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La grave situación internacional y sus desafíos para la izquierda y el llamado progresismo

Fuentes: Rebelión

Estamos asistiendo en los últimos tiempos a un agravamiento –en aceleración y profundidad– de la tensión en las relaciones políticas y conflictos internacionales de imprevisibles consecuencias.

Los ya prolongados conflictos entre Rusia y Ucrania o el de Israel con Hamas en la franja de Gaza se agravan con su posible extensión a otros países -Líbano o Irán en el caso de los bombardeos israelíes- o la intervención de terceros países como EE.UU. y la OTAN en Ucrania.

Una gran parte de la opinión pública desconoce que en noviembre pasado, una decisión del entonces presidente Joe Biden estuvo a punto de sumirnos en una guerra nuclear.

Cambiando la decisión anterior de permitir a Ucrania utilizar el armamento proporcionado por EE.UU. solamente dentro de sus fronteras, autorizó el despliegue de misiles de largo alcance incluyendo los sistemas de misiles tácticos del ejército denominados ATACMS para atacar a objetivos ubicados en territorio ruso.

De inmediato surgieron desde Europa algunas voces de apoyo a la decisión como por ejemplo la de Josep Borrell; ni más ni menos que el Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores.

Afortunadamente Rusia no respondió de igual manera, optando por “esperar y ver” la actitud de Donald Trump que asumiría la presidencia en el mes de enero.

Sobre las apariencias y los verdaderos contenidos

Generalmente mucha gente al opinar en general y en particular sobre asuntos políticos, se deja llevar por las apariencias y la gestualidad o los estilos de los personajes; sin hurgar a fondo en las razones: en los verdaderos contenidos que pautan determinadas actitudes y decisiones que resultan ser a la postre fundamentales.

Muchos diferencian a presidentes estadounidenses de gesto afable o simpáticos, como J.F. Kennedy, Obama o Biden de otros más adustos o antipáticos al estilo de Johnson, Bush o Trump, sin advertir que en definitiva todos responden a los mismos intereses imperiales de su nación, alternando el palo y la zanahoria según corresponda al momento y circunstancia.

Sin ir más lejos, el “simpático” Kennedy en 1961 creó la Alianza para el Progreso y al mismo tiempo apoyó la invasión a Cuba en la cual los invasores sufrieron una total derrota militar en Playa Girón luego de 72 horas de combate.

A su vez Barak Obama recibió en 2009 el Premio Nobel de la Paz y a la vez ostenta el record de haber sido el único presidente en la historia de EE. UU. que estuvo en sus 8 años consecutivos de mandato con el país en guerra.

Haciendo un poco de historia

Al poco tiempo de independizarse (4 de julio de 1776), los Estados Unidos iniciaron un impresionante proceso de expansionismo a lo largo del siglo XIX.

Tal como lo detalla Juan J. Paz y Miño Cepeda en su artículo “Renace el monroísmo”: … Sobre la base de considerarse una nación ejemplar, que debía fortalecer su poder, transmitir sus valores institucionales al mundo y garantizar su seguridad nacional, inauguraron un expansionismo inédito, justificado tanto por la ideología del Destino Manifiesto, como por la Doctrina Monroe (1823). El de mayor impacto fue el expansionismo territorial a través de la compra de la Luisiana a Francia (1803), la Florida a España (1819) y Alaska a Rusia (1867); la toma de territorios indígenas hacia el Oeste, que ocasionó verdaderos genocidios; la anexión de Texas (1845) de México, ampliada con el Tratado de Guadalupe Hidalgo tras la guerra con este país (1846-1848), que le permitió hacerse con los territorios de California, Nevada, Utah, Nuevo México, la mayor parte de Arizona y Colorado, y partes de las actuales Oklahoma, Kansas, y Wyoming, a lo cual se unió la compra de Gadsden (La Mesilla, 1853), es decir logrando anexionarse un 55% del territorio mexicano. La incursión hacia el noroeste también logró el Tratado de Oregón (1846) con Gran Bretaña fijándose la frontera con Canadá en el paralelo 49. El expansionismo incluyó la guerra con España (1898), que garantizó a los Estados Unidos el control de Puerto Rico y la intervención directa en Cuba, donde impuso la Enmienda Platt (1901).

La llamada “Doctrina Monroe” fue formulada en 1823 por James Monroe quien fuera presidente de los EE.UU. por dos períodos consecutivos entre 1817 y 1825 y se basaba en tres postulados:

  1. proclamar que ninguna potencia europea tiene derecho a intervenir en los asuntos internos de América Latina,
  2. que cualquier injerencia de un país europeo en la región latinoamericana será considerada por el gobierno de Estados Unidos como un acto hostil, y
  3. que no era admisible la fundación de nuevas colonias europeas en esta región.

En definitiva se trataba de dejar en claro que América Latina era su exclusiva zona de influencia; su “patio trasero”.

En esa oportunidad formuló la conocida consigna de “América para los americanos”.

Teniendo presente que ellos se autodenominan “los americanos”, como si el resto de los más de 705 millones de personas nacidas y nacidos en el resto del territorio de las Américas fuéramos de otro planeta, queda claro que el oculto y verdadero significado de la consigna es “América para los estadounidenses”.

No en vano, Simón Bolívar, nuestro gran libertador, con asombrosa clarividencia manifestaba en una carta dirigida al Encargado de Negocios británico, coronel Patricio Campbell, redactada en Guayaquil el 5 de agosto de 1829:

“Los Estados Unidos parecen destinados por la Providencia a plagar la América de miserias en nombre de la libertad.”

Los repetidos errores de los países europeos y el ascenso de la derecha

Los mismos vienen de larga data.

