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El nuevo despliegue militar de Estados Unidos en Asia

Misiles en Oriente

Fuentes: El Viejo Topo

La construcción de un arco de acero repleto de misiles frente a las costas chinas acumula piezas en Japón y Filipinas para el nuevo despliegue militar estadounidense en Asia.

Biden y el primer ministro japonés, Fumio Kishida, se reunieron en Washington el 13 de enero de 2023. La cita tenía un significado preciso: Japón se dispone a duplicar su presupuesto militar y Estados Unidos y la OTAN están impulsando un plan de rearme en todo Oriente. El Pentágono está reorganizando y reforzando su dispositivo militar en Asia, en el Índico y el Pacífico, con un discurso que ofrece «seguridad» a sus aliados y a los países de la región frente a lo que denomina la «agresividad china».

La región de Asia-Pacífico ha mantenido la estabilidad en las tres últimas décadas, pese a la existencia de peligrosos focos de conflicto: la falta de un acuerdo de paz en Corea y la cuestión de la desnuclearización de la península, los intentos de avanzar hacia la independencia de Taiwán, rompiendo su histórica pertenencia a China; las disputas en el Mar de China meridional entre varios países, y las diferencias entre Pekín y Tokio por la soberanía de las islas Senkaku (Diaoyu para China), que están situadas a medio camino entre Okinawa y Taiwán. Estados Unidos está reactivando esos conflictos, con diferente fortuna: la visita de Pelosi y de delegaciones oficiales estadounidenses a Taiwán y los constantes ejercicios militares en las fronteras de Corea del Norte, sirven para presionar a Pekín, que debe dedicar una parte de la actividad de su gobierno y del presupuesto a la disuasión militar.

La estrategia de Estados Unidos en Asia-Pacífico se concreta, por una parte, en ampliar sus fuerzas militares en toda la región, aumentar sus puntos de apoyo logístico, bases navales y aéreas, en el arco que va de Singapur a Japón y Corea del Sur pasando por Filipinas, Taiwán y la japonesa Okinawa, con una segunda línea articulada en la base de Guam y retaguardia operativa en Darwin y la base de Pine Gap en el desierto de Australia, además de la base de la flota del Pacífico y el United States Indo-Pacific Command, USINDOPACOM, en Hawái (que agrupa a las fuerzas del ejército, los marines, la Navy y la Fuerza Aérea), junto a la base naval y aérea de Diego García en el océano Índico (en el archipiélago de Chagos, arrebatado por Londres a Mauricio) que alberga submarinos nucleares y bombarderos, y las Islas Cocos australianas, situadas a mil kilómetros al sur de Java. Desde Pine Gap, la base espía estadounidense más importante del mundo, se interceptan comunicaciones en todo el planeta y se dirigen drones de bombardeo: es una pieza clave del acuerdo AUKUS con Australia y Japón. Además, el Pentágono quiere aumentar las funciones operativas del QUAD que agrupa a India, Japón, Estados Unidos y Australia.

Al mismo tiempo, Washington estimula diferencias y enfrentamientos entre China y los países de la ASEAN, y también con la India, y en el arco que va de Pakistán a las antiguas repúblicas soviéticas de Asia central. Junto a ello, utiliza Taiwán como espoleta y pretende convertir a Japón en su baluarte para enfrentarse a China, aunque eso dificulta sus objetivos con otros países asiáticos que no han olvidado la ferocidad imperialista que llevó a Tokio a invadir primero China y Corea, y durante la Segunda Guerra Mundial el sudeste asiático que hoy se agrupa en la ASEAN. Pekín pide a Tokio prudencia en el asunto de Taiwán y en la disputa sobre las islas Senkaku-Diaoyu, y plantea la búsqueda de la seguridad para ambos países, aunque las heridas de la Segunda Guerra Mundial siguen presentes porque pese a las advertencias de Pekín el gobierno japonés sigue honrando a los criminales de guerra enterrados en el santuario tokiota de Yasukuni: dos ministros del gabinete de Kishida lo visitaron en agosto de 2022. El primer ministro Kishida, como su antecesor Abe, pertenece a Nippon Kaigi, una organización de extrema derecha que apoya los homenajes en Yasukuni, niega los crímenes del ejército japonés en la Segunda Guerra Mundial, como la matanza de Nankín, y pretende cambiar la Constitución del país para rearmarse y convertirse en una gran potencia militar.

