(*) Traducido para Rebelión por Caty R.
Mientras que la estación que vio emerger muchedumbres en las calles árabes no tenía nada que ver con la primavera, Birmania nos ofrece una auténtica «revolución primaveral» sin «¡váyanse!» ni «¡fuera!». Más todavía, el cambio innegable que experimenta en la actualidad la vida política birmana se está operando sin la ayuda de Facebook, Twiter u otras redes sociales, herramientas de protesta por excelencia de las «primaveras árabes». Sin embargo las revoluciones árabe y birmana presentan una sorprendente sincronía: la primera comenzó con la trágica autoinmolación a fuego de Mohamed Bouazizi, el 17 de diciembre de 2010, y la segunda con la liberación de la militante Aung San Suu Kyi por la junta militar birmana el 13 de noviembre de 2010, es decir, un mes antes. ¿Cómo explicar la flagrante diferencia entre los modos operativos de las profundas transformaciones del panorama político de esas dos regiones del mundo
Para ello tenemos que remontarnos a veinte años antes, la época en la que los disidentes birmanos no consiguieron llevar a cabo la primera de las revoluciones de colores.
Las revoluciones de colores
Las revoluciones de colores se refieren a las revueltas que sacudieron algunos países del Este o antiguas repúblicas soviéticas a principios del siglo XXI. Es el caso de Serbia (2000), Georgia (2003), Ucrania (2004) y Kirguistán (2005). Es de dominio público que aquellas revoluciones fueron financiadas, enmarcadas y apoyadas por los organismos estadounidenses de «exportación de la democracia» como el United States Agency for International Development (USAID), el National Democratic Institute for International Affairs (NDI), la Freedom House (FH) o el Open Society Institute (OSI) (1).
Esas revoluciones estuvieron lideradas por movimientos que agrupaban a jóvenes activistas locales, pro occidentales, formados, que luchaban por la democratización de sus países. Todos esos movimientos que consiguieron derrocar los regímenes autocráticos establecidos utilizaron los métodos de acción no violentos teorizados por el filósofo estadounidense Gene Sharp y aplicados por Robert Helvey, un excoronel del ejército estadounidense, especialista en acciones secretas y decano de la Escuela de Formación de Agregados Militares de las Embajadas Estadounidenses (2). Fue ese militar quien formó a los activistas serbios del movimiento «Otpor» el cual, una vez barrido de la escena política el régimen de Milosevic, fundó a su vez el «Center for Applied Non Violent Action and Strategies» (CANVAS), bajo la dirección de Srdja Popovic. Este centro, financiado por los organismos estadounidenses de «exportación de la democracia» (3) se especializó en la formación en la lucha no violenta. Se ocupó tanto de la formación de los disidentes de las demás revoluciones de colores como de los activistas tunecinos y egipcios, aquéllos incluso que desempeñaron un papel decisivo en la caída de los regímenes de Ben Alí y Mubarak, respectivamente (4)
Gene Sharp, clandestino en Birmania
Los métodos de acción no violentos preconizados por Gene Sharp están en su libro De la dictadura a la democracia, traducido a 25 idiomas, incluidos el árabe y el birmano. De hecho, para ser más preciso, ese libro no está escrito para los activistas serbios, sino para los disidentes birmanos. En efecto, la primera versión de la obra data de 1993. En esa época Aung San Suu Kyi estaba en arresto domiciliario tras las revueltas de 1988 que causaron casi 3.000 víctimas.
Robert Helvey, agregado militar en la embajada estadounidense de Rangún entre 1983 y 1985, conoció a Gene Sharp en Harvard con ocasión de una beca de investigación. Se inició en las teorías del filósofo y se convirtió en un adepto a la no violencia. En 1992 se retiró y se consagró a la enseñanza de la resistencia pacífica a los revolucionarios birmanos. En 1992 organizó la entrada clandestina por barco de Gene Sharp en Birmania. «Aquí estábamos en esta selva, leyendo los trabajos de Gene Sharp a la luz de las velas», recuerda (5, 6). Fue tras esta aventura cuando nació la primera versión del libro De la dictadura a la democracia.
Entre 1992 y 1998 Helvey efectuó 15 viajes a Birmania durante los cuales se entrevistó con más de 500 miembros del Consejo Nacional de la Unión de Birmania, un grupo de organizaciones birmanas pro democráticas, e impartió cursos sobre la teoría de Gene Sharp (7).
Pero fue en vano. Todos los esfuerzos desplegados por los organismos estadounidenses de promoción de la democracia y todos los financiamientos de los movimientos revolucionarios birmanos que se sucedieron durante muchos años estuvieron destinados al fracaso. Preguntado sobre este fiasco, Gene Sharp invoca varias razones, incluida la existencia de un mini-ejército en cada uno de los grupos de oposición: «Todos los grupos armados pensaban que podrían vencer al ejército, pero pienso que era una opinión estúpida por su parte, que el ejército era más grande, más fuerte y tenía más armas» (8).
