Hace escasas fechas Nazanín Amirian, nacida iraní pero refugiada en Barcelona desde 1983, dejó escrito en su página web (nazaninamirian.es) el artículo titulado ¡Ateos y creyentes, uníos! del que, con el libro en las manos, viene a cuento entresacar este párrafo: «Sigue la pesadilla de la Guerra entre religiones y civilizaciones, y de repente […]
Hace escasas fechas Nazanín Amirian, nacida iraní pero refugiada en Barcelona desde 1983, dejó escrito en su página web (nazaninamirian.es) el artículo titulado ¡Ateos y creyentes, uníos! del que, con el libro en las manos, viene a cuento entresacar este párrafo: «Sigue la pesadilla de la Guerra entre religiones y civilizaciones, y de repente aparece una nueva batalla de tiente metafísica: la de ateos y creyentes. El Objetivo real de la primera hazaña no ha sido otro que fabricar un nuevo enemigo, el islam, una vez derrotada la amenaza de los rojos. Así, seguirían con el negocio de la conquista militar e ideológica del mundo, aclamando el triunfo del Sueño de Sálvese quien pueda sobre la utopía del pan para todos».
Ese párrafo sirve para conocer el punto de vista desde el que se ha pergeñado El islam sin velo, texto de prolija elaboración en el que Amirian contó con la ayuda de Martha Zein, acreditada documentalista y profunda conocedora del Próximo Oriente.
No es un ensayo al uso y, por ende, en sus páginas se entremezclan ―pero con culto orden y rigurosa lógica- la historia y la antropología, la sexología y la economía, etcétera y, por descontado, la religión. No obstante, pese al título, tampoco es un libro centrado en la fe musulmana. Y en este punto conviene recordar que esa fe -al igual que todas- encierra una concepción del mundo que compendia tradiciones, filosofía, ritos y todo tipo de valores, desde los morales hasta los económicos pasando por la medicina y la gastronomía. El hilo multidisciplinario de Amírian y Zein convierte su libro en un amplio espejo de lo que es y de lo que no es el islam, así como de lo que representa y de lo que algunos quieren que represente, ora por interés ora porque miran sin abrir los ojos.
Demasiados ciudadanos de Occidente confunden o utilizan cual sinónimos -a veces con premeditada malicia- términos como árabe, musulmán, islámico o el reduccionista y peyorativo moro tan arraigado en España.
Por si fuera poco, para numerosos occidentales la religión musulmana es una o, en el mejor de los casos, dividen a sus creyentes en dos: suníes y chiíes; cuando en realidad, a fecha de hoy; el islam no son dos ni tres ni cuatro, sino un variopinto y a veces contradictorio conjunto de ópticas e interpretaciones.
Todo ello sin olvidar que, si de conocer y discernir se trata, el término islam abarca más, ¡mucho más!, que la fe que cimentó Mahoma Motivos sobran, pues, para entrar en las esclarecedoras páginas de Amirían y Zein
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