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Entrevista con la sindicalista Ellen David Friedman

La situación de la lucha de clases en China

Fuentes: Socialist Worker

Desde que estalló la crisis económica global en 2008, China ha conocido un fuerte aumento de las luchas obreras y populares, tanto en Hong Kong como en el territorio continental. Ellen David Friedman, sindicalista de la Asociación Nacional de la Enseñanza en Vermont (EE UU), cofundadora del Partido Progresista de ese Estado y miembro del […]

Desde que estalló la crisis económica global en 2008, China ha conocido un fuerte aumento de las luchas obreras y populares, tanto en Hong Kong como en el territorio continental. Ellen David Friedman, sindicalista de la Asociación Nacional de la Enseñanza en Vermont (EE UU), cofundadora del Partido Progresista de ese Estado y miembro del Comité Político de Labor Notes, ha colaborado en la última década con activistas sindicales en Hong Kong y el territorio continental de China. Ha conversado con Ashely Smith sobre la dinámica y la naturaleza de estas luchas.

¿Cómo te implicaste en el activismo sindical en China?

El motivo inmediato de mis primeros viajes a China, en los años 2002 y 2003, fue el hecho de que mi hijo estaba estudiando allí. Muy pronto conocí a activistas del movimiento obrero en el territorio continental y en Hong Kong. Empecé a colaborar con académicos, abogados laboralistas, periodistas y miembros de organizaciones no gubernamentales (ONG), y también cada vez más con estudiantes. A comienzos del año académico de 2005-2006 conseguí, a través de unos colegas, un puesto de profesora invitada en la Universidad Sun Yat-sen (SYSU) de Guangzhou. Desde entonces he seguido visitando el país todos los años durante un cuatrimestre, y este ha sido el primer año en que no he ido. Gracias a mi actividad como profesora de estudios sindicales en la SYSU pude conocer a diversos sectores del movimiento obrero. En todos estos años he trabajado intensamente con algunos reformadores de los sindicatos y activistas de ONG laboralistas, especialmente en el sur de China, aunque también en Pekín.

En uno de los proyectos más importantes, estuve trabajando con un catedrático del departamento de ciencias políticas de la SYSU con el propósito de poner en marcha un centro internacional de estudios sobre el movimiento obrero en colaboración con el centro de estudios del trabajo de la Universidad de California en Berkeley. Este programa es el único de esta especie que existe en China y ha resultado sumamente productivo y efectivo en los últimos cinco años. Ha organizado numerosas investigaciones, publicaciones académicas, talleres, seminarios, conferencias, intercambios entre sindicalistas, académicos, estudiantes y activistas de base en China y sus homólogos extranjeros, principalmente de EE UU y Alemania, aunque también de otros muchos países, incluida una incipiente relación muy prometedora con sindicalistas y académicos progresistas de Japón. El gobierno, sin embargo, la cortó el pasado mes de noviembre.

Una de las cosas que has organizado ha sido una gira de los trabajadores portuarios de Hong Kong. ¿Qué significado tuvo su lucha?

Hace dos años protagonizaron una huelga sumamente importante, que lo fue por varias razones. A pesar de que Hong Kong está siendo reabsorbida por el gobierno central chino, hoy por hoy todavía existe allí bastante pluralismo y cierta autonomía, lo que significa que en el mundo del trabajo existen tres o cuatro federaciones sindicales de peso. La más grande es de lejos la Federación de Sindicatos de Hong Kong (HKFTU), que se identifica con la Federación de Sindicatos de toda China (ACFTU), un sindicato favorable a Pekín y a las patronales. La segunda en tamaño parece ser la Confederación de Sindicatos de Hong Kong (HKCTU), que es favorable a la independencia y a la democracia.

