Qatar es un joven y pequeño estado que en poco tiempo se ha convertido en un actor fundamental e influyente en la región y a nivel mundial.
A día de hoy se considera como el país más rico del mundo, gracias a sus importantes reservas de gas y petróleo (cuanta con las mayores reservas de gas del mundo, es el mayor exportador de gas natural licuado y gran cantidad de petróleo), lo que unido a su pequeño tamaño y a su población, le han permitido conjugar una estrategia y ser el motor de su crecimiento regional y mundial, al tiempo que impulsa la prosperidad de sus ciudadanos locales y su crecimiento como potencia.
Hasta hace unos siglos, Qatar era una realidad débil, y sometido a la sombra y el poder de otros actores regionales (Arabia Saudita, el imperio otomano o Bahrein). A partir del siglo XVIII, y sobre todo en pleno siglo XIX, con una nueva dinastía emergente que aspirará a gobernar Qatar y se atreverá a desafiar a sus vecinos y al status quo que éstos defendían.
Ya en el siglo XX, y ante la caída del imperio otomano y el auge del poder de la dinastía saudita, los dirigentes qataríes buscarán el apoyo y alianzas con actores extranjeros para frenar el avance de Riyad. ¡995 será una fecha clave en la moderna historia del país. Ese año tiene lugar un golpe de estado incruento. Shaykh Hamad veía a su padre como un obstáculo para el desarrollo económico y también recelaba de la participación de algunas potencias extranjeras en Qatar. El jeque Hamad bin Khalifa volverá a sorprender al mundo, cuando en 2013 anunció su retiro del poder y el traspaso del mismo a su hijo Tamin bin Hamad.
Cuatro áreas, interrelacionadas entre sí, sustentan el desarrollo y la estrategia de Qatar: la política doméstica, las relaciones internacionales, su economía y la llamada “marca” de Qatar.
A pesar de los cambios de personas, la política doméstica mantiene los mismos patrones. Un sistema donde la toma de decisiones ofrece un proceso altamente centralizado, y que tan sólo involucra a un número pequeño de personas. Las estructuras de gobierno, en gran medida informales, permanecen casi intactas, y la orientación ideológica del estado también se ha mantenido.
La administración de Tamin bin Hamad ha seguido sustentando el desarrollo económico, el modernismo, la supervivencia del estado y del régimen y la proyección de poder e influencia. Como señala un analista, “una combinación de autoritarismo relativamente benigno y una cuidadosa instrumentalización estatal del islam político, junto con amplios derechos sociales y económicos otorgados a la ciudadanía, han dado como resultado un grado de estabilidad política que es la envidia de los estados de la región”.
Sin embargo, hace ya algunos un profesor qatarí señaló algunos desequilibrios en “áreas como la demografía, la ausencia de democracia y participación política efectiva y una dependencia excesiva de EEUU para la seguridad”.
Si a nivel doméstico no encontraos transformaciones estructurales, los contextos regionales e internacionales sí han variado. Los cambios a raíz de la llamada Primavera Árabe han traído un nuevo equilibrio de poder, un cambio de las políticas de Washington y miedos de los efectos dominó de la citada “primavera” en los estados del Golfo.
La política exterior de Qatar apostó por una implicación en apoyo de algunos delos actores de esas protestas, sobre todo en Egipto, Libia y Siria. Sin embargo, el devenir de los acontecimientos obligó a los dirigentes qataríes a adoptar un apolítica exterior más pragmática y moderada.
A día de hoy, los pilares de la política exterior de Qatar siguen siendo los mismo que hace décadas. La dependencia del paraguas de seguridad de EEUU, su actividad diplomática (mediación en algunos casos, intervencionista en otros), la utilización de su “marca” y las inversiones internacionales.
Como señala J. Petersen, “la marca se ha convertido en un activo estatal que rivaliza con la geopolítica y las consideraciones tradicionales de poder. La marca asertiva es necesaria para que los estados y las empresas se destaquen entre la multitud, ya que a menudo ofrecen productos similares: territorio, infraestructura, personas educadas y, por ejemplo, en el Golfo, sistemas de gobierno casi idénticos”. En ese sentido, Qatar se ha promocionado como un aliado de EEUU (albergando el CENTCOM estadounidense antes y durante la invasión de Irak en 2003). Y también ha desarrollado su marca, uniéndola a la “filantropía y la cultura mundial”, a través de acuerdos de patrocinio de la Fundación Qatar o la organización de la actual Copa del Mundo de la FIFA.
