Una idea que ha circulado por estos días en ámbitos de la izquierda es que no debemos apoyar la resistencia de Ucrania porque EEUU, la UE y la OTAN apoyan esa resistencia.
En otros términos, nos dicen que el derecho a la autodeterminación es funcional a los intereses de Washington y la OTAN. Y agregan que la autodeterminación no es un derecho absoluto, ya que debe subordinarse a las necesidades de la política antiimperialista.
Un discurso justificador que se mantiene a lo largo de décadas
Estamos, en esencia, ante el argumento con el cual el stalinismo ha justificado, a lo largo de la historia, la represión de las masas por parte de regímenes burocrático-totalitarios y capitalismos de Estado de los más variados. Por esta vía también niegan, según convenga, la lucha por libertades y derechos democráticos, incluido el de la autodeterminación. Es que siempre podrán decir que tal o cual demanda por libertades, en tal o cual régimen político, es “funcional al imperialismo”, o “a la burguesía liberal”, etcétera, y por lo tanto debe sofocarse. Por ejemplo, dado que Washington y la OTAN criticaban el Muro de Berlín, los socialistas no debíamos criticarlo, o reclamar su desaparición. Menos todavía defender el derecho del pueblo alemán a su autodeterminación.
Este tipo de argumento se mantuvo durante décadas y contaminó incluso a muchos críticos por izquierda del stalinismo. Aunque formalmente estos izquierdistas digan que son enemigos de las burocracias, en los hechos contribuyen a su sostenimiento. El “no hay que hacerle el juego al imperialismo” justifica todo.
Por supuesto, cualquier marxista sabe que hablamos de libertades formales. La libertad real exige acabar con la propiedad privada del capital y con la burocracia del Estado. Sin embargo, las libertades democrático burguesas son importantes, ya que la disponibilidad de información y la circulación de ideas aportan a la formación de una conciencia de clase socialista. Lo cual entronca, además, con el principio que dice que “la liberación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos”. Es que el socialismo no se puede imponer desde el poder de un partido o una vanguardia que dicta lo que debe hacerse, por encima o por fuera de los sentimientos, convicciones e ideologías de las masas trabajadoras. En consecuencia, las libertades democrático-burguesas no son un adorno del que se pueda prescindir sin alterar un pretendido “objetivo final”, al que se llegaría de cualquier manera.
Más aún, el avasallamiento, en nombre del antiimperialismo, de derechos y libertades democráticos, fortalece al capitalismo. Así, la invasión rusa lejos de debilitar a la OTAN, o a Washington, empuja a más poblaciones del centro y este de Europa hacia su órbita. Y algo similar ha ocurrido cada vez que burócratas y milicos apelaron a la represión para torcer sentimientos, creencias o pensamientos de los pueblos. En definitiva, ¿cuánto fortaleció al socialismo el Muro de Berlín? ¿Cuánto las intervenciones soviéticas en Polonia, Berlín Oriental, Hungría, Checoslovaquia, Afganistán? ¿Cuánto el totalitarismo del régimen coreano? ¿O la represión de los Maduro y Ortega?
Autodeterminación, sentimientos nacionales y Lenin
El avasallamiento de los derechos nacionales constituye una de las acciones más perjudiciales para la emancipación de la clase obrera y el internacionalismo. El burócrata y su apologista “de izquierda” piensan que los sentimientos nacionales se “corrigen” a fuerza de bombardeos, asesinatos y desplazamientos de millones de seres humanos. Pero con eso solo exacerban los rencores nacionales. Por eso Lenin, ya al final de su vida, y tal vez con la conciencia de que la política soviética con respecto a las nacionalidades adquiría crecientes tonalidades de la prepotencia “gran rusa”, señalaba:
“… nada frena tanto el desarrollo y la consolidación de esta solidaridad [proletaria] como la injusticia en la esfera nacional y nada hace reaccionar con tanta sensibilidad a los representantes de otras naciones «ofendidos» como el sentimiento de igualdad y la vulneración de esa igualdad por parte de sus camaradas proletarios… es preferible pecar por exceso que por defecto en el sentido de hacer concesiones y ser blandos con las minorías nacionales. … el interés vital de la solidaridad proletaria… requiere que… tomemos siempre en consideración la diferencia obligatoria en la actitud del proletario de la nación oprimida (o pequeña) ante la nación opresora (o grande)” (31 de diciembre de 1922).