Tras el horror de los bombardeos que destruyeron Japón en la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos consiguió imponer en el país unos políticos corruptos y mafiosos cuya divisa principal parecía ser «mendokusai», la pereza, la molestia para impulsar cambios ante la subordinación: esos dirigentes aceptaron la ocupación militar, las bases y la sumisión a la política exterior de Washington. Esa condición se mantiene hoy, y el nombramiento de Fumio Kishida como primer ministro supuso la adopción de una nueva Estrategia de seguridad nacional japonesa. Tradicionalmente, Japón veía peligros para su seguridad en China y no le preocupaba demasiado el escenario europeo, pero su progresiva incorporación a la estrategia militar estadounidense tiende a integrar para Tokio ambos escenarios. Kishida ha asumido el discurso estadounidense que vincula la seguridad en Europa con la situación en el oriente asiático y en la gran región de Asia-Pacífico, en un momento en que el Pentágono no contempla la guerra en Ucrania solo como un posible y peligroso foco de conflicto entre potencias nucleares que puede agravarse, sino como un campo de pruebas, porque Washington indaga en Ucrania la guerra contra China y ello tiene repercusiones decisivas en Oriente: la llanura ucraniana es un gigantesco polígono para calibrar la eficacia de sus armas, para el control de las comunicaciones, el trabajo de sus servicios de inteligencia y para monitorizar con la red de satélites la actividad de sus enemigos.

La intervención estadounidense en Japón durante la Segunda Guerra Mundial y el rosario de bases militares creadas después en Asia-Pacífico fueron planes bélicos exclusivamente controlados por Washington, aunque recibiese ayuda de sus aliados para las guerras de Corea y Vietnam y para operaciones encubiertas en toda la región. Ahora, el concepto estratégico ha cambiado y Estados Unidos quiere vincular de forma permanente a sus aliados europeos, Japón, Corea del Sur y Australia, que son en la práctica protectorados debido a las decenas de bases militares estadounidenses que albergan, aunque el gobierno de Biden y el Pentágono tienen que vencer todavía resistencias en Europa, que contemplan a China como un adversario pero no como una amenaza militar, y deben volver a definir la OTAN porque les resulta insuficiente si la alianza se limitase exclusivamente a su ámbito de actuación del Atlántico norte, aunque haya lanzado ya operaciones militares en Yugoslavia y en Oriente Medio. El anclaje del discurso estadounidense necesita vincular y definir a China y Rusia como un «bloque autoritario» que se enfrenta a las democracias: es el viejo y tramposo lema del «mundo libre» que se defiende de los enemigos de la libertad, actualizado ahora en un nuevo escenario estratégico donde China desempeña el mayor peligro para la hegemonía estadounidense.

Las giras de Austin y de Stoltenberg por Asia, a finales de enero de 2023, estaban coordinadas. Austin visitó Corea del Sur y Filipinas entre el 30 de enero y el 2 de febrero. El jefe del Pentágono se reunió con el presidente surcoreano, Yoon Suk Yeol, y con el ministro de Defensa, Lee Jong-Sup, y acordaron aumentar el despliegue militar estadounidense con portaaviones y aviones de combate y la realización de nuevos ejercicios militares, además de abordar la función del armamento nuclear, que Corea del Sur no ha descartado albergar. El secretario de la OTAN visitó también Corea del Sur, además de Japón, que no son miembros de la alianza que dirige, e insistió en el «desafío chino» a la seguridad, los intereses y los «valores» occidentales. Stoltenberg llevaba en su cartera una exigencia: Tokio y Seúl deben contribuir al envío de armamento a Ucrania. El viaje no era una improvisación: en junio de 2022, en Madrid, los dirigentes de Japón, Corea del Sur, Australia y Nueva Zelanda asistieron por primera vez a una cumbre de la OTAN. En Tokio, señalando a China y alarmando a la audiencia, Stoltenberg afirmó que «lo que está sucediendo en el Este de Europa, podría pasar mañana en el Este de Asia», e hizo pública junto al primer ministro japonés Kishida una declaración conjunta denunciando la «creciente cooperación militar de Rusia con China». La alianza militar occidental sitúa a China entre sus enemigos, aplicando la definición estadounidense que ha hecho de su «contención» el eje central de su política exterior.

