En 2015, tras el asesinato de dos prisioneros, un norteamericano y un italiano, por los drones estadounidenses que bombardearon Pakistán, Obama quiso disculpar la atrocidad: «En la niebla de la guerra, se pueden producir errores».
Hace mucho tiempo que Estados Unidos bombardea con drones y justifica las matanzas, como la que en 2019 reventó en Nangarhar a treinta campesinos afganos. Fue otro error, según se excusó el Pentágono. Además de la Fuerza Aérea, agencias como la CIA disponen de aviones y drones: el 14 de abril de 2021 se descubrió, tras ser atacado, un hangar secreto de la CIA en el aeropuerto de Erbil, capital del Kurdistán iraquí.
Esos errores no son nunca sancionados en Estados Unidos, a diferencia de lo que hacen con quienes se atreven a proclamar la verdad. El Departamento de Justicia persigue las filtraciones de información (como con Julian Assange) esgrimiendo la Ley de Espionaje y los acuerdos para no divulgar información que deben firmar obligatoriamente quienes trabajan para el Pentágono y las agencias federales. Los tribunales, con mucha frecuencia, aplican los criterios gubernamentales. Daniel Hale, un antiguo analista militar estadounidense, acaba de ser condenado a casi cuatro años de cárcel por haberlo hecho. Hale, nacido en 1988, fue detenido en 2019, con Trump, por violar la Ley de Espionaje. Con Biden ha sido el primer acusado en los tribunales por filtrar datos sobre los drones norteamericanos que actúan en el mundo.
Hale explicó al tribunal que ocho años atrás había asistido a una conferencia en Washington donde escuchó a un yemení que un ataque de drones había matado a dos de sus familiares: fueron alcanzados por un misil cuando intentaban que unos jóvenes abandonaran el terrorismo islamista. Con espanto, Hale se dio cuenta de que había presenciado ese ataque mortal en una pantalla mientras estaba destinado en una base de Afganistán. Explicó también que el peor momento de su vida fue el 9 de septiembre de 2012. Ese día, participó en la matanza de un grupo de afganos con niños. Después, llegó a la conclusión de que la guerra no era para proteger a Estados Unidos sino para asegurar los beneficios de fabricantes de armamento y mercenarios.
Hale habló con el periodista Jeremy Scahill, de The Intercept, y le facilitó información sobre el programa secreto de drones. Cuando lo hizo, Estados Unidos había causado ya decenas de miles de muertos en Afganistán. Los documentos de Hale revelaron que casi el noventa por ciento de las personas asesinadas ni siquiera eran el objetivo señalado. The intercept publicó hace seis años datos muy relevantes sobre el programa norteamericano de asesinatos con drones en Afganistán, Yemen y Somalia.
Reveló la información «clasificada» porque había tenido una crisis de conciencia, y desde entonces Hale vive con depresión y ansiedad. Antes, había enviado una carta al juez que inició con palabras de un contraalmirante norteamericano, Gene R. La Rocque, de 1995: “Ahora matamos personas sin verlas nunca. Aprietas un botón a miles de kilómetros de distancia […] por control remoto, así no hay remordimientos». Emran Feroz documentó esos asesinatos en su libro Muerte al presionar un botón.
Según el Mando central de las Fuerzas Aéreas, en 2019 hubo 7.423 ataques con drones, y un informe de 2017 del Council on Foreign Relations (CFR) norteamericano daba cuenta de que Obama convirtió en habituales esos bombardeos con drones: durante su mandato lanzó 542 ataques que mataron a unas 3.797 personas en varios países. Pero los generales del Pentágono están persuadidos de que esos asesinatos ayudan a «salvar vidas americanas» y parecen no ser conscientes de que, por el contrario, contribuyen a fortalecer a los grupos islamistas. Su fantasía les llevó a elaborar informes asegurando que con más soldados y con un despliegue prolongado en Oriente Medio, destruirían los grupos terroristas y asegurarían la estabilidad en Afganistán e Iraq.
En las operaciones que Estados Unidos lanza en Siria e Iraq, el gobierno Biden ha rebajado incluso los criterios que mantenía Trump, bombardeando con drones a personas que ni siquiera han tenido nada que ver con ataques a las tropas norteamericanas, incumpliendo además su obligación de pasar por el Congreso y suscitando el rechazo del gobierno iraquí, según publicó The Washington Post el 1 de julio de 2021. El diario había publicado en 2016 que Obama aprobó «la mayor campaña de asesinatos selectivos en la historia de Estados Unidos». Aunque surgieran después errores en la niebla de la guerra.
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