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Los esfuerzos de las bases en las zonas fronterizas abordan la angustia mental de las personas refugiadas de Myanmar

Fuentes: RFA
Traducido para Rebelión por Cristina Alonso

Tras huir del conflicto, las personas refugiadas en la frontera se enfrentan a nuevas ansiedades, incluido el riesgo de detención.

Todos los martes por la mañana, un grupo de personas refugiadas de Myanmar visita una consulta psiquiátrica en la ciudad fronteriza tailandesa de Mae Sot, con el objetivo de hablar del terror de huir de la violencia y de su ansiedad ante el futuro.

La psiquiatra, que pidió no ser identificada, está familiarizada con el trauma que comparten sus pacientes, ya que ella misma huyó de Myanmar.

Como única psiquiatra de habla birmana en la ciudad, escucha gratuitamente sus relatos sobre el viaje a Tailandia, donde se enfrentan a nuevas tensiones: el riesgo de arresto por parte de la policía tailandesa, la lucha por su manutención y la preocupación por los familiares que dejan atrás.

Muchas de las personas padecen estrés postraumático, depresión o ansiedad.

Tailandia no ha ratificado la Convención de la ONU sobre Refugio de 1951, por lo que no reconoce oficialmente a las personas refugiadas, pero permite que miles de ellas permanezcan en campos fronterizos. Muchas personas recién llegadas de Myanmar intentan sobrevivir por su cuenta, pasando desapercibidas, y muchas no buscan ayuda de salud mental o ni tan siquiera saben que existe.

«No hay futuro, y las necesidades básicas no están cubiertas, [ni siquiera] la seguridad, porque la policía tailandesa siempre está esperando para arrestar a la gente. Así que a veces siento que está más allá de mi capacidad», comentó la psiquiatra.

«Puedo ver a seis o siete personas en una mañana una vez por semana, pero es totalmente insuficiente».

La unidad de atención psiquiátrica de la clínica Mae Tao, donde trabaja, es una de las muchas iniciativas de base que han surgido en el último año para atender la necesidad creciente de atención a la salud mental de los miles de personas desplazadas a lo largo de la frontera entre Tailandia y Birmania.

Aumento de la depresión

Los índices de depresión y ansiedad en Myanmar han aumentado desde el golpe de estado de febrero de 2021, según un proveedor de servicios de salud mental que trabaja en asesoramiento y que solicitó el anonimato para proteger la continuidad de su trabajo.

Descubrieron que los promedios más altos procedían del estado Karenni, fronterizo con el norte de Tailandia, donde el 38% de las personas encuestadas declararon experimentar una depresión entre moderada y grave.

Otras regiones fronterizas, como los estados Mon y Thanintaryi, también registraron tasas más elevadas entre las pequeñas poblaciones encuestadas. Entre menores de 25 años de todo el país, el 37% indicó tener síntomas de depresión de moderadamente grave a grave.

El estudio informa de que el tratamiento sugerido para un diagnóstico de depresión moderadamente grave es el tratamiento con medicación, terapia o ambos.

Pero, con demasiada frecuencia, no reciben ni lo uno ni lo otro.

Aunque los datos sobre la diáspora en Tailandia son mínimos, la investigación preliminar realizada por otra organización sin ánimo de lucro anónima, la cual da apoyo a las personas migrantes de Myanmar en Tailandia, reveló que sólo el 7% de las que se encuentran en la frontera buscaron asesoramiento durante periodos de estrés.

Entre personas disidentes y refugiadas recién llegadas, casi la mitad declaró no tener ingresos y un tercio atribuyó la angustia mental a su restricción de movimientos sin documentación.

Aunque la Clínica Mae Tao y otras iniciativas comunitarias se encuentran en Tailandia, afirman que los trastornos mentales relacionados con el desplazamiento, la migración y el trauma son evidentes a ambos lados de la frontera. El proveedor de servicios de salud mental del estudio inicial informó a RFA que los mayores niveles de depresión en el estado Karenni y a lo largo de la frontera tailandesa probablemente se deben al aumento de la violencia en la zona.

«Debido al aumento de la violencia, hay más personas refugiadas y es más probable que estas personas refugiadas estén traumatizadas o simplemente se sientan desamparadas y desesperanzadas por haber tenido que dejar atrás su hogar y todo lo que tenían», afirma el grupo.

Satisfacer la necesidad

Nyunt Naing Thein, asesor, formador y proveedor de apoyo técnico de Myanmar en la Clínica Mae Tao, ayudó a abrir la unidad psiquiátrica en agosto.

«Aunque queríamos abrirla, no teníamos capacidad humana para hacerlo», dijo, y añadió que algunas personas migrantes recién llegadas ya habían podido acceder a la medicación. «Están llegando casos psiquiátricos; en realidad, ya están en la comunidad».