En el puerto existe lo que podríamos calificar de pluralismo sindical, pues algunos trabajadores están afiliados a la HKCTU y otros a la HKFTU. Los portuarios de la HKCTU protagonizaron una huelga heroica. Todos trabajan para contratistas independientes, pero el enemigo real era Li Ka-shing, uno de los hombres más ricos del mundo y un oligarca de tomo y lomo. Es propietario de alrededor del 70 % de los atracaderos portuarios en Hong Kong y muchas otras partes de toda Asia. La huelga de los trabajadores portuarios también fue una importante batalla política. Recibió un apoyo amplísimo por parte de la sociedad, particularmente de los estudiantes. Conocí personalmente a algunos de los líderes de aquella huelga y conseguí que vinieran a hablar en la conferencia de Labor Notes de 2014 en Chicago y realizar acto seguido una gira por los puertos de la costa oeste bajo los auspicios de la ILWU (sindicato de estibadores de EE UU) y otros sindicatos y organizaciones de izquierda y progresistas.

¿Cuál es la situación general de la lucha de clases en China?

En primer lugar, hemos de entender que en la parte continental de China la clase trabajadora no tiene sus propios sindicatos independientes; la ACFTU es el único sindicato legal desde la revolución de 1949. El gobierno ha reprimido todo intento de desarrollar sindicatos independientes, especialmente desde que aplastó el levantamiento de la plaza Tiananmen en 1989: se trataba de poner coto al desarrollo de federaciones autónomas, que se habían formado al amparo del movimiento democrático. Desde entonces ha habido pocos intentos de crear sindicatos independientes. Lo que más se le acerca es que en algunas huelgas los trabajadores reivindican la elección directa de sus propios delegados sindicales de la ACFTU en la empresa, es decir, en el escalón inferior. Esto representa un desafío interno para los burócratas de la ACFTU controlada por el gobierno, que no desempeña ningún papel que pudiéramos decir que tiene algo que ver con la lucha de clases. Por tanto, la demanda de elecciones expresa el deseo de los trabajadores de hacer que el sindicato luche por sus intereses.

Esta reivindicación en concreto adquirió un enorme impulso tras la oleada de huelgas de 2010. Aquellas huelgas mostraron cómo entendían los trabajadores su dominio de la producción. Comenzó con una huelga en una fábrica de transmisiones para el automóvil -se trataba de una filial de Honda- en un distrito denominado Nanhai. Los 2000 huelguistas eran en su mayoría aprendices de la escuela técnica, de 20 a 21 años de edad en promedio. Estaban familiarizados con el uso de internet, de modo que investigaron sobre Honda y descubrieron que era una empresa muy rentable. Vieron que los trabajadores que desempeñaban la misma tarea en Japón cobraban cincuenta veces más que ellos. También descubrieron que el sistema de producción «just in time» les brindaba una gran oportunidad para paralizar toda la industria automovilística. Se dieron cuenta de que si suspendían la producción en cualquiera de las plantas que fabricaban piezas podían paralizar todas las fábricas de montaje. De modo que cuando bloquearon las fábricas de piezas, al cabo de tres o cuatro días ya cesó la producción en cuatro plantas de montaje y cientos de otras fábricas de piezas. Honda dejó de ingresar miles y miles de millones de dólares.

Esto desencadenó una oleada de huelgas en la industria auxiliar del automóvil. Nadie conoce el número real, pero probablemente afectó a centenares de fábricas. Una demanda «infecciosa» de esas huelgas fue la de la elección directa. Diré también que una de las cosas más alentadoras e importantes que vimos es que en los casos en que los trabajadores pudieron elegir a su propia dirección, esos nuevos delegados se tomaron en serio, en la medida de sus posibilidades, la tarea de representar a quienes los eligieron. En las fábricas en que los delegados sindicales han sido elegidos hay algo que se asemeja hasta cierto punto a una negociación colectiva real. Esto contrasta con el «aquí no pasa nada» habitual. En la gran mayoría de lo que se entiende por negociaciones en China, el representante oficial del sindicato se reúne con el jefe de personal de la empresa y firma un documento que certifica que se pagan los salarios mínimos y se cumplen otras normas legales. Por tanto, que los trabajadores fuercen una negociación colectiva incipiente ya es un avance notable.

