La política iraní no deja de sorprender a propios y extraños. Más allá de las lecturas simplistas sobre la división reformistas-conservadores, obviando la heterogeneidad de cada campo, con corrientes ideológicas en ocasiones aliadas y en otras enfrentadas, los recientes resultados han confirmado esa capacidad.
A corto plazo la victoria de Masoud Pezeshkian abre la puerta a nuevas especulaciones y a diferentes lecturas. El sistema iraní ha demostrado capacidad para convocar elecciones en algo más de un mes, tras perder de manera inesperada al presidente, ello unido al fracaso para los que apuestan por un cambio de régimen, tanto desde el país como en el extranjero.
La victoria de Pazeshkian se ha ido gestando en varios aspectos. Azeríes y kurdos votaron abrumadoramente por él, también los suníes de Baluchistán, y en las grandes ciudades, a excepción de Mashhad o Isfahan, también venció. A ellos habría que sumar a sectores reformistas que dieron la espalda a los llamados de boicot, así como personas tradicionales y religiosas que lo ven como una figura compasiva y resistente.
También ha pesado su historial político, ya que, si bien en Occidente era un desconocido, en su país tenían otra visión, y además de su trayectoria intachable, lo conocen como una persona que no ha llegado al poder por conexiones familiares influyentes o corrupción. Así mismo ha podido atraer parte de la base social de Mahmoud Ahmadinejad, debido a su uso del persa sencillo y su postura anticorrupción.
La campaña electoral ha sido otra clave. Ha sabido compaginar una campaña de calle, cara a cara y casa a casa, con una imagen de islamismo moderado y una retórica humanista. Ha abierto cientos de oficinas electorales en todo el país y organizado reuniones con trabajadores, mujeres, académicos, estudiantes… Lo que le ha podido valer para recuperar también la confianza de parte de la clase media, soporte del movimiento reformista, y de las clases trabajadoras.
Los retos del nuevo presidente comenzaran a manifestarse pronto, con la conformación de los ministros de su gobierno. A lo largo de la campaña se ha ido rodeando de algunas figuras de peso político, y ahora podría buscar sus nombramientos como ministros. Pero hay que recordar que la aprobación individual está en manos del Majles (parlamento), controlado por los sectores conservadores, y que las carteras de exteriores, interior o inteligencia, además deben contar con el visto bueno del Líder Supremo. Algunos rumores apuntan que también podría nombrar a una mujer y algún miembro de las minorías étnicas, lo que sería un movimiento importante.
Tras ganarse la confianza de parte del electorado, ahora deberá afrontar los desafíos que los partidarios de una línea más conservadora, y que controlan los principales centros de poder, le irán poniendo. Sin olvidar tampoco, lo sectores reformistas que siguen empecinados por un cambio de régimen y que apostarán por tensionar la situación llegado el momento.
Ante los que creen que Irán tendrá una transformación radical en los próximos meses, la realidad puede ir en otra dirección. Pezeshkian está comprometido con el Líder Supremo y con los pilares de la República Islámica, consciente del equilibrio entre los diferentes centros de poder para determinar la política general del país. Pero ante los que apunta que por esos motivos la figura del presidente es una mera comparsa, cabría recordar que en su mano también hay aspectos importantes que pueden traer algunos cambios, como la composición del Consejo Supremo de Seguridad Nacional, lo que podría allanar algunas reformas y ejecutar determinadas políticas.
En política interna, Pezeshkian puede buscar la flexibilización de ciertas restricciones (redes sociales, hijab), así como incidir en la política económica (subsidios, vivienda, control de divisas, corrupción). Conocedor de que buena culpa de la situación económica viene de la mano de las crueles sanciones impuestas por EEUU y sus aliados, la política exterior tendrá su peso también.
La política exterior de Irán está basada en el equilibrio de intereses y objetivos estratégicos, y está basada en el consenso entre diferentes centros de poder. Durante la campaña no ha hecho mención al programa de misiles, el eje de la Resistencia o la confrontación con Israel, por lo que no se esperan giros espectaculares en esos temas.
Lo que sí resaltó es la voluntad de mejorar los vínculos con otros estados (con China la cooperación estratégica de 25 años, otro documento similar con Rusia). Las elecciones de noviembre en EEUU probablemente condiciones los pasos a dar en sus relaciones bilaterales. Y ello junto a su poca concreción durante la campaña, hace que no esté claro hasta dónde estaría dispuesto a llegar en la cuestión nuclear.
Es demasiado pronto para desentramar el rumbo del país bajo la nueva presidencia de Pezeshkian, pero lo que tiene claro la mayoría de Irán lo leemos en un texto de un periodista, “otros no pueden determinar quién puede o no gobernar Irán. Nosotros lo hacemos, ya que vivimos aquí, y seguramente sabemos quién es el menos malo para nosotros”.
Como resumía un analista local, la política iraní está loca: el presidente muere en accidente; el sistema apuesta porMohammad Qalifab, pero permite que la extrema derecha (Saed Jalili) y el reformista liberal (Pezeshkian) compitan también; estos dos, eliminan a Jalili en la primera ronda; parte de los que llamaban al boicot, acaban apoyando a Pezeshkian, lo mismo que sectores de Qalifab.
Txente Rekondo.- Analista internacional
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