La amnistía es un movimiento calculado para conseguir el respaldo del bloque surasiático en las elecciones del próximo año.
La junta militar de Myanmar ha anunciado la puesta en libertad de varias personas conocidas, entre ellas una exembajadora del Reino Unido y un economista australiano. Con ello, los militares intentan evitar la presión de la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN, por sus siglas en inglés) y ganar simultáneamente legitimidad para las elecciones nacionales previstas para el próximo año.
El jueves, la junta militar, llamada formalmente Consejo Administrativo del Estado (SAC, por sus siglas en inglés), informó de la liberación del australiano Sean Turnell, la británica Vicky Bowman, el periodista japonés Toru Kubota, el ciudadano estadounidense-birmano Kyaw Htay Oo y otras figuras conocidas de la oposición. Esta medida forma parte de una amnistía para 5.774 personas prisioneras, incluidos 712 presos políticos, con motivo de una fiesta nacional.
El académico Turnell era un estrecho colaborador para asesoría económica de la depuesta líder civil Aung San Suu Kyi, ahora en prisión condenada a un total de 26 años por múltiples cargos. Turnell fue detenido días después del golpe de estado del 1 de febrero de 2021 y fue condenado a tres años. La exembajadora Bowman, que dirigía una ONG que trabajaba por la responsabilidad corporativa, fue detenida junto a su marido, Htein Lin, en septiembre de 2022. Ambos fueron condenados a un año de prisión por cargos de inmigración. Lin también ha sido puesto en libertad. Toru Kubota fue detenido en julio de 2022 y condenado a siete años de prisión.
Los cargos falsos contra Bowman, Turnell y Kubota indican que, en realidad, fueron utilizados como rehenes para evitar que sus respectivos gobiernos aprobaran sanciones económicas más duras contra la junta birmana.
¿Por qué ahora?
Las liberaciones se produjeron pocos días después de que el presidente indonesio Joko Widodo asumiera la presidencia rotatoria de la ASEAN. Su predecesor en la presidencia del bloque surasiático, el primer ministro camboyano Hun Sen, había defendido en gran medida una política de compromiso con la junta, aunque fue presionado por los miembros de la ASEAN para que no invitara a los dirigentes políticos birmanos a las cumbres del bloque.
De hecho, el «liderazgo» de Camboya fue un regalo para la junta. Pero con Widodo en la presidencia de la ASEAN, el bloque abandona su alianza con el régimen birmano.
Widodo, comúnmente conocido como Jokowi, anunció su insatisfacción por el fracaso de la agrupación para conseguir que la junta birmana cumpliera con los términos acordados en el Consenso de Cinco Puntos, acuerdo llegado entre la junta y la ASEAN en abril de 2021. Su objetivo era fomentar un acuerdo político y facilitar la entrega de ayuda humanitaria.
Una declaración de la ASEAN del 13 de noviembre, después de que sus líderes se reunieran en una cumbre en Camboya, pedía «indicadores específicos, prácticos y medibles» sobre los avances en la implementación del consenso. La junta tiene ahora motivos para pensar que Indonesia será más contundente en su planteamiento. Jokowi declaró que «Indonesia está profundamente decepcionada con el empeoramiento de la situación en Myanmar», y le preocupa que los titubeos de la organización estén «definiendo» al bloque del sudeste asiático.
Aunque puede existir escepticismo respecto a si Indonesia pueda adoptar una línea sustancialmente más dura con la junta birmana, ¿estarían los generales de Naypyidaw dispuestos a correr el riesgo? La política exterior nunca ha sido una gran prioridad para el presidente indonesio, pero tras haber acogido con éxito lo que podría haber sido una cumbre muy polémica del G-20, y haber asumido ahora la presidencia de la ASEAN, Jokowi puede estar concentrándose en su legado, ya que su mandato finaliza en 2024.
Pero no solo la reunión de la ASEAN explica el momento actual.
El 14 de noviembre, el ministro de Asuntos Exteriores de Malasia, Saifuddin Abdullah, anunció que no apoyaría las elecciones previstas por la junta birmana para 2023, ya que las considera «parciales» por ser rechazadas por la Liga Nacional para la Democracia (NLD, por sus siglas en inglés) de Aung San Suu Kyi, partido que ganó por mayoría aplastante los comicios de noviembre de 2020, y por el Gobierno de Unidad Nacional en la sombra y otras partes interesadas.
«El grupo prodemocrático que ganó las elecciones anteriores obtuvo una gran victoria, pero antes de que pudieran convocar el Parlamento, los militares se hicieron con el poder», comentó Saifuddin. «Por lo tanto, es completamente ilógico que Malasia y la ASEAN apoyen las elecciones de 2023».
