La insuficiencia de trabajadores de la salud, médicos, enfermeras y técnicos de laboratorios, es crítica en los países pobres que más los necesitan, alertó la Organización Mundial de la Salud (OMS) en el informe que cada año dedica a los problemas sanitarios más acuciantes.
En la lucha contra la epidemia de sida (síndrome de inmunodeficiencia adquirida), el mayor obstáculo que esos países encontraban antes para aplicar los planes nacionales se localizaba en el plano financiero. Hoy, surge de la carencia de profesionales de la salud, dijeron los expertos.
La cuestión mortifica de tal manera a los responsables de la OMS que para resolverla se atrevieron a aconsejar a los Estados más apremiados que ignoren las normas de conducta financiera impuestas por las instituciones multilaterales especializadas.
Timothy Evans, subdirector general de la OMS, se pronunció por «asegurar que los límites de contrataciones de nuevo personal sanitario determinados por las exigencias fiscales de las instituciones financieras internacionales no impidan la reconstitución de esa fuerza de trabajo».
El Informe sobre la Salud en el Mundo 2006, distribuido este viernes en coincidencia con el Día Internacional, recomienda la aplicación de planes nacionales de emergencia laboral para atender las situaciones de crisis en los países más afectados.
Por lo menos 1.300 millones de personas carecen en todo el mundo de acceso a los cuidados de salud más básicos, y a menudo la causa de esa privación se encuentra en la falta absoluta de trabajadores de salud.
Una cifra suministrada por la OMS es elocuente. África cuenta con 11 por ciento de la población mundial, mientras soporta 25 por ciento del peso de todas las enfermedades del planeta, pero sólo dispone del tres por ciento de los trabajadores del sector.
Ese rubro laboral incluye, además de médicos, enfermeras, laboratoristas y personal involucrado en la prestación de los servicios sanitarios, a trabajadores de administración, funcionarios de finanzas y contrataciones, planificadores sanitaristas y empleados de hospitales.
Aunque la descripción de la OMS abarca significativamente también a «la madre que cuida a su bebé, al hijo que acompaña sus padres al hospital o el curandero tradicional que recurre al saber ancestral para atender y confortar».
Pero en la definición más restringida, el número de trabajadores de la salud se eleva en 2006 a 60 millones de personas en todo el mundo. Dos tercios, unos 40 millones, son proveedores de servicios de salud mientras el resto está compuesto de personal administrativo y auxiliar.
En la realidad se comprueba que es desigual la distribución de esa fuerza de trabajo de 60 millones de personas. En África hay 2,3 trabajadores de esa especialidad cada 1.000 habitantes, mientras que en toda la región de América suman 24 por cada 1.000, lo que decuplica el índice africano.
Evans observó que los trabajadores de la salud salvan vidas porque las estadísticas de la OMS demuestran que a mayor concentración de esos profesionales corresponden índices superiores de supervivencia de lactantes, infantil y materna.
Sin embargo, los efectos de la densidad de los trabajadores de la salud entre la población muestran algunas peculiaridades. Por ejemplo, cuando abundan las enfermeras crece la cobertura de inmunización infantil. En cambio, ese fenómeno no se repite cuando hay profusión de médicas y médicos.
La conclusión no es sorprendente, pero sí indicativa de que algunos trabajadores son más importantes para ciertas funciones. Todo demuestra, en síntesis, que el acceso a los servicios se fortalece cuando hay más personal sanitario, dijo Evans.
Los parámetros se mantienen desiguales cuando se compara la distribución de los trabajadores sanitarios con los niveles del gasto en salud y con los datos del peso de las enfermedades. La concentración de personal guarda una relación inversa con las necesidades sanitarias, mostró el funcionario de la OMS.
África, con 25 por ciento de las enfermedades de todo el mundo, y Asia sudoriental, con 27 por ciento, disponen del número más bajo de trabajadores de la salud. En cambio, en América, con el índice más ínfimo de enfermedades, cuenta con el número mayor de profesionales del sector.
El mismo panorama se presenta en el aspecto financiero. En el continente americano se invierte 50 por ciento de los recursos destinados a la salud en todo el mundo. A África sólo le toca menos de uno por ciento.
Esos son los patrones de las enormes inequidades que observamos hoy en el mundo, subrayó Evans a IPS durante la presentación del informe.
El desequilibrio en la distribución de la fuerza de trabajo sanitaria se verifica con mayor crudeza en 57 países que están impedidos de suministrar cuidados médicos esenciales para la supervivencia, como los procesos de inmunización. Esas naciones se concentran en África subsahariana y el sudeste asiático.
El mismo director general de la OMS, Lee Jong-wook, describió que la población mundial crece, pero el número de trabajadores de la salud está estancado o inclusive en descenso en aquellos lugares donde más se los necesita.
En los países en desarrollo, los profesionales del sector afrontan estrecheces económicas, deterioro de las infraestructuras y crisis sociales. En muchos países, las epidemias de VIH (virus de inmunodeficiencia humana, causante del sida) han destrozado los sistemas de salud y la vida de sus trabajadores, insistió Lee.
Para cerrar la brecha en las 57 naciones más afectadas se necesitan cuatro millones de trabajadores de la salud que se sumarían a los que ya están trabajando, explicó Evans. Eso refleja la magnitud de la crisis, agregó.
Cerca de 25 por ciento de los médicos formados en universidades de África trabajan actualmente en los países industrializados. Entre las enfermeras africanas ese porcentaje desciende a cinco por ciento.
Son cifras muy significativas si se considera que la escasez de esos profesionales predominante en África no puede sostener flujos migratorios tan elevados, concluyó el subdirector de la OMS.
El informe recomienda mejorar las condiciones laborales de los agentes sanitarios de África en relación con el VIH/sida, reorientar la formación profesional con énfasis en la atención de áreas rurales y de zonas deprimidas, incrementar la capacitación educativa y otorgar prioridad a los programas sobre tuberculosis, paludismo y salud materno-infantil.
Para financiar esos planes, el informe aconseja, además de desoír las instrucciones de los organismos financieros internacionales, un aumento de 10 dólares por habitante en el gasto sanitario de cada país durante 20 años. Los nuevos fondos se orientarán a la formación de los trabajadores de la salud y al pago de sus estipendios, propone el documento.