El tablero mundial está siendo sacudido por las guerras, el ascenso de las derechas extremas y una crisis generalizada provocada por décadas de neoliberalismo que ha impuesto fuertes retrocesos sociales, incentiva las disputas interimperialista y alimenta los focos de guerra.
La pos guerra fría, el ciclo que comenzó con la caída del muro de Berlín (1989) y la implosión de la URSS (1990) puede decirse que concluyó con la recuperación de Crimea por Rusia (territorio que históricamente le pertenecía) (2014) y luego por la invasión a Ucrania (2022).
Se abre ahora un nuevo período que está en transición pero que contiene un elevado riesgo político, caracterizado por una crisis de múltiples dimensiones que impacta fuertemente en los movimientos políticos.
Guerra, genocidio y otros conflictos
El genocidio en Gaza -respuesta a la acción de Hamas en defensa del territorio, soberanía y del propio pueblo, largamente hostigado y asediado por el Estado de Israel- que lleva adelante el gobierno israelí ha impactado en todo Medio Oriente. Israel pareciera querer extender la guerra al Líbano mientras provoca a Irán (asesinato del líder de Hamas en territorio iraní) la contrapartida es la esperada, y demorada, respuesta de Irán y Hezbollah. Mientras, EEUU traslada buques de guerra al mediterráneo para apoyar la defensa israelí.
La dinámica de la guerra de Ucrania –que parecía estancada desde hace varios meses- se vio alterada por la ofensiva de fuerzas ucranianas que, por primera vez, ingresaron en territorio ruso. Siendo también la primera vez que tropas extranjeras lo hacen desde la Segunda Guerra Mundial. La respuesta rusa no se hizo esperar y a 30 meses de iniciada la confrontación no se ve solución a la vista.
Tambores de guerra suenan también en el Cuerno de África ante el intento de Etiopía de lograr una salida al mar por el golfo de Adén en territorio de somalí. Somalia ha constituido alianzas con Egipto y Turquía para enfrentar las tenciones políticas y militares crecientes.
Este cuadro de situación, al que hay que agregarle conflictos que vienen de arrastre como en el Mar del Sur de la China o entre la República Popular y Taiwán, empujan la militarización y el gasto en armas, que ha llegado al récord de superar los 2 billones de dólares. La total inoperatividad de la ONU, la ausencia de un centro hegemónico (como lo fue EEUU en el corto período anterior) y también de liderazgos fuertes- es lo que habilita a Juan Toklatian, sociólogo y especialista en Relaciones Internacionales, a definirlo como “El momento más peligroso desde la Segunda Guerra Mundial”.
Suma de riesgos
A este “elevado riesgo geopolítico”, como lo definen muchas analistas, hay que sumarle los procesos electorales. El ascenso de las derechas extremas en Europa (que ponen el eje en el rechazo a la inmigración y la militarización de las fronteras); la dinámica de la carrera electoral en EEUU y en Nuestra América gobiernos como los de Argentina y El Salvador, más los resultados en Venezuela que han abierto una crisis, aún no resuelta, que impacta en toda la región.
Sin embargo este cuadro sufre contrastes y virajes impensados pocos días antes. Como en Francia cuando, luego de una primera vuelta ampliamente ganada por la derecha, la madurez y audacia de la izquierda cambió de raíz la situación en una semana.
O en EEUU donde luego del atentado contra Donald Trump analistas internacionales, como Jorge Castro, aseguraban que la candidatura del republicano “era absolutamente imparable”. La renuncia de Joe Biden a su postulación y el reemplazo por Kamala Harris dio vuelta las encuestas en pocos días y las elecciones del próximo noviembre están ahora con resultado incierto. Mientras que las resistencias sociales se muestran activas pero en forma insuficiente y carentes de una orientación definida. Al menos por el momento.
La economía no ayuda
La crisis del 2008 no está cerrada. Los principales indicadores (crecimiento del comercio internacional, tasa de inversión global, escasa o nulas mejoras en la eficiencia productiva, tasa de crecimiento de la productividad) no han logrado recuperar el nivel que registraban antes del 2008.
En este contexto cada tanto suceden cimbronazos que ponen en evidencia la fragilidad financiera existente, que hacen colapsar a las bolsas del mundo con fuertes caídas de los activos y de los bonos de deuda y luego rápidas recuperaciones. Así pasó hace un par de semanas atrás al combinarse la suba de tasas en Japón con la desaceleración de la creación de empleos en EEUU, al mismo tiempo que la Reserva Federal estimaba subiría la tasa de referencia en septiembre. Este martes otra vez las bolsas de EEUU y Japón se derrumbaron, especialmente las acciones tecnológicas. Una alta volatilidad domina los mercados internacionales. Síntoma que suele preceder a las crisis más genertales.
Los temores a que la mayor economía del mundo entrara en recesión parece podrían confirmarse. Con los datos disponibles de la economía estadounidensese puede observar que el primer semestre del año marca una importante desaceleración con respecto al ritmo registrado durante 2023, cuando superaba ampliamente el potencial de mediano plazo de la aún mayor economía del mundo. Esto tiene impacto en la economía mundial, más cuando China ha desacelerado su crecimiento.
China y EEUU, el llamado G2, son garantes de la gobernabilidad global. Disputa / cooperación / integración, proceso liderado por la 4ta. Revolución Industrial, es la dinámica dominante. No hay por ahora una confrontación militar abierta entre las dos grandes potencias.
Un capitalismo descendente y muy agresivo socialmente
El período que atravesamos está signado por el aumento de las desiguales sociales, la pérdida de derechos trabajosamente conquistados durante décadas, por la financiarización y mercantilización de las actividades humanas y el extractivismo (sobre todo en el Sur global). Por el cambio climático que afecta principalmente a los pobres, a las mujeres y a los migrantes. Todo en el contexto de una onda larga descendente del desarrollo del capitalismo, la burguesía sigue siendo globalmente la clase dominante y por el momento no aparece una fuerza radical capaz de enfrentarla con posibilidades de excito.
La necesidad de una política global que oriente las resistencias en la lucha contra el neoliberalismo y las derechas extremas, por la paz y la desmilitarización esta a la orden del día.
Eduardo Lucita es integrante del colectivo EDI –Economistas de Izquierda-
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