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Los perros georgianos de agosto o los idiotas de nuestros tiempos

Fuentes: Progreso Semanal

Los líderes estúpidos interpretan las palabras para satisfacer sus deseos políticos. No entienden las sutilezas vitales en las peligrosas relaciones internacionales. El 7 de agosto, Mikheil Saakashvili ordenó a las fuerzas armadas de Georgia que invadieran Osetia del Sur, una provincia secesionista fronteriza con Rusia. Al hacerlo, se alió a otros jefes de estado que […]

Los líderes estúpidos interpretan las palabras para satisfacer sus deseos políticos. No entienden las sutilezas vitales en las peligrosas relaciones internacionales. El 7 de agosto, Mikheil Saakashvili ordenó a las fuerzas armadas de Georgia que invadieran Osetia del Sur, una provincia secesionista fronteriza con Rusia. Al hacerlo, se alió a otros jefes de estado que se ganaron sus orejas de burro con desastrosas decisiones basadas en no entender lo evidente.

Aparentemente el Presidente de Georgia contaba con el apoyo norteamericano, a pesar de que su «buen amigo» George W. Bush no había prometido explícitamente enviar a fuerzas de EEUU si era necesario. El ejército georgiano asaltó un pedazo de su propio país, lo que provocó que decenas de miles de osetios huyeran hacia Rusia. ¿Hizo «Saaka» la pregunta explícita a Bush o simplemente extrapoló –como si «buen amigo se tradujera como apoyo militar norteamericano»?

En junio de 1976, el Secretario de Estado Henry Kissinger viajó a Santiago de Chile para pronunciar un discurso acerca de los derechos humanos ante la OEA. Antes de su discurso, se reunió con el dictador chileno Augusto Pinochet para tratar de apuntalar su mala imagen. En la conversación, según un Memcom (i) del Departamento de Estado, Kissinger aseguró a Pinochet que Washington «aprobaba sus métodos» –probablemente refiriéndose a la economía de libre mercado y a que desapareciera de la escena política chilena a rojos, comunistoides, y elementos rojillos. Pero esa actividad de «limpieza» provocó la condena mundial debido a los abusos de los derechos humanos e hizo que la Enmienda Kennedy prohibiera a Washington vender equipamiento militar a Chile. Kissinger quería que Chile comprara nuevos cazas a reacción. Al alabar los métodos de Pinochet, Kissinger puede haber hecho creer al nada sutil general chileno que la «aprobación» incluía el permiso para asesinar a Orlando Letelier, ex embajador chileno (bajo Allende) en Estados Unidos, en Washington, D.C., el 21 de septiembre de 1976. Después de todo, puede haber razonado Pinochet, Kissinger sabe que nosotros asesinamos a nuestros enemigos en el exterior. Es más, Kissinger había ayudado a Chile a crear un escuadrón multinacional de asesinos llamado Operación Cóndor.

En 1978 el Departamento de Justicia acusó judicialmente al jefe de la policía secreta y a otros oficiales chilenos por el asesinato. El nombre de Pinochet quedó en una acusación sin firmar, en la oficina del Vice Fiscal General de EEUU en Washington, D.C., por conspiración para asesinar a Letelier –hasta que Pinochet murió en 2006.

En 1982, la junta militar de Argentina pensó que las alabanzas de Washington por «librar a su país de los subversivos» seguramente significaban el apoyo a una guerra que ellos planeaban contra los ingleses para retomar el control de las Islas Falkland/Malvinas. Es más, los diplomáticos y agregados militares de EEUU en Buenos Aires dieron palmaditas en la espalda a los matones en el poder que habían ofrecido ayuda en la guerra ilegal norteamericana contra Nicaragua.

Cuando reclamaron las Malvinas e Inglaterra les declaró la guerra, Washington se burló de la petición argentina de apoyo, como si jamás hubiera considerado abandonar a su más cercano y antiguo aliado por un montón de bestias militares –y además temporales.

En 1990, antes de que Irak invadiera a Kuwait, la embajadora de EEUU April Glaspie dijo a Saddam Hussein que EEUU no tenía «opinión» acerca de las disputas entre árabes. Supuestamente ella pensó que Saddam planeaba apoderarse de la pequeña esquina de Kuwait que estaba en disputa y que legalmente pertenecía a Irak.

Saddam, un hombre que no era famoso por detector las sutilezas en una declaración, entendió las palabras de la embajadora como el permiso del Presidente Bush I para apoderarse de todo Kuwait. Bueno, bueno.

Saakashvili se ha ganado ya su lugar en las filas de los modernos equivocados. El ex abogado de Nueva York convertido en jefe de estado pensó que disfrutaba del apoyo total de EEUU Después de todo, él se mantuvo fiel cuando el resto de la obligada coalición de Bush comenzó a retirarse de Irak. Mantuvo 2 000 soldados georgianos allí y a cambio se ganó el apoyo de Bush para la membresía en la OTAN –además de abrazos, palmadas en la espalda e incluso cenas y almuerzos en la Casa Blanca. Dadas estas garantías aparentes y mucha ayuda militar norteamericana, y a pesar de advertencias ocasionales de no provocar al semi durmiente oso ruso, envió tropas contra los «rebeldes» secesionistas que mataron a civiles osetios. Mientras miles de osetios huían al norte hacia Rusia, tropas rusas penetraron por el sur, obligando a las tropas georgianas a efectuar una rápida y nada digna retirada.

