«Desmantelar, dañar o cambiar lo que la sociedad piensa sobre sí y el mundo, y usar todas las redes disponibles para dirigir el mensaje hacia una audiencia específica. Son los escenarios de una guerra de cuarta generación, o networ». Tomás Montacanut, general venezolano (q.e.p.d.) Los medios privados venezolanos, en alianza con grandes grupos mediáticos […]
Tomás Montacanut, general venezolano (q.e.p.d.)
Los medios privados venezolanos, en alianza con grandes grupos mediáticos mundiales, llevan a cabo una constante guerra informativa dirigida al desgaste del presidente Hugo Chávez, cuyo índice de popularidad interno, tras 11 años de gobierno, sigue superando el 58% (1). Estos medios, en manos de poderosos sectores económicos, dirigen sus estrategias a la sensibilización de diferentes públicos y sectores sociales.
En los últimos meses, están tratando de crear inquietud en ciertos sectores militares que han apoyado al presidente Chávez en los últimos años. El mensaje elegido para ello es que el gobierno de Cuba controla ya los principales resortes del poder en Venezuela, azuzando de este modo un sentimiento de supuesta pérdida de soberanía.
Por informativos, crónicas, noticias y tertulias de Venezuela, cuyo mensaje es repetido después por los medios de otros países, han ido pasando todo tipo de supuestas personas expertas, alineadas en su totalidad con las posiciones de la oposición venezolana y de la contrarrevolución cubana de Miami.
El diario español La Vanguardia, en un texto de su corresponsal en México Joaquim Ibarz, afirmaba que «no existe área o sector del país andino en el que Chávez no haya impuesto la presencia de agentes del régimen castrista» (2). El diario La Nación, de Argentina, reproducía las palabras del profesor venezolano Omar Noria, según el cual «el Departamento de Seguridad del Estado cubano (G2) ya controla la inteligencia en el país, los registros notariales, el sistema de documentos e identificación y los registros civiles, situación que provoca una irritación inédita entre los jefes militares venezolanos» (3). Pero el globo de la mentira no tiene límite en los medios. Para aumentar las señales de alarma social, este profesor añade en otro diario que el gobierno de Venezuela ha entregado «a agentes castristas el Sistema de Identificación Nacional, y los registros públicos y notarías; con ellos se controla al ciudadano, su identidad, documentos y propiedades» (4).
Ludmila Vinogradoff, corresponsal en Caracas de varios medios internacionales, escribía en el diario español ABC que la supuesta «cubanización» de Venezuela comenzó con la «llegada de 30.000 agentes y médicos cubanos para ocuparse de la seguridad presidencial e impulsar la denominada misión Barrio Adentro» (5). Mezclar cooperantes médicos con agentes de seguridad es una trampa ya clásica de esta periodista, que llega a afirmar que «los agentes (cubanos) (…) se hacen pasar por médicos en los (…) Centros de Diagnóstico Integral». Para reforzar el dislate, reproduce las supuestas palabras de un jubilado que afirma que, «cuando va al ambulatorio, el médico cubano le pregunta primero (…) por quién vota, antes de preguntarle por su salud; lo que confirma que también hacen labores de Inteligencia en los sectores populares».
La lista de disparates, inventos y calumnias repetidas con total impunidad contra el gobierno de Chávez y contra la Revolución cubana no tiene límite Hemos elegido unos pocos como ejemplos de la guerra mediática a cuyo servicio se invierten cifras millonarias y trabajan miles de profesionales del sector.
Mientras tanto, la mayoría social venezolana, beneficiada por los programas sociales de su gobierno, muchos desarrollados gracias a la cooperación con Cuba, sigue dando su respaldo al presidente Chávez. Según datos de Naciones Unidas, en los últimos 10 años de gobierno bolivariano el índice de pobreza ha bajado 25 puntos y el de extrema pobreza 14 (6). Pero estas mayorías sociales, antes excluidas por el sistema, no pertenecen al estrato económico ni tienen el color de piel de empresarios, periodistas, analistas e invitados de los medios de comunicación venezolanos. Pero están decidiendo, sin duda, el destino de Venezuela.