El avispero del Cáucaso se presenta estos días con nuevos ingredientes que amenazan con subir todavía más la tensión en la zona. Los enfrentamientos militares abiertos entre las tropas de Georgia y las milicias de Osetia del sur son la última prueba de una inminente escalada militar que puede acabar salpicando al conjunto de la […]
Los conflictos étnicos, las demandas independentistas, el control de la riqueza energética y la actuación de las potencias extranjeras otorgan al Cáucaso el calificativo de zona propensa para otro «Gran Juego» en la esfera internacional. Mientras que en los últimos meses el centro de la atención se situaba en Abjasia, y la escalada de tensión entre ésta y Georgia amenazaba con desencadenar un enfrentamiento bélico, la chispa que ha podido encender la mecha ha saltado en Osetia del Sur.
Desde hace unas semanas, y según fuentes locales, los choques esporádicos eran casi diarios entre fuerzas de Georgia y Osetia del sur, complicándose más la situación según han ido pasando los días, sobre todo ante la falta de una acercamiento dialogado entre las partes implicadas.
Desde el 31 de julio se han dio sucediendo una serie de acontecimientos que han desembocado en el conflicto actual. Ya el cuatro de julio un atentado contra Dmitry Sanakoyev, líder osetio partidario de Georgia, y considerado un traidor por las fuerzas del sur de Osetia, fue objeto de un ataque del que salió ileso, y el pasado 31 dos bombas hirieron a varios policías georgianos, tras lo que los enfrentamientos se recrudecieron, con seis osetios muertos y varios heridos en ambos bandos.
Estos días se ha tenido conocimiento de la llegada de decenas de voluntarios del norte de Osetia para unirse a las fuerzas d el sur contra las tropas de Tbilisi, mientras que en la cercana Abjasia, las tropas locales se han desplegado en la frontera con Georgia.
El verano suele ser una época dada al aumento de la tensión en la zona, probablemente algunos actores intentan aprovecharse de las vacaciones de verano que disfrutan en Occidente la clase política, para frenar de alguna manera cualquier rápida intervención de ésta. Además, los halcones que se sitúan cerca de los círculos de poder de todos los actores no quieren desaprovechar la oportunidad de llevar adelante sus políticas de imposición.
Las conflictivas relaciones entre Georgia y Osetia del Sur se remontan en la historia de ambos pueblos, y radica en cierta medida en torno a «la propiedad histórica del territorio». Para los académicos georgianos Osetia del Sur es una de los centros más antiguos «de la cultura espiritual y material del pueblo georgiano, y ha sido una parte indivisible de Georgia durante siglos. Además señalan que los osetios, procedentes del norte, son «recién llegados» y no tiene derecho ni tan siquiera a la autonomía. Por su parte, los autores osetios señalan que han estado viviendo en la zona desde hace siglos, remarcando que lo osetios del sur son una parte de la nación osetia.
Otro factor histórico a tener en cuanta es el resentimiento osetio creado sobre todo a raíz de las masacres de 1920, cuando Osetia declaró su independencia y las tropas georgianas mataron a miles de ellos, como ha señaló un dirigente osetio, durante los enfrentamientos de 1991, «es la segunda vez en una generación que hemos sido víctimas de las masacres georgianas. Por ello, nuestra demanda de independencia no debe ser vista como algo idealista, sino pragmático».
Entre 1989 y 1991, el gobierno de Tbilisi puso en marcha una política para afianzar e imponer la supremacía georgiana en todo el territorio, adoptando una ley que obligaba al uso de la lengua georgiana y promocionaba la historia y cultura georgiana, y situando en la mayoría de los puestos clave a personas de esa etnia, lo que generó importantes rechazos entre los representantes de las llamadas minorías el país.
