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La tórrida primavera afgana

Fuentes: Rebelión

Con la llegada de la primavera, una vez más se inicia lo que desde siempre ha sido la oportunidad para agudizar el conflicto crónico que vive Afganistán, ya no importan los contendientes, con nuevas y siempre letales acciones.

Los talibanes han usado esa estrategia a lo largo de los veinte años de invasión estadounidense, preservarse y fortalecerse durante los difíciles inviernos para con los primeros calores volver a sus operaciones. Lo mismo sucedió durante la guerra antisoviética y la guerra civil que se inició tras la retirada de los soviéticos en 1992, entre los talibanes y la Alianza del Norte, un grupo de antiguos combatientes de la guerra anterior que no comulgaban con las posturas ultra ortodoxas del mullah Omar, fundador de los talibanes.

La guerra civil prácticamente acaba con la victoria de los talibanes cuando comenzaba la invasión de Estados Unidos en 2001. Un día antes del ataque a las torres de Nueva York, en un atentado suicida, dos shahid (mártires) terminaron con la vida de Ahmad Shāh Mas’ūd, el carismático líder de la Alianza, lo que significó un golpe decisivo para el grupo antitalibán.

Los grupos armados antitalibanes han existido desde el mismo nacimiento de la organización de los rigurosos estudiantes del Corán, formateados en las miles de madrassas paquistaníes financiadas por Arabia Saudita donde se propalaba en wahabismo.

Aquellos grupos, que resistieron ferozmente a los talibanesincluso en su momento de mayor esplendor y que consiguieron mantener a raya a las fuerzas del mullah Omar en sitios claves como el Panjshir, la tierra natal de Mas’ūd, se incorporaron rápidamente a las fuerzas norteamericanas. Incluso muchos de sus dirigentes pasaron a ocupar cargos importantes en las estructuras gubernamentales creadas por Washington con el objetivo de dar un marco de legalidad a su intrusión.

Tras la caída de Kabul en agosto del 2021 y el resurgimiento del Estado Islámico de Afganistán, el nombre oficial del país de los mullah, el entonces primer vicepresidente afgano Amrullah Saleh, tras la huida del presidente Ashraf Ghani, se autoproclamó presidente interino y llamó a la población a resistir a las fuerzas de mullah Hibatullah Akhundzada, “el príncipe de los fieles”.

Saleh junto a Ahmad Massoud, hijo del difunto jefe de la Alianza del Norte Ahmad Shah Massoud, se refugiaron nuevamente en el Panjshir, desde donde volvieron a llamar a la resistencia y presentaron el Frente de Resistencia Nacional de Afganistán (FRNA), organización que por entonces contaba con algunos cientos de hombres provenientes del extinto Ejército Nacional Afgano  y con asesoramiento y asistencia material de la CIA.

En enero pasado, en el distrito de Rukha en el Panjshir, el frente de resistencia fracasó en el intento de asesinar a Abdul Hamid Khorasani, jefe de seguridad de la provincia, colocando un dispositivo explosivo improvisado (IED) al paso de la columna de vehículo blindados en la que viajaba el jefe talibán. Pocos días después, el 7 de febrero, en el valle Parenda también en el Panjshir, emboscaron a otra patrulla de los talibanes sin ocasionar mayores daños.

Los ataques produjeron la reacción del mando de los talibanes, que estableció fuertes medidas de seguridad y represión tanto en el valle de Panjshir como en otro vecino, el valle de Andarab, donde también operan algunos muy pequeños grupos aliados al FRNA. Los talibanesdetuvieron a más de quinientas personas.

Sabiendo que se avecinan operaciones de la resistencia con el comienzo de la primavera, el Ministerio del Interior y Fuerzas Especiales envió desde Kabul importantes núcleos de combatientes al norte del país en procura de limitar la capacidad operativa de las fuerzas antitalibanas. Entre las tropas enviadas por el ministerio del Interior se incluyen los comandos especiales o Sara Khitta, en pashtún Unidad Roja.

La envergadura tuvo tal magnitud que incluso llegó al Panjshir, el poderoso ministro de defensa talibán hijo del mullah Omar, el mullah Mohammad Yaqoub, quien habría dirigido personalmente las operaciones de limpieza de los ahora insurgentes, las que incluyeron helicópteros para el trasporte de los Sara Khitta a zonas inaccesibles y bombardeos a la resistencia del valle de Andarab.

Frutos de primavera

Se ha conocido que entre febrero y marzo se han conformado nuevos grupos de resistencia antitalibán en el norte del país que no necesariamente estarían articulados con FRNA, por ejemplo el Frente de Liberación de Afganistán, que ha publicado un video en el que informa de su decisión de luchar contra los talibanes y ha utilizado una bandera propia.

