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Pakistán deslizándose al vacío

Fuentes: Rebelión

Pakistán es uno de los países claves de Asia Central. Con una población de más de 220 millones de habitantes, en su enorme mayoría musulmanes sunitas, se encuentra en un endeble equilibrio que al primer paso fallido lo haría deslizarse al vacío de una guerra civil.

Su sociedad en la “nueva Ruta de la Seda”, vital para la expansión de la industria China, a la que permitiría llevar sus manufacturas por los nuevos trazados de rutas y líneas férreas a los grandes mercados de Medio Oriente y Europa pasando por territorio pakistaní, ha obligado a Islamabad a replantear la antigua alianza con los Estados Unidos, que al parecer le ha soltado la mano. Al mismo tiempo el país está flanqueado en el norte por Afganistán, con una frontera de 2.670 kilómetros, que con la llegada al poder de los talibanes,  queriendo o no los mullah, han reactivado las organizaciones integristas que desde hace décadas, con más o menos frecuencia, operan en el país. Y al sur por India, que más allá de la siempre sangrante Cachemira -que ha precipitado a las dos naciones a tres guerras e incontables choques fronterizos desde 2014, con la llegada al gobierno del Narendra Modi y sus fervientes políticas antiislámicas- obliga al Gobierno pakistaní a mirar con cuidado las persecuciones a las que Delhi está sometiendo a sus hermanos del sur, que más allá de Cachemira establecen en toda la frontera, de 2.919 kilómetros, un estado de permanente tensión.

Sin duda el corrimiento pakistaní hacia China para Estados Unidos ha sido un disgusto mayor y el incremento de las cada vez más complejas relaciones entre las dos potencias obligan a Pakistán a jugar más fuerte con su nuevo socio y enmarcarse en el polo abiertamente antinorteamericano: China, Rusia, Irán. Teoría que se confirma con la decisión del Islamabad de retirarse de la “Cumbre (virtual) de la Democracia” en defensa propia a la que llamó el presidente estadounidense Joe Biden, entre el 9 y el 10 de diciembre, que reunió a 110 países y en la que se debatió sobre “el autoritarismo, la corrupción y la defensa de los derechos humanos”. Lo que sin duda es el intento de la creación de un nuevo foco contra los rivales de los Estados Unidos que son cada vez más numerosos y más poderosos.

Conocidas las políticas de Washington respecto a los “traidores” se debe esperar un aumento de la presión, no solo en las dos fronteras principales de Pakistán, que irá en concordancia con el deterioro de la seguridad interior del país centroasiático, el cual se encuentra en un constante crescendo. Como puede suceder en la provincia separatista de Beluchistán, donde desde hace décadas diferentes movimientos armados atacan de manera intermitente objetivos del Gobierno central. Y dada la nueva situación esas acciones pueden ser alentadas incluso desde la CIA y el Pentágono.

Las recientes declaraciones de Noor Wali Mehsud, el emirdel Tehreek-e-Taliban Pakistan (Movimiento de los Talibanes en Pakistán) (TTP) durante una gira por algunas de las bases del grupo en “las áreas tribales” y distritos del norte pakistaní, como Khyber Pakhtunkhwa, (KPK) que fueron bastiones del TTP entre los años 2007 y 2012 y donde se ha mantenido desde entonces la insurgencia fundamentalista que cruzaba libremente a Afganistán para colaborar con sus hermanos.

Mehsud, que se movió por esa región con una gran columna armada, que incluía vehículos de la policía afgana, a plena luz del día y con sus banderas desplegadas en franco desafío al Gobierno del Primer Ministro Imran Khan, dijo que su grupo “es una rama del Emirato Islámico de Afganistán” y que “luchará hasta que Pakistán, como Afganistán, también esté bajo la ley Sharia”. Por su parte, desde Kabul, las declaraciones de Mehsud fueron desautorizadas a pesar de que el pakistaní había reafirmado a principios de año su Bayat (juramento de lealtad) al líder de los talibanes afganos el mullah Haibatullah Akhundzada, que nunca fue rechazada.

A pesar de la negativa de los mullah, la declaración de Mehsud ha de tomarse como una verdadera declaración de guerra, teniendo en cuenta que días antes había anunciado que dados los incumplimientos del Gobierno no extendería la tregua de un mes que se había acordado desde el 9 de noviembre último mediada por el ministro del Interior del del emir Emirato Islámico de Afganistán, Sirajuddin Haqqani.

Algunas versiones niegan la veracidad del video grabado por Mehsud que según esas mismas fuentes se ha realizado en Afganistán, que de ser cierto, sería una prueba de la relación entre el TTP y los talibanes. De confirmarse que el rodaje fue realmente realizado en Pakistán, evidenciarían la debilidad del ejército y el Gobierno pakistaníes, obligados a un acuerdo de paz con los insurgentes que desde la caída de Kabul se han ensoberbecido, dado que el grupo pakistaní ha perdido varios líderes y muchos combatientes en Afganistán antes de la victoria del 15 de agosto en la guerra que terminó con la derrota norteamericana.

Otros grupos insurgentes de la región, como la Unión de la Yihad Islámica de Uzbekistán, han adherido a la declaración de Mehsud, lo que tampoco es una buena noticia para Islamabad.

La agitación interna

El fin unilateral del alto el fuego de un mes entre Islamabad y el  Tehrik-i-Taliban Pakistan, decretado por los terroristas, se fundamenta en el incumplimiento de los acuerdos que incluían la liberación de los 120 militantes del TTP que el Gobierno tiene detenidos, además de que, siempre según el TTP, el Gobierno central violó todas las reglas acordadas, las que incluían no realizar operativos contra el TTP además de no establecer nuevos puestos de avanzada de las fuerzas de seguridad en la región. Según las denuncias de los muyahidines varios de sus hombres fueron asesinados por las fuerzas federales mientras otros habían sido detenidos.

Antes del acuerdo el emir del TTP, en declaraciones periodísticas, había dicho que muchas áreas de Waziristán estaban controladas por el TTP y que la influencia del grupo se estaba extendiendo en otras áreas de Khyber Pakhtunkhwa, por lo que fue el gobierno de Pakistán el que “suplicó” a Kabul que medie con el TTP un alto el fuego.

El TTP habría publicado una serie de videos donde se veían aviones y helicópteros paquistaníes bombardeando mezquitas, viviendas de civiles en casas y matando civiles en Khyber Pakhtunkhwa.

El TTP se pregunta además por qué el Gobierno de Pakistán, que se rindió dócilmente a la organización virulentamente radical como Tehreek-e-Labbaik Pakistan (TLP), rompió su acuerdo de alto el fuego con ellos.

Islamabad habría liberado a unos 860 cuadros de TLP y su jefe el clérigo extremista Saad Hussain Rizvi, además de haber levantado la prohibición de la organización, aparentemente religiosa.

Sin duda una de la secuelas de haber liberad de las sanciones al TLP fue el linchamiento de la ciudadana de Sri Lanka Priyantha Diyawadana, quien era gerente general de una  empresa de la ciudad de Sialkot, después de que ordenase quitar unos carteles del TLP dentro de la fábrica, por lo que fue señalada de blasfema y lo que lanzó a una turba a linchar a la mujer, que tras ser prendida fuego su cuerpo fue arrastrado por la calle el pasado 3 de diciembre. Situación que se volverá a repetir a medida que el fundamentalismo siga creciendo en Pakistán, al que por su nueva alineación geopolítica se intentara deslizar al vacío.

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.