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Afganistán

Llegaron, se sentaron, comieron y se largaron

Fuentes: Asia Times Online

Traducido del inglés para Rebelión por Sinfo Fernández

Hace nueve años, los Estados Unidos y sus aliados pusieron grandes esperanzas en los acuerdos de Bonn, que recreaban el estado de Afganistán tras la invasión estadounidense de ese país a finales de 2001.

Trataron de componer el cuadro de un Afganistán pacífico, sin talibanes, funcionando de nuevo como un estado normal dentro de la comunidad internacional, reconstruido con inyecciones masivas de ayuda y buena voluntad y eliminando la insurgencia a través de un proceso político.

Nada de eso sucedió, aunque había parecidas y elevadas expectativas alrededor de la loya jirga (Gran Consejo) de tres días de duración que hay actualmente en marcha en una inmensa tienda de campaña dotada de aire acondicionado en la capital, Kabul, destinada, también, al fracaso.

Los más de 1.600 componentes del parlamento, dirigentes religiosos y tribales y principales representantes de la sociedad civil elegidos por el gobierno se reúnen para debatir las propuestas presentadas por el Presidente Hamid Karzai, en un intento de reintegrar en la sociedad afgana a los talibanes de perfil moderado ofreciéndoles amnistía, trabajo y seguridad. Karzai quiere evaluar la opinión de los afganos de a pie acerca de si el gobierno debería negociar directamente con los dirigentes talibanes y, si así fuera, con quiénes.

También está en la agenda si debería eliminarse a los dirigentes de la insurgencia de la lista negra de las Naciones Unidas que congela los activos y les impide viajar. En la lista aparecen un total de 137 personas asociados a los talibanes y 258 con al-Qaida.

Los delegados están repartidos en casi 30 comités para discutir las cuestiones principales. Se recogerán sus opiniones y el viernes se ofrecerá un comunicado final.

Los talibanes han rechazado la jirga, expresando en un comunicado que se les atribuye que el evento persigue «asegurar los intereses de los extranjeros» y que no era sino un «falso proceso de reconciliación».

Para subrayar este punto, el viernes dispararon varios cohetes durante la ceremonia de apertura y dos suicidas-bomba vestidos con burqas de mujer consiguieron atravesar un cordón de seguridad de 12.000 efectivos antes de suicidarse.

El incidente se produjo poco después de que Karzai, en sus palabras de apertura, lanzara un llamamiento a los tailbanes a que «hagan conmigo la paz y no habrá necesidad de extranjeros aquí», en referencia a la principal demanda de los altos oficiales talibanes de que no negociarán hasta que todas las tropas extranjeras hayan salido del país.

El líder de la oposición Abdullah Abdullah, que perdió ante Karzai las elecciones presidenciales del pasado año, anunció el 1 de junio que no asistiría a la jirga, o Consejo Consultivo de la Paz, como se la conoce por su nombre formal.

Karzai no es un extraño en las loya jirgas. Los grandes consejos pastunes, con siglos de antigüedad, se utilizaban tradicionalmente para elegir un nuevo rey, adoptar una constitución o discutir importantes asuntos urgentes o de política nacional.

En julio de 2002, en una loya jirga que se celebró en Kabul y a la que asistieron más de 2.000 delegados, se nombró a Karzai presidente de la Administración Transitoria Afgana, el puesto que ha conservado en dos elecciones nacionales. Karzai ha utilizado las jirgas para resolver disputas en las zonas pastunes de Afganistán, así como en los enfrentamientos con Pakistán.

Ahora, el futuro del país se está jugando en la loya jirga de esta semana, que es continuación de una reunión similar aunque más pequeña celebrada en las Maldivas el pasado mes.

Esas negociaciones fueron organizadas por Homayoun Jarir, el yerno de Gulbuddin Hekmatyar, el veterano líder del Hezb-e-Islami y un componente clave de la insurgencia talibán. Jarir afirmó que estaba actuando como mediador entre el gobierno afgano y Hekmatyar.

Sin embargo, según fuentes de los insurgentes que hablaron con Asia Times Online, Hekmatyar no ha tardado en enviar una nota a Jarir diciendole «ya basta» y que no tenía derecho a representarle. Jarir es de etnia tayica del Valle de Pansher, es poeta y comerciante de zafiros azules. Se situó junto al asesinado Ahmad Shah Massoud, de la Alianza del Norte, en la década de 1990, y en contra de Hekmatyar en los años turbulentos de las luchas entre muyahaidines que llevó a que los talibanes se hicieran con el poder en 1996.

Según algunos observadores, uno de los objetivos de la jirga es ganarse apoyos para invitar a Hekmatyar a unirse al proceso político. En dos ocasiones sirvió como primer ministro a principios de la década de 1990, pero el Departamento de Estado de EEUU le tildó de «terrorista global especialmente designado».