Otras de las organizaciones vinculadas a la resistencia que han surgido en estos últimos meses es el Grupo Wolf, dirigido por Yar Mohammad Dostum, hijo mayor de Abdul Rashid Dostum, uno de los más sanguinarios y corruptos Señores de la Guerra emergido durante la guerra antisoviética que más tarde sería aliado de los Estados Unidos, alcanzado a ser vicepresidente entre 2014 y 2020. El grupo de los Dostum opera en la norteña provincia de Jowzjan, fronteriza con Turkmenistán, donde al parecer se han refugiado tras abandonar la defensa de la ciudad de Sheberghan, la capital provincial, a principios de agosto pasado.

En el imbricado horizonte de la resistencia a los talibanes también siguen apareciendo nuevas organizaciones que por razones tanto étnicas como tribales insisten a iniciar esta lucha de manera autónoma, como los ahora Tigres de la Libertad de Turkestán, quienes en febrero atacaron un puesto de control talibán al sur de la ciudad de Sheberghan sin que se hayan producido bajas. También se conoció la aparición del Frente Nacional para un Afganistán Libre, en las montañas de la provincia centro oriental de Kapisa, cuya particularidad es la presencia de combatientes mujeres y que sus voceros hablaron en dari y pashto lo que podrían indicar que este grupo podría ser multiétnico y donde el Gobierno talibán decidió establecer un nuevo batallón en el distrito de Kohistan. Entre las nuevas organizaciones también hay que sumar el Frente de Libertad de Afganistán que se dio a conocer el pasado 11 de marzo. Se cree que este grupo estaría dirigido por el general Yasin Zia, exministro de Defensa, jefe de personal general en el Gobierno de Ghani y antiguo asistente del Ahmad Shah Massoud en los noventa. El grupo se ha adjudicado ataques contra objetivos talibanes en diferentes provincias, que ocuparían un amplio radio que va desde Badakhshan en el norte hasta Kandahar en el sur.

Según se cree el Movimiento Islámico Nacional y de Liberación de Afganistán sería llamativamente la única agrupación pashtún antitalibán, ya que esta etnia es mayoritaria en las fuerzas talibanas. y estaría dirigida por Abdul Mateen Sulaimankhail, un excomandante de las fuerzas especiales del ejército afgano. El grupo se conoció a mediados de febrero en respuesta a la seguidilla de asesinatos de exmilitares por parte de los talibanes y calificó su amnistía como una mentira. Sulaimankhail dijo que el grupo tiene presencia en 26 de las 34 provincias de Afganistán, una afirmación que los investigadores no han podido confirmar.

Incluso en el interior de la organización se estarían observando pequeños brotes de desobediencia, como sucedió a mediados de enero último cuando dos comandancias talibanas de origen tayiko que operaban en los distritos de Ab Kamari y Qadis, en la provincia de Badghis, se rebelaron contra sus mandos.

Otras muy pequeñas organizaciones como el Cuerpo de Libertad, los Soldados de Hazaristan y el Frente de Libertad y Democracia, solo han anunciado su creación, pero no han demostrado contar con combatientes.

En previsión de que los movimientos armados antitalibanes aprovechen la llegado de la primavera para comenzar sus tan anunciadas operaciones el alto mando de los talibanes ordenó el despliegue de tres batallones del 207º Cuerpo con base en la provincia de Herat en los distritos de Jawand, Ab Kamari y Tagab Alam. Además otro batallón en Parchaman, provincia de Farah, El Cuerpo 203 de la provincia de Paktia, desplegó 1.500 hombres a la provincia de Bamiyán y unos 10.000 efectivos adicionales en las provincias de Badakhshan, Takhar, Baghlan y Khunduz. En la provincia de Nangarhar se creó una nueva unidad militar, la Unidad Operativa y de Seguridad Panipat, la que estaría dirigida específicamente para contener las acciones del Dáesh Khorasan, de gran actividad en estos últimos meses.

Las fuerzas de seguridad de la capital realizan allanamientos casa por casa, principalmente en los barrios kabulies de mayor población uzbekas y tayikas, en procura de encontrar tanto militantes antitalibanes como armamento.

En la emblemática provincia de Kandahar, donde tuvo su aparición el movimiento Talibán, la poderoso Red Haqqani, socios fundamentales de los mullas durante la guerra y que son un poder aparte en la arquitectura política del país, está comenzado una guerra por ahora sorda por el poder, tratando de incrementar su influencia, lo que sin duda aumentará más la temperatura de esta primavera.

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.