Rusia expulsó a los militares georgianos tanto de Osetia del Sur como de Abjasia. Agregó el castigo y la humillación al apuro de Saakashvili al ocupar territorio georgiano y bombardear algunas áreas. Supuestamente a los líderes rusos les importaba poco que el Occidente que había armado y alentado a Georgia hiciera algo para detener el avance militar. Mientras Bush echaba espuma por la boca, todo lo que pudo hacer fue enviar un avión militar lleno de suministros humanitarios.

Los bushistas avergonzados ahora filtran a la prensa estenográfica norteamericana que sus ruegos a Saakashvili de que actuara prudentemente en relación con los enclaves rusos de Osetia del Sur y Abjasia cayeron en oídos sordos. Tal versión de los hechos choca con la autorización de Bush al envío de asesores militares norteamericanos integrados al aparato militar georgiano. ¿Podría Washington haber tenido tan excelentes relaciones y sin embargo no ejercer control sobre hechos que pudieron haber provocado una guerra nuclear?

«Es inconcebible que los norteamericanos no hayan sabido de las movilizaciones e intenciones georgianas», escribió George Friedman, analista militar de Stratford. «Es también inconcebible que los norteamericanos hayan ignorado que los rusos habían desplegado fuerzas sustanciales en la frontera con Osetia del Sur. La inteligencia técnica norteamericana, desde las imágenes de satélites, hasta la inteligencia de señales y los vehículos aéreos no tripulados, no podían dejar de conocer el hecho de que miles de soldados rusos se estaban desplegando hacia posiciones de avanzada.» (13 de agosto, Stratfor.com)

Si esto es así, Bush surge como un mayor idiota que Saakashvili desde el punto de vista estratégico. Bush no dijo nada cuando las tropas georgianas invadieron Osetia del Sur y Abjasia. Alguien de su cortejo debe haber sabido que el Gran Oso no iba a tolerar tal provocación. Es más, Rusia demostró a Georgia y al mundo quién controla su esfera. Pero, lloriqueó Bush, la respuesta rusa fue «desproporcionada» y «brutal». Estas son palabras del hombre del choque y el sobrecogimiento que bombardeó e invadió a Irak y Afganistán y amenaza con la guerra a Irán.

Hace una década Clinton bombardeó a Serbia durante casi tres meses completos, y luego envió tropas para «persuadir» al gobierno de que permitiera la secesión de Kosovo. Compárese la reivindicación de Serbia a su territorio con la dominación «histórica» de Georgia de Abjasia y Osetia del Sur. ¡Como si existiera!

Rusia ha firmado un acuerdo de paz y ha jurado con comenzar la retirada de tropas. Pero Konstantin Kosachev, Presidente del comité de asuntos exteriores del Parlamento de Rusia, dijo que las fuerzas rusas saldrán «tarde o temprano» de Georgia en dependencia de ciertas condiciones. «Si yo preguntara», continuó Kosachev, «con qué rapidez pueden retirarse las fuerzas norteamericanas de Irak, la respuesta sería: ‘tan pronto como tengamos garantía de que habrá paz y seguridad allí.’ La misma respuesta sería para esta situación».

En 1991 Estados Unidos se regocijó de la destrucción del antiguo bloque soviético. Pero los muy cacareados principios de autodeterminación y soberanía se aplican solo cuando EEUU lo dice. Cuando los residentes de dos provincias, que no tienen una mayoría étnica georgiana buscan su independencia Estados Unidos muestra su indignación. Saakashvili y los neoconservadores de Bush tienen otra norma. Lo que los buenos hacen, automáticamente es bueno.

¿Y ahora qué? El Presidente Medvedev ha impedido que el «bien intencionado» Occidente reduzca el poder ruso. En Europa Oriental, la OTAN ya ha absorbido a seis ex estados del bloque soviético y a tres ex repúblicas soviéticas. Washington incluso indujo a los rusos a que cerraran su única base de monitoreo del pacto nuclear en Lourdes, Cuba, como muestra de «sinceridad».

Menos de cinco años más tarde, Washington ha comenzado una nueva estrategia anti-misil al mudar sitios desde Europa Occidental hacia Polonia y la República Checa –supuestamente como defensa contra inexistentes misiles balísticos intercontinentales y armas nucleares iraníes.

En el frente económico, el capital y la diplomacia occidentales condujeron un oleoducto Baku-Tbilisi-Ceyhan desde Azerbaiján hasta Turquía, pasando por Georgia. Nada de participación –o ganancia– rusa. El capital y el know-how occidentales llegaron a Ucrania y Georgia para promover «revoluciones democráticas» (anti-rusas, como trataron de hacer en Belarús.

Las preguntas que no hicieron los medios norteamericanos provinieron de Fidel Castro: «¿Qué hacen los soldados georgianos en Irak si no es apoyar una guerra que ha constado cientos de miles de vidas y millones de víctimas? ¿Qué ideales están defendiendo allí?»

«Saakashvili, por sí mismo», escribió Castro, «nunca hubiera saltado hacia la aventura de enviar el ejército georgiano a Osetia del Sur, donde chocaría con las tropas rusas».

Ahora varios han hecho el ridículo. Pero el tonto presidente de Georgia no tiene un establo de aduladores neoconservadores y unos medios distraídos para que lo maquillen. La pregunta es: ¿habrá aprendido Occidente una lección con la maniobra militar rusa o seguirán presionando Bush y su sucesor hasta que ocurra un «incidente» aún más peligroso?

(i) Apócope de «memorandum conversation», una conversación registrada por un empleado del Departamento de Estado (equivalente, por ejemplo, al secretario de un juzgado).