El debate aumenta de decibelios en el seno de la izquierda sobre las responsabilidades en la invasión de Ucrania.
Las críticas a las llamadas peyorativamente izquierda exquisita e izquierda pacifista, van en aumento. Pero haríamos bien en ser prudentes en el abordaje de un problema sumamente complejo que requiere de un enfoque que va más allá de una clasificación de buenos y malos.
¿Es Rusia una potencia que tiene como objetivo la anexión de territorios de Ucrania, como expresión de una vocación imperialista? Mi respuesta es afirmativa. Tras la caída del muro, Rusia entró en un estado de debilidad que hizo temblar su viabilidad como potencia mundial. Necesitaba reponerse, volver a recuperar una estructura formalmente federal, pero sobre todo centrada en un poder mayor del Kremlin. En el nuevo orden internacional Rusia necesita ser de nuevo una fuerza decisiva. Encontró en Vladimir Putin el liderazgo providencial.
Pero no parece esta la única razón. ¿No será qué, además, Rusia se siente amenazada por el cinturón de bases militares que la OTAN, bajo mando de Estados Unidos, está desplegando en sus fronteras con cohetes de medio alcance? La respuesta es también afirmativa. Hay quienes niegan la importancia de este hecho, no porque puedan probar su insignificancia, sino porque viene a cuestionar el discurso que adjudica a Rusia toda la responsabilidad. Tras la caída de la URSS, en lugar de trabajar una seguridad inclusiva con Rusia, se optó por hacer de la OTAN una alianza beligerante, no puramente defensiva.
George Kennan, artífice de la Guerra Fría, en 1998:
«Creo que [la expansión de la OTAN] es el comienzo de una nueva guerra fría. Creo que los rusos reaccionarán gradualmente de forma bastante adversa y esto afectará a sus políticas. Creo que es un trágico error. No había razón ninguna para esto. Nadie estaba amenazando a nadie más. Por supuesto que habrá una mala reacción por parte de Rusia y entonces [quienes amplían la OTAN] dirán que siempre les dijimos que los rusos son así, pero eso es simplemente está mal».
¿Cuál de las dos razones tiene más peso? No lo sé, pero ambas forman parte del embrollo. El caso es que esgrimir una de las dos causas como principal te puede llevar a ser tildado de pro norteamericano o de pro ruso, según. No sabemos discutir sin etiquetar rápidamente al oponente. Y etiquetar es acabar con el debate sano que pueda servirnos para reflexionar juntos y ganar todos. Etiquetar es avivar la dialéctica de “conmigo o contra mí”. Pero en la izquierda el objetivo de ganar está en el adeene.
Sinceramente, se pueden asumir las dos razones causales al mismo tiempo. Generalmente las guerras no se justifican y se sostienen en una sola causa. Lo que me inquieta, de cualquier modo, son aquellas conclusiones que justifican el hecho de lo más terrible: la guerra. Y lo que me impacta es escuchar voces que desde la izquierda piden el envío de más armas para la resistencia civil que en realidad acaban en manos del ejército de Ucrania.
Lo hacen pidiendo al mismo tiempo que pare la guerra. Es bastante contradictorio. La idea de que toda población agredida tiene derecho a defenderse me parece moral y políticamente correcta. Pero militarmente puede derivar en una tragedia todavía mayor si la escalada no es detenida por mecanismos negociadores. Que una guerra sea justa (la lucha de Ucrania es ciertamente justa) no quiere decir que siempre sea deseable y sobre todo conveniente. Lo que hay que buscar con ahínco es un alto el fuego y la negociación de un acuerdo que abra espacio a una paz justa. Soy de la opinión de que las partes no han puesto toda su fuerza en la negociación. A plazo inmediato se trata de salvar vidas.
Henry Kissinger, ex-Secretario de Estado de Estados Unidos, en 2014:
«Para que Ucrania sobreviva y prospere, no debe ser el puesto de avanzada de ninguna de las partes contra la otra, sino que debe funcionar como un puente entre ellas. Occidente debe comprender que, para Rusia, Ucrania no puede ser nunca un simple país extranjero. Incluso disidentes tan famosos como Aleksandr Solzhenitsyn y Joseph Brodsky insistieron en que Ucrania era una parte integral de la historia rusa y, de hecho, de Rusia. Ucrania no debe entrar en la OTAN».
