos- que lo único «amenazado» con su presencia en el Libano es la expansión del dominio del Estado de Israel, socio estratégico y privilegiado de las políticas depredadoras de EEUU en todo el Medio Oriente.
La maniobra cuenta con el visto bueno de la ONU, la Unión Europea, Rusia y países de la Liga Arabe implicados en los intereses económicos de la dominación imperial judeo-norteamericana, tanto en Medio Oriente como en la zona del Golfo.
Las grandes cadenas internacionales, habituales usinas mediáticas de la CIA, realizan por su parte una desembozada campaña «anti-Siria» recreando en sus contenidos y titulares el modelo paradigmático de acusaciones a Siria realizadas por los funcionarios de Washington y Tel Aviv.
Se repite lo de Irak: sin ningún tipo de procesamiento o análisis las grandes cadenas informativas imperiales, manipulan a la opinión pública internacional mezclando palabras claves : «Siria», «terrorismo», «guerra civil», «atacante suicida«, «tensión», «insurgentes», «extremismo islámico«, en su receta conocida de «demonizar» al «enemigo» de turno de la maquinaria militar estadounidense.
Como ayer Saddam y su régimen, hoy es Siria quien se encuentra imputada de «dictadura protectora de terroristas».
George W. Bush y Jaques Chirac reiteraron esta semana, durante su encuentro en Europa, que Damasco debe retirar los 14.000 soldados que mantiene desplegados en el Líbano, en cumplimiento de la resolución de la ONU votada en septiembre del año pasado.
El subsecretario de Estado, William Burns, dijo en Beirut, donde asistió a los funerales del ex premier libanés , que «el asesinato de Hariri debe ayudar a que el Líbano sea libre de la presencia de Siria. La secretaria de Estado, Condoleezza Rice, en tanto, señaló que «el gobierno sirio desgraciadamente no va hacia una mejora de sus relaciones con nosotros sino hacia un deterioro».
La solución al dilema: Siria debe retirase del Líbano y reorganizar su régimen dentro de un «proceso democrático», tal como lo señalan os estatutos del «mundo libre» escritos por George W.Bush y sus socios inestables en la ONU.
El Plan
Expulsada Siria del Líbano, queda abierta la puerta para una intervención militar estadounidense-israelí orientada a exterminar las bases logísticas y los comandos operativos de las organizaciones armadas que combaten a Israel y a EEUU en la región, principalmente en Irak y Palestina.
El plan de acción psicológica mediática para justificar las operaciones contra Siria es un calco del que utilizaron para invadir Irak: apoyo al «terrorismo internacional» y posesión de armas de destrucción masiva.
Entre las tesis justificatorias (constantemente recreadas por las usinas mediáticas de la CIA) se cuentan:
A) Siria pone en peligro la paz en Medio Oriente, y su presencia militar puede embarcar al Líbano en otra cruel guerra civil como la que vivió en la década del 70.
B) La situación del Líbano como país ocupado por Siria y por la red internacional del «terrorismo islámico», justifica una operación militar para su «liberación», y luego lanzar las fuerzas hasta Damasco para exterminar la cabeza de hiedra de la «amenaza islámica» a la región.
Las ideas fuerza lanzadas masivamente por medio de consignas periodísticas, «cierran» con el plan madre del sionismo judeo-norteamericano de Washington fogoneado por la troyka de expertos comandada por el segundo de Defensa, Paúl Wolfowitz.
Este lobby, dirigido políticamente desde la Casa Blanca por el vicepresidente Dick Cheney, y liderado en la secretaría de Defensa por su titular, Donald Rumsfeld, representa en esencia el interés de las armamentistas, las petroleras y los consorcios de servicios que operan contratos millonarios con el Pentágono estadounidense.
El grupo de neoconservadores, ejecutor de la línea matriz de la política exterior norteamericana desde el 11-S, defiende abiertamente la intervención militar en todo el mapa de Medio Oriente para eliminar «la amenaza árabe a Israel».
Después de planificar la invasión a Afganistán (bajo el pretexto de destruir a la red «Al Qaeda»), y de la ocupación militar de Irak (bajo el pretexto de terminar con las armas de destrucción masiva de Saddam Hussein) el lobby y los halcones norteamericanos, fortificados por la reelección de Bush, y contando con la sumisión de Europa y de Rusia a la «guerra contraterrorista», han puesto la mira en tres países claves: Siria, Líbano e Irán.
El grupo de halcones militares y civiles pro-Israel planificó la invasión a Irak a partir de un principio sustentado en la «teoría de los bolos» del Oriente Medio, según la cual un golpe dirigido contra Irak podría derribar varios regímenes árabes del Medio Oriente.
