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La Costa de Marfil en un dudoso combate

Fuentes: Le Monde Diplomatique

Traducido para Rebelión por Lucas Marco

Bombardeando, el jueves 4 de Noviembre las posiciones de las forces nouvelles [fuerzas rebeldes] en Bouaké, la aviación marfileña ha roto bruscamente la tregua en vigor desde Marzo de 2003. Ya sea accidente o acto deliberado, esos disparos han provocado la muerte de 9 soldados franceses de la operación Licorne que, bajo el mandato de Naciones Unidas, asegura la «zona de confianza» entre las partes del conflicto desencadenado en Septiembre del 2002.

La respuesta ordenada por el jefe de estado francés Jacques Chirac ha provocado la destrucción de los siete aparatos de ataque aéreo de las fuerzas nacionales de Costa de Marfil (Fanci). Violentos disturbios anti-franceses han estallado, sobre todo en Abidjan, amenazando a los 15000 residentes franceses que quieren abandonar el país (de los cuales 8000 poseen la doble nacionalidad). Las sedes de varios partidos políticos de oposición, así como de varios periódicos considerados pro-rebeldes, han sido saqueados en la capital económica. El presidente Laurent Gbagbo pidió, la tarde del domingo 7 de noviembre, a los habitantes que no salgan de sus casas, mientras que el jefe de las operaciones militares ordenaba «con la muerte en el alma» la retirada de sus combatientes que se aproximaban a Bouaké, «·capital» de las forces nouvelles. Francia había enviado 700 hombres, reforzando la operación Licorne (4500 hombres) y de la fuerza de la Organización de las Naciones Unidas en Costa de Marfil, Onuci (6000 hombres).

Este brusco deterioro de la situación ilustra la fragilidad del proceso en Costa de Marfil. Los acuerdos de Marcoussis (enero de 2003) nunca llegaron a ser verdaderamente aceptados por Gbagbo, que ve en ellos un dictado de París y una conculcación de la constitución marfileña. Dos acuerdos ulteriores (marzo y julio de 2003), firmados en Accra (Ghana) con el respaldo de la Unión Africana, de la Comunidad de Estados de África del Oeste (Cedeao) y de las Naciones Unidas habían impuesto un reparto de poder entre los actores políticos (gobierno de unión y primer ministro aceptado por el norte), el desarme de las fuerzas rebeldes, así como una reforma del código territorial y del código de la nacionalidad. Se trataba de aliviar la cláusula de «marfilinidad» que separa del escrutinio a los candidatos de oposición, como Alassane Ouatara y reduce las prerrogativas de los extranjeros. Aunque el desarme había a penas empezado a producirse, el poder en Abidjan ha aprovechado el periodo de tregua para reconstruir las Fanci (Fuerzas nacionales de costa de Marfil), comprando material en Europa del Este y recurriendo al servicio de mercenarios.

La desestabilización de la Costa de Marfil responde a unas causas profundas:
– el deterioro de la situación económica a partir de los años 80 y la bajada del nivel de vida de la población: la deuda, el ajuste estructural y la privatización de la «Caja de estabilización» (Caistab) de los precios del cacao y del café, han precarizado y debilitado la economía y la sociedad de Costa de Marfil;
-la incapacidad de la clase política para gestionar la era posterior a Houphonët-Boigny (fallecido en diciembre de 1993): Henri-Konan Bédié, el sucesor designado fue retirado por un putsch en diciembre de 1999. el efímero régimen del general Robert Gueï dejó paso a Laurent Gbagbo, después de una elección criticada, sobre todo por la oposición de Alassane Ouattara, excluido del escrutinio a causa de la «no-marfilinidad»;
-la cuestión de la nacionalidad: forjada por el Partido Democrático de la Costa de Marfil (PDCI) de Bédié, esta «referencia nacional» nunca fue cuestionada por el presidente Gbagbo;
-la descolonización económica de la Costa de Marfil: el Frente Popular (FPI) del presidente Gbagbo cuestiona la permanencia de los intereses franceses en el país. Una realidad histórica que provoca la emergencia de un nuevo nacionalismo marfileño;
-la crisis tiene una dimensión regional: la economía de Costa de Marfil representa el 40% del PNB de África del Oeste.

Además, supuesta o provada, la implicación de los países vecinos, como Burkina Faso, complica la salida de la crisis.
La situación es tan delicada que mientras pasa el tiempo, el rencor se acumula en el país y amenaza con dejar trazos profundos en la población. ¿Cómo reconstruir la unidad nacional después de los violentos choques? Algunos temen que la situación degenere «a la rwandesa». Un punto positivo: la movilización constante de la Unión Africana que intenta «africanizar», con el apoyo de las Naciones Unidas la solución forzosamente política de esta crisis que desestabiliza el conjunto de África del Oeste. Fue claramente una mediación africana la que obtuvo el alto el fuego (17 de octubre del 2002). El presidente sudafricano Thabo Mbeki es el encargado, el domingo 7 de noviembre de intentar una nueva mediación.