La conferencia de las Maldivas -y la loya jirga de Kabul- tienen lugar en un momento en que la insurgencia tiene rodeado Kabul desde las provincias de Logar, Ghazni, Parwan, Kapisa y Wardak. Los insurgentes controlan también la mayoría de los distritos en las provincias de Kandahar, Helmand y Farah, aunque controlan parcialmente las provincias de Paktika, Khost y Nangarhar.

El deterioro de la situación de la seguridad en las provincias de la frontera afgana con Pakistán ha llevado a una mayor afluencia de combatientes de las regiones montañosas del Hindu Kush, donde los talibanes, al-Qaida y los militantes pakistaníes tienen santuarios importantes. Según algunas informaciones, casi el 60% de los militantes de las zonas tribales pakistaníes ha salido hacia Afganistán; esto podría significar miles de hombres.

Su paso por la frontera es fácil, porque hay pocos puestos fronterizos eficaces, ya sean del ejército nacional afgano o de la OTAN. Los principales cruces están en las zonas de Birmal y Shawal. Hay otros pasos desde las regiones de Bajaur y Mohmand, en Pakistán.

La presión la sufren en gran medida las fuerzas de seguridad pakistaníes en las zonas tribales, que han pasado por momentos muy duros en los últimos meses, mientras que sus colegas del otro lado de la frontera van a sentir a partir de ahora un calor muy intenso durante los meses de verano.

En un intento por detener ese flujo transfronterizo, EEUU ha ejercido presiones extraordinarias sobre el jefe del estado mayor pakistaní, el General Ashfaq Parvez Kiani, para que lance una ofensiva en el Norte de Waziristán, sin éxito alguno. Kiani ha rechazado las propuestas de la Secretaria de Estado de EEUU, Hillary Clinton, del director de la Agencia Central de Inteligencia, Leon Panetta, y del Asesor para la Seguridad Nacional, James Jones.

El pasado mes se invitó a Kiani a que visitara Kabul para reunirse con el comandante estadounidense en Afganistán, el General Stanley McChrystal, y con Karzai. Sin embargo, Kiani, que hasta la fecha había accedido a todos los deseos estadounidenses, se mantuvo firme y no fue, porque teme que la reacción de los combatientes de una operación en el Norte de Waziristán pueda ser devastadora para Pakistán.

Preferiría que todos los combatientes pakistaníes, incluido el Mullah Fazlullah se fueran sencillamente de Pakistán. El Mullah Fazlullah, apodado «Radio Mullah» es el líder del grupo protalibán Tehrik-Nifaz-i-Shariat-i-Mohammadi, que controla la insurgencia en Swat. Se informó que las autoridades afganas le habían matado durante la captura de los talibanes del distrito de Barge Matal en la provincia de Nuristan el mes pasado, pero no ha podido verificarse tal hecho de forma independiente.

Sin embargo, Kiani no ha puesto objeción alguna a los cada vez más numerosos ataques con aviones no tripulados sobre los combatientes en el Norte de Waziristán, porque eliminan a los enemigos de Pakistán al mismo tiempo que concentran la rabia de los talibanes contra las fuerzas de la coalición en Afganistán.

En un ataque reciente, EEUU informó que había matado a Mustafa Abu al-Yazid, conocido también como el Sheij Said al-Masri, en el pueblo de Boya, cerca de Miranshah, en el Norte de Waziristan. Se había descrito al egipcio Masri como uno de los más altos lugartenientes de Osama bin Laden y que estaba al frente de la guerra afgana de al-Qaida. Fue también un importante recaudador de fondos.

El próximo año Washington tiene que decir si se queda en Afganistán o inicia la retirada. Los funcionarios estadounidenses han estado corriendo de un lado a otro para encontrar una salida al atolladero, punto en el cual la loya jirga de Karzai entra en escena, creando muchas expectativas, de igual modo que se hizo en la época de la iniciativa de Bonn.

Durante todos los sangrientos años transcurridos desde entonces, con miles de vidas perdidas y miles de millones de dólares gastados, casi nada ha cambiado. Los más de mil dirigentes tribales que disfrutan de la hospitalidad de Kabul y de su afamado arroz kabuli son muy conscientes de ello, al igual que del dicho popular: «Amadan, nashistan, guftan, tuaman y barjastan», es decir: «Ven, siéntate, habla, come y lárgate».

Syed Saleem Shahzad es el director de la Oficina para Pakistán de Asia Times Online. Puede contactarse con él en: [email protected]

Fuente: http://www.atimes.com/atimes/South_Asia/LF04Df01.html

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