El nuevo plan quinquenal apunta a una reforma económica de «alta calidad», un salto tecnológico y una nueva era de prosperidad común.
Es la época de Lianghui («Dos sesiones»), el ritual anual de los gobernantes en Pekín. Las estrellas del espectáculo son el máximo órgano asesor político, la Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino y la tradicional presentación de un informe de trabajo del Primer Ministro a la alta legislatura, la Asamblea Popular Nacional (ANP).
La revisión del Decimocuarto Plan Quinquenal de China continuará hasta el 15 de marzo. Pero en los tiempos actuales, la meta no es solo 2025 (recuerden Made in China 2025 , que permanece vigente). La planificación va a largo plazo hacia los objetivos del proyecto Visión 2035 (lograr la «modernización socialista básica») e incluso más allá, hasta 2049, el centenario de la República Popular China.
El primer ministro Li Keqiang, al presentar el informe de trabajo del gobierno para 2021, señaló que el objetivo de crecimiento del PIB está «por encima del 6%». (el FMI había pronosticado anteriormente un 8,1%). Esto incluye la creación de al menos 11 millones de nuevos puestos de trabajo urbanos.
En materia de política exterior, Li no pudo establecer un contraste más claro con el Hegemón: «China seguirá una política exterior independiente de paz» y «promoverá la construcción de un nuevo tipo de relaciones internacionales».
Es un código para Pekín, trabajando posiblemente con Washington en temas específicos, pero sobre todo enfocado en fortalecer las relaciones comerciales, de inversión y financieras con la UE, ASEAN, Japón y el Sur Mundial [A sacarele punta al lápiz, compatriotas].
Las líneas principales del XIV Plan Quinquenal (2021-2025) de la economía china ya habían sido definidas el pasado mes de octubre, durante la reunión plenaria del PCC. La ANP lo aprobará ahora. Se hace hincapié en la política de la «doble circulación», cuya mejor definición, traducida del mandarín, es la «doble dinámica de desarrollo».
Esto significa un esfuerzo concertado para consolidar y expandir el mercado interno mientras se continúa estimulando el comercio y la inversión extranjera, como en la miríada de proyectos de la Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI). Conceptualmente, esto equivale a un equilibrio entre el yin y el yang bastante sofisticado y bien taoísta.
A principios de 2021, el presidente Xi Jinping, al mismo tiempo que ensalzaba la «convicción y resistencia, así como la determinación y la confianza» de los chinos, insistió en que la nación enfrenta «desafíos y oportunidades sin precedentes». Dijo al Politburó que se deben crear «condiciones sociales favorables» por todos los medios disponibles hasta 2025, 2035 y 2049.
Lo que nos lleva a esta nueva etapa del desarrollo de China.
El objetivo clave a vigilar es la «prosperidad común» (o, mejor aún, la «prosperidad compartida»), que debe implementarse junto con las innovaciones tecnológicas, el respeto por el medio ambiente y la plena consideración de la «cuestión rural».
Xi insistió en que hay demasiada desigualdad en China: disparidades regionales, entre la ciudad y el campo y entre los ingresos.
Es como si, en una fría lectura del impulso dialéctico del materialismo histórico en China, llegáramos al siguiente modelo:
Tesis: las dinastías imperiales. Antítesis: Mao Zedong. Síntesis: Deng Xiaoping, seguido de algunas derivaciones (en particular Jiang Zemin) Síntesis real: Xi.
Sobre la «amenaza» china
Li señaló que China había logrado contener el Covid-19 a nivel nacional; el país había gastado al menos 62 mil millones dólares en ello. Esto debe leerse como un mensaje sutil, dirigido en particular al Sur Mundial, sobre la eficacia del sistema de gobernanza de China en el diseño y ejecución no solo de planes complejos de desarrollo, sino también sobre el tratamiento de emergencias graves.
Lo que está en juego en última instancia en esta competencia entre las (nuevas) democracias occidentales tambaleantes y el «socialismo a características chinas» (copyright Deng Xiaoping) es la capacidad de gestionar y mejorar la vida de las personas. Los académicos chinos se enorgullecen de la ética de su plan de desarrollo nacional, definido como SMART (específico, medible, realizable, relevante y con limitado en el tiempo).
Un gran ejemplo es cómo China, en menos de dos décadas, logró sacar de la pobreza a 800 millones de personas: una novedad absoluta en la historia.
