Transcurridas las primeras horas del impacto por la elección del Cardenal Bergoglio de Buenos Aires, de las primeras emociones por tener un Papa latinoamericano con expresión amable y cordial, la vida presente nos invita a reflexionar. A pesar de su valor, los medios de comunicación también tienen el poder de distraer y adormecer las mentes, […]
Transcurridas las primeras horas del impacto por la elección del Cardenal Bergoglio de Buenos Aires, de las primeras emociones por tener un Papa latinoamericano con expresión amable y cordial, la vida presente nos invita a reflexionar.
A pesar de su valor, los medios de comunicación también tienen el poder de distraer y adormecer las mentes, de impedir que las preguntas críticas afloren en la reflexión de la personas. En estos dos últimos días previos a la elección papal, muchas personas en Brasil y en el mundo fueron ‘tomadas’ por las emisiones en vivo y directas desde Roma. Sin duda acontecimientos históricos como los vividos estos días, ¡no se repiten todos los meses! Pero, ¿por qué ese fuerte intereses de las grandes empresas de telecomunicaciones por transmitir cada detalle de la elección del nuevo Papa? ¿A quién sirven los millones de dólares gastados en las transmisiones sin interrupción hasta la llegada del humo blanco? ¿De qué lado están esos intereses? ¿Qué intereses tiene el Vaticano para hacer posible y facilitar estas transmisiones? Estas preguntas tal vez inútiles para el gran público, siguen siendo significativas para algunos grupos preocupados por el crecimiento de la conciencia humanista de muchos/as y de nuestra propia conciencia.
Son en gran parte las empresas de telecomunicación las responsables por mantener el secreto acerca de las políticas electorales del Vaticano. El secreto, los juramentos y las sanciones por no respetarlos son parte integral del negocio. Crean impacto y hacen noticias. No se trata de una secular tradición sin consecuencias para la vida del mundo, sino de comportamientos que terminan obstaculizando e impidiendo la búsqueda de diálogo entre los grupos, o excluyendo a otros grupos de un diálogo necesario.
No se hace ninguna crítica a este sistema perverso que continúa utilizando al Espíritu Santo para el mantenimiento de posturas ultraconservadoras revestidas con aires y apariencias de religiosidad y amable sumisión. Ningún espacio se abre para que las voces disonantes puedan manifestarse, aún a riesgo de ser apedreadas, en marco de las transmisiones oficiales.
Una que otra vez aparecen pequeñas críticas esbozándose, pero pronto son ahogadas por el «status quo» impuesto por la ideología dominante.
Del nuevo Papa Francisco se dijo que usaba el transporte público, era cercano de los pobres, hacía sus alimentos y que el nombre que escogió como Papa, lo asemejaba al gran Santo de Asís.
Inmediatamente fue presentado como una figura sencilla, cordial y simpática. En la prensa católica nada se dijo de las sospechas de muchos con respecto a su postura durante la última dictadura militar argentina, de sus actuales posturas políticas, de sus posiciones contra el matrimonio igualitario y la legalización del aborto. Nada expresó de sus conocidas críticas a la teología de la liberación y de su desinterés por la teología feminista.
La figura bondadosa y sin ostentación electa por los cardenales, asistidos por el Espíritu Santo encubrió al hombre real con sus numerosas contradicciones. Hoy los diarios brasileños (Folha de São Paulo, O Estado de São Paulo) delinearon diferentes perfiles del nuevo papa, y tenemos una percepción más realista de su biografía.
Además, era posible intuir que su elección es, sin duda, parte de una geopolítica de intereses compartidos y del equilibrio de fuerzas en el mundo católico. Un artículo de Julio C. Gambina publicado en Argenpress vía internet ayer (13 de marzo de 2013), así como otras informaciones enviadas por grupos alternativos de Nicaragua, Venezuela, Brasil y especialmente de Argentina confirmaron mis sospechas. La cátedra de Pedro y el Estado Vaticano deben mover sus piedras [piezas] en el ajedrez mundial para favorecer a las fuerzas de los proyectos políticos del norte y sus aliados del sur. El sur fue de cierta forma cooptado por el norte. Un jefe político de la Iglesia, proveniente del sur equilibrará las piezas del ajedrez mundial, bastante movidas de, en los últimos años por los gobiernos populares de América Latina y por las luchas de muchos movimientos, entre ellos, los movimientos feministas del continente con reivindicaciones que atormentan al Vaticano.
Si es en el sur que algo nuevo está pasando políticamente, nada mejor que un Papa del sur, un latinoamericano para enfrentar este nuevo momento político y preservar intactas las tradiciones de la familia y la propiedad. Sin duda una afirmación como esta, rompe el encanto del momento de la elección y la emoción de ver a la multitud en la Plaza de San Pedro, irrumpiendo en aplausos y gritos de júbilo ante la figura del Papa Francisco. Muchos dirán que estas críticas suprimen la belleza de un evento tan emocionante como la elección de un papa. Quizás, pero yo creo que son críticas necesarias.