La junta tiene motivos para temer que Indonesia siga el ejemplo de Malasia, allanando el camino para que otros estados miembros de la ASEAN, como Filipinas y Singapur, compartan la misma postura.
Las elecciones propuestas en Myanmar para el 2023 serán un caos, por una serie de razones. La junta ha establecido un sistema de representación proporcional que cree que le favorecerá. También ha arrestado a cientos de parlamentarios y activistas de la NLD, además de haber delimitado los distritos, prohibido partidos y controlado los medios de comunicación. También está trabajando para establecer un sistema de tarjetas de identidad nacional que serían necesarias para votar, pero que probablemente no estarán disponibles para gran parte del electorado. La junta también controla la Comisión Electoral de la Unión y el poder judicial.
Varias organizaciones de resistencia de las minorías étnicas ya han declarado que no se permitirá ninguna actividad electoral en sus territorios. El gobierno en la sombra que surgió tras el golpe, el NUG, posiblemente liderará un boicot a las elecciones en todo el país, disminuyendo aún más la credibilidad de la votación.
Aun así, la junta confía en poder amañar las elecciones a su favor, pero confía mucho menos en que las votaciones sean aceptadas por la comunidad internacional. El líder golpista, el general en jefe Min Aung Hlaing, está seguro de que las elecciones le permitirán, al estilo tailandés, aferrarse al poder y legitimar el régimen.
Puede contar, sin embargo, con que China, Rusia e India, junto con Japón y Corea del Sur, respalden las elecciones, dando al régimen un poco de legitimidad y permitiendo que se reanude la actividad habitual. No obstante, la clave para la aceptación internacional será la posición de la ASEAN.
Estados Unidos y otros países occidentales siempre han dicho que la ASEAN tiene que liderar cualquier solución política a la crisis de Myanmar. Por tanto, es lógico que la junta intente adelantarse al rechazo de los resultados de las elecciones por parte del bloque regional, antes incluso de que la votación se lleve a cabo.
La teoría de la victoria de la junta militar birmana
A pesar de las importantes derrotas del ejército en el campo de batalla, en su lucha contra las organizaciones de resistencia de las minorías étnicas, las Fuerzas de Defensa Popular que se han alzado en armas desde el golpe, y de una guerra civil con múltiples frentes, la junta tiene una teoría para la victoria. El centro de gravedad del NUG son sus alianzas y relaciones de trabajo con las diversas organizaciones armadas de las minorías étnicas, que son también quienes proporcionan armas y entrenamiento a la red de milicias recién establecidas. Así que la junta sigue ofreciendo acuerdos de autonomía y reparto de ingresos a cualquier organización de las minorías étnicas que se presente en Naypyidaw.
El SAC también sabe que el tiempo está de su lado. A pesar de su flagrante mala gestión económica, sigue disponiendo de más recursos que el NUG, tiene acceso a armamento y puede pedir préstamos en el extranjero.
La junta simplemente tiene que aguantar y no perder más territorio antes de las elecciones previstas para el próximo agosto. De hecho, está preparada para comenzar su ofensiva de la estación seca, intentando retomar todo el territorio posible y utilizar su poderío aéreo para bombardear a las fuerzas de la resistencia de las minorías étnicas, con la esperanza de que abandonen al NUG y entablen conversaciones de paz con el régimen golpista.
Por eso la liberación de Turnell, Bowman y otras personas prisioneras tiene tanta importancia. Muchos miembros de la ASEAN y de la comunidad internacional lo interpretarán como un gesto de buena voluntad por parte de la junta. Y eso permitirá que estados que estaban comenzando a solicitar un mayor aislamiento de la junta birmana acepten un involucramiento con ella continuado.
Para la junta militar, todo se reduce a las elecciones del próximo año. Funcionó para la junta tailandesa que tomó el poder en 2014, que en pocos años fue capaz de transformarse de paria a un estado normalizado, todo ello mientras castigaba políticamente a la oposición.
Bowman, Turnell, Kubota y otras personas encarceladas son, para Min Aung Hlaing, fichas que intercambiar por el respaldo internacional. Y tiene muchas más fichas que jugar, incluida la propia Señora, como se conoce a Aung San Suu Kyi en Myanmar, al mismo tiempo que maniobra para mantenerse en el poder. No se trata, por tanto, de un gesto humanitario, sino de una táctica cínica y calculada para conseguir legitimidad internacional.
Zachary Abuza es profesor del National War College de Washington y profesor adjunto de la Universidad de Georgetown. Las opiniones expresadas aquí son suyas y no reflejan la posición del Departamento de Defensa de Estados Unidos, del National War College, de la Universidad de Georgetown o de RFA.
Fuente original en inglés: https://www.rfa.org/english/commentaries/myanmar-asean-prisoners-11172022111825.html