Mientras el presidente francés hace calistenia y saca músculo frente a Rusia -la mayor potencia nuclear del planeta- intentando convertirse en el último escollo de la victoria del presidente Vladímir Putin en Ucrania, al parecer no se ha enterado de que desde 2021 ha perdido absoluta influencia en tres de los principales países que aseguraban su permanencia como potencia hegemónica en sus antiguas colonias africanas.
Mali, Burkina Faso y Níger, este último país fundamental para el abastecimiento del uranio con el que alimenta Francia las plantas nucleares que producen cerca del ochenta por ciento de la energía que usa, han expulsado diplomáticos y toda presencia militar gala en sus países, mientras que el Chad, su histórico gendarme continental, tras las elecciones del 6 de mayo podría sumarse a la tríada saheliana y despegarse del decadente colonialismo francés (Véase: ¿Chad frente a cambio histórico?). Y lejos de las calientes arenas del Sahel, Francia parecería ahora estar a punto de recibir otro golpe en Nueva Caledonia, el pequeño y remoto archipiélago del Pacífico sur.
Más allá de sus dimensiones y su riqueza mineral, Nueva Caledonia es el tercer exportador mundial de níquel, imprescindible para la fabricación de acero inoxidable y baterías para vehículos eléctricos, además de tener grandes yacimientos de cromo, cobalto, hierro y magnesio.
En el marco de la caída de la producción de níquel, el primer trimestre del año fue menor en un treinta y dos por ciento en comparación con el mismo periodo del año pasado, se ha generado una profunda crisis económica que ha producido un gran malestar en la población, tanto contra el Gobierno local como contra la metrópoli.
A la actual situación financiera se acaba de sumar la decisión de París de modificar los reglamentos para las próximas elecciones provinciales, que otorga mayores derechos a los franceses con diez años de residencia y modifica lo establecido anteriormente, que habilitaba el voto solo a los extranjeros radicados con anterioridad a 1989. Desde entonces se estima que cerca de 50.000 francesas, se han radicado en esta colonia, por lo que el movimiento independentista kanaco (nativo) ha entendido la medida como un intento de licuar su voto, que representa un cuarenta por ciento de los 280.000 habitantes de los que unos 112.000 son nativos.
El archipiélago de Nueva Caledonia fue ocupado por Francia en el siglo XIX y se convirtió en 1946 oficialmente en territorio francés de ultramar tras las revueltas independentistas de la década del 80, que dejaron cerca de 100 muertos, con episodios como el de la masacre de las Cuevas de Ouvéa, en la que la gendarmería francesa asesinó a los principales líderes del movimiento Frente Kanaco y Socialista de Liberación Nacional (FLNKS). Tras aquel periodo Francia otorgó un estatus especial transfiriendo algunos poderes al Gobierno local.
La decisión unilateral del gobierno de Macron ha alcanzado para los nacionalistas caledonios el punto de no retorno tras décadas de tensiones alimentadas por la desventajosa situación de miles de nativos que poco y nada reciben de los ricos yacimientos minerales controlados por empresas europeas como la suiza Glencore y la francesa Euramet, que en el actual contexto anunciaron su retirada de la actividad.
Más allá de que de las tres oportunidades en las que el Acuerdo de Numea (1998) posibilito referéndums por la independencia tuvieran resultado negativo, el último, de 2021, fue impugnado por la dirigencia kanaca, que habían intentado postergarlo tras la crisis del Covid-19, la militancia independentista ha continuado hasta hoy.
Tras la aprobación de la modificación a la ley electoral, una serie de violentas protestas se iniciaron Numea en la noche del lunes 13, cuando en París los legisladores discutían la nueva enmienda constitucional. Los acontecimientos, una vez consagrada la reforma, se extendieron desde la capital hacia el interior de la isla principal de unos 18.000 kilómetros cuadrados.
Las jornadas de protestas, alentadas por el grupo conocido como Célula de Coordinación de Acción sobre el Terreno (CCAT) -un desprendimiento de noviembre último de la Union Calédonienne, un sector radicalizado del FLNKS- han revivido el espíritu independentista que desde los años 80 del siglo pasado se había mantenido latente, convirtiéndose, en esta oportunidad, en la mayor expresión de violencia desde entonces.
Hasta el domingo 19 eran seis los muertos, dos policías y cuatro civiles, 60 hombres de las fuerzas de seguridad heridos y más de 80 personas detenidas. Mientras que desde los hospitales han informado de que el número de heridos de balas que reciben cada noche va en aumento día tras día.
