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¿La OTAN a la conquista del mundo?

Fuentes: Rebelión

Traducido por Caty R. y revisado por Ferran Muiños Ballester

En el espacio denominado «euroatlántico» se ha instaurado un desorden en el orden de los factores: el culto a las capacidades operativas pasa por encima de la evaluación de las amenazas para la definición de las principales opciones estratégicas. Desde la desaparición del Pacto de Varsovia, la OTAN se propuso como una alianza militar imperturbable, sin objetivos estratégicos definidos, pero con una capacidad de proyección de fuerza -y de zonificación de las posibilidades- técnicamente avanzada. Con la adhesión sucesiva de nuevos países (anteriormente miembros del Pacto de Varsovia), la organización desempeña el papel de una herramienta de la expansión de la hegemonía militar estadounidense sobre una zona geográfica cada vez más amplia, creando normas comunes, sin que esta expansión sea objeto de un consenso estratégico claro, ni esas normativas se sometan a un consenso político explícito. La OTAN se ha convertido en una sociedad de servicios capaz crear coaliciones apropiadas impulsadas por EEUU. Maestro del sistema, Estados Unidos tiende por tanto a servirse de la organización como de un instrumento de etiquetado que implica una conquista territorial, pacífica y sin límites, y una fuente de mano de obra militar creciente, de la misma forma que si fuera un mercado internacional en expansión.

A pesar de su definición siempre «atlántica» la proyección de la OTAN en Afganistán se llevó a cabo sin debate, en la conmoción del atentado de las torres gemelas. Pero hoy la extensión de la OTAN a dos nuevos miembros, Polonia y la República Checa se acompaña de un despliegue estadounidense de elementos de un «escudo antinuclear» de interceptación. El efecto de este dispositivo, saltando sobre Bielorrusia y Ucrania, vendría teóricamente a «llamar al orden» a la vecindad oriental de la Federación rusa utilizando la «disuasión previa» ante el peligro virtual de un arma nuclear iraní todavía inexistente. Este empuje conlleva el riesgo de zarandear la paz en los márgenes de Europa, ya devastada permanentemente en Oriente Próximo.

El control estratégico unilateral de EEUU

Washington intenta así meter la mano de forma unilateral en las vecindades orientales de Rusia, que ya sufren sacudidas en el Cáucaso, donde las estrategias de Gasprom pierden terreno. Sin embargo se chapucearon dos sistemas de interacción, uno con la Unión Europea y otro con Rusia, con pactos muy específicos, que habrían podido sacar a la OTAN de su autismo ante el impulso de Estados Unidos hacia la conquista de la Eurasia profunda:

1) La interacción de la OTAN con la Unión Europea. Recordemos: La Unión Europea admite por tratado la existencia de un proceso que debe llevar de una «Política de Defensa y Seguridad Común» a una «Defensa Común», que se basaría en los principios específicos de la Unión Europea, que no son necesariamente los mismos que los de Estados Unidos. La Unión Europea pone en marcha, o más bien sobre el papel, una fuerza de proyección de 60.000 hombres, el Eurocorps. Creado a principios de 1992, el Eurocorps participó en las misiones de interposición en la antigua Yugoslavia (SFOR y KFOR) y comprende unidades belgas, francesas, alemanas, luxemburguesas y españolas. Pero el Estado Mayor, en Estrasburgo, incluye también militares austríacos, canadienses, griegos, italianos, polacos y turcos, es decir, de países miembros de la OTAN. En efecto, las unidades agrupadas en el Eurocorps, de hecho se implican esencialmente por su inclusión en la NATO Reaction Force (Fuerza de reacción rápida, NRF). La creación de esta fuerza de la OTAN se decidió en la cumbre de Praga en 2002. Es una unidad multinacional de despliegue rápido, compuesta de elementos terrestres, aéreos, marítimos y de una unidad de fuerzas especiales. Se constituye con las contribuciones de unidades de distintos países que participan por rotación y permiten a la OTAN disponer de fuerzas capaces de reunirse y proyectarse en plazos de 5 a 30 días. La confrontación de los criterios europeo y estadounidense gira alrededor de esos dos añadidos de unidades militares y esos dos sistemas de mando eventualmente divididos. Se puede decir que actualmente se imponen los criterios de la OTAN, lo que no va en el sentido de favorecer la autonomía de Europa.

2) La interacción de la OTAN con Rusia se institucionalizó en 1997 con la firma del Acta Fundadora OTAN-Rusia, un tratado de extraño nombre, que supuso hacer de Rusia un socio estratégico de la Alianza Atlántica y, en todo caso, estableció relaciones de coordinación y buena fe entre los antiguos enemigos. El mismo año, la OTAN firmaba en Madrid una carta de asociación específica OTAN-Ucrania con una innovación que mencionaba, como hecho político fundador, una definición económica de Ucrania: que Ucrania suscribía plenamente la economía de mercado. Rusia entró, con su Acta, en una relación de connivencia militar, pero la «puesta en marcha de reformas económicas radicales, destinadas a profundizar en el proceso de integración con el conjunto de las estructuras europeas y euroatlánticas» permitió en 1997 admitir a Ucrania en una relación de connivencia económica con la OTAN. Así, poco a poco, desde hace 10 años la organización juega el papel de una institución de cooptación militar en el «campo de la economía neoliberal», lo que modifica el sentido de la Alianza Atlántica definido en la Carta Atlántica: «Alianza militar de las democracias».