Las huelgas en China han sido endémicas desde mediados de 1990, con la primera oleada de privatización de empresas públicas. Las luchas crecen y decrecen en función de diversos microfactores económicos, pero han proliferado de modo contante durante los últimos veinte años entre los trabajadores migrantes con reivindicaciones diversas.

¿Cuáles son las nuevas pautas que siguen las luchas actuales?

La fase más reciente se caracteriza por plantear reivindicaciones que tienen que ver con el impago de salarios y retrasos en el pago de las cotizaciones a la seguridad social en fábricas que están cerrando. Hay muchas empresas que bajan la persiana, particularmente en la región del delta del río Perla, en el sudeste del país. Esto se debe en parte a la desaceleración económica que trajo la crisis en 2008, y en parte a la decisión del gobierno de reducir los subsidios que se habían otorgado para atraer todas esas industrias intensivas en mano de obra y de baja gama. Ahora quieren que se vayan al interior del país, de modo que eliminan subsidios como las desgravaciones fiscales, rebajas del precio del agua y de la energía, creación de infraestructuras, apoyo logístico, etc. Muchas pequeñas empresas operan con un margen de beneficio tan reducido que realmente no pueden autosostenerse.

Cuando cierran y se van, no pagan el finiquito correspondiente ni los salarios atrasados. A menudo, los trabajadores también se enteran de que no han pagado las correspondientes cotizaciones a la seguridad social durante 10, 15 o 20 años. De este modo, los trabajadores afrontan el súbito desempleo sin esperanza de cobrar los atrasos ni los subsidios del seguro que les permitan capear el temporal hasta encontrar otro empleo. Estas son las circunstancias que han llevado a la ola de huelgas en el sudeste, si bien hay que señalar que hay huelgas en todas partes, incluido el interior del país y en todos los sectores. Han parado maestros, taxistas, conductores de autobús, pilotos de avión, empleados de supermerdados y trabajadores de banca. Ha habido huelgas incluso en el Ejército de Liberación Popular. Estamos asistiendo realmente a una amplia movilización de los trabajadores y trabajadoras.

¿Hasta qué punto estas luchas son una reacción a la subcontratación y el traslado de fábricas a los demás países del sudeste asiático? ¿Tiene algo que ver este hecho con la oleada de huelgas?

La prensa occidental ha hecho mucho ruido con esto, pero por lo que yo he observado, no constituye el factor principal. Está claro que los patronos blanden esta amenaza para intentar mantener bajos los salarios en China. Y una parte del capital se está deslocalizando, desde luego. Sin embargo, tal como lo veo yo, esta no será nunca una amenaza grave para China, ya que este país ofrece al capital unas condiciones que simplemente no son posibles en ninguna otra parte del sudeste asiático. Y esto por varias razones. En primer lugar, China tiene un régimen autoritario bastante competente y cuenta con una infraestructura muy desarrollada. En segundo lugar, posee una reserva de mano de obra prácticamente inagotable, mejor educada y más sana que la del resto de la región. También es la economía más grande de la región.

En esta oleada de huelgas que has descrito, ¿se plantean cuestiones más amplias sobre el cambio social?

No mucho, y diré algunas cosas al respecto. Una es que a diferencia de los países de Europa Occidental, América del Norte o América Latina, que han conocido todos, en mayor o menor grado, algún proceso democrático con sus respectivas instituciones, no ocurre lo mismo en Asia, salvo en los países que fueron ocupados, como Corea y Japón. Por tanto, no cuentan con una experiencia histórica en que inspirarse. Los impulsos a favor de la democracia, me parece, son débiles y dispersos. La segunda es que China tiene una tradición estatal paternalista que dedica una parte significativa del excedente que genera la economía a mantener la estabilidad social y el sustento de la población. Este ha sido el caso bajo varios regímenes y distintas estructuras económicas durante más de 2000 años. Así, tanto bajo los sucesivos emperadores como en el periodo maoísta o la extraña economía mixta capitalista de Estado actual, el Estado aporta algún pequeño subsidio en efectivo o cierta ayuda a la vivienda. También asegura que siempre haya trabajo para la gente. Y los campesinos siguen disponiendo, al menos sobre el papel, de sus propias tierras. Ante todo conviene recordar que los trabajadores y campesinos en China son en su gran mayoría pobres. Esto significa que lo que más preocupa a la gente es sobrevivir.