La fórmula que lleva años utilizando Qatar se ha venido a definir como “el poder alquilado”. El uso del poder económico y la red de vínculos y relaciones trabajadas durante décadas, y donde los llamados actores no estatales han jugado un papel clave.
Un buen conocedor de la realidad qatarí ha manifestado que “el alquiler de la influencia bien establecida de actores no estatales, en lugar de construir una fuerza política basada en sus propios recursos de poder, ha sido la clave del desarrollo y la influencia de Qatar”.
Qatar ha sabido tejer una estrategia astuta, saber qué hacer con su riqueza para afianzar su poder en clave interna y externa; una estrategia adaptada, saber utilizar sus fuentes; y una estrategia “de alquiler”, a través de esos actores no estatales y su influencia.
Entre las áreas que Qatar ha sabido cultivar, destacan el islamismo político, el tribalismo, los medios de comunicación y el deporte.
Aunque Qatar se suscribe oficialmente al wahabismo y la escuela Hanbali, ha sabido tejer relaciones con grupos y movimientos islamistas políticos, algunos sunitas de carácter diferente y con chiítas también. Sus acuerdos con movimientos, y personalidades, como Hamas, los Hermanos Musulmanes, Grupo de combate Islámico de Libia, separatistas chechenos, al-Nahda de Túnez, Hezbollah…le ha permitido la extensión geográfica de su influencia, aprovechando la popularidad de los citados movimientos en sus países, y entre buen aparte del mundo musulmán.
Estos movimientos y apoyos también han tenido un coste para los dirigentes qataríes, como se vio en las críticas de otros estados del Golfo por su papel en la Primavera Árabe, que luego abrió la puerta a las crisis de 2014 y 2017, o a la acusación de dar cobertura y refugio “al terrorismo”.
El tribalismo es otro pilar de esa estrategia. La importancia del sistema tribal en la región ha sido objeto de multitud de análisis y estudios, y Qatar ha buscado, a través de ofrecer beneficios económicos y sociales, algunos apoyos. Los esfuerzos qataríes también han buscado vincular la ascendencia de la familia al-Tahani con figuras importantes de la historia árabe, incluso con los fundadores del wahabismo. Estos movimientos han ido más allá de las fronteras de Qatar, y sus relaciones tribales se han desarrollado en los estados vecinos del Golfo y en otros de Oriente Medio. El “alquiler de lealtades” tribales, en regiones donde la llamada beduinocracia” es muy importante, también han tenido su coste, como lo demuestra las citadas crisis de 2014 y 2017, y sobre todo el peligro de una utilización inversa, de que algunas tribus puedan volverse contra el régimen de Qatar.
Los medios de comunicación, y sobre todo el lanzamiento de al-Jazeera ha sido otro impulso. La construcción y difusión de narrativas para competir con opositores políticos regionales y mundiales, para aumentar la popularidad entre el movimiento islamista, han sido claves en este sentido. Otros medios como Arabi Post O The New Arab, también han servido como respaldo indirecto hacia otros actores no estatales. El coste, por su parte, también ha aparecido en este ámbito: ha tensado en muchas ocasiones la relaciones con otros estados, que no ven con buenos ojos la política informativa de los citados medios de comunicación, y que los sitúan detrás de la estrategia e Qatar.
Finalmente, nos encontramos con el alquiler del ámbito deportivo. La organización de megaeventos deportivos, las adquisiciones y patrocinios de importantes clubs (propaganda en las camisetas, en los estadios…), incluso la compra de un equipo como el Paris Saint-Germain, muestra la presencia también de empresas estatales para ejercer de puente con esos actores no estatales extranjeros. El peso de estos movimientos se ha demostrado recientemente con la celebración de la Copa Mundial de fútbol estos días, y las maniobras y críticas que se han sucedido de unos años a aquí.
Tras la sucesión impulsada en 2013, las dudas sobre el futuro de Qatar se presentaron en un primer momento, no obstante, “en última instancia, la transición de Hamad a su hijo debe verse como un movimiento calculado para garantizar la continuación del régimen de 1995”. En Qatar, el régimenlogra perpetuarse, a pesar de los cambios de personalidad y de organización administrativa. Y como señala un observador, “al mismo tiempo, es probable que Qatar continúe labrándose una identidad política, económica, cultural y religiosa independiente y distinta que lo distinga de sus vecinos, especialmente de Arabia Saudita. Por lo tanto, es «probable que el país siga haciendo uso de ese alquiler de poder de cara a actores no estatales». Y los recientes acontecimientos en torno a destacados miembros del europarlamento muestran el papel clave de esa política en el desarrollo y mantenimiento de la estrategia qatarí.
Txente Rekondo.- Analista internacional
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