Todo lo anterior rara vez es mencionado, ya que los círculos atlantistas se ahogan en su propia histeria de demonizar a China prácticamente las 24 horas del día, los 7 días de la semana. Wang Huiyao, director del Centro para China y Globalización con sede en Beijing, al menos tuvo el mérito de incluir en la discusión al sinólogo Kerry Brown del King’s College London.
Basándose en las comparaciones entre Gottfried Leibniz, cercano a los eruditos jesuitas, interesados en el confucianismo, y Montesquieu, que solo vio un sistema imperial, autocrático y despótico, Brown reexamina 250 años de posiciones occidentales congeladas sobre China y comenta lo «más difícil que nunca» es participar en un debate razonable.
El identifica tres problemas principales.
A lo largo de la historia moderna, no ha habido una apreciación occidental de China como una nación fuerte y poderosa, y su importancia histórica ha sido restaurada. Las mentalidades occidentales no están preparadas para afrontar esta realidad.
El Occidente moderno nunca ha visto realmente a China como una potencia mundial; en el mejor de los casos, como un poder terrenal. China nunca ha sido vista como una potencia naval o capaz de ejercer el poder más allá de sus fronteras.
Impulsado por la férrea certeza de sus valores – llega el concepto muy degradado de la «verdadera democracia» – el Occidente atlantista no sabe qué hacer con los valores chinos. En última instancia, Occidente no está interesado en comprender a China. Reina el prejuicio de la confirmación; y el resultado es que China es una «amenaza para Occidente».
Brown señala la principal dificultad a la que se enfrenta cualquier investigador o analista cuando intenta explicar China: cómo transmitir la cosmovisión extremadamente compleja de China, cómo comprender la historia de China en pocas palabras. Los lemas no se aplican.
Ejemplos: cómo explicar que 1 300 millones de personas en China tienen alguna forma de seguridad médica y cómo mil millones de personas tienen alguna forma de seguridad social. O cómo explicar los intrincados detalles de las políticas étnicas de China.
Al presentar su informe, el primer ministro Li se comprometió a «forjar un fuerte sentido de comunidad entre el pueblo chino y alentar a todos los grupos étnicos de China a trabajar juntos por la prosperidad y el desarrollo común ». No mencionó específicamente a Xinjiang ni al Tíbet. Es una tarea abrumadora explicar las vicisitudes de la integración de las minorías étnicas en un proyecto nacional en medio de la histeria continua sobre Xinjiang, Taiwán, el Mar de China Meridional y Hong Kong.
Vengan y únanse a la fiesta
Cualesquiera que sean los caprichos del Occidente atlantista, lo que les importa a las masas chinas es cómo el Nuevo Plan Quinquenal logrará, en la práctica, lo que Xi ha descrito anteriormente como una reforma económica de «alta calidad».
Las cosas pintan bien para las grandes potencias de Shanghai y Guangdong, que ya apuntaban a un crecimiento del 6%. Hubei, donde aparecieron por primera vez los casos de Covid-19, en realidad apunta al 10%.
Dada la frenética actividad de las redes sociales, la confianza del público en el liderazgo de Pékin sigue siendo fuerte, considerando una variedad de factores. China ganó la «guerra de la salud» contra Covid-19 en un tiempo récord; el crecimiento económico ha vuelto; se ha erradicado la pobreza absoluta, según lo programado; el estado ciudadano está firmemente establecido como una «sociedad moderadamente próspera» 100 años después de la fundación del Partido Comunista.
Desde el cambio de milenio, el PIB de China ha crecido hasta 11 veces. En los últimos diez años, el PIB se ha más que duplicado de $ 6 billones a 15 billones de dólares. No menos de 99 millones de habitantes rurales, 832 condados y 128 000 aldeas rurales fueron los últimos en salir de la pobreza absoluta.
Esta compleja economía híbrida -incluso ahora – se dedica a tender una trampa elaborada y «blanda» a las empresas occidentales. ¿Sanciones? No sean idiotas; ven aquí y disfruta haciendo negocios en un mercado de por lo menos 700 millones de consumidores.
Como señalé el año pasado, el proceso sistémico en juego es como una mezcla sofisticada de marxismo internacionalista y confucianismo (favoreciendo la armonía, aborreciendo el conflicto): el marco de una «comunidad con un futuro compartido para la humanidad». Un país, de hecho un estado civilizado, centrado en su renovada misión histórica como una superpotencia resurgente. Dos sesiones. Y tantos objetivos, y además, todos ellos realizables.
Asia Times. Hong Kong, 5 de marzo de 2021
Leer en inglés: «The shape of things to come in China»
Traducido del francés para El Correo de la Diaspora por; Carlos Debiasi