Recomiendo:
0

Pobreza, consumismo y antiimperialismo

Fuentes:

Traducido para Rebelión y Tlaxcala por Germán Leyens

Poverty, consumerism and anti-imperialism Hay diferentes reacciones típicas ante las críticas a las iniciativas de bancarrota ideológica y esquizofrenia moral como la campaña ‘Que la Pobreza Pase a la Historia’ (Make Poverty History) en Gran Bretaña, Una es clamar contra la impudencia de cuestionar la sinceridad y las buenas intenciones de los organizadores de la campaña. Otra es hacer un mohín y lanzar: «bueno, ¿cuál es TU alternativa? O, de manera más insincera, se acusará a los críticos de desdeñar el deseo genuino y sincero de los millones que contribuyen dinero ganado con el sudor de su frente para proyectos y programas que quieren aliviar los síntomas demasiado numerosos de la pobreza del mundo.

En la cumbre de la elite mundial en Davos durante los últimos días, destacados representantes del capitalismo global presentaron compromisos a primera vista impresionantes para financiar programas sanitarios y otros en países menos desarrollados. Una frase que viene a la mente es utilizada en Latinoamérica en el trabajo con mujeres en relaciones de abuso – «no más confites en el infierno». Cuando la gente pregunta porqué tantas decenas de millones de personas carecen de atención sanitaria y educación decente, una respuesta es clara. Durante más de dos décadas, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y los gobiernos que controlan esas instituciones han predicado consecuentemente a gobiernos nacionales débiles en los países menos desarrollados que deben reducir sus gastos públicos sociales.
Las políticas económicas basadas en la fe ciega en la privatización de los recursos estatales, en la reducción en los gastos públicos y la desregulación en general han creado un infierno de laissez-faire para la gran mayoría global empobrecida. Ocasionalmente, como lo hizo Bill Gates la semana pasada con su iniciativa declarada contra la tuberculosis, los multimillonarios corporativos ofrecen el uso de parte de su riqueza para aliviar parte de los sufrimientos. Pero si sus corporaciones hubieran sido objeto de medidas de imposición tributaria y de regulación justas y si los ingresos resultantes hubiesen sido utilizados para gastos sociales en salud y educación, se podría haber evitado desde el comienzo un sufrimiento indescriptible.
Podríamos señalar también que iniciativas corporativas individuales patrocinadas por belicistas como George Bush, Tony Blair o Gordon Brown pueden ser consideradas legítimamente como maniobras de relaciones públicas que no hacen nada por cambiar las causas fundamentales de la pobreza. Iraq ha sido sumergido en un sufrimiento y privaciones inconcebibles como resultado de una guerra agresiva criminal. Los mismos responsables por ese crimen inescrupuloso sugieren que les preocupa la pobreza global. Ninguna actividad refinada de relaciones públicas, ni la colusión de los medios dominantes, pueden encubrir esa grotesca contradicción y el fraude moral que representa en última instancia.
En todo caso, Naciones Unidas, en sus esfuerzos por crear consenso alrededor del Derecho al Desarrollo, ha elaborado ya un marco legítimo para una reacción sustentable y factible ante los problemas globales de pobreza e injusticia social. Esa iniciativa ha sido consecuentemente frustrada por Usamérica y muchos de sus aliados. Los países ricos se oponen a acciones por crear una estructura internacional que los obligue a impulsar un desarrollo justo basado en un marco legalmente vinculante para la redistribución de la riqueza. Detestan la filosofía basada en los derechos de tales estructuras y su vínculo entre el principio de autodeterminación y la obligación de cooperar en el desarrollo global.
Es razonable considerar que una tal estructura puede terminar por conducir a un fin de la pobreza global. Las posibilidades de que las políticas capitalistas corporativas logren ese objetivo son nulas. Es evidente, ya que la redistribución justa de la riqueza es un anatema para los propugnadores de esas políticas. El capitalismo corporativo se basa en el principio del laissez-faire con todo lo que implica. La evidencia de su fracaso total como marco para el desarrollo humano racional y justo es obvia en todo el mundo.
Así que se impone el escepticismo cuando lanzan una inmensa campaña basada en las relaciones públicas como Make Poverty History y se ve que es organizada por gente que está totalmente comprometida con la colaboración con las estructuras del capitalismo corporativo internacional agresivo y con destacados individuos que promueven ese sistema, Como las grandes ONG de ayuda y desarrollo y las organizaciones humanitarias de ayuda que la apoyan, la campaña Make Poverty History canaliza el ansia de la gente de lograr un mundo mejor hacia actividades que tratan de legitimar un statu quo fundamentalmente ilegítimo.
