A diferencia de Kirguistán, que ha experimentado tres revoluciones desde 2005, y Tayikistán, que sufrió una sangrienta guerra civil entre 1992 y 1997, Kazajstán ha sido una de las repúblicas de Asia Central más estables y ricas.
Desde la disolución de la URSS hasta 2019, el país estuvo gobernado por el presidente Nursultan Nazarbayev, ex primer secretario de la rama de Kazajstán del Partido Comunista Soviético. Externamente, Nazarbayev estableció relaciones amistosas con los Estados Unidos, la Unión Europea, Turquía y China, al tiempo que mantuvo fuertes lazos con Rusia y otras ex repúblicas soviéticas. A nivel nacional, construyó una versión especialmente aguda de neoliberalismo basada en privatizaciones forzadas: vendió más de 20.000 empresas estatales durante sus primeros cinco años en el cargo, muchas de ellas a multinacionales extranjeras.
Sin embargo, la distribución desigual de los recursos en esta nación rica en petróleo ocasionalmente ha provocado resistencia popular. En 2011, los trabajadores petroleros de Zhanaozen, en el sudoeste de Kazajstán, se declararon en huelga para pedir salarios más altos y mejores condiciones de trabajo. Después de siete meses, la huelga fue aplastada cuando la policía mató al menos a quince trabajadores e hirió y arrestó a cientos más. (Poco después, Tony Blair comenzó a asesorar a Nazarbayev sobre cómo lavar su reputación tras la masacre, recibiendo aproximadamente 8 millones de libras esterlinas por sus servicios). Las protestas estallaron nuevamente en 2016, cuando decenas de personas fueron arrestadas en manifestaciones contra las reformas planeados al código de tierras, que habrían permitido a los ciudadanos extranjeros alquilar tierras para su explotación agrícola por un periódo de hasta 25 años. Esta vez, el gobierno se vió obligado a parar las reformas y los ministros de nergía y agricultura dimitieron.
Ahora, más de diez años después de que la huelga de Zhanaozen fuera brutalmente reprimida, la ciudad se ha convertido una vez más en un foco de protestas. El 2 de enero, comenzaron las protestas por el aumento del coste del combustible en Zhanaozen y Aktau en el óblast de Mangistau, tras levantarse los topes del precios del gas licuado de petróleo. Luego se extendieron a Aktobe, Taraz, Kyzylorda, Karaganda, Shymkent y Almaty, donde comenzaron a centrarse en cuestiones socioeconómicas más amplias. Después de varios días de disturbios, en los que la policía utilizó gases lacrimógenos, balas de goma y bombas aturdidoras para despejar las calles, el gobierno acordó bajar el precio de la gasolina y aplazar el aumento de los precios de los servicios públicos durante 180 días.
Las consecuencias políticas de las protestas fueron significativas. En la mañana del 5 de enero, el sucesor de Nazarbayev, el presidente Kasym-Jomart Tokayev, aceptó la renuncia del primer ministro Askar Mamin y su gobierno. Mamin fue sucedido por Alikhan Smailov como primer ministro en funciones, y Tokayev sucedió al ex presidente Nazarbayev como jefe del Consejo de Seguridad: un anuncio enormemente simbólico, que parecía marcar una ruptura con el régimen anterior. Sin embargo, estas concesiones no lograron aplacar el descontento y estallaron más enfrentamientos armados entre los manifestantes y las fuerzas de seguridad. Se declaró el estado de emergencia nacional. En Almaty, la capital del país hasta 1997, los manifestantes tomaron brevemente el control de la administración de la ciudad, la antigua residencia presidencial y el aeropuerto, antes de ser rechazados por las fuerzas de seguridad. En el momento de escribir, se ha confirmado la muerte de 225 personas y más de 9.000 han sido arrestadas.
En la tarde del 5 de enero, el presidente Tokayev hizo un llamamiento a la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC) para pedir ayuda. Posteriormente, el primer ministro armenio Nikol Pashinyan, presidente del consejo de la OTSC, anunció que enviaría una misión de mantenimiento de la paz a Kazajstán para defender la seguridad nacional del país y estabilizar la situación interna. La fuerza de mantenimiento de la paz, que sumaba casi 4.000 efectivos, estaba compuesta principalmente por soldados de Rusia, pero también incluía tropas de Bielorrusia, Tayikistán, Kirguistán y Armenia. Al dirigirse a una reunión de la OTSC el 10 de enero, Tokayev anunció que en este punto de las protestas, «las demandas económicas y político-cívicas [habían] pasado a un segundo plano». Ya no se trataba de los precios del combustible, declaró. Se trataba de un intento de golpe de estado.
Cualquier análisis sensato muestra que la administración de Tokayev no fue víctima de un complot diseñado por los Estados Unidos y otros países occidentales. Por el contrario, EEUU y la UE se han negado hasta ahora a implicarse significativamente, limitándose simplemente a pedir diálogo entre el gobierno y los manifestantes.
