La nueva política norteamericana no descarta la utilización de armamento atómico.
Los Estados Unidos de América son un Estado delincuente, y el mundo lo sabe desde hace mucho tiempo. La decisión de Truman, en 1945, con el apoyo explícito del Pentágono, de lanzar las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki no tenía justificación militar porque Japón ya estaba derrotado, pero inauguró una nueva era en la historia de la humanidad: Estados Unidos mostró desde entonces su más agresivo rostro imperialista, iniciando otras guerras, invadiendo países y llevando a la muerte a millones de personas. Por fortuna, ningún otro país del mundo ha sido capaz de lanzar bombas atómicas sobre la población civil como hizo Estados Unidos, pero el planeta vive encima de un gigantesco barril de pólvora, y en Washington emerge a veces la tentación Truman.
Desde 1945, el mundo ha estado en varias ocasiones al borde del apocalipsis atómico. El colérico general MacArthur, un criminal de guerra, planteó en 1950 lanzar bombas atómicas contra Corea del Norte y China; la tentación Truman apareció otra vez durante la crisis de los misiles en 1962, con Cuba y Turquía en el escenario. Mientras minaba los puertos vietnamitas, Nixon llegó a convocar al embajador Anatoli Dobrinin para amenazar a la Unión Soviética con utilizar el armamento atómico. Era inquietante, porque el rabioso anticomunista y alcohólico Nixon llegaba a perder el control de sí mismo, y sugería seriamente ante políticos estadounidenses que podía ordenar por teléfono lanzar bombas nucleares y matar a millones de personas. En 1972, propuso ante su gobierno utilizar las bombas atómicas en Vietnam, ante la reticencia de Kissinger, y dos años después, durante la crisis de Oriente Medio, James Schlesinger, que había sido director de la CIA y era en ese momento secretario de Defensa, tuvo que ordenar al Pentágono (aunque legalmente no podía hacerlo) que si Nixon ordenaba lanzar bombas atómicas hablasen antes con Kissinger y con él. La tentación Truman estaba en la cabeza del borracho, drogadicto y maltratador Nixon.
Tras las propuestas de la Unión Soviética, con Gorbachov, que impulsaron la reducción del armamento nuclear, y el final de la guerra fría, el peligro atómico parecía haber pasado, pero con la presidencia de George W. Bush, Estados Unidos aprobó fabricar pequeñas bombas atómicas para poder destruir centros de mando militares ubicados en búnkers y depósitos de armas subterráneos, y los estrategas del Pentágono estudiaron la destrucción de bases militares en más de setenta países, aunque con el objetivo principal de Rusia y China. Bush y sus asesores pensaron también en nuevos campos de pruebas nucleares, en Nevada.
En febrero de 2018, bajo Trump, y con el pretexto del fortalecimiento militar de China, se publicó la nueva doctrina nuclear norteamericana, con la que el Pentágono consiguió reducir los controles internos para utilizar armamento nuclear, y volvió a considerar la posibilidad de utilizar pequeñas bombas atómicas para “conflictos secundarios”. En esa nueva estrategia nuclear, además de China, se citan Rusia, Irán y Corea del Norte como supuestas amenazas para Estados Unidos, porque la tentación Truman también está en el Pentágono: en el verano de 2017, el general Paul J. Selva, vicepresidente del Estado Mayor Conjunto de Estados Unidos, defendió la conveniencia de pensar en los arsenales nucleares, además de como “armas del juicio final”, como bombas que puedan utilizarse en “escenarios locales” sin llegar a una guerra global. Selva, que había sido nombrado por Obama, fue ratificado por Trump.
La percepción pública del peligro nuclear es hoy menor que en otros momentos desde 1945. Sin embargo, la nueva política norteamericana no descarta la utilización de armamento atómico, y el ridículo pero peligroso Trump llegó a preguntar a expertos en estrategia y armamento nuclear por qué Estados Unidos, si poseía bombas atómicas, no las podía utilizar para combatir a sus enemigos. Trump ni siquiera sabía qué era el START III cuando conversó por primera vez con Putin. Washington siempre se ha negado a adoptar en su doctrina nuclear (como hizo la Unión Soviética en su día, y como mantienen hoy China y Rusia) que no sería la primera en utilizar armas nucleares. Estados Unidos, que ha aprobado el mayor presupuesto militar de la historia de la humanidad (738.000 millones de dólares) gastará en ejércitos y armas, durante 2020, unos 2.000 millones de dólares cada día. Trump ha abandonado unilateralmente el INF, y afirmó en público que repudia el START III, destruyendo así los instrumentos de control nuclear en el mundo. La tentación Truman sigue estando presente en Washington.
Fuente: https://www.elviejotopo.com/topoexpress/la-tentacion-truman/