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Miedo e incertidumbre para la disidencia birmana en Tailandia

Fuentes: Al Jazeera
Traducido para Rebelión por Cristina Alonso

Disidentes actualmente en Tailandia que huyen de la represión del ejército de Myanmar viven en la clandestinidad, mientras buscan la protección humanitaria de terceros países.

Cuando los militares de Myanmar dieron el golpe de estado el 1 de febrero, la carrera en las artes escénicas de Kaung Latt se detuvo de repente. Conocido partidario del gobierno depuesto de la Liga Nacional para la Democracia (NLD, por sus siglas en inglés) y estrella con cientos de miles de seguidores en las redes sociales, Kaung Latt sabía que existía la posibilidad de convertirse en uno de los objetivos de alto perfil del régimen.

La mañana del golpe, cuando las fuerzas de seguridad empezaron a reunir a personal estatal de la NLD, a activistas y figuras públicas influyentes, Kaung Latt se escondió. Más tarde, le dijeron en su vecindario que las fuerzas de seguridad habían estado en su casa dos veces ese día.

Durante el mes siguiente, Kaung Latt se refugió en casa de diferentes amistades en Rangún, la principal ciudad de Myanmar, pero cuando el ejército emitió una orden de detención en la que se le acusaba de «utilizar [su] popularidad para incitar a la gente» a través de los medios de comunicación social «para destruir la ley y el orden estatal», decidió que era demasiado arriesgado permanecer con sus anfitriones.

Al no poder volar fuera del país, a principios de marzo cruzó en secreto al país vecino Tailandia, en donde permanece desde entonces en estado de limbo.

«No me siento seguro viviendo aquí por mi condición de indocumentado», explicó. «Es la primera vez que vengo a otro país sin documentación, y me siento muy pequeño, como si hubiera perdido mi identidad».

Kaung Latt es una de las tres personas huidas a Tailandia desde el golpe de estado con las que Al Jazeera se comunicó. Temen por su vida si regresan a Myanmar, pero el gobierno tailandés no distingue entre personas refugiadas o solicitantes de asilo y aquellas personas que inmigran por motivos económicos, por lo que no pueden solicitar asilo en Tailandia, ya que cualquier entrada o estancia indocumentada o no autorizada en el país se considera «inmigración ilegal».

Las personas disidentes birmanas, por tanto, intentan solicitar asilo por motivos humanitarios en terceros países, y tienen que hacerlo mientras la violencia continúa en su país, sufriendo la ansiedad de no conocer su futuro y sobrellevando recuerdos traumáticos de momentos vividos.

Para proteger a las personas y a sus familias, Al Jazeera utiliza en este artículo seudónimos, además de anonimizar algunos de los detalles de los relatos.

El golpe de estado, según Kaung Latt, dio un vuelco completo a su vida, destruyendo su carrera y su sensación de seguridad en Myanmar. «Constantemente me sentía nervioso pensando cuándo podrían venir [las fuerzas de seguridad] a arrestarme», dijo. Ante el temor de ser torturado o de convertirse en desaparecido si los militares finalmente lo atrapaban, empezó a sentirse mal físicamente. «No tengo ninguna enfermedad cardíaca, pero me dolía el lado izquierdo del pecho, y cuando se lo conté a mis amistades, me dijeron que era por el trauma sufrido», comentó.

Siete meses después del golpe, ni el dolor por su país ni la ansiedad por su seguridad personal han desaparecido. «Todavía guardo los sentimientos de cuando ocurrió el golpe en febrero, sentimientos de estar molesto, herido y de que se me ha robado el derecho al voto», explicó, y añadió que sigue teniendo pesadillas en las que los militares le buscan. «Me siento mucho mejor aquí [en Tailandia], pero sigo luchando contra el trauma», dijo a Al Jazeera.

En agosto, decidió buscar protección humanitaria en un tercer país. Una amistad le contactó con una embajada, y ahora está a la espera de respuesta sobre la situación de su caso.

«Desde que perdí mi identidad, estoy tratando de reasentarme», comentó por teléfono desde una ciudad en la frontera tailandesa. «Si consigo recuperar mi identidad después de reasentarme, ayudaré a mi país en lo que pueda».

Me preocupaba mi vida’

Durante el antiguo régimen militar en Myanmar, que duró desde 1962 a 2011, la ciudad fronteriza de Mae Sot y la ciudad norteña de Chiang Mai, en Tailandia, se convirtieron ambas en centros de acogida para la disidencia birmana exiliada. En la década de 1980, el conflicto armado en el sureste de Myanmar desencadenó el inicio de más de 20 años de desplazamientos masivos, y se establecieron nueve campamentos en las provincias fronterizas de Tailandia, con el apoyo de un consorcio de organizaciones no gubernamentales internacionales.

