«Sin precedente» es la calificativa más utilizada por las fuerzas políticas iraníes para denunciar la proscripción del alrededor de 2400 de los candidatos reformistas y conservadores – el 95 por ciento de ellos-, de cara a las elecciones legislativas del día 14 de marzo, tachados de «falta del compromiso con el Islam». Esta decisión ha […]
«Sin precedente» es la calificativa más utilizada por las fuerzas políticas iraníes para denunciar la proscripción del alrededor de 2400 de los candidatos reformistas y conservadores – el 95 por ciento de ellos-, de cara a las elecciones legislativas del día 14 de marzo, tachados de «falta del compromiso con el Islam». Esta decisión ha sido tomada por el Consejo de Guardián de la Constitución (CGC), órgano ultraconservador no electo, compuesto por hombres próximos al líder supremo, ayatolá Jamenei, cuya función es filtrar las leyes ya votadas por el parlamento, y revisar la solicitud de los candidatos en las elecciones, para burlarse de los fundamentos de la «República» a favor de la autoridad «Islámica» de un Califa autodesignado. Sin embargo es absurdo sorprenderse, ya que el CGC ha sido coherente con su línea de «política de etapas». En la primera, que abarca los tres primeros años de la instalación de la República Islámica en 1979, se permitió la participación de una veintena de partidos políticos de todos los colores en los comicios. En la segunda, ya afianzados en el poder, desataron una durísima represión contra la totalidad de las organizaciones políticas críticas con la RI y les pusieron «fuera de la ley». Desde entonces hasta las legislativas del 2004, sólo se les permitió participar a las agrupaciones que representaban a las facciones de la RI, dando una imagen de pluralismo. La última etapa, se culminará con comicios del próximo 14 de marzo, en la que la ultraderecha religiosa se desharán de los molestos reformistas, para monopolizar la totalidad de los órganos del poder, mediante la formación de un parlamento obediente con un solo objetivo: eliminar las voces criticas hacia las desastrosas gestiones político-económicas del presidente Ahmadineyad, y fortalecer sus posiciones de cara a las elecciones presidenciales de 2009.
Por si los ultras tenían pocos argumentos para apartar a los reformistas, el apoyo del Presidente Bush a esta corriente desde Washington fue la guinda puesta en su caída en desgracia, para que fueran presentados por el de Ayatolah Jamenei como «mercenarios al servicio del enemigo». Aun así, se autorizará la candidatura de unos cuantos reformistas «light» para dar la imagen de pluralidad y legitimidad de la RI. de cara a exterior.
Pulso por el poder absoluto
Los protagonistas de este escenario electoral son dos coaliciones. La Usulgarayán, cuyo significado literal es Fundamentalistas, está compuesta por los militares islamistas de ultraderecha y una nueva burguesía nacida a partir de los inmensos beneficios de la venta del petróleo, e individuos que se dedican al negocio de importaciones, y de paso han arruinado la industria nacional del país, han provocado una inflación de dos dígitos, condenado al desempleo a unos 18 millones de la población activa, y han lanzando al 25 por ciento de los iraníes, según los datos oficiales, a la parte inferior de la línea de la pobreza, mientras manejan el gobierno más rico de la historia de Irán en cuya caja ha entrado en los dos últimos años unos 120 mil millones de dólares, gracias al Oro Negro. En esta República Islámica «pretoriana», medio centenar de mandos de Guardianes Islámicos ya han presentado su dimisión para ocupar escaños del parlamento. De este modo, además del control que actualmente tienen sobre el poder ejecutivo y judicial, harán con el mando del legislativo.
A su lado están «Eslahgarayan», una veintena de organizaciones reformistas, en coalición con los neoliberales corruptos del ex presidente Rasfaenani, tratan de agarrarse a algún puesto para no perder sus lazos con el poder. La traición de esta corriente a sus promesas políticas y su cobardía en silenciar hechos como la duplicación del numero de ejecuciones respecto al año pasado, han hecho que sus anteriores partidarios hoy no derramen ni una sola lágrima en su réquiem.
Los jatamistas, cómplices activos de la represión y la matanza de decenas de miles de miembros de las fuerzas progresistas del país en las décadas 80 y 90, posiblemente no conocían el poema atribuido a Bertold Brecht que decía eso de «cuando fueron a por los comunistas, sindicalistas, judíos y los demás no dije nada porque… cuando vinieron a por mi, ya no había nadie que dijera nada».
¿Y la oposición?
Mientras tanto, las fuerzas democráticas no consiguen acordar una postura común ante estas elecciones. El socialista «Comité de los 23», formado por personalidades laicas denuncia la falta de las mínimas garantías para unas elecciones limpias, y pide a los electores el boicot; hace lo mismo el veterano Partido Democrático de Kurdistan, al igual que una docena de organizaciones de mujeres, que abanderan la lucha de los iraníes por la democracia en estas condiciones extremas. Acaba de ser prohibida la publicación Zanan «Mujeres», muy críticas con las leyes discriminatorias contra la mujer, mientras las 12 diputadas impasibles ante tanto agravio que soporta la mujer iraní, se dedicaban a pedir layes aun más duras contra las que no llevan correctamente el velo obligatorio. La premio Noble de la paz, Shirin Ebadi tampoco votará.
Llama la atención la declaración del Partido Comunista Tudeh, que a pesar de la ejecución de medio centenar de los miembros de su comité central y miles de sus militantes en la década de los 80, desde el exilio y clandestinidad, con el lema de «No a la pasividad» pide a los ciudadanos que aborten con su activa presencia en la campaña electoral los planes oscuros de los actuales dirigentes que están conduciendo el país hacia una catástrofe nacional y regional.
Todo indica que el 14 de marzo pasará sin pena ni gloria.