Estados Unidos también presiona al gobierno japonés para que sean eliminadas las restricciones a la actuación del ejército nipón en el exterior, y le ha forzado a aumentar su presupuesto militar, porque busca embarcar Japón en su plan para «contener a China». El Pentágono establecerá en Okinawa una unidad de intervención rápida de marines, y con el argumento de «defender a Japón» de China, Washington plantea desplegar nuevo armamento en el país, misiles de crucero e hipersónicos de largo alcance en el archipiélago Nansei (Okinawa es la isla de mayor extensión), cercano a Taiwán. De llevarse a cabo, China lo considerará una provocación y un plan para evitar la reunificación de la isla, con la complicidad del Japón que la colonizó desde finales del siglo XIX hasta su derrota en 1945. Pekín no ha olvidado los crímenes de guerra de Japón en territorio chino durante la Segunda Guerra Mundial, y se han añadido nuevas diferencias: Washington, que obligó a Holanda y Corea del Sur a dejar de comerciar chips con China, ha impuesto también esa decisión a Tokio pese a que generará muchas dificultades a la industria de semiconductores japonesa, y el nuevo ministro de Asuntos Exteriores chino, Qin Gang, ha expresado a su homólogo japonés, Yoshimasa Hayashi, la preocupación china por el vertido al océano de agua contaminada de la central de Fukishima.

La defensa de Taiwán es la gran excusa norteamericana para intentar contener a China. En octubre de 2021, Tsai Ing-wen, presidenta de Taiwán, confirmó a la CNN que tropas estadounidenses entrenan a su ejército. El diario Taiwan News revelaba en abril de 2022 que Estados Unidos estaba construyendo un campo de entrenamiento militar en Hsinchu, en el norte de Taiwán, y la agencia taiwanesa CNA informaba el 22 de febrero de 2023 que la isla enviará a Estados Unidos por primera vez un batallón de 500 soldados para entrenamientos de combate. Al día siguiente, por si faltaban señales, el Wall Street Journal daba cuenta de que el Pentágono se dispone a cuadruplicar sus fuerzas en Taiwán, con el recurrente pretexto de la «amenaza china».

El nuevo despliegue estadounidense en oriente representa también una seria amenaza para Rusia y Corea del Norte. Austin hizo una referencia explícita a Corea del Norte durante su estancia en Seúl, y en febrero Dai Bing, representante chino en la ONU, afirmó en el Consejo de Seguridad que desde inicios de 2023 Estados Unidos y sus aliados están aumentando la actividad militar alrededor de la península coreana, agravando la inseguridad de la región en una clara provocación hacia Corea del Norte. Estados Unidos exige que se discuta la desnuclearización de Corea del Norte pero al mismo tiempo impulsa formas de cooperación nuclear en la región de Asia-Pacífico que vulneran el TNP, Tratado de No Proliferación Nuclear y mantiene en secreto si dispone de armas nucleares en sus bases surcoreanas y japonesas.

Según informó el diario japonés Sankei Shimbun el 4 de febrero de 2023, Estados Unidos pretende desplegar misiles de alcance medio en Japón que podrían alcanzar toda la costa oriental china, y el gobierno de Kishida está dispuesto a negociar un acuerdo para ello. Con Trump, Estados Unidos abandonó el Tratado INF de misiles de corto y medio alcance (entre 500 y 5.500 kilómetros) para tener libertad de desplegarlos de nuevo en Europa en su plan de acoso a Rusia, pero también apuntando a China porque el Pentágono mantiene que el ejército chino posee más de mil misiles de alcance medio. Así, podrían ser desplegados en territorio japonés misiles hipersónicos LRHW con un alcance de dos mil setecientos kilómetros y misiles de crucero Tomahawk que tienen un radio de hasta dos mil kilómetros, y fuentes del gobierno nipón admitieron que podría hacerse en Kyūshū, la tercera isla japonesa en extensión y la más cercana a Corea. Yomiuri Shimbun (el periódico japonés de mayor tirada, con más de diez millones de ejemplares diarios) daba cuenta el 16 de diciembre de 2022 de la aprobación por el gobierno de Kishida de «tres documentos clave de seguridad», que incluían el reforzamiento de la Guardia Costera (con atención especial a las islas Senkaku) y, como cuestión central, que Japón adquiera la «capacidad de contraataque para destruir los silos de lanzamiento de misiles enemigos», decisión que supone el abandono de la política tradicional nipona de autodefensa para dotarse de armamento ofensivo. Japón dispone también de un programa de desarrollo de misiles hipersónicos. De acuerdo con las exigencias de la OTAN, Tokio destinará en 2027 al presupuesto militar el 2 % del PIB estableciendo «un nuevo equilibrio» en colaboración con Estados Unidos: el 27 de febrero de 2023, la agencia japonesa Kyodo News informó que el gobierno de Kishida planteó en el Comité de Presupuesto de la Cámara Baja de la Dieta que tiene previsto comprar hasta cuatrocientos misiles de crucero Tomahawk como material para contraataques y para «lanzar ataques a bases enemigas». Y el ministro de Defensa, Yasukazu Hamada, precisó que Japón compraría a Estados Unidos esos misiles de forma urgente en 2023. El mes anterior, Blinken y Austin habían mantenido en Washington las «conversaciones 2+2» con el ministro de Asuntos Exteriores, Hayashi Yoshimasa, y con Hamada, en las que acordaron reorganizar las unidades del cuerpo de Marines estadounidense y la creación de un nuevo Marine Littoral Regiment (MLR) en Okinawa para 2025.

El Pentágono, que tiene acantonados unos 60.000 soldados en Japón y 28.000 en Corea del Sur, quiere reforzar también las islas que separan el Mar de la China Oriental del Pacífico occidental, cercanas a Taiwán. Todo el nuevo despliegue está orientado contra «la amenaza creciente de China», aunque Washington debe contar con la oposición de la población japonesa a albergar misiles de alcance medio, por lo que se mantiene públicamente en un segundo plano dejando que sea el gobierno japonés quien insista ante sus ciudadanos de la «necesidad» de desplegar esos misiles, ocultando que si se desatase un enfrentamiento militar Estados Unidos quedaría a salvo pero convertiría inmediatamente a Japón en objetivo de las represalias. A finales de febrero de 2023, la Cámara Baja de la Dieta japonesa aprobó el nuevo presupuesto militar; si el plan sigue adelante, Japón gastará anualmente en su ejército 73.000 millones de euros convirtiéndose, tras Estados y Japón, en el tercer país del mundo con mayor gasto militar.

El 22 de febrero, el periódico conservador japonés Sankei Shimbun daba cuenta de los nuevos acuerdos en Asia asegurando que «Filipinas y Corea del Sur se han unido a los esfuerzos globales de Japón y Estados Unidos para construir una red para rodear a China, y se está acelerando la cooperación en el campo de la seguridad entre Japón, Estados Unidos y Japón, Estados Unidos y Corea del Sur.» Kishida se había reunido el 9 de febrero con Ferdinand Marcos Bongbong para «ampliar su colaboración».

El archipiélago filipino es otro de los operativos clave. La visita del secretario de Defensa estadounidense, Lloyd Austin, a Manila en febrero de 2023 sirvió para ampliar el Acuerdo de Cooperación Reforzada de Defensa (EDCA) entre los dos países. Estados Unidos dispondrá así de la posibilidad de operar en cuatro nuevas bases militares en Filipinas. El presidente filipino, Ferdinand Marcos Bongbong (hijo del sanguinario dictador del mismo nombre que fue apoyado por Washington), justificó el acuerdo alegando que no supone una «presencia militar permanente» de Estados Unidos, limitación que el Pentágono suele resolver (como en Europa oriental) con la rotación regular de sus fuerzas militares. A principios de enero, Marcos había visitado Pekín, donde abordó las diferencias sobre las aguas del Mar de China meridional y concertó acuerdos comerciales y obras de infraestructura: quiere mantener la colaboración china para el desarrollo de Filipinas. Dos semanas después, en Davos, Marcos afirmó que descartaba abrir de nuevo las bases militares estadounidenses de Súbic Bay (a cien kilómetros al norte de Manila) y Clark, alegando que la Constitución filipina no permite bases extranjeras en el país. Era falso: su gobierno había iniciado ya en 2022 negociaciones con Washington para su reapertura, y el 9 de noviembre la embajadora estadounidense en Filipinas, Mary Kay Carlson, había inspeccionado Súbic Bay y los astilleros que compró allí la empresa norteamericana Cerberus Capital Management LP. Además, desde 2016, con Duterte en la presidencia, Estados Unidos volvió a utilizar la base aérea de Clark para operaciones de vigilancia de las islas disputadas del Mar de China meridional.