El número de personas refugiadas en estos campos alcanzó un máximo de 150.000 en 2005, tras el cual decenas de miles de personas fueron reasentadas en terceros países. Algunos cientos de personas regresaron a Myanmar por medio de un programa de facilitación para la repatriación voluntaria puesto en marcha por los gobiernos tailandés y birmano en 2016. Los problemas, sin embargo, que incluían la presencia militar continua en las aldeas de personas refugiadas, el miedo a la reanudación del conflicto y a las minas terrestres sin explotar, y las escasas opciones de educación, atención sanitaria y medios de vida, hicieron que muchas personas pusieran en duda el regreso. Actualmente, más de 90.000 personas permanecen refugiadas en los campos.

Desde el golpe de estado en febrero, los ataques aéreos y los enfrentamientos armados a lo largo de la frontera sureste de Myanmar han obligado a miles de personas a buscar refugio en Tailandia, pero el país vecino no les ha concedido ninguna protección formal.

A finales de marzo, cuando el ejército perpetraba ataques aéreos en el estado Karen y según grupos en favor de los derechos humanos, más de 2.000 personas que intentaron cruzar la frontera birmano-tailandesa fueron obligadas a regresar. Las autoridades tailandesas sostienen que esos retornos fueron seguros y voluntarios.

El cruce fronterizo a Tailandia de miles de personas huyendo de los ataques militares en el estado Karen en Myanmar continuó en abril, mayo y junio; los grupos de derechos afirman que estas personas también fueron obligadas a regresar o fueron presionadas para hacerlo.

En la actualidad, la vulnerabilidad de las personas disidentes y otras personas birmanas viviendo en Tailandia tras huir de la persecución del ejército de Myanmar, continua. En marzo, dos personas activistas y tres periodistas fueron detenidas en Chiang Mai y condenadas a siete meses de prisión por entrada ilegal. Debido a la protesta de los grupos en favor de los derechos, se les concedió asilo en terceros países.

Mientras tanto, el medio de comunicación birmano The Irrawaddy informaba el 7 de septiembre que la policía tailandesa había sido alertada para que arrestara a cualquier persona relacionada con el Gobierno de Unidad Nacional o NUG, gobierno paralelo en la oposición en Myanmar, y para que inspeccionara lugares sospechosos de albergar a sus miembros.

Entre las personas perseguidas por la junta militar birmana, por su participación en las protestas antigolpistas y por hablar en contra de los militares en redes sociales, está Ko Moe, artista de espectáculos.

Cuando huyó de su casa de Rangún en marzo, Ko Moe no tenía planes de cruzar a Tailandia. «Aun cruzando la frontera, no hubiera sabido a dónde ir, ni dónde alojarme. Además, si la policía tailandesa me detenía y me devolvía a Myanmar, sería terrible para mí», comentó.

En primer lugar, se escondió en casa de parientes en Rangún. Cuando esto resultó demasiado arriesgado, buscó protección en la frontera con Tailandia, en territorio controlado por un grupo armado de una minoría étnica. Llegó allí en abril, justo antes de que se emitiera su orden de detención.

Los grupos armados de las minorías étnicas han ofrecido refugio en sus territorios, incluso en momentos de intensificación de combates, a miles de activistas y disidentes desde el golpe de estado. Algunos de estos grupos llevan décadas luchando contra la junta militar, y Ko Moe explicó que temía salir a la calle, ya que había soldados de una unidad dependiente del ejército cerca de la casa donde se alojaba.

Finalmente pudo iniciar, por mediación de un amigo, el proceso de solicitud de protección humanitaria en un tercer país. Sin embargo, y según el derecho internacional para las personas refugiadas, debía estar fuera de Myanmar para poder realizar la solicitud. Tras muchas deliberaciones, decidió arriesgarse y cruzar a Tailandia.

En su último acto, antes de abandonar Myanmar, grabó una canción de protesta en la que pedía que la gente se uniera y tuviera empatía con los demás. «Quería ofrecer un mensaje al pueblo de Myanmar, para que supiera que, como artista, sigo estando con él «, dijo a Al Jazeera.

Ese mismo día, con colaboración amiga, cruzó la frontera de forma clandestina.

«La principal razón por la que vine aquí es porque estaba preocupado por mi vida… que [las fuerzas de seguridad] pudieran detenerme por la noche. Y que llamaran a mi familia la mañana siguiente para decirles que recogieran mi cadáver», explicó.

Aunque Ko Moe se siente más seguro en Tailandia, evita salir al exterior, debido a su falta de documentación. Actualmente, habiendo completado los procesos de selección, está a la espera de poder transitar hacia un tercer país.

Vivir en clandestinidad

Es difícil precisar el número de personas birmanas que han tenido que escapar a Tailandia desde el golpe de estado. La razón es que muchas de ellas, como Ko Moe, están indocumentadas y viven en la clandestinidad.