Como ese principio fracasó en Irak, la misma teoría la repiten ahora poniendo en el centro a Siria, y con la mira puesta en el resto de los países agendados como «blancos» del Pentágono en el segundo mandato de Bush, caso de Irán, el otro objetivo estratégico de gran envergadura a conseguir por los halcones.
El plan, bautizado como proyecto de «remodelación del Medio Oriente», fue reafirmado por el presidente George W. Bush en su discurso de asunción del segundo mandato, el 20 de enero pasado.
Para precisar el nuevo contexto, el jefe de la Casa Blanca recordó, en su alocución, los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, como «un día de fuego», y añadió: «nuestro deber no está definido por las palabras que uso, sino por la historia que hemos visto juntos».
«La mejor esperanza para la paz en nuestro mundo reside en la expansión de la libertad en todo el Planeta«, afirmó Bush dejando en claro que la política exterior iniciada tras el 11-S seguirá inconmovible y con más fuerza con la halcona negra, Condoleezza Rice, al frente del Departamento de Estado.
El discurso de Bush no hacia otra cosa que «reciclar» con palabras aggiornadas el proyecto de «remodelación del Medio Oriente», ahora vestido de cruzada libertadora contra el terrorismo y las «tiranías del mundo».
El gobierno sirio, según el decálogo bushiano de la Casa Blanca, cumple acabadamente con el modelo: es un régimen «dictatorial» que protege y promueve al «terrorismo».
La Operación Siria, pieza maestra del plan, busca como objetivo estratégico afianzar el control de las reservas energéticas en el Medio Oriente y en los Estados del Golfo, asegurar una base de control geopolítico-militar con proyección al Asia, y seguir con las conquistas de nuevos mercados, apoyándose en el poder nuclear-militar de Israel a nivel regional.
El plan tiene a Jordania y a algunos países de la Liga Arabe como aliados, y cuenta con que la mayor parte de los emiratos mantengan una actitud pasiva como la que tuvieron con Irak. Tras el apoderamiento militar de Irak, sólo quedan tres países fuera de control: Irán, Siria y el Líbano.
En la década del cincuenta David Ben Gurion lanzó la tesis madre: para terminar con la amenaza de sus vecinos, Israel debe tomar el control del «eslabón más débil de la cadena de la Liga Árabe»: el Líbano.
El general sionista, Ariel Sharon, quien en 1982 ingresó con sus tanques a Beirut y ayudó a las milicias cristianas a masacrar a los habitantes de los campamentos de refugiados de la capital, Sabra y Chatila, es el gran continuador de la tesis de Ben Gurión.
El plan de exterminio de la resistencia palestina e iraquí, objetivo central en esta fase, requiere destruir sus bases logísticas y operativas en Siria y el Líbano.
En cuanto a las operacioness militares sobre Siria, en el Pentágono domina la idea de los ataques aéreos «preventivos» como tarea de «ablandamiento» y apoyo a la invasión terrestre de los tanques y fuerzas especiales israelíes-norteamericanas.
En enero de 2004, Donald Rumsfeld le presentó a Bush un documento elaborado sobre la base de información recopilada por la CIA en Medio Oriente.
El informe aseguraba que los «terroristas», entre los que se incluía a los miembros del movimiento Hezbolá, «siguen cruzando la frontera desde Siria a Irak» para contactar con los grupos iraquíes que luchan contra las fuerzas de ocupación de EEUU. El mismo documento proporcionaba «pruebas» de armamento químico en poder de Siria.
Finalmente el informr solicitaba a Bush el lanzamiento de ataques aéreos «preventivos» e incursiones de fuerzas especiales en territorio sirio, tal como se ejecutaron en la llamada «zona de exclusión» de Irak antes de la invasión militar en marzo de 2003.
El ataque aéreo de Israel al Líbano, en enero de 2004, sirvió como módulo experimental y señalamiento de los nuevos blancos, rompiendo por primera vez la «línea azul», la frontera aprobada por la ONU en mayo de 2000.
Para el desarrollo de esta fase del plan se requiere que la CIA y el Mossad preparen el «clima anti-Siria» y las condiciones políticas y sociales que deriven en un enfrentamiento entre oficialismo y oposición en Palestina, y entre pro-sirios y anti-sirios en el Líbano.
Esta etapa -en ejecución- prepara y precede a la fase de las operaciones militares lanzadas para terminar con el «terrorismo disgregante» y las luchas fraticidas en Medio Oriente, cuya cabeza organizativa y logística -según los estrategas sionistas de Washington y el Pentágono- se encuentra en Siria.