A principios de los años 2000, la atención «pro democrática» estadounidense se volvió hacia los países del Este y a las antiguas repúblicas soviéticas, y al contrario del caso birmano el éxito del enfoque no violento de Sharp fue rotundo. Eso no quiere decir en ningún caso que Estados Unidos perdiera el interés por Birmania, muy al contrario. En efecto, un comunicado de prensa publicado por el Departamento de Estado estadounidense en 2003 señalaba que «Estados Unidos apoya a las organizaciones como la National Endowment for Democracy (NED), el Open Society Institute (OSI) e Internews, que trabajan dentro y fuera de la región en un amplio abanico de actividades de promoción de la democracia». Y añadía: «La NED está en la vanguardia de nuestros esfuerzos para promover la democracia y la mejora de los derechos humanos en Birmania desde 1996. Aportamos 2,5 millones de dólares en el ejercicio de 2003 (…). La NED utilizará esos fondos para apoyar a las organizaciones pro democráticas birmanas y las de las minorías étnicas» (9). Las actividades de esos organismos estadounidenses de «exportación de la democracia» citados por el Departamento de Estado se detallan en el informe de 2006 del «Burma Campaign UK» (10).
En 2007, la «revolución azafrán», por el color del hábito de los monjes budistas que se unieron a la protesta social, fue la mayor manifestación popular birmana desde los disturbios de 1988. A ese respecto, FW Engdahl escribe: «La «revolución azafrán» en Birmania, así como la «revolución naranja» en Ucrania o la «revolución de las rosas» en Georgia y las diversas revoluciones de colores incitadas estos últimos años contra los países que rodean estratégicamente a Rusia, es un ejercicio bien orquestado por parte de Washington para cambiar los regímenes» (11).
La no violencia según Aung San Suu Kyi
Aung San Suu Kyi, icono de la lucha contra la junta birmana y galardonada con el Premio Nobel de la Paz en 1991, ha pasado alrededor de 15 de los últimos 20 años privada de libertad. Promoviendo también ella un enfoque auténticamente no violento, no busca el enfrentamiento con los militares. «Yo no deseo la caída de los militares», declaró tras su liberación. «Deseo que los militares se alcen a las alturas plenos de dignidad, profesionalidad y auténtico patriotismo» (12).
Hay que recordar que su padre, el general Aung San, además de un héroe de la independencia birmana, también está considerado como el fundador de «Tatmadaw», el poderoso ejército birmano (13). Pero esa «docilidad» de la «Dama de Rangún» probablemente tiene menos de un hipotético factor hereditario que de un conocimiento profundo de las fuerzas presentes y de las reglas del juego político birmano. ¿Cómo no resignarse? Los años de activismo político apoyado por los muy poderosos organismos estadounidenses pro democracia no consiguieron repetir en Birmania lo que se consiguió fácilmente en Serbia, Ucrania, Georgia, Kirguistán y más recientemente en Túnez y en Egipto.
A la liberación de Aung San Suu Kyi en noviembre de 2010 le siguió la autodisolución de la junta militar en marzo de 2011 y una liberalización inesperada del campo político birmano por un poder que se calificaba de «civil» pero que en realidad seguía ampliamente en manos de los antiguos caciques del régimen. Sin embargo, las múltiples señales de apertura del gobierno (14), las sucesivas reformas y el brillante éxito del partido de Aung San Suu Kyi, la Liga Nacional para la Democracia (LND), en las últimas elecciones primaverales son muy buenos augurios. Hay que rendirse a la evidencia de que arrebatar 44 de los 45 escaños vacantes parecía un milagro hace apenas unos meses.
Primavera árabe frente a primavera birmana
Ahora es importante señalar que el enfoque no violento de la «Dama de Rangún», bien sea ideológico o circunstancial, es diferente del teorizado por Gene Sharp y popularizado por Robert Helvey y el CANVAS. En efecto, no solo Aung San Suu Kyi no pretende enfrentarse a los militares ni juzgarles (15), sino que además lucha en un auténtico partido con militantes, ejecutivos y, sobre todo, con un programa político bien definido.
En términos absolutos, la debilidad del modus operandi de la visión de Sharp de la revolución no violenta viene del hecho de que los jóvenes disidentes o ciberactivistas formados en ese enfoque sólo sirven para desestabilizar el régimen y expulsar a los dirigentes establecidos. Una vez que cumplen su misión su papel se termina, porque no tienen base política ni otro programa salvo descabezar al gobierno. A menos, claro, que eso forme parte de la estrategia de los organismos que mueven los hilos entre bastidores.
Aprovechando el vacío de poder, son las formaciones políticas más estructuradas, a menudo muy antiguas y perseguidas por los regímenes establecidos, las que colman el vacío dejado por decenios de régimen autocrático. Entonces se apoderan de las riendas del poder en detrimento de los activistas que entregaron su juventud, su pasión, su compromiso y a veces su vida por la que consideraban su causa. Es la situación que podemos observar actualmente en Túnez y en Egipto, que deja un regusto de amargura y una sensación de inacabado a los que desafiaron todos los peligros y durante semanas invadieron la avenida Bourguiba y la plaza Tahrir.
