Los dos soldados confiesan sus crímenes de forma monótona. Solo unos cuantos parpadeos delatan su emoción: ejecuciones, entierros en masa, destrucción de pueblos y violaciones.
La orden de su comandante en agosto de 2017 fue clara, dijo el soldado Myo Win Tun en un testimonio en video: “Disparen a todo lo que vean y a todo lo que escuchen”.
Dijo que obedeció, participó en la masacre de 30 musulmanes rohinyás y los enterró en una fosa común cerca de una torre celular y una base militar.
En un municipio vecino, el soldado Zaw Naing Tun dijo que alrededor de la misma época, él y sus camaradas de otro batallón siguieron una directiva casi idéntica de su superior: ‘Maten a todos los que vean, sean niños o adultos’.
“Acabamos con unas 20 aldeas”, dijo el soldado Zaw Naing Tun, y agregó que él también arrojó los cuerpos en una fosa común.
El testimonio en video de los dos soldados se compartió con los fiscales internacionales y es la primera vez que miembros del Tatmadaw —como se conoce al ejército de Birmania— confiesan abiertamente haber participado en lo que los funcionarios de las Naciones Unidas dicen que fue una campaña genocida contra la minoría musulmana rohinyá del país.
El 7 de septiembre, los dos hombres, que huyeron de Birmania el mes pasado, fueron llevados a La Haya, donde la Corte Penal Internacional ha abierto un caso que examina si los líderes del Tatmadaw cometieron crímenes a gran escala contra los rohinyás.
Las atrocidades descritas por los dos hombres se hacen eco de las pruebas de graves abusos a los derechos humanos que se han recogido entre los más de un millón de rohinyás que ahora se refugian en el vecino Bangladés. Lo que distingue su testimonio es que proviene de los perpetradores, no de las víctimas.
“Este es un instante monumental para los rohinyás y el pueblo de Birmania en su continua lucha por la justicia”, dijo Matthew Smith, director ejecutivo de Fortify Rights, un organismo de vigilancia de derechos humanos. “Estos hombres podrían ser los primeros perpetradores de Birmania juzgados en la Corte Penal Internacional, y los primeros testigos internos bajo custodia del tribunal”.
The New York Times no pudo confirmar independientemente que los dos soldados cometieron los crímenes que confesaron. Pero los detalles de sus relatos se ajustan a las descripciones proporcionadas por decenas de testigos y observadores, incluidos los refugiados rohinyás, los residentes de Rakhine, los soldados del Tatmadaw y los políticos locales.
Y múltiples aldeanos confirmaron de manera independiente la ubicación de las fosas comunes que los soldados proporcionaron en su testimonio, pruebas que serán aprovechadas en las investigaciones de la Corte Penal Internacional y otros procedimientos judiciales. El gobierno de Birmania ha negado repetidamente la existencia de esos sitios en toda la región.
Los crímenes que, según los soldados, fueron perpetrados por sus batallones de infantería y otras fuerzas de seguridad —unos 150 civiles muertos y docenas de aldeas destruidas— son solo una parte de la larga campaña de Birmania en contra de los rohinyás. Y retratan una operación concertada y calculada para exterminar a un solo grupo étnico minoritario, la cuestión que está en el centro de los actuales casos de genocidio.
Las masacres de los rohinyás que culminaron en 2017 fueron catalizadoras de una de las huidas más rápidas de refugiados del mundo. En cuestión de semanas, tres cuartos de millón de apátridas fueron desarraigados de sus hogares en el estado occidental de Rakhine, en Birmania, mientras las fuerzas de seguridad atacaban sus aldeas con rifles, machetes y lanzallamas.
Fuente: https://es-us.noticias.yahoo.com/maten-vean-soldados-birmanos-hablan-160109534.html