Make Poverty History es un masivo esfuerzo humanitario. Pero sus entusiastas resisten el enfrentamiento con las contradicciones provocadas por esfuerzos en sus sociedades capitalistas de consumo por encarar la injusticia económica causa por las políticas imperialistas de sus gobiernos. Esencialmente, tratan de proveer a la mayoría pobre del mundo los confites en el infierno neocoloniales, paliativos insostenibles que no cambian el statu quo.
Un ejemplo obvio de este hecho es que tales campañas soslayan resueltamente el tema de la solidaridad con legítimos movimientos de resistencia en países ocupados como Iraq, Palestina o Haití. Pero la exigencia fundamental en esos países es la mismísima equidad y justicia para los pueblos empobrecidos y oprimidos que los entusiastas de Make Poverty History afirman que es su objetivo. Esos entusiastas quieren que las políticas más incómodas y embarazosas se evaporen mientras se involucran en un enfoque técnico sobre el comercio, la ayuda y la deuda y obtienen los fondos. ¿Pero de dónde provienen esos problemas si no es el resultado de la injusta dominación y opresión imperialistas?
Para lograr auténticos cambios, sería mejor canalizar la buena voluntad generalizada que es evidente entre tanta gente en la base en los países ricos del mundo, hacia la solidaridad práctica directa. La donación de dinero suelto a una clase intermediaria de funcionarios en las ONG de desarrollo y ayuda no cambia nada. Los países en Centroamérica, por ejemplo, han recibido miles de millones de dólares de ayuda gubernamental y no-gubernamental durante los últimos veinte años. Aparte de Costa Rica, siguen ubicados a docenas de sitios por debajo de Cuba en el Índice de Desarrollo Humano de la ONU, mientras Cuba ha sufrido cuarenta y cinco años de un criminal bloqueo económico.
La experiencia de un país como Nicaragua en su revolución y después, demuestra que cantidades sorprendentes de gente en la base está dispuesta a actuar en una solidaridad práctica real. Desde los años ochenta hasta el presente, miles de personas han cambiado sus propias vidas, entrado en contacto con la base y eliminado la clase gerencial parasítica del desarrollo representada por los funcionarios en las ONG de ayuda y desarrollo. Esta acción posibilita que haya relaciones directas con la gente en los países menos desarrollados que trata de construir un mundo mejor para sí mismos y para el resto de nosotros.
Si algo va a cambiar el actual statu quo racista e imperialista será una combinación de solidaridad internacional en la base y de estructuras normativas globales que impongan una redistribución equitativa de los recursos del mundo. Por el momento, como lo demuestra la historia del Derecho al Desarrollo de la ONU, los poderosos gángsteres del laissez-faire capitalista están en condiciones de obstruir el acuerdo sobre esas políticas. Paul Wolfowitz en el Banco Mundial, Pascal Lamy en la Organización Mundial de Comercio y Rodrigo Rato en el Fondo Monetario Internacional son los actuales mascarones de proa de esa clase motivada por la ideología. Pero en algunos países esos ideólogos son dejados de lado y se hacen irrelevantes.
En Latinoamérica, por ejemplo, los próximos años verán una competencia decisiva entre el capitalismo corporativo global y los permanentes esfuerzos por lograr justicia económica por parte de los pueblos y los gobiernos de Cuba, Venezuela y tal vez Bolivia y otros países, inspirados por el socialismo. Motivos centrales en esa competencia serán la solidaridad de base entre los pueblos, las políticas públicas comprometidas con una redistribución equitativa de recursos y la regulación del gran capital corporativo. En comparación con la determinación sistemática de esos pueblos y gobiernos de encarar sus problemas de pobreza y justicia social, las iniciativas humanitarias consumistas de los países ricos que ignoran la agresión imperialista, como la campaña de Make Poverty History de Gran Bretaña, parecen interesadas y de miras estrechas.
Toni Solo es un activista basado en Centroamérica – para contactos: www.tonisolo.net

Traducido del inglés al castellano por Germán Leyens, miembro del colectivo de traductores de Rebelión y asimismo de Tlaxcala, la red de traductores por la diversidad lingüística ([email protected]). Esta traducción es copyleft.