La tan sonada preservación de la evangelización como una prioridad de la Iglesia parece ser la preservación de un orden jerárquico del mundo donde rigen las élites y los pueblos aplauden en las grandes plazas, se emocionan, oran y cantan pidiendo que las bendiciones divinas, caigan sobre las cabezas de los nuevos gobernantes político-religiosos.
Es el mismo catecismo, con pocas variaciones se continúa reproduciendo. No hay ninguna reflexión, no se busca despertar conciencias, no se invita a pensar, sino más bien al manteniendo una doctrina casi mágica. Por un lado es la sociedad del espectáculo que nos invade y estimula a entrar en la disciplina del orden/desorden contemporáneo con cierta dosis de romanticismo y, por otro, la sociedad asistencialista identificada a la evangelización.
Salir a las calles para dar de comer a los pobres y orar con los presos aunque tiene algo de humanitario, pero no resuelve el problema de la exclusión social que se vive en muchos países del mundo.
Escribir sobre la «geopolítica del secreto» en tiempos de euforia mediática es echar a perder la fiesta de los vendedores del Templo, felices con sus tiendas llenas rosarios, escapularios, botellas de de agua bendita e imágenes grandes y pequeñas grandes y pequeñas de muchos santos.
El problema es que si abrimos el secreto se deshace del encanto de humo blanco, se quiebra el suspenso de un cónclave secreto que cierra al pueblo católico el acceso a la información a la que tenemos derecho, se ponen al desnudo los cuerpos purpurados con sus historias tortuosas.
Romper el secreto es romper la falsedad del sistema político-religioso que gobierna la Iglesia Católica Romana. Es quitar las máscaras que nos sostienen, para así, abrir nuestros corazones a la real interdependencia y responsabilidad entre todos nosotros. Los juegos de poder están llenos de astucia, ilusiones y hasta de buena fe. Somos capaces de impresionarnos con un gesto público de afecto o de simpatía sin preguntarnos acerca de lo ha sido la real historia de esta persona. No nos preguntamos acerca de las acciones de su pasado, su presente y sus perspectivas de futuro. Basta el momento de aparición de la simpática figura vestida de blanco para quedar impresionados. Somos capaces de emocionarnos ante la expresión cariñoso «Bona cera» (buenas noches) del papa e irnos a la cama como niños bien portados y bendecidos por el bondadosa papá. Ya no somos más huérfanos, considerando que la orfandad paterna en una sociedad patriarcal es insoportable incluso por pocos días.
Somos cómplices del mantenimiento de estos poderes tenebrosos que, al mismo tiempo, nos encantan y nos oprimen. Nosotros, especialmente aquellos con más lucidez en los procesos políticos y religiosos, somos responsables por la ilusión que estos poderes crean en las vidas de miles de personas, principalmente transmitidas por los medios de comunicación religiosos. Somos capaces de enternecernos, hasta tal punto de olvidamos de los juegos de poder, de las manipulaciones invisibles, del cultivado arte teatral, tan importante en estas ocasiones.
No podemos hacer predicciones sobre los rumbos futuros del gobierno de la Iglesia Católica Romana. Pero a primera vista no parece que podamos esperar grandes cambios en las estructuras y las políticas actuales. Cambios significativos vendrán si las comunidades cristianas católicas asumieran de hecho, la dirección del presente del cristianismo, o sea, si son capaces de expresar a partir de las necesidades de sus vidas como el Evangelio de Jesús puede ser traducido y vivido en nuestras vidas hoy.
La geopolítica del secreto tiene altísimos intereses que defender. Es parte de un proyecto mundial de poder donde las fuerzas del orden se ven amenazadas por las revoluciones sociales y culturales que se están desarrollando en nuestro mundo. Mantener el secreto es justificar que hay fuerzas superiores a las fuerzas históricas de la vida y que son más decisivas que los rumbos que le podemos dar a nuestra lucha colectiva por dignidad, pan, justicia y misericordia en medio de los muchos reveses y tristeza que nos acometen en medio del camino.
Termino esta breve reflexión con la esperanza de que nosotros no permitamos que se apague la luz de la libertad que vive en nosotros y que sigamos bebiendo en las fuentes de nuestros sueños de dignidad con lucidez, sin impresionarnos con las sorpresas que pueden parecer muy novedosas.
Después de todo es solo un Papa más, que inscribe su nombre en esta institución que, a pesar de su historia de altibajos, merecería ser transformada y repensada para el tiempo actual.
Siempre pueden ocurrir cambios y es necesario estar abierto a los pequeños signos de esperanza que irrumpen por todos lados, incluso en las instituciones más anacrónicas de nuestro mundo.
Ivone Gebara. Escritora, filósofa e teóloga
Fuente: http://www.adital.com.br/site/noticia_imp.asp?lang=ES&img=N&cod=74179