Hablando de responsabilidades, ¿cuál es la de Joe Biden? El presidente de Estados Unidos describió en su primer discurso como mandatario un momento de inflexión para los defensores de la democracia contra los «abusos y la intimidación de China y Rusia”. Su frase más aireada en los últimos tiempos es “la alianza trasatlántica está de vuelta, América ha vuelto”. Donald Trump queda atrás y Biden rescata la doctrina Monroe. China y Rusia, vuelven a ser los competidores de la alianza trasatlántica. Joe Biden coloca a la OTAN en el centro de su estrategia y utiliza a la Unión Europea para ensanchar el frente anti ruso. De momento ha logrado la adhesión a la OTAN de países que fueron de la órbita soviética.
¿Hay otra posible razón para esta guerra? Pienso que sí. Una confrontación entre bloques, más precisamente un choque entre dos potencias imperialistas, siendo la más fuerte la conformada por la suma de Estados Unidos y Europa. Ucrania es el campo de batalla de una lucha entre fuerzas políticas y militares que se preparan para el orden (desorden) mundial del siglo XXI. Estados Unidos lo tiene claro: hoy, su enemigo táctico es Rusia, pero su enemigo principal estratégico es China, no precisamente en el terreno militar sino en la gran competencia por ser mejores. Cinco mil años de historia, de paciente historia, resisten al frenesí guerrero de Estados Unidos y extienden su influencia con la práctica de un capitalismo prestamista por África y América Latina. China, a diferencia del neoliberalismo de guerra que lo quiere todo rápido, camina en inquietante silencio. En la guerra de las tecnologías los chinos son mejores. Cuidado, lo de China es otro modo de imperialismo, no es el mejor de los mundos.
Jack F. Matlock, el último embajador de Estados Unidos en la Unión Soviética, en 1997:
“Si la OTAN es el instrumento más importante para unificar el continente, la única manera de hacerlo, es expandiéndola a todos los países europeos. Pero eso no parece ser el objetivo de la administración, y si lo fuera, la mejor manera no es la admisión paulatina de nuevos miembros. La expansión de la OTAN fue el error estratégico más profundo cometido desde el final de la Guerra Fría”.
Joe Biden persigue un nuevo reinado unipolar utilizando la propaganda de que Putin quiere acabar con la democracia occidental. Pero ni Rusia tiene esa fuerza para lograrlo y, lo que es más claro: los enemigos principales de la democracia no están fuera, están dentro.
La administración de Joe Biden y su interés por Euro Asia incorpora el artículo 5 del tratado militar que Trump quiso ignorar. El artículo dice que un ataque a un estado miembro es un ataque a todos. Me temo que su defensa de Ucrania es funcional a sus intereses. Como que no me creo su afán por defender la democracia y soberanía de Ucrania. Ocurre que todos somos esclavos de nuestras palabras. También Biden, cuando para salir de Afganistán confesó públicamente que el móvil de la intervención estadounidense durante 20 años no había sido instaurar la democracia en ese país, tal y como decía su propaganda política, sino velar estrictamente por la seguridad nacional de Estados Unidos. Y en un mundo global, la seguridad de Estados Unidos se juega en cualquier rincón del planeta, por lo que su intervención bélica no tiene límites.
Me temo que el gran ganador de esta guerra será Estados Unidos que está creando las condiciones para una Europa subordinada, dependiente, haciendo de la OTAN el eje de un militarismo planetario. Sus llamamientos a Ucrania ya no hablan de resistencia sino de victoria, lo que alienta la escalada militar. Por cierto, lo mismo hace Zelinski. La gran perdedora será Europa. Para empezar moralmente: ya está sustituyendo el discurso de los valores del diálogo y la negociación en las relaciones internacionales por otro que agita las banderas de la guerra. Digo más: voces referenciales no quieren parar la guerra, quieren ganarla. En segundo lugar, el desastre económico que ya nos viene encima será implacable. Las sanciones a Rusia caen en picado sobre la ciudadanía, en forma de agresión económica. Una hambruna mundial asoma y preocupa. Rusia no ganará la guerra, pero tampoco la perderá. La política de sanciones a Rusia no es sino un tiro en el pie de Europa que ha entrado en un bucle de inflación inmanejable.