En verano del 2000, se logró un acuerdo bajo mediación de expertos extranjeros que reconocía la integridad territorial de Georgia y aceptaba el desarrollo de lazos especiales entre Osetia del sur y del norte, garantizando un alto nivel de autonomía a Osetia del Sur y garantías internacionales para desarrollar posteriormente las negociaciones de paz. Estos principios no han tenido mucho éxito, y durante estos años, los enfrentamientos se han sucedido, y Osetia del sur ha sido de facto un estado independiente. En este sentido llama la atención que los mapas publicados por el gobierno de Tbilisi recogen tanto en el caso de Osetia como de Abjasia, un recuadro indicando «que el gobierno georgiano no tiene control sobre esas zonas», y las limitaciones de movimiento de personas y mercancía eran evidentes todavía el pasado mes de marzo.
La participación de actores extranjeros condiciona sobremanera el desarrollo de los acontecimientos en todo el Cáucaso. Tanto Estados Unidos y sus aliados occidentales, como Rusia mueven sus fichas en la región para hacerse con un aposición privilegiada en calve de control geoestratégico y energético. Desde hace tiempo Tbilisi está solicitando su entrada en la OTAN, lo que evidentemente no es del agrado de Moscú, que no pierde oportunidad para desestabilizar al gobierno georgiano. Mientras que otro tanto hacen las potencias occidentales, situando un nuevo miembro de la OTAN en la frontera rusa.
En estos momentos, Georgia se siente muy vulnerable ante Moscú, por lo que busca el apoyo occidental, y ve la presencia de tropas «de paz» rusas en Osetia o Abjasia como una amenaza directa. Por su parte, Rusia quiere mantener su presencia como freno al despliegue de tropas de la OTAN en Georgia. Finalmente, tanto Osetia del sur, como Abjasia, miran a Tbilisi como una amenaza permanente, y perciben la presencia de tropas rusas como una garantía para su seguridad. Los dirigentes rusos no reconocen la independencia de facto de esas naciones, pero procura medidas que en cierta medida ayudan a la misma, como son la desaparición de visados o el aumento de los lazos económicos
El doble rasero de esas potencias es otro dato a tener en cuenta, tras la declaración de la independencia de Kosova, desde las repúblicas del Cáucaso se solicitó otro tanto, pero en esta ocasión, el aliado occidental en la región, Georgia, es el mayor oponente a la misma, por lo que los dirigentes occidentales prefieren cerrar filas con Tbilisi.
El conflicto desatado en Osetia del sur no puede entenderse como unas accione aisladas. La capital, Tskhinvali está rodeada por tropas georgianas y es casi imposible defenderla, pero la extensión de los combates a otras partes de la región puede significar que el polvorín del Cáucaso acabe explotando en cualquier momento.
Gerogia sigue empeñada en «restablecer el orden constitucional (georgiano, por supuesto) en todas las repúblicas «separatistas», a pesar de la oposición mayoritaria al mismo por parte de la ciudadanía de las mismas. Y en medio de estos pulsos entre los actores internacionales, los perdedores una vez más pueden acabar siendo las poblaciones locales, sometidas a los caprichos de esas potencias extranjeras, que no dudan en anteponer sus intereses aún a costa de extender el sufrimiento.
En los próximos días se intensificaran los temores y los incidentes, y tal vez estos acaben extendiéndose a la vecina Abjasia, donde algunos grupos paramilitares georgianos ya habían amenazado el pasado marzo con atacar intereses rusos y objetivos independentistas. En esta línea, Zurab Samushia, líder de la «legión Blanca» apuntaba a posibles ataques contra la ciudad de Sochi, sede de los Juegos Olímpicos de Invierno, lo que causaría importantes dificultades a Rusia.
No podemos olvidarnos tampoco de la volátil situación del Cáucaso norte, donde los rebeldes chechenos siguen su campaña contra la ocupación rusa, o como en la vecina Ingushetia, donde algunos informes apuntan el imparable avance de los grupos rebeldes.
El abanico de conflictos de esta región demanda una solución dialogada, basada en el respeto a la voluntad de los pueblos que habitan en la misma, y si ésta se materializa en el ejercicio del derecho de autodeterminación, tanto los estados de la región como los actores extranjeros deberían respetar la misma, pilar básico de cualquier principio democrático y clave para una convivencia pacífica en cualquier lugar del mundo.
TXENTE REKONDO.- Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)