Papúa Occidental es la mitad de la isla de Nueva Guinea (nombre atribuido por colonizadores españoles debido al supuesto parecido entre los habitantes de la isla y los habitantes de la costa de Guinea en África), la segunda isla más grande del mundo.
Situada a 250 kilómetros al norte de Australia, forma parte de la llamada “Melanesia” del Pacífico Sur. Su selva tropical es sólo superada en tamaño por la del Amazonas, con una inmensa diversidad de especies únicas de flora y fauna, así como cerca de 250 tribus, cada una con su propio idioma y cultura.
Los pueblos indígenas nunca dividieron la isla en dos partes, la frontera actual fue diseñada en 1883 por los colonizadores holandeses, que ocupaban la parte occidental, y los británicos y alemanes, que controlaban el lado oriental, que hoy en día es el estado independiente de Papúa Nueva Guinea.
Los holandeses colonizaron Papúa Occidental a partir de 1800 y como provincia fue parte de las antiguas Indias Orientales holandesas. Tras la segunda guerra mundial, el gobierno holandés comenzó a preparar el terreno de cara a una independencia política. Paralelamente, en febrero de 1961, tras unas elecciones locales, se formará el primer Congreso de los Pueblos de Papúa, que acuerdan un Manifiesto de Independencia.
En el contexto geopolítico de la guerra fría, Indonesia se opone a esa independencia, y con el apoyo de EEUU, que deseaba evitar que Indonesia se decantase por el campo soviético, ponen en marcha una estrategia que contará con la colaboración de holandeses y Naciones Unidas.
Según un informe publicado en 2009, se reveló que los holandeses habían reconocido en secreto “el comienzo inconfundible de la formación del estado de Papúa Occidental”, pero fueron intimidados por la administración de John F. Kennedy para aceptar el control indonesio “temporal” sobre lo que un asesor norteamericano llamó “unos pocos miles de kilómetros de tierra caníbal”. Por su parte, la ONU tolerará la interferencia e intimidación indonesia contra los papúes y no hizo ningún esfuerzo para presionar a Yakarta.
Así, la invasión militar de Indonesia contará con el beneplácito de los citados actores internacionales. Yakarta organizará un referéndum, el llamado Acto de Libre Elección, donde un grupo seleccionado de mil papúes, sobre una población de 800.000, y bajo amenazas e intimidaciones, será obligado a votar a favor de ser parte de Indonesia. Para la población de Papúa Occidental, ni fue un referéndum, ni cumplió con los acuerdos firmados anteriormente, ni fue un acto de autodeterminación, de ahí, que a día de hoy lo denominen como el “Acto de No Elección”.
A partir de aquí comenzará una estrategia indonesia basada en un enfoque militar. El territorio se llamará “Irian Jaya” (Irian victorioso, donde Irian es un acrónimo que significa “unirse a la república indonesia contra los Países Bajos”), y Yakarta declarará la isla como zona de operaciones militares, que seguirá una estrategia destinada a erradicar el separatismo papú. Papúa Occidental pasará a estar controlada por el ejército indonesio, con algunas regiones completamente cerradas para los visitantes, y para muchos papúes con una realidad de vivir bajo el control indonesio como vivir en una cárcel.
Esta nueva etapa estará basada en una continua violación de los derechos humanos. El ejército indonesio operará con total impunidad, ejerciendo una violencia generalizada, asesinatos extrajudiciales, actos de tortura, desapariciones, violencia sexual, desplazamientos forzados contra la población papú. Muchos de estos actos constituyen claramente crímenes de lesa humanidad según el derecho internacional.
También la negación de la cultura papú será otro pilar de la estrategia indonesia. Cualquier expresión cultural local ha sido considerada durante mucho tiempo como una expresión de los movimientos independentistas y sometidos a la represión. Además, en nombre de la modernización y el desarrollo se presentan las cultural tradicionales locales como incivilizadas y primitivas, justificando desde Yakarta una política de “indonesianización”.
Un ejemplo evidente es la separación de los papúes de sus tierras, con consecuencias materiales, religiosas y culturales, así como con un importante deterioro del medio ambiente y de la vida tradicional sostenible.
Un tercer pilar de la estrategia indonesia será el programa de transmigración, que imitando las políticas de colonización de “terra nillius” (la tierra no tiene dueño o está subutilizada), Yakarta concederá las mismas a transmigrantes indonesios, muchos de los cuales son soldados retirados que se asentarán en zonas estratégicas como minas, puertos o grandes bosques. Todo ello contribuirá además a una discriminación estructural, despojando a la población local de sus tierras y recursos, relegándola de los beneficios económicos y socavando una futura autodeterminación local, al convertirla en una minoría.
La explotación colonial y el saqueo sistemático de los grandes recursos naturales es una de las claves del conflicto. La ocupación indonesia pone a disposición de las grandes empresas indonesias y extranjeras los recursos, su explotación y los beneficios.
Los recursos de Papúa Occidental están siendo saqueados a través de la extracción y tala, así como con plantaciones de biocombustibles (dominadas en buena parte por las élites militares indonesias); la explotación minera del oro y cobre (mayormente en manos de EEUU y Australia), dándose la paradoja que la compañía Freeport obtuvo la licencia de manos de Indonesia dos años antes de que este país tuviera soberanía “oficial” sobre Papúa Occidental; el proyecto Tangguh para extraer las reservas de gas natural licuado (British Petroleum y empresas japonesas y chinas).
En este esquema es parte central el ejército y las fuerzas de seguridad indonesias, que toman parte como empresarios y reciben ayudas económicas por “la seguridad y protección” de las explotaciones.
La colaboración internacional ha sido clave también. La llamada comunidad internacional está más preocupada en proteger sus empresas y consolidar la relación con Indonesia (un mercado potencial de 220 millones de personas). Por ello prefieren ver la situación como un asunto interno de Indonesia.
La solución del conflicto en Papúa Occidental debe pasar al menos por tres aspectos clave. El derecho de autodeterminación del pueblo papú; abordar los crímenes de lesa humanidad contra la población local; y, reconocer los derechos culturales, políticos y socioeconómicos de los papúes, que a día de hoy siguen siendo marginados en su propia tierra.