A nuestro juicio uno importante fue el haberse plegado a la rusofobia planteada en los 90 entre otros por Margaret Thatcher, Ronald Reagan y George H.W. Bush.

Cuando el 26 de diciembre de 1991 Gorbachov anuncia la disolución formal de la URSS, hubiera sido el momento para haberlo invitado a que Rusia iniciara un proceso para integrarse a la UE.

Ante la preocupante situación actual, cabe preguntarse: ¿cuál ha sido la posición de Europa?

Rehén de esa rusofobia que indicaba que había que armarse contra el enemigo común, los postulados de integración y desarrollo económico de la UE como tal fueron perdiendo protagonismo; el que fue siendo asumido por la OTAN en tanto alianza militar.

En estos últimos tiempos, la UE no ha sido ajena a la crisis general del sistema; con el aumento del desempleo, la rebaja de las prestaciones sociales y la pérdida del poder adquisitivo de los salarios; fruto entre otros factores del traslado de muchas fábricas – principalmente transnacionales – a países asiáticos en aras de bajar costos tanto de materias primas como de salarios.

Los principales afectados, trabajadores y capas medias, han responsabilizado a los gobiernos socialdemócratas y le están haciendo pagar el costo político; votando a la extrema derecha que gana posiciones y ya es primera fuerza en varios países como Austria, Hungría, Italia, Bélgica y Francia. Tienen un discurso demagógico común de reivindicación entre otras cosas del nacionalismo como alternativa a la globalización y al multilateralismo, la islamofobia y el culpabilizar a los inmigrantes de usurpar el trabajo de los nacionales.

Algunos lineamientos del Sr. Trump

A tres meses de haber asumido, el Presidente No. 60 de los EE.UU. anunció y puso en marcha algunas medidas que han causado un gran revuelo.

Asesorado por el multimillonario Elon Musk, en aras de disminuir el déficit de la balanza comercial, decidió imponer aranceles a 185 países del mundo. La mayoría son del 10%, pero destacamos el 20% aplicado a la UE y el 34% a China, que sumado al del 20% que ya tenía, queda con un arancel del 54% sobre sus productos.

Las medidas más rechazadas por los estadounidenses han sido los recortes en materia de pensiones y servicios de salud (como probablemente el que sufrirá Medicaid que cubre a 73 millones de personas de bajos ingresos). El día 5 de los corrientes, bajo el lema “las manos fuera”, hubo masivas manifestaciones de repudio en 1400 ciudades en los 50 estados.

En materia de política exterior efectuó preocupantes anuncios como los de renombrar el Golfo de México como “Golfo de los Estados Unidos”, retomar el control del Canal de Panamá o comprar Groenlandia a Dinamarca (que no tiene ningún interés en desprenderse de ella).

Bajar considerablemente los aportes de EE.UU. a la ONU (por ejemplo al organismo de la lucha contra el SIDA). Ya se retiró de la OMS y del Acuerdo de París sobre cambio climático.

Con respecto a la guerra de Rusia y Ucrania, mientras conversa con Putin sobre un posible alto al fuego, pretende cobrarle a Ucrania la ayuda logística proporcionada a la vez que le impuso un leonino acuerdo al gobierno de Zelenski por el cual los EE.UU. tendrán el control absoluto sobre la explotación de las llamadas “tierras raras”.

Ucrania posee casi un 50% de las reservas mundiales.

Estas llamadas “tierras raras” poseen 17 elementos químicos muy escasos en la corteza terrestre y que son componentes fundamentales para productos de alta tecnología como por ejemplo baterías para vehículos eléctricos, discos duros, monitores, turbinas eólicas o luces LED entre otros.

Tal vez sea éste el verdadero motivo oculto por el cual los europeos hayan gastado ya más de 300.000 millones de dólares en tres años de conflicto y destinen más y más fondos para la industria bélica y la OTAN.

Los verdaderos motivos subyacentes

Como decíamos anteriormente, más allá de los estilos de comunicación de los personajes, debemos ir a las razones profundas que determinan ciertas políticas de los estados.

Ya analizábamos en anteriores artículos que estamos asistiendo a un lento pero inevitable proceso de traslado de la hegemonía mundial desde occidente hacia oriente.

Hoy los Estados Unidos están dejando de ser la economía hegemónica mundial. Su lugar lo está tomando China.

Por ende las políticas que lleva adelante son su forma de resistir este proceso y tratar de revertirlo.

No nos debería extrañar por lo tanto que los métodos imperialistas sean cada vez menos disimulados: más directos y descarnados.

La imprescindible integración de A. Latina y el Caribe

En este mundo de grandes potencias y métodos imperialistas, avanzar en el proceso de integración de nuestros países no sólo es impostergable; más que nunca es urgente.

Sabemos que no es tarea sencilla dadas las diferencias políticas entre dirigentes de varios de los países. No piensan lo mismo Milei,Noboa, Bukele, Lula, Boric, Orsi o Petro.

Pero es posible y necesario comenzar a explorar grandes acuerdos marco en los que pueda haber coincidencias como por ejemplo: reafirmar a nuestra región como zona de paz; avanzar sin prisas pero sin pausas en posibles complementaciones productivas a fin de optimizar costos de productos de la región a ofrecer en el mercado internacional con el consecuente beneficio económico para todos los países.

La CELAC podría ser un buen ámbito para trabajar en este sentido.

Por último, parafraseando un apunte interno de James Carville, asesor de Clinton en la campaña de 1992 frente a George Bush (padre) que se convirtió en lema de su campaña 1, podríamos decir: ¡es el imperialismo: despertemos de una vez!

Nota:

1 “es la economía, estúpido”

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.