El presidente Alan García Pérez, dirige el 6 de febrero un mensaje a la nación para «evaluar» su primer semestre. El mensaje de un optimismo digno de Alan, animal político como ninguno y por lo tanto mediático. Desayuna, almuerza y come medios. No come anchoveta , ni bebe pisco pero mientras come medios manda cambiar […]
El presidente Alan García Pérez, dirige el 6 de febrero un mensaje a la nación para «evaluar» su primer semestre. El mensaje de un optimismo digno de Alan, animal político como ninguno y por lo tanto mediático. Desayuna, almuerza y come medios. No come anchoveta , ni bebe pisco pero mientras come medios manda cambiar de hábitos: «se debe comer anchoveta», «hay que beber pisco y comer kiwicha » y «hay que apoyar la pena de muerte para terroristas y violadores de niños». «La Corte Interamericana de Derechos Humanos, no entiende, no sirve». Cada día una campaña como pan de cada día.
Alan García llega al poder otra vez como por un golpe de magia. El pueblo se olvida de los desastres de su primer mandato. En esos cinco nefastos años (1985-1990) parte del partido aprista (PAP), se toma por asalto el Estado peruano. Por otra parte, resulta muy torpe la campaña antisenderista: se cometen encarcelamientos y masacres de campesinos inocentes y desarmados, tildados de «senderistas, terroristas y rojos». La economía nacional también se va al diablo con una inflación memorable que se dispara a la par con las billeteras de los apristas. El «partido, gobierno y presidente del pueblo», el discurso ‘antiimperialista’, la negativa a pagar más deuda externa, Alan el líder de la América Latina libre… todo como una pompa de jabón retórica se reventó. Al final, a la «insania terrorista de los marxista-leninista-maoístas» de Sendero Luminoso, Alan respondió con la creación del comando paramilitar aprista «Rodrigo Franco», que se dedicó a asesinar y torturar a senderistas, campesinos, periodistas, sindicalistas, diputados izquierdistas, militantes de Izquierda Unida y cualquier persona contraria al gobierno. El ‘gobierno de los pobres’ terminó así con un 27,4 por ciento más de pobres.
Después de un cómodo exilio en Francia, apoyado por Mitterrand, Alan regresó a Perú y se postuló a la Presidencia, que perdió por un escaso 5 por ciento frente a Alejandro Toledo. En la última campaña fuimos testigos de la última versión de «Caballo Loco», un hombre sin su clásico terno azul, vistiendo pantalones rojos, subido de peso, con canas en las patillas y bailando reguetón. Empezó en tercera posición. En la punta Ollanta Humala, luego la democristiana Lourdes Flores. A la devota Lourdes le cantaron de todo: representante de los banqueros, candidata de los ricachones y de los curas, etcétera. Cosas que eran y son verdad, pero Alan lograría que le endosaran esa cantaleta a su favor como «cambio responsable» frente al entrometido modelo «chavista» y pasa raspando en la segunda vuelta.
Alan García se impuso con la confusa charada él era el «mal menor». Eso quería decir que el otro era el loco: ni sería fusilador de homosexuales, ni a los terroristas de Sendero los liberaría, ni estatizaría todos. Ollanta no era para tanto pero los medios hicieron el eco. Con el Coronel Chávez metiendo las narices en la campaña, el nacionalismo recalentado por Alan a la postre le dio la victoria por un 5 por ciento.
Así, el otrora hombre más desacreditado vuelve al poder supremo. Muchas veces afirmó que había cambiado, que había logrado aprender las lecciones, que él y su partido eran «del pueblo». Al menos se podría esperar que respirara el espíritu «progresista y socialdemócrata» de su partido. Pero no.
Desde el momento en que pactó con la derecha para asegurar la derrota del «monstruo comunista» de Ollanta, la suerte de Perú estaba echada. Ahora queda fuera de duda que serán cinco años más de continuismo económico neoliberal, aliados incondicionales de Estados Unidos y cuña que se juega con la Colombia de Uribe para contener la nueva izquierda del continente.
Los seis meses de Alan
Se cumple a la letra la promesa de rebajar a la mitad los elevadísimos sueldos de los altos ejecutivos del Estado. La estampida de técnicos pronosticada por la derecha no sucedió. Punto a favor.
Siguiendo con el «Plan de Acción Inmediata», no se aprobó la prometida ley contra el transfuguismo partidario de parlamentarios, puesto que ellos han sido los primeros beneficiarios al romper con sus fugas la oposición parlamentaria.
Se eliminan las prefecturas, subprefecturas y gobernaciones «representantes personales del Presidente de la República»; se fusionaron organismos que desarrollaban funciones iguales, concentrando el poder de negociación y chantaje político contra las municipalidades y los gobiernos regionales opositores en la Presidencia del Consejo de Ministros.
Se aprueba una ley para cuotas en las listas de candidatos a regidores menores de 29 años, que sirve para que éstos sean ubicados en los últimos lugares de cada 17 elegidos; uno era menor de 29 años.
Todavía no se intenta municipalizar la educación al estilo Pinochet, en parte por la férrea oposición del Sindicato Único de Trabajadores de la Educación del Perú (SUTEP) y por la complejidad del proceso. Pero en cambio se pone en marcha un programa piloto en 60 municipalidades del país. Parece que Alan no se entera de que los estudiantes secundarios de Chile pararon a su país entre abril y junio con el fin de, entre otras cosas, exigir que la educación regrese a manos del Estado. En un país tan desigual como Perú, hacer de la educación una obligación de las municipalidades significa oficializar que los ricos tengan derecho a mejor educación que los pobres.
