Joseph Ratzinger ha fallecido a la edad de 95 años. Se le conoce fundamentalmente como papa, pero sus principales hazañas hay que buscarlas en el período en el que fue Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Efectivamente, en este cargo fue el artífice de una de las mayores campañas ideológicas y políticas de la posguerra, la llamada «Restauración». Veamos un breve panorama.
El neoconservadurismo
En 1978 Karol Wojtyla (nombre del papa Juan Pablo II) es nombrado para liderar la comunidad religiosa más grande del mundo. Se encuentra frente a una iglesia postconciliar en estado de profunda crisis: asistencia a la misa y vocaciones en caída libre, un elevado número de divorcios entre católicos, rechazo de la autoridad papal sobre el control de la natalidad; un mundo lleno de herejía.
Quiere un cambio radical. No más riesgos ni experiencias, se terminan las reflexiones y los debates. Del Concilio Vaticano II (1962-1965) probablemente se conserven los textos, pero se entierra el raciocinio. El papa se prepara para una política eclesial centralizada y ortodoxa, acompañada de un rearme moral y espiritual.
Para lograrlo juega con destreza con el clima de la época que, por cierto, presenta muchas similitudes con la actual. A mediados de la década de 1970 comienza una profunda crisis económica. El clima espiritual optimista de la década de 1960 oscila y se caracteriza por una aspiración a la seguridad y a la protección, al anhelo de una autoridad – preferiblemente carismática -, un despertar ético, la evasión hacia un ámbito privado e irracional, etc.
Es en este trasfondo donde se desarrolla el “conservadurismo”. Este nuevo conservadurismo ya no se limita a la defensiva, sino que lanza una ofensiva política e ideológica.
Varias personalidades “fuertes”, como Ronald Reagan y Margaret Thatcher, apoyan esta corriente. Sirviéndose hábilmente de los medios de comunicación masivos interpretan una tendencia mundial para acoger a un Salvador, con una visión simplista del mundo que irradia seguridad y optimismo, etc.
El rottweiler de Dios
Un dolor de cabeza aún más importante para el papa es el ascenso de una Iglesia popular progresista en América Latina. Wojtyla es polaco y anticomunista hasta el tuétano; uno de los objetivos de su vida es combatir enérgicamente el marxismo y el comunismo en el mundo.
Dado que la influencia del marxismo en la Iglesia de base y en la teología de la liberación es innegable, pondrá todo su empeño en restablecer el orden en el continente. Para ello, cuenta con Ratzinger que es nombrado en 1981 Prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe, algo así como el Ministerio de la Ideología y de la Información del Vaticano. Ejerce este mandato durante un cuarto de siglo y hará un excelente uso de él para imprimir su marca sobre el acontecer mundial.
Ratzinger se convierte en el artífice de una ofensiva pastoral y eclesial de envergadura a la que denomina “Restauración”, cuyo objetivo es fortalecer el aparato directivo central y desmembrar toda forma de disidencia dentro de la Iglesia. Ratzinger pronto demuestra ser un verdadero y gran inquisidor, lo que le valdrá el nombre de “rottweiler de Dios”.
Toda la Iglesia católica está en la mira, pero las flechas se dirigen principalmente hacia América Latina, donde el impacto político es mucho más importante, por lo que, en adelante nos limitaremos a este continente en este artículo.
La aniquilación de la Iglesia del pueblo y de la Teología de la Liberación
El primer paso es la creación de una base de bancos de datos de las conferencias episcopales, los teólogos de la liberación, los religiosos progresistas, los proyectos pastorales sospechosos, etc. En casi todas las diócesis se nombran obispos y cardenales ultraconservadores y abiertamente de derecha.
Tan solo en Brasil se nombran una cincuentena de obispos conservadores. Al final de la década de 1980 cinco de 51 obispos peruanos son miembros del Opus Dei. Chile y Colombia siguen el mismo camino. Los obispos disidentes están bajo presión, algunos reciben cartas de advertencia, a otros se les prohíbe viajar o se les llama a rendir cuentas.
Esta política de nombramientos es aún más grave ya que el episcopado desempeña un papel importante en ese continente. En muchos casos es la única oposición posible a la represión militar, a la tortura, etc. Si los obispos de Brasil y Chile se hubieran callado, como efectivamente hicieron los de Argentina, el número de víctimas de la represión habría sido mucho mayor.
A niveles inferiores también se hace la depuración. Se trabaja de nuevo la formación de los sacerdotes presionando a seminarios e institutos de teología, reorientándolos o cerrándolos. Se intenta controlar mejor a los religiosos que a menudo suelen ser los protagonistas de la iglesia de la liberación. Se presta especial atención a los teólogos. Desde entonces se les limita haciéndoles prestar el nuevo juramento de fidelidad.
En 1984 Ratzinger redacta la «Instrucción de la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe sobre algunos aspectos de la ‘Teología de la liberación’» en la que ataca frontalmente a los teólogos de la liberación, especialmente a los de América Latina. Un año más tarde prohíbe expresarse a Leonardo Boff, una de las principales figuras de este movimiento. Se intensifica el control sobre los periódicos católicos y allí donde se juzga necesario, se les censura, se sustituye el consejo de redacción o se les pone bajo presión financiera.
Se ponen bajo control los proyectos pastorales progresistas o incluso se les pone fin. Considerada demasiado progresista, en 1989 la Asociación Internacional de la Juventud Católica deja de ser reconocida por el Vaticano y debe ceder su lugar a la antiizquierdista y confesional CIJOC.