Antes de la llegada de la psiquiatra, la clínica no podía recetar medicación para la ansiedad y la depresión y no disponía de existencias.

«Convencí a la encargada de la clínica de Mae Tao y a algunas personas responsables de la clínica de que debían comprar medicación», explicó la psiquiatra.

Dice que la medicación no es necesaria en todos los casos, pero que es una alternativa más sana a los problemas de abuso de sustancias que ve cada vez con más frecuencia. Algunas personas acuden simplemente para que las escuchen. Pero también ha visto casos de trastornos de ansiedad, depresión, abuso de sustancias y, menos frecuentemente, casos de psicosis que requieren medicación.

Desde el inicio del golpe de estado, Nyunt Naing Thein ha organizado cursos de formación para cientos de personas trabajadoras del servicio humanitario y profesionales de la medicina, en torno a primeros auxilios psicológicos y asesoramiento básico, centrados en la escucha empática, la concienciación sobre la salud mental y la respuesta de emergencia al trauma.

También han organizado grupos de hombres y mujeres, donde las personas que necesitan apoyo social pueden hablar de los problemas que están viviendo.

Prosperar’

Poco después de la llegada de la psiquiatra voluntaria, Nyunt Naing Thain empezó a trabajar como coordinador de la red de una alianza de salud mental y apoyo psicosocial entre las organizaciones de la sociedad civil de Mae Sot, en la frontera.

Bautizaron a la organización como ‘Shin Than Yar’, o «Prosperar» en birmano, y la utilizan para compartir recursos colectivos de formación.

Además de esta alianza, un centro comunitario de reciente apertura, Casa Joy, también ha ganado popularidad rápidamente en la ciudad fronteriza. Atendiendo al gran número de personas de Myanmar que residen en Mae Sot, el centro ofrece 11 clases semanales de arte, musicoterapia, yoga y cocina para adultos y menores.

El centro afirma que, a pesar de haber abierto hace sólo tres meses, ya han asistido a las clases unas 250 menores y personas adultas, y que en ocasiones las clases de yoga salen de la sala principal al porche exterior.

«Cuando empecé, la gente no sabía realmente qué era esta terapia. Al principio, venían por curiosidad. Algunas personas la confundían con la teoría musical, como la enseñanza de música», comenta un trabajador llamado JJ que imparte una clase quincenal de musicoterapia en el centro.

Originario de Myanmar, actualmente cursa un máster en musicoterapia en Bangkok. A principios de este año empezó a trabajar como voluntario en Casa Joy, llevando su guitarra a las clases en las que las personas asistentes utilizan colores, movimiento y canto para describir sus sentimientos.

«Luego intenté explicar cómo funciona la musicoterapia. Algunas personas realmente saben y quieren estar en un espacio donde puedan expresar emociones y liberar el estrés», dijo. «La gente empezó a venir después de eso. Es como un espacio para evadirse de lo que están viviendo».

Cambiar la cultura

Los ambiciosos proyectos no están exentos de desafíos. Aunque las personas participantes se sienten seguras dentro de las paredes del centro, JJ dice que su situación en Tailandia puede afectar a su capacidad para acudir al centro. Cuando la policía realiza controles de tráfico, que pueden dar lugar a sobornos y detenciones para las personas residentes indocumentadas de la ciudad, la asistencia es notablemente menor.

«Estos días la policía de tráfico intenta vigilar a la gente que no tiene suficientes documentos», explica. «Así que hay semanas que la gente no acude por culpa de la policía».

La salud mental también puede ser tabú entre las personas migrantes. La psiquiatra de lengua birmana de la clínica Mae Tao cree que, aunque pueden satisfacer una necesidad que antes no se atendía, aún queda trabajo por hacer para vencer el estigma de la atención.

Dice que las personas pacientes a menudo confunden los signos de estrés con problemas de salud física o cardíacos, y lo más frecuente es que simplemente no acudan tras ser remitidas a ella.

«Aunque saben que estoy allí, en realidad, la mayoría de la gente no quiere venir a la clínica a ver a una psiquiatra porque es como etiquetarlos de ‘psicópatas'», dice, y añade que más del 60 por ciento de las personas remitidas no se presenta.

A pesar de ello, afirma que es en la frontera donde puede hacer más bien y espera que la conversación en torno a la salud mental siga avanzando.

«Lleva tiempo», dice sobre la difusión del mensaje. Mientras tanto, sigue formando al personal de la clínica. «Soy una invitada, quiero capacitarles. Si yo no estoy, pueden continuar el programa de atención sin mí».

Fuente original en inglés: https://www.rfa.org/english/news/myanmar/burma-mental-health-04142023140859.html