Un movimiento campesino histórico es un buen momento para desvelar una visión del futuro. No solo de los campesinos o la agricultura, sino de la India rural y, de hecho, del futuro de India.
Este movimiento ya ha hecho historia. Ha hecho volver a entrar con fuerza a los campesinos en el imaginario nacional. Ya no puedes hacer ver que no existen. Ha puesto el miedo al voto, más efectivo que el miedo a Dios, en las mentes de la clase política. No es buena idea meterse con los campesinos [el autor usa la expresión ‘take panga’, palabra entendida como ‘pelea’, ‘conflicto’, tomada del punyabí y que se usa principalmente como ‘Pangaa lena’ [lena = tomar], que significa meterse en un problema de forma activa, y sobre todo cuando podría evitarse. Nota del tr.] Ha hecho callar a los fundamentalistas del mercado que susurran recetas pasándose de listos de reforma agraria a los poderes realmente existentes. No más cháchara corporativa disfrazada de manuales de economía presionando en favor de “reformas sigilosas”. Al menos durante algún tiempo. Ha tenido éxito en traspasar los límites en algo que años de debates académicos y políticos sobre agricultura no habían podido.
Sin embargo, sería una lástima si todo lo que este movimiento consigue se queda en lo imaginario. Sería trágico que el éxito en el paro a la “agroreforma” en curso se convierta en un pretexto para perpetuar el status quo. Sería triste que hacer retroceder al agribusiness corporativo se convierta en un impulso al sindicalismo de los granjeros más pudientes. La imposición de las leyes agrarias del gobierno de Narendra Modi deben servir para llamar la atención sobre las múltiples crisis a las que se enfrentan los campesinos y la agricultura india. Estas leyes no son el punto de inicio de los males del campesinado. Ni es su rechazo la panacea que necesitan los campesinos. Este gran movimiento debe hacer avanzar una idea de India que ponga a los campesinos en el centro de nuestro futuro.
La agricultura india se enfrenta a tres crisis entrelazadas. Mientras el foco actual, de manera correcta, se centra en la crisis económica, no podemos permitirnos olvidar la crisis ecológica que tenemos delante de los ojos. Ambas crisis provocan de manera conjunta lo que los campesinos experimentan como una crisis existencial. Los campesinos indios necesitan como mínimo un New Deal que se enfrente a estas tres crisis simultáneamente. Ideas, políticas y políticos deben ponerse de acuerdo para diseñar este New Deal.
Las tres crisis de la agricultura india
Es fácil describir la crisis económica. Aunque casi la mitad de nuestra población activa (el 58 por ciento de los hogares rurales) se dedica principalmente a la agricultura, esta no es viable económicamente. Las parcelas son demasiado pequeñas: el 86 por ciento de los campesinos poseen menos de 2 acres [0,809371 hectáreas], según el censo agrario de 2015-16. La productividad media es baja y muy inestable. Los precios también son bajos y se mantienen así sistemáticamente. Según mis cálculos, esto proporciona un magro ingreso mensual de menos de 8.000 rupias [90 euros], incluyendo todo tipo de ingresos. El número de jornaleros ha seguido hinchándose, aunque los salarios agrícolas han permanecido estancados. No sorprende, por tanto, que el consumo mensual medio sea más alto que los ingresos. Más de la mitad de las familias campesinas están endeudadas.
Hoy, la fórmula de los economistas vagos es decir que hay que reducir la población dependiente de la agricultura. Excepto que olvidan mencionar el continente al que esta población adicional debería ser transportada. O especificar los sectores de nuestra economía que están esperando para ofrecer millones de puestos de trabajo adicionales, a pesar del estado general de falta de trabajo. El reto es encontrar ingresos decentes para pequeños campesinos que trabajan duro.
Se presta menos atención a la crisis ecológica, aunque sea más apremiante. La revolución verde ha llegado a un callejón sin salida. La creencia supersticiosa en la magia de la agricultura química y la sobreexplotación del agua nos ha dejado expuestos a la degradación de la salud del suelo y al agotamiento de los acuíferos a una escala aterradora. Añadamos a esto la pérdida de biodiversidad, la disminución de la variedad de semillas, el declive de cultivos nutritivos como el mijo, las pérdidas en la economía ganadera y la deforestación, y empezarás a ver por qué la crisis ecológica no es un capricho de algunos ecologistas extremistas.