Junto a la destrucción de todo lo que es progresista, se da inicio a proyectos gigantescos cuyo objetivo es poner a los fieles en el buen camino. Evangelización 2000 y Lumen 2000 son proyectos a gran escala destinados a América Latina, los cuales tienen a su disposición como mínimo tres satélites. Dichos proyectos son preparados por personas y grupos de derecha ultraconservadores: Comunione e Liberazione, Acción María, Renovación Católica Carismática, etc. Los colaboradores de esos gigantes mediáticos comparan sus actividades a una especie de nueva “potencia de luz”.
Las personas que saben leer son inundadas con libros religiosos de ediciones baratas. Se jubila a algunos sacerdotes y religiosas. La cúpula de la Iglesia católica cuenta con el apoyo financiero del mundo empresarial para estos proyectos.
Cruzada anticomunista
Nada se deja al azar. Uno a uno se eliminan todos los pilares de la Iglesia popular de América Latina. Los observadores hablan del desmantelamiento de una Iglesia. Se trata de una de las campañas ideológicas y políticas más importantes de la posguerra. Esta campaña es compatible con la cruzada anticomunista de la Guerra Fría. También se puede ver como una revancha de Estados Unidos por la pérdida de poder durante los años anteriores.
Durante las décadas de 1960 y 1970 los países del tercer mundo fortalecieron su posición en el mercado mundial. Impusieron precios más altos para las materias primas con lo que elevaron su poder adquisitivo en el mercado mundial. El punto culminante es la crisis del petróleo de 1973.
En 1975 Vietnam inflige una aplastante derrota a Estados Unidos. Poco tiempo después la Casa Blanca es humillada en dos ocasiones, primero por la revolución de los sandinistas en su patio trasero (1979) y posteriormente por el drama de los rehenes en Irán (1980). A su llegada al poder Reagan se siente además amenazado por la actitud de independencia económica de Estados tan importantes como México y Brasil.
La Casa Blanca no se rindió y desencadenó una contraofensiva en diversos frentes. La Teología de la Liberación fue uno de los objetivos más importantes. A finales de 1960 se consideró la teología de la liberación, aún en una fase embrionaria, una amenaza para los intereses geoestratégicos de Estados Unidos, como demuestra el informe Rockefeller.
En la década de 1970a se crearon centros teológicos que debían iniciar la lucha contra la Teología de la Liberación. Pero fue sobre todo a partir de loa década de 1980 cuando esta contraofensiva alcanzó su punto más alto. Estados Unidos pagó miles de millones de dólares para apoyar la contrarrevolución en América Latina.
Esta guerra sucia dejó decenas de miles de víctimas. Escuadrones de la muerte, paramilitares y también el ejército regular hicieron el trabajo sucio. En las filas de los movimientos cristianos de liberación cayeron muchos mártires. Los más conocidos son Monseñor Romero y los seis jesuitas de El Salvador.
Para Luchar contra la Teología de la Liberación en su propio terreno se introdujeron sectas protestantes que recibían un fuerte apoyo financiero de Estados Unidos. Dichas sectas debían intentar atraer a los creyentes por medio de consignas que enganchaban y mensajes sentimentales. Para alejarlos de la influencia perniciosa de la Teología de la Liberación se utilizaron medios electrónicos costosos.
En este caso la religión resulta ser el opio del pueblo en su forma más pura. En esta guerra religiosa también se moviliza al ejército. Los oficiales de alto rango de las fuerzas armadas latinoamericanas redactaron un documento para darle consistencia al “brazo teológico” de las fuerzas armadas.
Misión cumplida
Los esfuerzos conjuntos de Ratzinger y de la Casa Blanca dieron sus frutos. En la década de 1990 se asestó un despiadado golpe a la Iglesia de base en América Latina. Muchos grupos de base dejan de existir o funcionan difícilmente por falta de apoyo pastoral, por temor a la represión, porque ya no creen en el avance esperado o, simplemente, porque fueron liquidados físicamente.
El optimismo y el activismo de las décadas de 1970 y 1980 dieron lugar a la duda y la reflexión. El análisis de la sociedad pierde peso a favor de la cultura, la ética y la espiritualidad, lo que beneficia totalmente los planes de Ratzinger.
Globalmente el centro de gravedad pasa de la liberación a la devoción, de la oposición a la consolación, del análisis a la utopía, de la subversión a la supervivencia. El relato del Éxodo da paso al Apocalipsis y a los Apóstoles.
Al final del siglo la Iglesia de base ya no es una amenaza para la clase dirigente. Por el momento, tanto el Vaticano como el Pentágono y las élites locales de América Latina tienen una preocupación menos. Esta tregua finaliza pronto con la elección de Chávez a la Presidencia de Venezuela, pero eso es otra historia.
En 2005 Ratzinger es recompensado por su exitosa labor de restauración y es elegido a la cabeza de la Iglesia católica, pero es mucho menos brillante como dirigente que como inquisidor. En definitiva, es un papa incompetente.
Deja una institución debilitada, amenazada por la escasez de sacerdotes, por la pérdida de fieles en Occidente y por los reiterados escándalos. No logró poner orden en los asuntos del Vaticano. Quizá sea esta una de las razones por las que abdicó en 2013.
Ratzinger entrará en la historia sobre todo como aquel que llevó a cabo la restauración de la Iglesia católica y neutralizó la Iglesia del pueblo de América Latina. No son méritos desdeñables.
Este artículo es una actualización y revisión de un artículo anterior del autor, Cómo Ratzinger aniquiló la iglesia del pueblo en América Latina