El plan oficial siguió con una evaluación censal a los maestros, medida apoyada por el SUTEP en un comienzo; pero, obligado por el ala radical, el Sindicato terminó llamando a no asistir. Un día antes de la prueba, ésta apareció por todos lados: el SUTEP había ganado el primer round. La prueba fue reprogramada, el SUTEP la saboteó como pudo, pero los profesores asistieron masivamente. Se programó una tercera fecha para quienes no acudieron a causa de la violencia del Sindicato. La tercera fecha fue un knock out para el SUTEP. La prueba tenía como objetivo señalar a los profesores como los únicos culpables de la estafa que tenemos como educación. El gobierno lo consiguió. Ahora, los profesores sufren el repudio de la opinión pública; además, aquél les quitó la posibilidad de que su «banco», la Derrama Magisterial, un ente que asegura pensiones, casas baratas y préstamos a los profesores, con gran éxito económico y que beneficia directamente a los docentes, recaude la cuota de los profesores a través del mismo modo que, por ejemplo, usa el Seguro Social.
En Salud, el gobierno creó el Seguro Integral de Salud, destinado a proveer de salud a todos aquellos que no cuentan con un sistema de salud, sea privado o estatal. Esperemos que el SIS cubra a toda la población que así lo requiere; pero, mientras el estado de los hospitales sea de terror, lo único que se logrará será aumentar el hacinamiento. De mejorar la salud integralmente, nada dice el Presidente.
En materia de gasto social, se espera que haya más recursos al fusionar programas del gobierno, pero el gasto social peruano es sencillamente escaso. Estamos incluso por debajo de la media latinoamericana: $ 170 frente a $610 per cápita. El Estado tiene dinero proveniente de las exportaciones, además del boom minero y en general del desigual crecimiento económico. No obstante, en vez de aprovechar los altos precios de los minerales, aplica el «impuesto a las sobreganancias», y prefiere arrodillarse ante las transnacionales y pedirles una colaboración voluntaria, unas limosnas de $ 150 millones anuales por cinco años y que ni siquiera serán administrados por el Estado. Para colmo, éste renuncia a ser Estado y esos fondos serán administrados por las propias mineras. ¡Y al valiente Evo lo llama «fundamentalista andino» por tener la ‘osadía’ de cobrar los impuestos justos y que hacen falta para cumplir con los deberes oficiales!
El Partido Aprista (PAP), contraviniendo a la Internacional Socialista, que hace una campaña mundial para eliminarla, habló durante toda la campaña de «pena de muerte» como solución milagrosa a todos los problemas de delincuencia que padece Perú. Envió un proyecto de ley para aplicar esa pena en casos de terrorismo agravado. Pero la oposición nacionalista, los centristas y la derecha cristiana lograron archivar el proyecto. Recordemos que antes de finalizar 2006, la Policía montó un show mediático para arrestar a Guillermo Bermejo, «terrorista y organizador de atentados contra diversas instituciones públicas». Se trata de un muchacho empeñoso y militante de un diminuto colectivo socialista. Cuando en enero hubo un ataque de Sendero Luminoso a un convoy del Estado en la selva, Alan salió en los medios y juró venganza. Los chivos expiatorios fueron ocho inocentes pobladores que, ante la presión de su pueblo, tuvieron que ser puestos en libertad.
Perú fue uno de los pocos países que oficialmente aplaudieron la ejecución de Saddam Hussein. Pero Alan ahora quiere llamar a un referéndum para definir la pena de muerte. «Qué la población decida». El Presidente del Tribunal Constitucional declaró que «no pueden someterse a referéndum la supresión o la disminución de los derechos fundamentales de la persona». Parece que por el momento se dio por vencido, puesto que en el Mensaje a la Nación no tocó el tema. ¡Ojalá!
El exitoso programa del anterior gobierno «Mi vivienda y techo propio» (departamentos baratos para la clase media y baja) recibió una inyección de presupuesto, ya que éstos habían quedado descapitalizados. Se lanzó «Agua para todos», proyecto destinado a proveer de agua y desagüe a todo Perú. Apenas se lanzó, surgieron críticas de la oposición por falta de transparencia en las licitaciones, y con el paso del tiempo el programa no da señales de avance.
Hipócritamente, mientras ataca a los grandes sindicatos, el SUTEP y la Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP), exige la sindicalización de las Pequeñas y Medianas Empresas (PYME). Quiere dejar desprotegidos a los trabajadores de las grandes empresas, y destrozar a las pequeñas y medianas. Los sindicatos son una necesidad de todos los trabajadores para evitar sus patrones los arrollen, pero en todas las instancias, en el Estado, y en la empresa privada grande, mediana y pequeña.
El PAP es una mezcla de sedientos de poder. Ya empezaron a copar el Estado y nada ni nadie puede detenerlos mientras tengan la venia presidencial. Perú perdió la oportunidad de subir al carro de los cambios a favor del pueblo, que ronda por la Patria Grande; ahora somos «amigos del amigo de Bush»: Uribe. Nada más.