Está claro que las protestas recientes fueron, al menos en sus primeras etapas, dirigidas por la clase trabajadora multinacional de Kazajstán, presionada por el aumento del coste de la vida e indignada por las nuevas subidas de precios. Sin embargo, este estrato social se había visto debilitado por años de represión y carecía de representación política una vez que el Partido Comunista Marxista-Leninista de Kazajstán fuera prohibido en 2015. Por lo tanto, sin ayuda externa, es poco probable que las protestas espontáneas de la clase trabajadora hubieran logrado la ubicuidad e intensidad vistos en las últimas semanas. Es probable que fueran ayudados por una facción dentro del bloque gobernante, que aprovechó los disturbios para arrinconar a sus rivales políticos. De hecho, vale la pena señalar que la violencia aumentó considerablemente después de el gobierno acordó revertir los aumentos de precios, sugiriendo la participación de actores externos.
Si la violencia fue sintomática de una lucha dentro de la élite, en lugar de una revolución de color o un levantamiento proletario, ¿qué forma tomó? Algunos comentaristas inicialmente creyeron que el descontento popular en las provincias petroleras del Caspio había llevado a Tokayev a lanzar un golpe palaciego contra su predecesor Nazarbayev, destituyéndolo de su posición prominente en el Consejo de Seguridad. Sin embargo, cinco días después de que se anunciara esta decisión, Nazarbayev declaró que él mismo había tomado la decisión de renunciar al cargo. Negando los informes de que huyó a China, Nazarbayev confirmó que permaneció en Nur-Sultan y ha estado en estrecho contacto con el presidente, pidiendo a los ciudadanos del país que cierren filas y lo apoyen. Si hay que creer a Nazarbayev, él y Tokayev no son enemigos sino aliados. En ese caso,es posible que el verdadero conflicto no sea entre estos dos hombres fuertes, sino entre el gobierno y los niveles superiores de los servicios de seguridad nacional, a quienes Tokayev eludió de manera reveladora al apelar a la OTSC.
Desde que comenzó la violencia, Tokayev ha centrado sus esfuerzos en depurar el Comité de Seguridad Nacional (KNB), destituyendo al poderoso Karim Masimov como su jefe. Masimov fue dos veces primer ministro, de 2007 a 2012 y de 2014 a 2016, y una figura importante en la administración de Nazarbayev. Antes de que Tokayev fuera elegido como sucesor de Nazarbayev, se creía ampliamente que Masimov era un candidato potencial. Tres días después de su destitución del KNB, fue arrestado bajo sospecha de traición al estado. El 9 de enero, Tokayev comenzó a despedir y arrestar a los colegas del KNB de Masimov. En una aparición televisada, Ermukhamet Ertysbayev, ex ministro del gobierno de Nazarbayev, culpó de los recientes disturbios a la traición del KNB. Bajo la dirección de Masimov este organismo habría ocultado la existencia de campos de entrenamiento de extremistas con la intención de dar un golpe contra el presidente Tokayev.
Si las acusaciones de Ertysbayev son ciertas (todavía no tenemos suficientes evidencias para confirmarlas o negarlas), esto deja aún más preguntas sin respuesta. La primera se refiere a los motivos de Masimov. Si de hecho estaba planeando un golpe, ¿comenzó ya en 2019, en respuesta al nombramiento de Tokayev como su sucesor por parte de Nazarbayev? ¿Y cuál era su medio de ejecución? ¿Fueron estos supuestos ‘campos de entrenamiento’ creados por el KNB, o simplemente los encubrieron, creyendo que podrían ser útiles en el futuro? Independientemente de que los llamados ‘terroristas’, es decir, los elementos violentos activos en las protestas, estuvieran dirigidos por secciones disidentes del KNB, la inestabilidad que desencadenaron habría proporcionado suficiente cobertura para un golpe con el pretexto de restaurar el orden. Cuando Masimov sea llevado a juicio,el gobierno de Tokayev probablemente publicitará rapidamente cualquier evidencia, real o inventada, que tenga sobre él.
Un resultado importante de los disturbios, como señaló el propio Ertysbayev, fue el fin de la era Nazarbayev. Aunque siga siendo conocido como Elbasy, o ‘Líder de la Nación’, su salida del Consejo de Seguridad ha puesto fin a su dominio de treinta años de la escena política. Desde 2019, el presidente Tokayev gobernó a la sombra de su predecesor, pero ahora su poder se ha consolidado con el apoyo de Rusia y la OTSC. Es probable que establezca relaciones más estrechas con otras ex repúblicas soviéticas. Aunque Tokayev ha liderado hasta ahora una nación considerada ‘aliado fiel y confiable’ (en palabras de Tony Blair), los acontecimientos recientes pueden alterar esta percepción en Occidente. Al igual que Lukashenko, puede decidir abandonar una política exterior de múltiples vectores por una más rusocéntrica, al mismo tiempo que consolida su represión contra la oposición interna. Mientras tanto, el paquete de reformas económicas de Tokayev, la ‘Nueva Agenda de Kazajstán’, tiene como objetivo adelantarse a otra ronda de protestas populares. El programa se compromete a cerrar la brecha de ingresos, controlar la inflación, impulsar el empleo y mejorar la calidad de vida. Tales medidas pueden aliviar las tensiones a corto plazo. Sin embargo, mientras el presidente no esté dispuesto a repudiar el modelo básico construido por Nazarbayev, un estado postsoviético autocrático sobre una economía dominada por el capital extranjero, surgirán nuevos ciclos de resistencia.
Kolya Karpatsky. Eslavista y turcólogo ruso-americano.
Fuente: https://newleftreview.org/sidecar/posts/kazakhstans-unrest
Traducido para Sin Permiso por G. Buster.