Como he señalado en otras entradas, no estoy seguro de que la política del líder bolchevique hacia las nacionalidades haya sido siempre acertada. Por lo menos, en el caso de Georgia reaccionó muy tarde contra la política “gran rusa” que llevó adelante el Comisariado del Pueblo para las Nacionalidades, dirigido por Stalin. Sin embargo, y por fuera de errores y vacilaciones, hay un abismo entre la política de Lenin de dar confianza a las naciones oprimidas, y el aplastamiento de una nación entera, como está ocurriendo hoy en Ucrania.
La autodeterminación y el programa socialista
Un argumento que emplean los que niegan el derecho de los ucranianos a defenderse de la agresión rusa dice que el derecho a la autodeterminación no es absoluto, y debe subordinarse a las necesidades de la lucha antiimperialista (en el mismo sentido sostienen que antes debía subordinarse a la defensa de la URSS, etcétera).
Efectivamente, el derecho a la autodeterminación no es absoluto. Aquí considero acertada la observación de Lenin: tratándose de un derecho democrático, el mismo está subordinado a si fortalece, o no, las libertades democráticas. Por ejemplo, el socialismo no debería apoyar el derecho de un pueblo a conformarse como nación independiente si su objetivo es aplastar a otros pueblos que luchan por su liberación nacional. Sin embargo, esta observación particularizada no debiera dar lugar a un argumento-chicle capaz de justificar cualquier avasallamiento nacional. Es que en ese caso la reivindicación programática perdería sentido. Para verlo de nuevo con el ejemplo de la Rusia soviética: en enero de 1924 se aprobó la primera Constitución de la URSS que estableció que la Unión era una asociación voluntaria de Estados iguales en derechos, que conservaban el derecho a retirarse voluntariamente. Además, al entrar en la Unión los Estados no abandonaban su soberanía nacional (Carrere D’Encausse). En esta redacción no se ponía condicionamiento alguno. Y en principio parecía seguir la orientación de facilitar la superación del nacionalismo y el pasaje al internacionalismo socialista dando plenos derechos democráticos al nacionalismo.
Pues bien, supongamos que tres o cuatro años después de aprobada esta Constitución algún Estado hubiera deseado separarse de la URSS. Según los criterios tradicionales, ese retiro fortalecía al enemigo capitalista, y por lo tanto… ¿había que oponerse? Pero… ¿y los derechos nacionales consagrados en la Constitución? “Frente a la necesidad histórica de defender la construcción socialista, esos derechos no tienen importancia”, sería la respuesta “ortodoxa”. Pero si esto fuera así, ¿qué sentido tendrían los programas en el desarrollo de un movimiento obrero internacionalista? El discurso socialista caería (como efectivamente cayó) en el descrédito, y no solo en el país separatista. Una vez más, ¿no se dan cuenta los “ortodoxos revolucionarios” que con las medidas administrativas y represivas terminan socavando el programa socialista que dicen defender?
Una orientación contradictoria
Por último, señalo la contradicción en que incurren aquellos que niegan el derecho de Ucrania a pelear contra la invasión rusa, pero sostienen que en Argentina es necesario conquistar la liberación nacional. O sea, aunque Putin haya declarado que Ucrania no tiene derecho a existir y la invada a sangre y fuego, los ucranianos no tienen que pelear por la autodeterminación nacional, según nuestro izquierdista. “Son todos imperialistas”, nos dice. “Guerra a la guerra”, agrega (consejo muy práctico para los ucranianos barridos a bombas y misiles). La invasión, los bombardeos, la destrucción de ciudades, no le altera el pulso de nuestro hombre y mantiene la cantinela: si los ucranianos levantan la bandera de la soberanía nacional, le hacen el juego al imperialismo.
Sin embargo, en Argentina este patriota de izquierda convoca a luchar por la liberación nacional, ya que el FMI amenaza con no renovar los préstamos si no se aplica un programa de ajuste. ¡Terrible castigo, peor que bombas y misiles! Pero… ¿acaso el programa del FMI no es el mismo que reclama, en sustancia, el empresariado nacional? Sí, es el mismo, pero se trata de un empresariado “no nacional”, colonizado. ¿Y en Ucrania? No, ahí lo nacional no tiene lugar; la autodeterminación es una demanda proimperialista.
En síntesis, una invasión por parte de una potencia a un país débil, no habilita a pelear por la liberación nacional. Sin embargo, una renovación de los créditos sí nos pone en peligro como nación. A esto le llaman “análisis y política marxista”. Parece un chiste. Pero es trágico.
Rolando Astarita. Profesor de economía de la Universidad de Buenos Aires.