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Más allá de las estadísticas, la sanidad un factor crítico en la lucha contra las pandemias

Fuentes: Rebelión

Hoy, la pandemia de Covid-19 ha puesto de relieve -por no decir en jaque- los servicios de salud de los países del mundo entero. Mientras los gobiernos se esfuerzan por frenar la propagación del virus, los trabajadores de la salud, especialmente las mujeres, están en la primera línea de la epidemia.

Es tranquilizador saber que estos trabajadores están ahí para administrar el tratamiento y dar consejos, pero al tener en cuenta que más de la mitad de la población mundial no tiene acceso a la atención sanitaria básica, nos interpelamos sobre qué sucede cuando no hay suficientes médicos, enfermeras y personal de apoyo.

Un reciente informe del Ilostat, el portal central de estadísticas laborales de la OIT, presenta las cifras más recientes sobre las ocupaciones sanitarias calificadas -como médicos y enfermeros- y sobre todos los ocupados en el sector de la salud humana y el trabajo social, que incluye a todos los empleados en establecimientos relacionados con la salud, incluidas las ocupaciones no sanitarias como administradores y limpiadores, y las actividades de trabajo social.

Como parte de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas, todos los estados han acordado alcanzar la cobertura sanitaria universal para el 2030. Entre los criterios de salud ahí establecidos se destaca un indicador esencial de este objetivo, que es que se refiere a la ocupación /densidad. Elmayor obstáculo para su logro sea probablemente la escasez de trabajadores de la salud.

La salud es una ocupación importante, un sector esencial del desarrollo, pero la capacidad de los países para contratar y retener a los trabajadores de la salud varía considerablemente de una región a otra. Esta distribución desigual exacerba las desigualdades en el acceso a los servicios de salud.

El desigual acceso a los servicios de salud

Los datos sobre la ocupación de salud sugieren que los países de ingresos altos tienen tanto los trabajadores sanitarios más capacitados como los sectores sanitarios más grandes en relación con el tamaño de su población.

Noruega tiene el sector de la salud más grande, empleando a 1.049 personas por cada 10.000 habitantes. Le siguen Dinamarca, el Japón, los Países Bajos y Suiza, todos con más de 800.

Los EE. UU. (682) y el Reino Unido (664) tienen la décima y la decimotercera relación más alta, respectivamente. De hecho, los países de altos ingresos tienen en conjunto casi 12 veces más personas empleadas en el sector de la salud que los países de bajos ingresos: 580 por cada 10.000 personas en comparación con sólo 49 por el resto.

Es una historia similar cuando se observan las ocupaciones de salud calificadas (como médicos, enfermeras y parteras) por cada 10.000 personas. De los 97 países con datos disponibles, los 10 primeros son casi exclusivamente países de altos ingresos. Alemania, Noruega, Suiza, los Países Bajos y los Estados Unidos conforman los cinco primeros, mientras que la Federación Rusa es el único país sin altos ingresos que se encuentra entre los 10 primeros.

Sin embargo, en muchos países de bajos ingresos, gran parte de la población no tiene ni siquiera acceso a los servicios de salud esenciales debido a la falta de trabajadores sanitarios, en particular en las zonas rurales y remotas.

No es en vano que cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró el brote de COVID-19 como una emergencia sanitaria mundial, su mayor preocupación fue la posibilidad de que el virus se propagara a países con sistemas de salud más débiles. En África, el promedio de trabajadores empleados en el sector de la salud por cada 10.000 personas es de 57, y en muchas de las naciones más pobres de la región tienen aún menos.

Servicios de salud bajo el microscopio

La pandemia sitúa al personal sanitario en situaciones de exigencia excepcional. Están sometidos a un enorme volumen de trabajo y en ocasiones se ven en situaciones traumáticas y frente a decisiones difíciles, con una tasa de letalidad sin precedentes, y además deben convivir con el temor a contraer la enfermedad o a propagarla.

Actualmente podemos observar, cómo los sistemas de salud robustos pueden ser severamente probados por presiones inesperadas como la pandemia covid-19.

De los 15 países con más casos confirmados hasta la fecha, 14 de ellos disponen de ocupación sanitaria, según los datos sanitarios en el Ilostat. La mayoría de ellos (Alemania, Austria, Bélgica, Canadá, Corea del Sur, España, Estados Unidos, Francia, Italia, Países Bajos, Portugal, Reino Unido y Suiza) tienen una media muy superior a la mundial de 174 empleados en el sector de la salud por cada 10.000 personas.