En la fase uno del plan, que está funcionando en estos momentos, la CIA y el Mossad (servicio secreto israelí) cumplen un papel clave en el armado y ejecución de las operaciones encubiertas con el «terrorismo», en la táctica divisionista para enfrentar a opositores y oficialistas, y en los trazados de la campaña de acción psicológica orientada a crear bases de consenso local e internacional para una intervención militar en Siria.
La operación Palestina
En una primera fase, el plan requiere la demostración de que Siria sigue estando detrás de todas las operaciones terroristas a través de su presencia militar en el Líbano y en la existencia en su territorio de bases y campos de entrenamientos de «extremistas» islámicos.
Respecto al ataque terrorista del sábado a la madrugada enTel Aviv, fuentes de inteligencia árabe coinciden en que se trató de una operación de la CIA y el Mossad siguiendo la metodología operativa que utilizaron para complicar a Siria con el asesinato de Rafic Hariri.
En ambas operaciones se buscaron objetivos parecidos: quebrar las líneas de negociación entre oficialismo y oposición y tensar el conflicto al extremo para provocar una reacción armada.
En un video difundido por la AFP y otras agencias, el supuesto autor de la masacre en Tel Aviv reivindica el atentado en nombre del movimiento radical palestino Yihad islámica, aduciendo que «el ataque fue cometido como respuesta por los asesinatos y destrucciones de casas» cometidos por Israel.
En el video, el sujeto identificado como jefe local de las Brigadas Al Qods, brazo armado del movimiento, aparece armado con un fusil automático ante una bandera de la Yihad Islámica y con otros tres fusiles a su lado.
Acusa a la Autoridad Palestina, que denunció enérgicamente el atentado, de «colaborar» con Israel y Estados Unidos. «Acabarán como el general Antoine Lahad», dice refiriéndose al jefe del Ejército del Líbano Sur, una milicia pro-israelí, que se refugió en Israel tras la retirada israelí del sur del Líbano en mayo de 2000.
A través de voceros la organización Yihad Islámica había comunicado inmediatamente después del atentado del sábado a la noche que el grupo que reivindicaba el ataque era una fracción escindida de la organización, que había concretado una tregua y esperaba una respuesta de sus demandas de libertad de prisioneros palestinos al gobierno israelí. Por lo cual la imputación del ataque era absurda.
Portavoces de Damasco, por su lado, señalaban que el grupo que se adjudicó el atentado y el supuesto autor del ataque suicida fueron infiltrados por agentes de la CIA y el Mossad, y que la operación localmente fue realizada con el objetivo de frustrar el proceso de tregua de la guerrilla con el gobierno de Abás, y trabar la negociación para liberar a prisioneros palestinos que venían realizando las organizaciones armadas palestinas con el gobierno de Sharon.
Curiosamente, poco antes que el supuesto grupo atacante asumiera la autoría, fuentes del Ministerio de Defensa de Israel aseguraban que el atentado fue llevado a cabo por la Yihad Islámica siguiendo instrucciones de sus jefes en la capital de Siria, mientras la Autoridad Palestina, mantenía la versión de que fue Hizbulá del Líbano.
Fuentes del gobierno Sirio dijeron el domingo que la operación de la CIA y el Mossad con la aparición del video del presunto kamikaze fue orientada a agudizar la confusión entre el gobierno palestino y los grupos armados para testear la disposición a un conflicto armado entre esos sectores.
La CIA y el Mossad necesitaban mostrar el emergente inmediato del acto terrorista en Tel Aviv: la violencia política que pone en riesgo el proceso de paz en Medio Oriente y al régimen constitucional en Palestina.
La operación debía «cerrar» con la acusación oficial del gobierno israelí.
Tras el atentado del sábado por la noche en Tel Aviv, el ministro de Defensa, Shaul Mofaz, responsabilizó a Siria de estar detrás del movimiento radical palestino Yihad islámica grupo que se reivindicó como autor del ataque.
«Disponemos de pruebas que relacionan directamente a Siria con este atentado», declaró Mofaz durante una reunión de importantes responsables de seguridad del Estado Mayor en Tel Aviv, informó la radio militar israelí.
Otra señal complementaria la dio Ariel Sharon al no formular declaraciones en las horas posteriores al atentado.
El primer ministro de Israel fue informado a lo largo de toda la noche de los acontecimientos, y hasta el domingo no se había pronunciado aconsejado por agentes oficiales de inteligencia que le sugirieron esperar «la reacción de la ANP y de su presidente Mahmud Abás», reveló la radio militar israelí.
El domingo, después de testear la indefinición de Abas con los grupos armados, Sharon salió a decir que el proceso de paz se encuentra en peligro y amenazó con frenar las negociaciones con la ANP si ésta no toma «medidas enérgicas» contra los grupos extremistas.