Estos factores combinados frenan hoy por hoy la generalización de las luchas locales para plantear una transformación social más amplia. De ahí que en las luchas obreras no se formulen demandas políticas en este sentido. Estas solo se plantean, en todo caso, en las redes sociales. La gente está muy interesada en saber qué está sucediendo y en compartir la información. Esta es una parte muy dinámica de la sociedad china en estos momentos, pero no deja de ser un nivel muy básico de generalización política. El gobierno está al tanto de este fermento en las redes sociales y espera mantenerlo a raya asegurando el crecimiento económico y prometiendo futuras mejoras del nivel de vida de la gente. Le preocupa mucho que la desaceleración económica pudiera dar lugar a quejas más amplias sobre la sociedad china y su Estado. De momento ha logrado parar un proceso de este tipo.

Una de las luchas más importantes que han tenido lugar recientemente ha sido la «revuelta de los paraguas» en Hong Kong. ¿Cuáles son las raíces y la dinámica de est lucha?

La revuelta de los paraguas tiene sus raíces en los hechos acaecidos en los últimos cuatro o cinco años. Muchas personas sitúan su inicio en el arranque del Scholarism Movement, en el que los estudiantes universitarios se movilizaron contra el intento del gobierno central de imponer un «plan de estudios nacional» en Hong Kong. Ha habido muchas otras escaramuzas en esta batalla contra la absorción. La gente se ha resistido a la imposición de la lengua cantonesa y, por supuesto, no ha dejado de luchar por la defensa del sufragio desde el traspaso de la ex colonia británica a China. Por tanto, los estudiantes están acostumbrados a la agitación política constante y han podido acumular experiencias en la lucha, la estrategia y la táctica.

El segundo factor importante es que las universidades de Hong Kong, como ocurre también en Quebec, cuentan con una larga historia de politización. Es una historia complicada. Muchos estudiantes eran procomunistas en 1949, pero tras el triunfo de la revolución, las autoridades de Hong Kong lanzaron una purga anticomunista. Hubo mucha confusión y desorientación en la izquierda durante las décadas de 1960 y 1970, pues la gente trataba de imaginar qué estaba ocurriendo en China durante la «revolución cultural». Entonces, cuando se inició el movimiento por la democracia en los años ochenta, muchos sindicatos estudiantiles de Hong Kong lo apoyaron. Sin embargo, después de lo de Tiananmen todo se hundió. Desde entonces, las universidades se despolitizaron en gran medida.

De modo que la «revuelta de los paraguas» supuso un avance alentador e importante. No cuentan con muchos activistas de la generación anterior para ayudarles y servirles de guía, ya que muchos de ellos cayeron en la confusión y la desilusión. Sin embargo, existe un sector de jóvenes académicos que se juntaron en un grupo llamado Izquierda 21 y que fueron quienes propiciaron desde el activismo estudiantil el apoyo a los trabajadores portuarios de Hong Kong. Las cuestiones que dieron lugar a la «revuelta de los paraguas» son similares a las de las «acampadas» de otros muchos lugares. Los estudiantes y la juventud en general están bastante indignados de que sus mayores no hayan sabido llevar las cosas suficientemente bien para que ellos tengan acceso tanto a la educación como al sustento, es decir, a una vivienda y a la posibilidad de mantener una familia. El coste de la vivienda es absurdo en Hong Kong. Estos jóvenes observan el tremendo aumento de la desigualdad. Es difícil fracasar en Hong Kong, no en vano es uno de los centros del capital mundial, pero la gente no puede comprarse su propio piso e irse de la casa de sus padres.

Luego está la cuestión del sufragio. Finalmente, está también el hecho de que la gente está muy en contra de que Hong Kong sea absorbida por la parte continental del país. Esta actitud tiene un aspecto positivo, aunque también tiene uno negativo. Algunas partes del movimiento expresan una forma de racismo anticontinental de nuevo cuño. Hubo carteles que podían verse durante meses en Hong Kong en los que se asimilaba a los visitantes del continente como langostas que acudían a comprar productos de consumo porque a los chinos ricos del continente les resulta más barato comprar bienes de consumo en Hong Kong. Este racismo generará divisiones destructivas en el movimiento.

