Europa, una pequeña península del gran continente euroasiático, se extiende geográficamente desde las aguas del Estrecho de Gibraltar hasta los no tan lejanos Montes Urales: una larga cordillera montañosa no muy alta, de unos 2.500 Km en dirección N-S, frontera natural entre Europa y Asia.
La gigantesca extensión de Rusia se encuentra desplegada a ambos lados de dicha frontera montañosa, formando parte de ambos continentes.
La actual escalada de tensiones entre Rusia y la OTAN se derivan de los legítimos intereses de la Federación Rusa, preocupada en la salvaguarda de su integridad territorial, pues existe un alto riesgo de que Ucrania llegue a anexionarse Crimea.
Su principal puerto, Sebastopol, es base de la Armada Rusa y de su flota en el Mar Negro, que comunica con el Mediterráneo.
Tratando de resumir esta problemática compleja, puede afirmarse que tanto Ucrania como Crimea estuvieron históricamente vinculadas a Rusia, con anterioridad a la Gran Revolución Rusa que dio lugar a la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Ucrania fue territorio del Imperio Ruso, y después de la URSS, desde 1793. Anteriormente estuvo en el origen de la propia Rusia. Para un ruso Ucrania es tan rusa como pueda ser española Cataluña para un español.
Tras su disolución, la vieja Ucrania se independizó manteniendo englobada Crimea, hasta que ésta se independizó a su vez en abril de 2014; tras un referéndum, que contó con un SI del 97% y un NO del 3%.
Al día siguiente de su independencia se adhirió voluntariamente a la Federación Rusa. La mayor parte de su población es rusa, tiene como lengua el ruso y desea seguir formando parte de Rusia.
Una parte considerable de la población de Ucrania también es pro rusa, y lo era el gobierno previo a la “revolución de colores” manipulada por occidente. La finalidad de tal “revolución” no fue otra que el apoyo descarado a las fuerzas más ultraconservadoras, que ejecutando un golpe de estado fascista consiguieron implantar en Kiev un régimen neonazi, derrocando al gobierno legítimo.
Esto ocurría en febrero de 2014, lo que provocó una situación de preguerra civil que aún se prolonga. El actual gobierno de Ucrania no disimula su intención de anexionarse Crimea. Su ingreso en la OTAN representaría, por tanto, una amenaza inadmisible para la seguridad de la Federación Rusa, pues, de llegarse a un enfrentamiento con el pretexto de recuperar Crimea, la OTAN intervendría al lado del gobierno de Ucrania.
La OTAN es de hecho una organización político-militar a las ordenes del imperio USA, que es quien manda, poniendo en grave riesgo, con dicha aventura imperialista, a los pueblos del continente europeo.
A raíz de la reciente escalada de amenazas, numerosos analistas han expresado en estos días su punto de vista sobre los riesgos de un conflicto armado en Europa, de consecuencias impredecibles. Entre los expertos que han tratado esta alarmante cuestión, están dos Oficiales, uno del Ejercito (expulsado por su actitud democrática) y otro de Aviación. Se trata de nuestros compañeros Luis Gonzalo Segura y Floren Dimas, que han analizado brillantemente este conflicto en el excelente programa “Un café al frente”, que dirige Luis.
Nuestro compañero Floren, destacado miembro de Militares Antifranquistas y del colectivo ANEMOI, incluyó además en su interesantísimo dialogo con Luis su posición sobre una Ley de Memoria Democrática justa.
Tal Ley sigue siendo extremadamente necesaria y está aún pendiente, 14 años después de los históricos autos del Juez de la Audiencia Nacional Baltasar Garzón sobre los crímenes de la dictadura. Autos que le costaron su procesamiento por parte de una magistratura mayoritariamente franquista, que sigue cerrilmente opuesta a que se apliquen en España las resoluciones de la ONU y del Parlamento Europeo sobre dicha materia.
Los juicios contra el Juez Baltasar Garzón, por sus autos sobre los crímenes del franquismo y su investigación del caso Gürtel, fueron arbitrarios y no cumplieron con los principios de independencia e imparcialidad judicial, según concluyó el Comité de Derechos Humanos de la ONU. El Juez Garzón acabó sufriendo su expulsión de la Magistratura, bajo pretextos vanos.
Desvelaré, a continuación, algunos aspectos técnicos de mis azarosos viajes al Cuartel General de la OTAN en Bruselas, en los años 80, y de los recuerdos que vienen a mi mente, con honda preocupación, en estos días vertiginosos.
Sin embargo, antes de rememorar algunos datos escalofriantes de aquellos días, no me resisto a transcribir unos breves palabras que sobre este grave asunto de la guerra y de la paz dirigí a los compañeros y compañeras del Comité por la Alianza de Trabajadores y Pueblos (CATP) en su reunión celebrada bajo el lema Por los derechos sociales, democráticos y la república el pasado 29 de enero. Lo hice en nombre del colectivo de militares demócratas ANEMOI, del que soy miembro:
“Nuestro colectivo se adhiere a los planteamientos generales del CATP, en particular, nuestra adhesión al manifiesto por el NO a la guerra, emitido el pasado 21 de enero.”
“Estimamos que el cerco de la OTAN a Rusia y las graves provocaciones militares, con la absurda participación de la Armada española, ponen en grave peligro a los pueblos del continente europeo, en particular a España.”
“El riesgo de una escalada militar, una vez declaradas las hostilidades, puede derivar en una confrontación de proporciones devastadoras, incluido el uso del armamento termonuclear existente. Por todo ello pedimos la salida inmediata de la OTAN, y el cierre de las bases militares USA en territorio español.”