Al comentar el papel de Aung San Suu Kyi en su lucha paciente, obstinada y perseverante contra los militares birmanos, Gene Sharp expresaba, en marzo de 2011, una crítica apenas velada de su enfoque: «Aung San Suu Kyi, con todas sus cualidades maravillosas, su heroísmo y su inspiración para aquéllos que creen en los derechos democráticos y en los derechos de las personas birmanas, no es una estratega, es una lideresa moral. Eso no basta para planificar una estrategia» (16).
Hay que reconocer que la actualidad política birmana está demostrando lo contrario al filósofo estadounidense y mostrándole que la estrategia de la Pasionaria de Rangún, aunque es intrínsecamente más lenta y más laboriosa, tiene la ventaja de posicionar a los auténticos protagonistas del cambio en el panorama político, y sobre todo ahorra vidas. Las cifras son elocuentes al respecto: al contrario del recuento macabro que acompañó la Primavera Árabe, no se ha contado ninguna víctima en Birmania desde noviembre de 2010, fecha de la liberación de la famosa disidente birmana.
El pasado mes del junio Aung San Suu Kyi declaró que «la Primavera Árabe es una inspiración para el pueblo birmano» (17). Tal como van las cosas en Birmania y a la vista de lo que ha nacido de la Primavera Árabe, es muy probable que en un futuro próximo los pueblos árabes expresen una opinión similar, pero con respecto a la primavera birmana. Mientras tanto, se prevé un acontecimiento histórico en Birmania: Aung San Suu Kyi se sentará por primera vez en el Parlamento el 23 de abril de 2012. Una verdadera eclosión primaveral
Notas:
(1) Ahmed Bensaada, «Arabesque américaine: Le rôle des États-Unis dans les révoltes de la rue arabe», Michel Brûlé, Montreal (2011), Synergie, Argel (2012).
(2) Ahmed Bensaada, «Libye: les limites de la théorie de la non-violence de Gene Sharp«, Le Grand Soir, 21 de septiembre de 2011.
(3). Ahmed Bensaada, «Le rôle des États-Unis dans les révoltes de la rue arabe: le cas de l’Égypte«, Mondialisation, 24 de febrero de 2011.
(4) Ahmed Bensaada, «Arabesque américaine: Le rôle des États-Unis dans les révoltes de la rue arabe», Op. Cit.
(5) Sheryl Gay Stolberg, «Shy U.S. Intellectual Created Playbook Used in a Revolution«, The New York Times, 16 de febrero de 2011.
(6) David Caviglioli, «Le gourou des révolutions arabes«, Le Nouvel Observateur, 11 de marzo de 2011.
(7). John Bacher, «Robert Helvey’s Expert Political Defiance«, Peace Magazine, abril-junio de 2003.
(8) Simon Roughneen, «Gene Sharp: Why Burmese Resistance Has Failed So Far«, The Irradaway, 22 de marzo de 2011.
(9) U.S. Department of State, «Report on Activities to Support Democracy Activists in Burma as Required by the Burmese Freedom and Democracy Act of 2003«, Bureau of East Asian and Pacific Affairs, 30 de octubre de 2003.
(10) The Burma Campaign UK, «Failing the People of Burma. A call for a review of DFID policy on Burma«, diciembre de 2006.
(11) F. William Engdahl, «Burma Regime Change – The Geopolitical Stakes of the Saffron Revolution«, The Market Oracle, 15 de octubre de 2007.
(12) AFP, «Aung San Suu Kyi prône une «révolution non violente»«, Le Point.fr, 15 de noviembre de 2010.
(13) AFP, «Birmanie: le père d’Aung San Suu Kyi, défunt héros d’une campagne familiale«, Le Figaro.fr, 28 de marzo de 2012.
(14) Antoine Clapik, «Le pouvoir birman multiplie les ouvertures«, Le Monde, 13 de enero de 2012.
(15) Le Monde.fr con AFP, «Aung San Suu Kyi ne veut pas d’un procès contre l’ancienne junte birmane«, 23 de febrero de 2012.
(16) Simon Roughneen, «Gene Sharp: Why Burmese Resistance Has Failed So Far», Op. Cit.
(17) AFP, «Aung San Suu Kyi: le «printemps arabe» est une «inspiration» pour les Birmans«, L’Express, 28 de junio de
(*) Ahmed Bensaada, doctorado en Física, profesor y escritor argelino, vive en Canadá desde hace 22 años. Enseña Física en escuelas e institutos, escribe artículos políticos y sociales en diversas publicaciones y es autor de varios libros. Su web es: http://www.ahmedbensaada.com/
Fuente: http://www.legrandsoir.info/le-printemps-birman.html