Tailandia se comprometió, en 2016, a desarrollar un mecanismo nacional de identificación de aquellas personas en necesidad de protección humanitaria. En diciembre de 2019 aprobó formalmente el establecimiento del mecanismo, y estaba previsto que la ley entrara en vigor en junio de 2020. Sin embargo, según Naiyana Thanawattho, directora ejecutiva de Asylum Access Thailand, la legislación todavía no se ha puesto en práctica y se siguen debatiendo los detalles sobre su implementación.

Asylum Access Thailand forma parte de una coalición de más de 40 grupos de la sociedad civil que solicita a Tailandia que agilice la aplicación de la ley y garantice que las ONG en favor de los derechos de las personas refugiadas y apátridas estén representadas de forma significativa en los debates sobre el tema.

Los miembros de la coalición esperan que el mecanismo de identificación permita vivir y trabajar en Tailandia a las personas refugiadas y solicitantes de asilo, sin correr el riesgo a ser detenidas o deportadas. No obstante, una de las mayores preocupaciones es que la ley excluye a las personas refugiadas que actualmente viven en los campos, a las personas de determinadas nacionalidades y a las personas refugiadas recién llegadas. Cabe resaltar que numerosos miembros del comité creado para revisar las solicitudes de refugio son personas expertas en temas de seguridad nacional.

«Tememos que el objetivo de la ley sea excluir a la gente en lugar de protegerla», dijo Thanawattho. «[El gobierno] no debería excluir a las personas refugiadas del acceso a protección».

Las opciones para acceder a protección humanitaria en un tercer país son también muy escasas. En 2020, la agencia de la ONU para las personas refugiadas, ACNUR, identificó de su interés a 20.7 millones de personas refugiadas en todo el mundo, de las cuales menos del 1% fueron reasentadas.

Al Jazeera se puso en contacto con los gobiernos de ocho países con historial de ofrecer protección humanitaria a personas de Myanmar, así como con ACNUR y con la Organización Internacional para las Migraciones, pero no pudo confirmar detalles concretos sobre cuántas personas, perseguidas por el ejército birmano desde el golpe de estado, han recibido protección humanitaria en terceros países.

Nueva Zelanda dijo que había recibido 11 solicitudes de refugio y protección de ciudadanía de Myanmar dentro del país, y que todas se estaban estudiando. Alemania, desde la toma de poder en Myanmar, ha aprobado 6 solicitudes de asilo desde dentro del país. Australia informó que, en ese periodo de tiempo, había recibido 2.097 solicitudes de visados humanitarios de ciudadanía birmana desde fuera del país. No mencionó, sin embargo, el número de personas a las que había concedido la protección.

El Reino Unido no proporcionó detalles. Los Estados Unidos, los Países Bajos, España y Canadá no respondieron a las solicitudes de comentarios.

Citando razones de confidencialidad y protección, ACNUR se negó a comentar qué tipo de protección temporal, si la hay, se ofrece durante el periodo de tránsito a las personas refugiadas en Tailandia.

Quiero vivir legalmente’

Kaung Htoo es una de las personas de ciudadanía birmana que consiguió ponerse en contacto con una embajada de un tercer país y solicitar protección. Como actualmente teme ser detenido y no cuenta con el apoyo de ninguna organización en Tailandia, solo sale a la calle cuando es necesario. Su mujer e hijos no salen nunca.

Este profesor universitario se unió, en el ámbito nacional, al Movimiento de Desobediencia Civil y entró en huelga en su puesto de trabajo, en la zona centro de Myanmar, semanas después del golpe. En mayo, poco después del inicio del curso universitario, el canal de noticias dirigido por la junta militar difundió su nombre en una lista de órdenes de detención, advirtiendo también que se emitirían acusaciones para quienes ayudaran al personal educativo que estaba en busca y captura.

Al día siguiente, Kaung Htoo inició el arduo viaje cruzando la selva con su esposa e hijos, llegando a Tailandia días antes de que las fuerzas de seguridad saquearan su casa. «No teníamos ni idea de qué hacer ni [con qué organizaciones] contactar cuando llegamos a Tailandia. Nuestras amistades nos dijeron que no saliéramos a la calle, ya que podríamos ser detenidos», explicó.

Con algunos contactos de Myanmar, la familia encontró alojamiento en una aldea en las afueras de una ciudad fronteriza. En agosto, los padres de Kaung Htoo se unieron a la familia. «En Myanmar, trabajé como profesor durante 17 años. Como funcionario, ni siquiera bebía ni fumaba», comentó. «Quiero vivir legalmente».

Con este objetivo y el deseo de que sus hijos puedan continuar su educación, decidió explorar las opciones de protección para él y su familia en un tercer país, y desde entonces se ha puesto en contacto con una embajada y ha comenzado el proceso de solicitud de refugio.

«Cuando pensamos en nuestros planes, [mi mujer y yo] estos se centran, principalmente, en el futuro de nuestros hijos», explicó Kaung Htoo.

Fuente original en inglés: https://www.aljazeera.com/news/2021/9/13/myanmar-dissidents-face-fear-and-uncertainty-in-thailand