Desde el confort que le da la lejanía Joe Biden se viene arriba y anuncia más armas para el ejército y las milicias de Zelinski, por valor de otros 40.000 millones de dólares. Pero omite un detalle: por la Casa Blanca han pasado criminales de guerra de turno. No podemos olvidar Irak ni la “masacre escondida” que es el título de un documental que fue emitido por la RAI (televisión pública italiana) que desvela como la ciudad de Faluya fue arrasada en más de un 70% desde el aire y por una devastadora invasión. Rusia y sus crímenes ante una Corte Penal Internacional, sí, pero Estados Unidos y los suyos también.
Noam Chomsky, uno de los intelectuales vivos más importantes, en 2015:
«La idea de que Ucrania pueda unirse a una alianza militar occidental sería bastante inaceptable para cualquier líder ruso. Esto se remonta a 1990, cuando la Unión Soviética se derrumbó. Se trataba de saber qué iba a pasar con la OTAN. Gorbachov aceptó que Alemania se unificara y entrara en la OTAN. Fue una concesión muy notable, con la contrapartida de que la OTAN no se extendería ni un centímetro hacia el este. Lo que pasó fue que la OTAN incorporó instantáneamente a Alemania del Este. Luego Clinton amplió la OTAN hasta las fronteras de Rusia. El nuevo gobierno ucraniano votó a favor de ingresar en la OTAN. El presidente Poroshenko no protegía a Ucrania, sino que la amenazaba con una guerra mayor.»
¿Recuerda Joe Biden que su colega George W. Bush utilizó en Irak bombas de fósforo blanco y MK77 (un derivado del napalm), prohibidas internacionalmente? ¿Ha pedido alguien sanciones contra Estados Unidos? No soy tan ingenuo de creer que algún día los presidentes norteamericanos de las últimas décadas serán juzgados por la Corte Penal Internacional. Pero debieran. La verdad es que tampoco espero que Putin sea juzgado para responder por el crimen de la invasión de Ucrania.
La épica de Ucrania es irrefutable. Meritoria. Una resistencia mártir que merece el amparo internacional. Pero la tensión de la cuerda a la que se dedica Joe Biden no es recomendable para el gobierno de Kiev. Ucrania juega en un tablero donde sólo puede ser el peón, mientras las piezas decisivas son Estado Unidos y Rusia, mientras China observa y hace cálculos de sus ventajas.
Una tensión que contagia a las redes sociales donde se observa cierto ardor guerrero inapropiado. La resultante será un continente europeo repleto de armas nucleares. Y ante semejante escenario sumamente peligroso mi opción es afirmar la opción de la paz frete a la militarización. ¿Estoy realmente fuera de la realpolitik? (política de los hechos, del poder) Seguramente sí, pero prefiero fortalecer mis ideales en una situación tan adversa que disfrazarme de político “realista”, obligado a repetir el discurso único.
Se puede y se debe estar contra la agresión a Ucrania y al mismo tiempo contra la militarización de los conflictos geopolíticos. Zelenski pasará, Ucrania será sólo un recuerdo de historiadores, y lo que permanecerá durante mucho tiempo será un desorden mundial, viva expresión de un fracaso colectivo y del triunfo de un neoimperialismo que con palabras de paz hace de la guerra la felicidad de los fabricantes de armas. Ellos son los grandes beneficiarios.
Comienzo donde empiezo. El debate en la izquierda no tiene porque hacerse el harakiri. Parece más serio ser prudentes con las alianzas y las simpatías. Lo más potable de este conflicto es el pueblo ucraniano, sufriente. De sus dirigentes hay mucho que hablar, sobre todo de ese nacionalismo ucranio que conecta con el holocausto que quitó la vida a dos millones de judíos en Ucrania y que ya en el siglo XXI movilizó milicias neonazis que se pudieron integrar en el ejército nacional, afortunadamente. Las actuaciones en el Donbás en 2014 de estas milicias fueron brutales, mataron de todas las formas posibles.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.