También se firmaron otros acuerdos de carácter económico o político civil con los países ex comunistas en nombre del Partnership for Peace (Asociación para la Paz, PfP) y para integrarlos explícitamente en el conjunto llamado «euroatlántico» que se proyecta así hasta Azerbaiyán y Georgia.

¿Hay violación del Acta fundadora OTAN-Rusia?

Al proponer, en 2007, el despliegue en la República Checa y Polonia de un dispositivo para interceptación de descargas nucleares procedentes del este, Estados Unidos se permite violar el espíritu del Acta fundadora OTAN-Rusia y también la letra, como podemos comprobar si releemos los textos. Sobre la «violación del espíritu», el Acta, en efecto, prevé una concertación, una consulta e incluso una connivencia militar y estratégica constante entre las dos partes: «La OTAN y Rusia, a fin de desarrollar la cooperación entre sus instituciones militares, reforzarán las consultas y la cooperación político-militares en el marco del Consejo conjunto permanente (…) Este diálogo intensificado entre militares se basará en el principio según el cual ninguna parte considera a la otra como una (…) incluirá exposiciones recíprocas, a intervalos regulares, sobre la doctrina militar y la estrategia de la OTAN y Rusia y sobre el dispositivo de fuerzas que resulte».

Sobre la «violación de la letra», el Acta contiene compromisos precisos sobre el no despliegue de nuevos dispositivos relacionados con medios de estrategia nuclear en el territorio de nuevos miembros de la OTAN: Los estados miembros de la OTAN reiteran «que no tienen ninguna intención, ningún proyecto y ninguna razón para desplegar armas nucleares en el territorio de los nuevos miembros, que en ningún caso tienen que modificar cualquier aspecto del dispositivo o la política nuclear de la OTAN y que no prevén de ninguna manera la necesidad para el futuro».

El Acta hace hincapié en la cooperación en los tres ámbitos siguientes: a) prevención de la proliferación de armas nucleares, biológicas y químicas, b) posibilidades de cooperación en materia de defensa contra los misiles en su ámbito y c) los intercambios recíprocos necesarios sobre las cuestiones relativas a las armas nucleares; el Acta abarca las doctrinas y estrategias de la OTAN y las de Rusia.

En este sentido Moscú, considerándose como parte cohesiva de las acciones diplomáticas y sanciones contra Irán, puede estimar que los despliegues estadounidenses previstos en Polonia y la República Checa podrían estar destinados a neutralizar el dispositivo disuasorio ruso y por tanto sólo se deberían haber decidido de común acuerdo.

Conflicto de criterios estratégicos

Al violar el espíritu y la letra del Acta fundadora OTAN-Rusia, Estados Unidos está convencido de que está en su derecho, el derecho del más fuerte que se impone fácilmente en el derecho consuetudinario en caso de silencio del más débil. El problema fundamental que se plantea por esta práctica no sólo concierne a la Rusia de Putin y a Irán, sino al principio mismo de la coherencia de los nuevos compromisos de la Alianza Atlántica posterior a la guerra fría. El Acta fundadora no es un tratado diplomático entre Estados Unidos y Rusia, sino un tratado estratégico entre todos los estados miembros de la OTAN y Rusia. Firmado no por «simpatía» hacia el régimen ruso (ni por su política chechena, ni tampoco para recompensar su adhesión a la economía de mercado), sino por el deseo de dar normas estables al mantenimiento de la paz en el inmenso espacio del Atlántico a Vladivostok y por supuesto del Atlántico al Ural; no obstante, el espacio euroatlántico no incluye más allá del Cáucaso y el Caspio salvo en el amable vocabulario de cooptación del PfP. El acuerdo con Rusia desde el punto de vista europeo es más bien un acuerdo de «buena vecindad» de larga duración, lo que significa dar confianza a los rusos para tratar los problemas de seguridad más allá de sus fronteras orientales, en connivencia con el espacio euroatlántico. La actitud europea moderada con respecto a Irán está más próxima a la rusa que a la estadounidense, de ahí el respingo ruso.

Los EEUU de Bush se lanzan audazmente a controlar, fuera de la vecindad, hasta Asia Central y, por todos los métodos de proyección, a todos los estados del mundo para obligarlos a corregir los «posibles comportamientos desviados». El asunto por tanto lleva en sí mismo un elemento de divergencia de criterios estratégicos entre la Unión Europea y Estados Unidos. El «nuevo atlantismo» produce tensiones que habrá que esforzarse para encubrir educadamente. Como ha escrito un diputado alemán: «Objetivamente, los puntos que nos enfrentan no aumentan. Es la percepción de los conflictos que se vuelve más aguda y dolorosa por el estrechamiento creciente de los vínculos transatlánticos».

Continuará.

Original en francés: http://www.cirpes.net/article162.html

Alain Joxe es director de estudios de l’Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales (París) y dirige el Grupo de Sociología de la Defensa. Especialista en estrategia, es el fundador del Centro Internacional de Investigaciones sobre la Paz (CIRPES). Es autor de numerosas obras, entre ellas, Voyage aux sources de la guerre (1990) y L’Amérique mercenaire (1992).

Caty R. y Ferran Muiños Ballester pertenecen a los colectivos de Rebelión y Cubadebate. Caty R. además es miembro de Tlaxcala. Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, la traductora y la fuente.