“Por otro lado, expresamos también nuestra total adhesión a la posición del CATP en lo referente a la Ley de Memoria Democrática y por el final del corrupto régimen monárquico, que abra paso a la proclamación de la República y el consiguiente desarrollo de un proceso constituyente en libertad.”
Retomando, pues, el hilo del tema que nos ocupa -el serio asunto de la paz amenazada- recordaré, tal como he comentado anteriormente, algunos datos elementales relativos a esa terrible catástrofe que es la guerra.
En los años 80 del siglo pasado, durante mis años de servicio activo en la Armada, tuve ocasión de conocer y de charlar con numerosos militares y científicos de otros países integrados en la OTAN. Mis frecuentes viajes al Cuartel General de la OTAN en Bruselas, como representante de España en uno de los paneles del Comité Científico, me dieron un cierto conocimiento de los desarrollos en curso.
A veces, tras las agotadoras sesiones de trabajo, nos reuníamos a tomar unas cervezas en algunos de los concurridos bares que bordean la Grand Place de Bruselas.
Lejos de las preocupaciones cotidianas, comentábamos informalmente algunas de nuestras inquietudes más inmediatas, como la probable reunificación de Alemania, que algunos estimábamos entonces inminente y esencial para el futuro de Europa.
Un tema recurrente de conversación fue siempre el riesgo no nulo de un holocausto nuclear, ya fuese por accidente, ya fuese por inicio de una guerra entre los dos bloques antagónicos en los que estaba dividido el mundo.
Recordando aquellas conversaciones terroríficas, vienen a mi mente algunos datos de la enorme potencia de las armas termonucleares desarrolladas en los años 50 y 60 del siglo pasado. Esa realidad insoslayable, unida a la existencia actual de un gigantesco bunker subterráneo, situado a escasos kilómetros de Madrid, que constituye el Centro de Operaciones Aéreas Combinadas de la OTAN, arroja un siniestro panorama sobre los riesgos reales que afrontamos. Solo existe en Europa otro Centro militar equivalente, que está situado en Alemania.
La neutralización de la capacidad operativa aérea de la OTAN, en caso de conflicto, requeriría probablemente la destrucción de tal bunker, por parte de la potente capacidad nuclear de la Federación Rusa.
Una explosión termonuclear de 40 megatones sobre Madrid, vitrificaría la capital y arrasaría la Comunidad, provocando 5 millones de víctimas; es decir, matando el 75% de su población. Los desechos radiactivos dispersados afectarían, en mayor o menor medida, a toda España, pudiendo llegar con suficiente letalidad a Galicia.
Algo nada descartable en el caso de que Rusia fuese atacada por la OTAN, como consecuencia de la integración de Ucrania en la Alianza. El desencadenante del conflicto estaría provocado por la voluntad de Ucrania de anexionarse Crimea, que sigue considerándola absurdamente de su propiedad.
Sin embargo, Sebastopol -su principal puerto- es base de la Armada Rusa y de la flota en el Mar Negro; y que, como he citado anteriormente, es su única vía de comunicación con el Mediterráneo, y por tanto con el Océano, pues de los importantes puertos situados en el Mar Báltico -San Petersburgo y Kaliningrado-el primero se hiela de noviembre a abril, dificultando el trafico marítimo, siendo el importante enclave de Kaliningrado el único que permanece accesible todo el año.
De producirse un evento nuclear, como el ya indicado, sería algo bastante más serio que el accidente ocurrido en Palomares, en donde colisionaron un avión cisterna y un bombardero estratégico de los USA, en 1966. En aquel incidente cayeron cuatro bombas termonucleares en la costa de Almería, que no llegaron a explosionar.
Sin embargo, quedaron contaminadas sus tierras con plutonio, cuyos residuos aún no han sido completamente retirados. El plutonio es uno de los elementos más tóxicos para el ser humano, su vida media es de 6.560 años. Se transmuta en americio por decaimiento radiactivo, depositándose en los huesos produciendo cáncer.
Contaminación radiactiva de cuyo riesgo viene advirtiendo nuestro compañero José Ignacio Domínguez, Teniente Coronel de Aviación, veterano dirigente de la Unión Militar Democrática (UMD) y Vicepresidente del FMD.
El Reino de España, siempre servil con el imperialismo USA, saca pecho cada vez que tiene oportunidad de ello, en contra de los intereses del pueblo llano, que acaba siendo martirizado. Así ocurrió tras la infame foto del trio de las Azores.
Conviene tener en cuenta, por tanto, que, en el caso de iniciarse una agresión a Rusia por parte de la OTAN, las “víctimas colaterales” ya no se contarían por centenares, sino por millones.
Sin embargo, es impensable una agresión inmediata de Rusia a la Unión Europea. De producirse, se trataría en todo caso de una invasión parcial de Ucrania. La finalidad de tal operación sería preventiva, frenando de ese modo en seco una posible invasión de Crimea.
De estar integrada Ucrania en la OTAN, la respuesta de ésta sería obligatoriamente automática y sus operaciones aéreas estarían en parte coordinadas por el Pentágono… desde Madrid.
La ministra Dña. Margarita Robles, que presume de músculo militar emulando al Sr. Aznar, es un serio peligro. Esperemos que no acabemos lamentándolo, pues, de darse tal improbable conflagración, es evidente que no quedaría nadie en Madrid para contarlo.
La seguridad de la Unión Europa, y por tanto la de España, pasa por la actuación eficaz de las diplomacias francesa, alemana y rusa, mucho más conscientes de los riesgos e intereses de Europa que los insensatos vasallos del Reino de España, tan serviles que siempre piensan como su amo.
Manuel Ruiz Robles es Capitán de Navío de la Armada, miembro de la UMD y del colectivo ANEMOI
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