Y piensa ahora en el reto amenazante del cambio climático. El ascenso desorbitado de las temperaturas y un monzón incierto son una receta para el desastre de la agricultura india, especialmente para los campesinos que dependen de la lluvia. Los ingresos de los campesinos de zonas de secano se prevé que caerán hasta una cuarta parte debido al cambio climático. Una agricultura ecológicamente sostenible es una preocupación material y apremiante a la que deberíamos haber hecho frente ayer.
Finalmente, está la crisis existencial que sienten los campesinos y a la que reaccionan. Las historias tantas veces repetidas de suicidios de campesinos, más de trescientos mil en las últimas dos décadas. A medida que la agricultura disminuye en la economía nacional, los campesinos experimentan una degradación de su estatus y una pérdida de dignidad. De un cultivador con autorespeto, el campesino pasa a ser un jornalero y, pronto, un trabajador migrante. Los campesinos no quieren que su próxima generación se dedique a la agricultura.
Una nueva arquitectura
El reto y la oportunidad del movimiento campesino hoy no es solo repeler la amenaza inminiente de las tres leyes o garantizar algunos beneficios económicos duraderos para los campesinos, sino conseguir avanzar ante las crisis económica, ecológica y existencial a las que se enfrenta la agricultura india.
Esto exige, sobre todo, un salto imaginativo. Los líderes indios, los políticos y los pensadores deben ser capaces de levantarse y decir: India no está condenada a repetir la historia europea. La agricultura india seguirá una vía india. Los campesinos indios no son vestigios del pasado. Están aquí para quedarse. La agricultura puede proporcionar, y lo hará, medios de vida dignos para una parte sustancial de la población, muchas veces más que en Europa o Norteamérica. Los campesinos indios son un repositorio importante de conocimientos y tecnología. La aldea india no está en la papelera de la historia. La India rural es una tierra de oportunidades y clave para nuestro futuro nacional.
Esta determinación, un artículo de fe, si se quiere, puede abrir paso a una nueva arquitectura política. Tendrá que ser dirigida por el gobierno y respaldada por un presupuesto sustancialmente mayor. Parte de este apoyo del estado debe tomar la forma de subsidios mayores y más eficientes para los campesinos, pues nuestra red de subsidios hasta ahora ha sido baja, si no negativa. Algunos de estos recursos deben gastarse en un seguro agrario realmente universal y total así como en el rescate de la deuda y la reconstrucción. Pero buena parte del apoyo del estado debe ir hacia la creación de infraestructuras agrícolas y rurales que faciliten el emprendimiento privado, el procesamiento agrario, cooperativas campesinas, ganadería, explotación forestal y demás. El florecimiento de la iniciativa privada en la agricultura necesita más apoyo e iniciativas del estado, no menos.
El diseño de esta nueva arquitecturá girará en torno a una combinación de apoyo a los ingresos con una agricultura ecológiamente apropiada. El foco actual del gobierno en la obtención de trigo y arroz crea incentivos perversos para los campesinos. En lugar de esto, a los campesinos hay que ofrecerles un sostén de los precios para un amplio rango de productos bajo la condición de que adopten cultivos que sean adecuados a las condiciones ecológicas locales. Los préstamos y los seguros de las cosechas habría que añadirlos a este gran plan. Un pequeño componente además de apoyo a los ingresos a los pequeños campesinos, mujeres campesinas y otros campesinos vulnerables se podría incluir en este paquete. Y esto tendría que estar vinculado a un impulso al pastoreo, la industria rural y la artesanía, etc. El futuro de la agricultura debe estar integrado en un gran impulso a la revigorización descentralizada de la economía rural.
¿Costará esto un montón de dinero? Sí, con los precios actuales deberíamos estar pensando en gastar unos 3-4 billones de rupias adicionales, alrededor del 10 por ciento del presupuesto de la Unión, para este New Deal para la India rural.
¿Se lo puede permitir el país? ¿Debería ser este nuestro foco nacional? Bueno, esto es una cuestión de voluntad política. La medida real del éxito del actual movimiento campesino será hasta qué punto consiga crear esta tan necesaria voluntad política.
Yogendra Yadav es el presidente nacional de Swaraj India. El punto de vista es personal.
Traducción de Carlos Valmaseda https://espai-marx.net/?p=9141