En síntesis, Sharon, siguiendo el libreto de la CIA y el Mossad, aprovechó la masacre de Tel Aviv para avanzar un paso más hacia el enfrentamiento interno entre palestinos. Una fórmula que la CIA y el Mossad seguirán alimentando con acción psicológica y más atentados.
La operación Líbano
Tras el asesinato del ex premier libanés Rafic Hariri, la televisión Al Iraquía había mostrado imágenes de nueve supuestos «insurgentes» iraquíes, dos de los cuales confesaron haber recibido entrenamiento en el uso de armas y explosivos en Siria.
«Yo fui reclutado en el año 2001 por los servicios secretos sirios en el puerto sirio de Latakia, donde recibí instrucción en la fabricación de explosivos, preparación de coches bomba y asesinatos», aseguraba uno de los detenidos, identificado como Mohanat Abdula Sultán al Tai, según la emisora iraquí.
La operación fue realizada en medio de las acusaciones de Washington y Tel Aviv al gobierno sirio por el atentado que terminó con la vida de Hariri, un aliado histórico de EEUU que lideraba los sectores anti-sirios en el Libano.
Portavoces de inteligencia sirios señalaron que la maniobra tenía que ver con la preparación de un «clima anti-Siria» que han lanzado la Casa Blanca y el Pentágono como marco justificatorio para las operaciones militares que tienen previsto contra Siria y las organizaciones que operan contra Israel desde territorio libanés.
Rafic Hariri, un aliado de Washington asesinado hace dos semanas en el Líbano, había sido derrotado en agosto del año pasado cuando su petición de renuncia del actual presidente y del retiro de las tropas sirias fue desestimada por la mayoría del Parlamento libanés, y tuvo que renunciar a su cargo de primer ministro.
En opinión de los voceros de Damasco, el sector «anti_Sirio» de Hariri, tras su derrota, había perdido predicamento político, y su asesinato no hizo otra cosa que fortalecer a la oposición al gobierno y a los grupos pro-estadounidenses que piden el retiro de las tropas sirias del Líbano.
Hariri mantenía una postura dialoguista tanto con el gobierno pro-sirio como con las organizaciones armadas islámicas, y apostaba a tomar de nuevo el poder en un proceso democrático confiando en su carisma político.
El ministro de Justicia, Addoum, minimizó la posibilidad de que el atentado fuese atribuible a Al Qaeda, por los vínculos económicos y políticos de Hariri con Arabia Saudita.
Por otra parte, el premier asesinado mantenía buenas relaciones con Siria a través del ex jefe de la inteligencia militar de ese país, general Ghazi Kenaan, que le sirvió como enlace entre Siria y Arabia Saudita durante su gestión como primer ministro del Líbano
Por lo que su asesinato, carecía de sentido práctico y no le daba ningún rédito a los sectores pro-sirios ni al gobierno aliado de Siria en el Líbano, y menos aún a las organizaciones de resistencia que mantuvieron status de reconocimiento oficial durante la gestión de Rafic Hariri como primer ministro.
Las versiones oficiales para la prensa señalaban que Hariri, con siete guardaespaldas y un ayudante personal, más siete personas fueron muertos por un coche bomba cargado con 300 kilos de dinamita.
Medios árabes, entre ellos la cadena Al Jazeera, habían señalado tras la muerte de Hariri que el explosivo utilizado para el atentado no formaba parte del arsenal de ninguna organización islámica de la región, y su alto potencial (mató a Hariri y a sus escolta completa, además de otras personas) quedó demostrado en el cráter de casi 10 metros de diámetro que dejó.
La explosión fue tan poderosa que rompió las ventanas en un radio de varias cuadras y destrozó los autos Mercedes Benz de la comitiva como si fueran juguetes. .
Las características técnicas de la bomba fueron tan avanzadas, señalaron fuentes de seguridad, que el ataque evitó la acción de los equipos de bloqueo de alta tecnología que llevaba el séquito de automóviles de Hariri, preparado para interferir teléfonos celulares y televisiones.
La prensa árabe reveló peritajes de los servicios secretos libaneses señalando que el material explosivo utilizado en el atentado sólo se encuentra en poder de la CIA, el Mossad israelí y el M-16 británico, y proviene de la central nuclear de Dimona en Israel.
En resumen, y como sostienen los sirios y la inteligencia árabe, razonablemente todas la huellas digitales del atentado contra Rafic Hariri conducen a la CIA y al Mossad, y a los beneficiarios principales de su asesinato: Washington y Tel Aviv que han conseguido el argumento justificatorio principal para su plan de invasión a Siria.