“La guerra es la continuación de la política por otros medios”, Clausewitz
“La OTAN es una herramienta de confrontación… las relaciones de Rusia con ese bloque militar empeoraron debido al avance de su infraestructura en territorio ucraniano, incluido el suministro de armas defensivas, ofensivas y el entrenamiento de sus militares”, señaló el portavoz presidencial ruso, Dmitri Peskov, (Prensa Latina, 16/01/22).
En contraparte, lo que la gran prensa pro EE.UU. difunde es que sería Rusia la que está detrás de un complot contra la democracia (al impedir que Ucrania se sume a la OTAN), y que quiere invadir Ucrania (100.000 soldados rusos a menos de 200-400 km de la frontera). No obstante, si un periodista es acucioso con la historia, pues, se dará con la sorpresa que fue justamente EE.UU. y las potencias mundiales vencedoras de la II Guerra Mundial, los que no cumplieron con los compromisos de no expandir la OTAN hacia Rusia (Farid Kajjat dixit), y que luego boicotearon el tratado de Minsk del 2016 (reunificación de Ucrania a través de una Federación). A esto habría que agregar que antes de la anexión rusa de Crimea, la Federación Rusa ya tenía una base militar en la península. La población de Ucrania es más de 15 veces la de Crimea, lo que haría insostenible una invasión dirigida por Putin.
Entonces, lo que estaría detrás de esta movida política yanqui sería afirmar el Euro Maiden (se presume que la Ground Branch de la CIA está operando actualmente en la zona), que funcionó como un golpe de estado que expulsó a la oligarquía pro rusa del gobierno de entonces (2014), justamente con el fin de integrar a Ucrania a la UE y a la OTAN. Además, han tornado a las naciones del Báltico como una plataforma militar contra Rusia y enfatizan que la tierra de Lenin habría perdido “su carácter estratégico” (el vasto territorio que fue un factor clave en la derrota de Napoleón y Hitler).
Así las cosas, estaríamos frente a la estrategia del imperio del norte de imponer su política de saqueo que comenzó con la denominada “balcanización” o destrucción de la Federación Yugoeslava, que se caracterizó por una guerra asimétrica contra pequeños países como la Serbia del entonces presidente Milosevic. En esa ocasión el imperialismo necesitaba restaurar el capital y apoderarse de los ingentes recursos minerales, energéticos y agrícolas.
Con Ucrania la cuestión no es tan diferente. Sucede que, aunque Ucrania ha sostenido el argumento de que está en guerra con Rusia por el separatismo del Donbás, el gas ruso ha continuado transitando por Ucrania hacia Occidente, incluso cuando Ucrania ha empezado a comprar el mismo gas ruso a través de terceros países de la UE (a precios internacionales). Todo esto cambió con la construcción del gasoducto Nord Stream 2, que puede abastecer de gas desde la costa rusa del Báltico directamente a Alemania (y al 41% de la UE).
Un negocio mucho más rentable para la tierra de Merkel y que, curiosamente, tiene como director de la poderosa rusa Gazprom, al ex premier germano, Gerard Schroeder. Y en efecto, una pieza clave del ajedrez, como decimos líneas arriba, es la edificación de dos gasoductos que atraviesan el Báltico hacia tierra germana y una buena parte de Europa.
Estaríamos hablando de un acuerdo geopolítico estratégico que dejaría a Ucrania y EE.UU. fuera del millonario negocio del gas. A su vez, el pacto alemán-ruso resuelve un problema estructural para el primero, “a la vez que abre contradicciones con las compañías europeas de transporte de gas…Por su lado, Rusia, ambiciona una mayor integración al mercado mundial sin el aval de EE.UU. (y como parte de su estrategia de presión amenaza con enviar delegaciones militares a Cuba y Venezuela), pero a la vez la UE la vería solo como un satélite financiero, quedando más bien a merced de las inversiones y productos alemanes”, señala un analista perspicaz.
De esta forma, Alemania, pretende afianzar su hegemonía política en toda Europa. En una oportunidad anterior, incluso Macron había propuesto que Europa debía tener su “propia fuerza militar”. “Macron defendió…la idea de una Europa soberana que tenga un verdadero ejército europeo para reducir la dependencia de Washington en materia de defensa”, (República, 13/11/18). “Ha planteado unas fuerzas armadas comunitarias con las que demostrar al mundo que entre los países de Europa no puede haber más guerras», dijo por su lado Merkel (República, 13/11/18).
Por su lado, el expresidente Trump, declaró, en relación a Alemania que, “No gasta lo suficiente en defensa e invierte mucho dinero en gas ruso”, (Infobae, 11/07/18).
Recientemente, “la ministra de defensa alemana, Annegret Kramp-Karrenbauer, propuso un abordaje diferente. La UE debería tener una estrategia de seguridad coordinada que la ponga “en igualdad de condiciones” con Estados Unidos”, (La Nación, 05/11/21).
Así las cosas, la restauración capitalista en Europa oriental dista de ser “pacífica” (como tratan de argumentar los defensores del statu quo en Perú), ya que apelar a un pacto con la nomenclatura moscovita, implicaría un nuevo reparto caótico del mercado mundial y podría estar expresando también el desarrollo de nuevas contradicciones de dimensiones históricas que podrían acabar en nuevos estallidos de guerras internacionales (una intervención rusa ahora abriría una caja de pandora), por la hegemonía política mundial. Y es que la cuestión de fondo estaría en que Alemania y Francia desearían convertir a la UE en la tercera fuerza en la pugna por la guerra comercial en la que están inmersos China y EE.UU.
César Zelada. Director de la revista La Abeja obrera (teoría, análisis, debate y organización).
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