Además, los manifestantes han saqueado unos 50 locales comerciales y han asaltado hoteles y edificios públicos al tiempo que unos doscientos vehículos han sido incendiados tanto dentro de la ciudad como en rutas circundantes, las cuales fueron cortadas impidiendo la llegada de medicinas y alimentos. Los daños estimados hasta el momento superan los 200 millones de dólares.
En respuesta a este contexto, en los barrios del sur de la capital, donde se encuentra el mayor número de residentes extranjeros, se han levantado barricadas y se ven civiles fuertemente armados.
El desmadre ha obligado a establecer el toque de queda nocturno, la prohibición de reuniones, la venta de bebidas alcohólicas y el cierre para vuelos comerciales del aeropuerto internacional de La Tontouta.
Mientras, se ha ordenado el despliegue de cientos de policías para restablecer el orden y mantener la paz. El viernes comenzaron a llegar los primeros contingentes de marines franceses y se acaba de conocer que se dispuso que otros 1.000 militares partieran hacía Nueva Caledonia desde distintas bases cercanas.
Por su parte, el ministro de Justicia francés Eric Dupond-Moretti ha pedido a los fiscales que tomen medidas enérgicas contra los responsables de los disturbios.
El temor de las autoridades es que el conflicto se pueda profundizar y derive a una guerra civil, ya que se estima que la población cuenta con una gran cantidad de armamento, según algunos cálculos un arma cada cuatro habitantes, utilizadas para caza y tiro deportivo. Aunque para el Alto Comisionado de Nueva Caledonia podrían llegar a circular ilegalmente cerca de 130.000.
Amistades inquietantes
El ministro francés del Interior, Gérald Darmanin, en declaraciones televisivas acusó abiertamente a Azerbaiyán, China y Rusia de estar interfiriendo en los asuntos internos de Nueva Caledonia, ignorando que el proceso independentista, congelado durante décadas, parece haber despertado en respuesta a la crisis económica, el manejo de las leyes electorales y según el ministro no serían factores a tener en cuenta.
En el caso chino esa afirmación iría en contra de sus propios intereses ya que Beijing, desde hace años, se ha convertido en un importante inversor en la industria del níquel caledonio.
Aunque el principal argumento para la fuerte represión que Francia ejerce en el archipiélago, es la necesidad de mantearlo bajo su control. Incluso más que cualquiera de los otros cuatro territorios insulares que mantiene en el Indo-Pacífico. Nueva Caledonia se ha convertido en la cabecera de puente de Macron para incrementar su presencia en la región, hoy el campo de disputa principal entre Washington y Beijing.
En preparación de este marco París ha aumentado la presencia de efectivos militares y armas de las Fuerzas Armadas de Nueva Caledonia (FANC), cuenta con tres bases, la Base Naval de Pointe Chalaix, la de la Fuerza Aérea y de la Aviación Naval, en la Base Aérea Paul Klein. En 2022 el Gobierno de Macron anunció el incremento de la vigilancia en el Pacífico mediante la construcción de un nuevo muelle de atraque en la base de Chaleix.
Si bien es cierto que el presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, continua con su diatriba anticolonial, particularmente contra Francia, por su postura proarmenia en el conflicto que estos dos países mantienen desde antes del surgimiento en 1922 de la Unión Soviética, y que continuó tras su desaparición en 1991 por el enclave Nagorno Karabaj, lo que ya ha provocado dos grandes guerras, la última en 2020, aunque prácticamente no pasa semana sin que se produzca algún choque armado.
Las molestias de Bakú, además, estriban en que Francia fue uno de los tres países mediadores que integraban el Grupo de Minsk de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) junto a Rusia y los Estados Unidos.
Razón por lo que, según París, Bakú habría creado una alianza de 14 movimientos políticos anticoloniales en todo el antiguo imperio francés que todavía sufre sus consecuencias.
La respuesta francesa al presidente Aliyev la dio en julio del año pasado la Ministra de Asuntos Exteriores, Catherine Colonna, reafirmando el apoyo del Eliseo a los derechos y seguridad de los armenios de Karabaj. Y en abril último ordenando el retiro del embajador franceses de Bakú.
Más allá de a quién busque Macron responsabilizar de sus propias torpezas, y con el estigma de haber perdido en pocos años tres de sus principales enclaves en África, no podrá soportar el costo político de que su principal pie en el área Indo-Pacífico también le susurre “adieu à la France”
Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC