El 18 de enero de 1983 el entonces presidente de EEUU, Ronald Reagan, firmó un decreto sobre el despliegue de misiles de alcance intermedio en Europa. EEUU colocó 572 misiles en las proximidades de la URSS desatando una crisis que casi provocó el inicio de una guerra nuclear. Sputnik cuenta cómo se desarrollaron los eventos de aquellos tensos días.
El despliegue de los misiles estadounidenses de alcance intermedio fue el punto de inflexión en la Guerra Fría. Pero no fue un paso brusco, y de hecho, estuvo bien planeado. La propia decisión de desplegar los proyectiles se tomó por el Consejo de la OTAN en 1979. La Alianza Atlántica preveía que para 1983 se desplegarían y se colocarían en Europa Occidental 108 misiles de la clase Pershing II y 464 misiles de la clase Tomahawk.
Sin embargo, en la etapa inicial las autoridades norteamericanas no se apuraron en realizar los planes. Washington primero trató de persuadir a Rusia de retirar los sistemas de misiles RSD-10 Pioner de las fronteras occidentales de la URSS. Moscú tenía todo el derecho a desplegar misiles en cualquier parte de su territorio. Fue EEUU el que desplegó sus sistemas en países ajenos cerca de los límites soviéticos y los de sus aliados del bloque socialista en Europa del Este.
Cuando las negociaciones acabaron en un callejón sin salida, el presidente Reagan firmó el 18 de enero de 1983 el famoso decreto sobre el despliegue de misiles en Europa.
En Estados Unidos las acciones de Reagan se perciben como la respuesta a las acciones beligerantes de la Unión Soviética y se cree que el entonces mandatario del país no tuvo ninguna otra opción que responder a los pasos hostiles de Moscú. En la Rusia actual la percepción es contraria. Los expertos dicen que la miope política de Reagan llevó al mundo al borde de un apocalipsis nuclear, una guerra directa contra la URSS.
La Guerra Fría casi se desencadenó en una guerra caliente entre dos potencias mundiales.
Al borde del fin del mundo
Es posible comparar la crisis de 1983 entre EEUU y la URSS con la crisis de los misiles de Cuba de 1962. En esa época la percepción de la Administración Reagan en la Unión Soviética fue puramente negativa, mientras que su agenda política exterior fue tachada de imperialista y muy agresiva. Las acciones de la Administración Reagan representaban un peligro inminente para el bloque socialista.
En la primavera de 1983 un grupo de ataque de portaviones de la Armada de EEUU llevó a cabo unos ejercicios a gran escala en el océano Pacífico. Durante los ejercicios navales, los marineros estadounidenses ensayaron un ataque contra las posiciones estratégicas en las islas Kuriles. En la misma época aumentó drásticamente el número de vuelos de reconocimiento cerca de las fronteras de la URSS. Las tensiones y las preocupaciones en ambas partes fueron muy altas.
El resultado de dichas preocupaciones fue el derribo de un avión de pasajeros surcoreano Boeing 747 que volaba desde Nueva York a Seúl. Esta tragedia se debió a una maniobra sospechosa del avión que entró en el espacio aéreo de la URSS. La defensa antiaérea consideró que este fue un avión de reconocimiento de EEUU y lo derribó cerca de la isla soviética de Sajalín, en el que resultaron muertas 269 personas a bordo.
La primera unidad de misiles estadounidenses apareció en Alemania Occidental en diciembre de 1983. En cuestión de dos años los militares estadounidenses desplegaron 464 misiles Tomahawk y 108 misiles Pershing II. La respuesta de Moscú no se hizo esperar mucho y la URSS aceleró la producción de sus misiles tácticos. Los militares soviéticos, además, empezaron a equipar los submarinos de la Marina de guerra con misiles de crucero.
Los silos, centros de mando y agrupaciones militares soviéticas desplegados en las fronteras occidentales de la Unión Soviética fueron designados como los objetivos principales para los Pershing y los Tomahawk. El alcance de los Pershing II se cifró en 1.770 kilómetros, mientras que los Tomahawk fueron capaces de cubrir una distancia máxima de 2.400 kilómetros.
Estaba calculado que estos sistemas serían capaces de destruir blancos en la parte europea de la URSS en cuestión de 10 minutos.
El 11 de marzo de 1985 Mijaíl Gorbachov fue elegido secretario general del Comité Central del Partido Comunista de la Unión Soviética —el líder del país— y empezó a seguir una política encaminada a mejorar las relaciones con Occidente. Ya en diciembre de 1987 Gorbachov se reunió con Reagan para firmar el Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio (Tratado INF).
Estados Unidos se retiró formalmente del tratado el 2 de agosto de 2019.
El lado político y los paralelos actuales
La decisión de desplegar los misiles de medio alcance en Europa se debió al nuevo curso de la nueva Administración —Ronald Reagan llegó al poder en enero de 1981—. Este curso no suponía ningún tipo de concesiones por parte de Estados Unidos, dijo a Sputnik el experto ruso en Estados Unidos de la Academia de Ciencias de Rusia Konstantín Blojín.
En otras palabras, la Administración Reagan estaba repleta de neocones —neoconservadores— que estaban obsesionados con la idea de luchar contra la URSS mediante cualquier tipo de medida posible. La lista de los halcones incluía a Richard Perle y Richard Pipes, entre muchos otros, recalcó.
«Está claro que la estrategia de Reagan, que por cierto se usa incluso hoy en día, radicaba en la necesidad de hacer que Moscú participara en una carrera armamentística muy cara lo que tenía como objetivo dañar significativamente a la economía del país comunista. Desde entonces, la presión a través de las sanciones ha sido la medida encaminada a hacer daño a los segmentos más cruciales de la economía», destacó.
Hoy también piensan que, si lograron derribar la Unión Soviética entonces, son capaces de hacerlo ahora también al recurrir al enfoque que usó Reagan en 1980. EEUU apuesta por la oposición dentro del país euroasiático para socavarlo desde dentro. Desde su punto de vista, en este caso se trata de un modelo ideal que funcionó entonces y volverá a funcionar hoy. El mismo modelo se utiliza contra China también —vale la pena recordar las protestas en Hong Kong—, precisó.
Según EEUU, este es un modelo perfecto que se puede usar contra sus adversarios geopolíticos. Y es de esperar que hoy EEUU despliegue sus misiles de alcance intermedio en la región Asia-Pacífico. En 1983, EEUU contaba con un equipo más intransigente compuesto de dichos halcones, «eran los cruzados de la Guerra Fría». Entonces los neocones criticaron todas las Administraciones anteriores de EEUU que trataron de establecer relaciones con la Unión Soviética, añadió.
Los oponentes principales de dichos neocones eran partidarios de la política de Nixon-Kissinger. La Administración Reagan evidentemente contrastaba mucho con sus predecesores. Se les criticó por ser demasiado blandos, puso de relieve Blojín.
Funestas consecuencias
«Creo que, pese a todos los preparativos y maniobras, Estados Unidos nunca estuvo preparado para una tercera guerra mundial, para una guerra total. Si los beligerantes, la URSS y EEUU, de verdad hubieran chocado entre sí, si de verdad hubiera comenzado una guerra nuclear, la Unión Soviética habría salido victoriosa porque su sistema estaba configurado para luchar en una guerra. Esta es la razón por la que a menudo comparan la URSS con Esparta», dijo el entrevistado.
Está claro, agregó, que la tarea de la Administración estadounidense fue imponer la carrera armamentística a la URSS. Es decir, la economía norteamericana fue más efectiva y más competidora y pasaron a una táctica de esperanza estratégica. La cúpula gobernante de la URSS, al fin y al cabo, se rindió y EEUU evidentemente contribuyó a la derrota de Moscú en la Guerra Fría, pero también hay que recordar que factores internos en la Unión Soviética desempeñaron su papel.
La disolución de la URSS no se debió exclusivamente a la política de la Administración Reagan, sino que también, en gran medida, fue provocada por las acciones indebidas de los entonces líderes de la Unión Soviética. La URSS resultó involucrada en la carrera armamentística y gastó los recursos del país comunista. Esto tuvo funestas consecuencias, recalcó.
Sin embargo, finalmente, las partes encontraron un consenso, pero en Estados Unidos este desenlace de la confrontación con la URSS fue percibido como la victoria de la Administración Reagan. La percibieron «como si hubieran conseguido imponer paz a través de la fuerza», enfatizó.
El punto de vista de la URSS era considerar que para preservar la paz se necesitaba encontrar un consenso. Es obvio que, en la última etapa de la existencia de la Unión Soviética, Moscú trató de encontrar un consenso con Occidente.
«Luego, la URSS intentó integrarse en Occidente, pero esta iniciativa no resultó ser fructífera. Occidente no aceptó a la URSS a sus filas porque Moscú quiso ser un socio en pie de igualdad. Occidente, a su vez, vio a la URSS como un país subordinado», añadió.
La élite política de la URSS no quiso seguir el camino de confrontación con Occidente por eso eligió el camino de búsqueda de consensos. Este último camino llevó a, según lo describe el presidente ruso, Vladímir Putin, a «la peor catástrofe geopolítica del siglo XX». Hoy Rusia trata de corregir sus errores y hace todo lo posible para evitar que esta catástrofe se repita, concluyó.