Como en Japón, hay una gran resistencia de la población filipina a las bases norteamericanas, muy visible tras la caída de Marcos en 1986, aunque con la llegada a la presidencia del hijo del dictador Estados Unidos ha conseguido renovar su presencia. Las cinco bases contempladas anteriormente en el convenio (firmado en 2014, bajo la presidencia de Benigno Aquino Nonoy) están casi finalizadas, y las cuatro bases adicionales se situarán al norte de la isla de Luzón, en la parte más cercana a Taiwán, a solo 500 kilómetros de distancia. También construirán otra en la isla de Palawan, frente a las islas Spratly en el mar de la China Meridional. Así, el acuerdo con el gobierno de Ferdinand Marcos Bongbong amplía el dispositivo militar estadounidense en toda la gran región del océano Índico y del océano Pacífico, donde el Pentágono tiene acuerdos militares con Australia, Corea del Sur, Japón. Singapur y Thailandia, además de Filipinas, cuya función es muy relevante para Washington porque es país más cercano a Taiwán. Desde las islas filipinas de Palawan y Luzón, Estados Unidos puede controlar las islas chinas de Taiwán, Hainan, el archipiélago Xisha (islas Paracel), y el de Nánshā (Spratly, por el nombre inglés), que consta de más de cien islas. En la hipótesis de un enfrentamiento militar, China no tendría más opción que atacar las bases estadounidenses en los países de la región.

China ha fortalecido el Ejército de Liberación Popular y dispone de recursos suficientes para responder a un ataque: cuenta con misiles hipersónicos DF-17, misiles balísticos antibuque, y misiles de crucero subsónicos y supersónicos. En el análisis que realizó el Pentagóno en noviembre de 2022, concluyó que China puede lanzar ataques precisos contra sus fuerzas en todo el Mar de China meridional, la región occidental del Pacífico y el océano Índico. Por eso, el Pentágono combina el traslado de algunas unidades militares a islas más seguras, fuera del alcance del ejército chino, con acuerdos para disponer de nuevas bases que refuerzan el dispositivo militar estadounidense en la región aunque si bien el ejército chino sigue superándole en la primera barrera de islas y archipiélagos que cierran el Mar de China meridional no tiene aún el mismo potencial militar ni un poder nuclear equivalente.

China es consciente de que el estrecho de Malaca es vital para sus rutas comerciales y de abastecimiento de hidrocarburos, y la piezas se mueven en toda la región. El estrecho es controlado por Estados Unidos gracias al acuerdo suscrito en 2019 con el primer ministro de Singapur, Lee Hsien Loong, que renovó el acuerdo de defensa por otros quince años y que permite a Estados Unidos utilizar las bases aéreas y navales de Singapur. Pero, al mismo tiempo, China se ha fortalecido en la zona con la dimisión del presidente vietnamita, Nguyen Xuan Phuc, partidario de un acercamiento a Estados Unidos, debido a la corrupción de altos funcionarios bajo su mandato, pero también por su posición más favorable a Occidente. El secretario general del Partido Comunista de Vietnam, Nguyen Phu Trong, ha lanzado también una dura campaña contra la corrupción y mantiene una posición más cercana a China. A finales de 2022, Trong visitó China y se entrevistó con Xi Jinping, reforzando los lazos entre los dos países.