Mientras, en Irán, sólo 99 personas empleadas trabajan en el sector de la salud por cada 10.000 personas, yno se dispone de datos sobre ocupación el sector de la salud en el caso de China.

Si bien es cierto que tener un número adecuado de trabajadores de la salud será fundamental para ganar la batalla contra el covid-19, ésta no es la única cuestión, ya que otros factores condicionan esta lucha como, por ejemplo, el acceso al equipo de protección personal, a los protocolos de seguridad y salud ocupacional, a los periodos de descanso y recuperación adecuados y a otras condiciones de trabajo, lo que determinará la eficacia con la que los trabajadores sanitarios puedan tratar a los pacientes.

A medida que la pandemia de covid-19 pone los servicios de salud del mundo bajo el microscopio, los datos muestran que numerosos países ya se enfrentaban a la escasez de trabajadores de la salud, a menudo debido a las largas horas de trabajo, bajos salarios y los riesgos de seguridad y salud en el trabajo que disuaden a muchos de incorporarse al personal de salud y que hacen que muchos trabajadores calificados abandonen la profesión prematuramente.

A nivel mundial, las mujeres constituyen el 70% de las personas empleadas en el sector de la salud y, según los datos disponibles para cerca de 100 países, el 72% de los puestos de trabajo calificados en el sector de la salud. En resumen, las mujeres están desproporcionadamente en primera línea en la lucha mundial por tratar a los pacientes infectados.

Mientras tanto, las mujeres llevan también la carga del trabajo de cuidado no remunerado, como la crianza de los niños y el cuidado de los ancianos. El cierre de las escuelas en las regiones afectadas por covid-19 crea desafíos adicionales para muchas mujeres trabajadoras de la salud que tratan de equilibrar el trabajo y la familia.

Un niño muere cada cinco segundos

El 18 de setiembre de 2018, un informe de UNICEF, publicaba cuasi en el indiferencia general que 6,3 millones de niños menores de 15 años murieron en 2017 por causas en su mayoría prevenibles, según las estimaciones de mortalidad publicadas por, la Organización Mundial de la Salud (OMS), la División de Población de las Naciones Unidas y el Grupo del Banco Mundial.

Esta cifra representa la muerte de un niño cada 5 segundos. La gran mayoría de estas muertes –5,4 millones– ocurren en los primeros cinco años de vida, y alrededor de la mitad son de recién nacidos. Millones de niños siguen muriendo simplemente debido a su identidad o al lugar donde han nacido.

Con soluciones sencillas como medicamentos, agua potable, electricidad y vacunas podemos cambiar esa realidad para todos los niños.  A escala mundial, la mitad de todas las muertes de menores de cinco años que se produjeron en 2017 ocurrieron en África subsahariana, y otro 30% en Asia meridional.

En África subsahariana, 1 de cada 13 niños muere antes de cumplir cinco años. En los países de altos ingresos, esa cifra era de 1 de cada 185. La mayoría de los niños menores de 5 años mueren por causas que se pueden evitar o tratar, como complicaciones durante el parto, neumonía, diarrea, sepsis neonatal y paludismo. Claro que esto no generaba tempestades económicas.

Es inútil tratar de comprender desde la simplificación los fenómenos que son intrínsecamente complejos. Al mismo tiempo que los Estados tratan de mantener cierta continuidad, tanto en sus operaciones como en los propios datos, pero a pesar de los grandes expertos los cambios que se avizoran, en realidad están en el imaginario colectivo, pero no en su praxis, el capitalismo no desandará su camino.

Parece imprescindible que la realidad del trabajo se contemple en una dimensión que necesariamente vaya más allá de la relación de mercado y, más concretamente, de su expresión monetaria. Si la economía es la ciencia social matemáticamente más avanzada es a la vez la ciencia humana más atrasada. Obedientes al cálculo ignoran lo que no es calculable ni mensurable como la vida, el sufrimiento, la alegría o el amor.

Su medida de la satisfacción es el crecimiento de la producción, de la productividad o de los ingresos, pero ignora la subordinación, la humillación o el dolor que experimentan los pobres. Eso significa, entre otras cosas, que hay que avanzar hacia un registro mucho más realista del trabajo, del empleo y del desempleo para no realizar la ciencia ficción que implica referirse a registros estadísticos que de ningún modo reflejan la realidad.

Eduardo Camin. Periodista de Uruguay, acreditado en ONU-Ginebra. Analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)

http://estrategia.la/2020/04/09/mas-alla-de-las-estadisticas-la-sanidad-un-factor-critico-en-la-lucha-contra-las-pandemias/