El pasado otoño la Organización de Naciones Unidas (ONU) cumplió 60 años. Para festejar la ocasión se decidió que, al inicio de la sesión anual de la Asamblea General, habría una reunión cumbre del 14 al 16 de septiembre. Unos 150 jefes de Estado o de gobierno estuvieron presentes, pero el aniversario no fue muy […]
El pasado otoño la Organización de Naciones Unidas (ONU) cumplió 60 años. Para festejar la ocasión se decidió que, al inicio de la sesión anual de la Asamblea General, habría una reunión cumbre del 14 al 16 de septiembre. Unos 150 jefes de Estado o de gobierno estuvieron presentes, pero el aniversario no fue muy feliz.
En vísperas de esa reunión, el secretario general había señalado que «la Cumbre Mundial de 2005 es una oportunidad, de las que se presentan sólo una vez en cada generación, de que el mundo se una y adopte medidas acerca de las graves amenazas mundiales que exigen audaces soluciones» a escala internacional. Esas medidas se habían venido plasmando en un documento que se negoció durante casi un año. Abordaban la necesidad de avanzar en las negociaciones de desarme, en la erradicación de la pobreza, en la lucha contra el terrorismo internacional y en la defensa de los derechos humanos.
Sin embargo, para asegurar que ninguna delegación objetara la aprobación del documento fue menester recortar algunas secciones del mismo y eliminar otras por completo, incluyendo la dedicada al desarme. ¿Cómo es posible que la asamblea apruebe una declaración de esta índole en la que no aparece una sola palabra sobre la amenaza de las armas de destrucción en masa? Pero así se hizo debido a la insistencia de Estados Unidos y otros países.
Cuando platiqué lo anterior a un amigo, me preguntó: ¿qué hace la Asamblea General de la ONU? En este espacio y en varios artículos quincenales más trataré de dar respuesta a esa pregunta, examinando la pasada sesión anual.
La Asamblea General es uno de los seis órganos principales de la ONU. Los otros son el Consejo de Seguridad, el Consejo Económico y Social, el Consejo de Administración Fiduciaria (cuya razón de ser ha desaparecido con el éxito del proceso de descolonización), la Corte Internacional de Justicia y la secretaría. Del Consejo de Seguridad se habla mucho, pero de los demás órganos los medios de comunicación se ocupan muy poco.
La ONU es casi una organización universal. Sólo el Vaticano y la República Arabe Saharauí (el antiguo Sáhara español) no han querido o no han podido ingresar. Por ende, la Asamblea General es el foro más representativo de la comunidad internacional. En ella participan los 191 miembros de la ONU y, a diferencia del Consejo de Seguridad, lo hacen en pie de igualdad. Todos tienen los mismos derechos y privilegios y nadie tiene un veto. Durante seis décadas la asamblea se ha venido reuniendo anualmente conforme a lo dispuesto en la Carta de la ONU. Esa cadena ininterrumpida de sesiones anuales no tiene precedente en la breve historia de las organizaciones internacionales. Su sesión anual empieza a mediados de septiembre y concluye a finales de diciembre.
Su programa incluye una variada gama de temas que van desde el desarme, la seguridad internacional, la cooperación para el desarrollo económico, la descolonización y la codificación del derecho internacional hasta casos específicos de carácter social, como las violaciones de los derechos humanos en determinado país. También elige a los miembros de los otros órganos principales y aprueba el presupuesto ordinario de la ONU (que este año será de unos mil 900 millones de dólares).
Al término de sus debates, formula recomendaciones sobre cada uno de los temas desahogados, que a su vez se convierten en resoluciones o decisiones. Si bien algunas de sus resoluciones son de mero trámite, muchas otras resultan de suma importancia e inclusive de gran valor histórico, ya sea por la trascendencia de los hechos desencadenados o porque llegan a constituir un verdadero hito en el devenir de las relaciones internacionales. Entre éstas se incluyen la Declaración Universal de Derechos Humanos, la Declaración sobre la Concesión de la Independencia a los Países y Pueblos Coloniales, la Declaración sobre los Principios de Derecho Internacional referentes a las Relaciones de Amistad y a la Cooperación entre los Estados, de conformidad con la Carta de Naciones Unidas; la Partición de Palestina y el reconocimiento de la República Popular China como legítimo representante de China en la ONU.
De ahí que la Asamblea General constituya una especie de parlamento o legislatura universal, cuyos acuerdos significan la formal expresión de la opinión de todo el mundo. Al igual que en muchos parlamentos, sus resoluciones se adoptan por mayoría de votos o por aclamación, es decir, sin someterse a votación. Por lo general se estima que las resoluciones de la asamblea tienen peso moral y pueden tener impacto político significativo.
Desde 1946, la Asamblea General ha aprobado unas 14 mil resoluciones, de las cuales 60 por ciento se adoptaron sin votación. Desde luego las que se aprobaron por un voto fueron las más controvertidas y las que más interesan para examinar lo que ahí ocurre.
En su pasada sesión adoptó por voto apenas una cuarta parte de sus 267 resoluciones. Esas 66 resoluciones recibieron entre cero y 56 votos en contra. Curiosamente, 83 por ciento de esas resoluciones tuvieron menos de 10 votos en contra. Es más, hubo 19 que se adoptaron con un solo voto negativo. ¿Quién vota en solitario en contra de una resolución de la asamblea? Con la respuesta a esa pregunta empezaremos nuestro siguiente artículo.
Miguel Marín Bosch es director del Instituto Matías Romero y ex subsecretario de Relaciones Exteriores