Justificadamente, China desconfía de la actividad de la OTAN y de su programa de expansión, que ha llevado a la guerra en el Este de Europa, y que está abandonando su condición de «alianza regional» para extender su poder militar por el mundo. Las intervenciones en Oriente Medio y el norte de África, que quedaban fuera de su radio de acción pero fueron forzadas por Washington, fueron el prólogo del programa actual que pretende extenderse sobre Asia-Pacífico. En febrero de 2023, el Ministerio de Asuntos Exteriores chino presentó su informe sobre La hegemonía estadounidense y sus peligros lanzando un serio aviso sobre el abuso de Estados Unidos en la escena política internacional, con sus secuelas económicas y militares, y sobre los riesgos que supone para la paz y la estabilidad mundiales.

Durante su visita a Filipinas, Austin no dudó en lanzar sospechas sobre Pekín, calificando sus reclamaciones de ilegítimas, palabras que la embajada china en el país calificó de difamatorias. China ha respondido al acuerdo estadounidense con Filipinas recordando que la cooperación militar debe contribuir a consolidar la paz y no debe perjudicar a otros países, señalando que el creciente despliegue militar estadounidense en toda la gran región de Asia-Pacífico aumenta la tensión y pone en peligro la estabilidad. Washington amarra acuerdos militares pero carece de planes económicos y de desarrollo para la región, a diferencia de China, que se ha convertido en el principal socio comercial de la mayoría de los países de la ASEAN y del sur de Asia. Pekín trabaja para convertir el Mar de China meridional en un marco de colaboración y de estabilidad, y es consciente de que Filipinas quiere mantener un cierto equilibrio entre las dos superportencias, aunque esté ligada al dispositivo militar del Pentágono. En general, los países de la ASEAN comparten ese deseo de Manila: quieren la ayuda china para el desarrollo de sus países y evitar el aumento de la tensión que, inevitablemente, dañaría a sus economías.

Mientras, la guerra sigue en Europa, adonde Estados Unidos ha trasladado cien bombas nucleares B61-12 «mejoradas». La operación estaba prevista para la primavera de 2023 pero fue adelantada; reemplazarán a las anteriores bombas atómicas B61-3, B61-4 y B61-7 que Estados Unidos tiene en Italia, Alemania, Bélgica, Holanda y Turquía. Las nuevas bombas serán instaladas también en Gran Bretaña y pueden desplegarse contra Rusia en otros países de la OTAN, como Polonia y Finlandia, según un documento de la US Air Force. Las nuevas bombas pueden ser instaladas en Lakenheath, Gran Bretaña; Kleine-Brogel, Bélgica; Büchel y Ramstein, Alemania; Aviano y Ghedi, Italia; Volkel, Holanda; e Incirlik, Turquía. Esa circunstancia, y el hecho de que Estados Unidos abandonase el Tratado INF y otros acuerdos de desarme y de estímulos de confianza, como el Tratado de Cielos Abiertos, no es ajena a que el 21 de febrero de 2023, Rusia suspendiese su participación en el Tratado START III, aunque Putin destacó que no lo abandonaba.

Hoy, el proyecto de expansión de la OTAN en Asia y su conversión en una alianza de alcance planetario pretende también revisar el significado de la Segunda Guerra Mundial, los acuerdos de posguerra de Yalta y Postdam, y la arquitectura de seguridad que surgió en 1945 y se desarrolló durante la guerra fría. La OTAN de 1949 indicaba su ámbito de actuación: el Atlántico norte, Estados Unidos y Europa occidental. Ese «perímetro de seguridad» ha dejado de existir, y para Washington el territorio de actuación de la alianza militar occidental debe ser mundial, asegurando la hegemonía estadounidense. Washington puede optar por articular una «colaboración especial» de Tokio y Seúl con la OTAN, o por la conversión del AUKUS en la «OTAN asiática». De forma inevitable, la incorporación de Japón, Corea del Sur, Australia y algún otro país al dispositivo de la OTAN, con fórmulas que están por definir, comportará la configuración de bloques militares enfrentados en Asia-Pacífico y no contribuirá al fortalecimiento de la paz en la región. A la guerra de Ucrania y la tensión en toda Europa del Este se añaden misiles estadounidenses en Oriente.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.