En suma, existe un fuerte impulso a la movilización, pero la infraestructura política correspondiente no es estable ni mucho menos. En el movimiento democrático hay toda clase de fuerzas que tienen intereses diversos, incluidos los grandes capitalistas de Hong Kong, que tratan de utilizar el movimiento como base de apoyo para lo que saben que finalmente será una negociación con los grandes capitalistas de la parte continental. Una vez disuelta la ocupación, el jefe del ejecutivo de Hong Kong y algunos miembros de su consejo legislativo tomaron la insólita decisión de criticar públicamente a algunos de los líderes estudiantiles y pedir a los administradores universitarios que los sancionaran expulsándolos. Esto causó una ola de desaprobación en la sociedad; la gente piensa que es ir demasiado lejos. Los activistas de izquierda de Hong Kong se tomaron muy en serio esa movilización. Se implicaron prestando su apoyo fraternal y siendo conscientes de su papel, pero sin tratar de condicionar a los estudiantes; ayudaron a desarrollar el pensamiento de los estudiantes, así como su estrategia y sus tácticas. He de decir que admiro su labor. Muchos de ellos me parecen ahora un tanto consternados; les preocupa que el legado del movimiento acabe convirtiéndose en una escueta lista de demandas electorales que no guarden relación alguna con las injusticias económicas.

¿Cómo interpretas la detención de las feministas en China? Representa esto el comienzo de un nuevo movimiento?

Yo no diría que existe un movimiento feminista en la China continental, aunque sí existen grupos de personas que tratan de plantear temas relacionados con la desigualdad de género. La detención de estas cinco feministas es difícil de comprender, pues no se sabe por qué el gobierno ha decidido correr el riesgo de una censura global. En todo caso, probablemente ahora ha aumentado el potencial de un movimiento feminista a raíz de esas detenciones. Muchas mujeres jóvenes se lo están pensando y se plantean cuestiones, y las medidas del gobierno han ayudado seguramente a despertar su conciencia.

¿Existe alguna manera de que los y las activistas de izquierda de EE UU puedan impulsar la solidaridad con el movimiento obrero y otros movimientos sociales en China?

Sí, aunque es muy difícil. Por ejemplo, si se produce una huelga significativa, o algún hecho como la detención de las feministas, es importante movilizar a la gente en nuestros propios sindicados, nuestras propias organizaciones políticas, nuestras propias universidades y nuestros propios grupos estudiantiles, para que emitan declaraciones. Esto es fundamental, aunque su efecto en general es escaso, ya que no parece que al gobierno chino le preocupen mucho estas cosas. En el caso de las luchas obreras, la forma instrumental de solidaridad en la que solemos pensar resulta bastante compleja en el contexto chino. En otros países es más fácil organizar un apoyo real. Por ejemplo, hace año y medio hubo una huelga en una fundición de aluminio de Rio Tinto en el norte de Quebec. Algunos militantes de Vermont fueron para allí, invitaron a venir a huelguistas que participaron en mítines, se organizaron colectas, cosas por el estilo. Esto es imposible en el caso de China. Hay huelgas importantes, pero no hay interlocutores al otro lado de la línea para contactar con ellos.

Hay oportunidades que deberíamos aprovechar. Los progresistas, activistas y académicos sinoamericanos están llamados a desempeñar un papel importante en el establecimiento de vínculos intelectuales y organizativos. Es posible organizar intercambios y visitas. Esperamos que por lo menos esto contribuya a ampliar el sentido de la interpenetración de los países y sus economías, a crear relaciones, compartir estrategias y tácticas que ojalá, llegado el momento, permitan abrir espacios y conexiones para organizar formas de solidaridad más importantes.

Fuente: http://socialistworker.org/2015/04/22/contours-of-chinas-class-struggle