Del 18 al 22 de enero se celebrará, en la ciudad japonesa de Kobe, una conferencia internacional sobre la ampliación del sistema de alerta contra tsunamis. En Ginebra, la Organización Meteorológica Mundial de la Naciones Unidas, OMM, expuso los pormenores técnicos del sistema. Su director, Michel Jarraud, explicó que se quiere sobre todo un […]
Del 18 al 22 de enero se celebrará, en la ciudad japonesa de Kobe, una conferencia internacional sobre la ampliación del sistema de alerta contra tsunamis. En Ginebra, la Organización Meteorológica Mundial de la Naciones Unidas, OMM, expuso los pormenores técnicos del sistema. Su director, Michel Jarraud, explicó que se quiere sobre todo un método fiable y sencillo que permita una reacción rápida en las costas. Su organización dispone de una red internacional de alarma para huracanes y sus oleadas, la cual puede servir de base para futuras alertas de maremotos.
A diferencia de una oleada, un tsunami es un síntoma geológico y no meteorológico. Por tanto, la OMM cooperará con la Comisión Oceanográfica de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, UNESCO. Su director técnico, Francois Schindele, explica que factores tectónicos como maremotos ejercen presión hidrológica sobre las masas de agua superiores. Un maremoto con la fuerza 9 en la escala de Richter, como el que se registró cerca de la isla indonesa de Sumatra, rara vez ocurre, pero su naturaleza es impredecible. El próximo mega tsunami podría producirse dentro de un mes o dentro de un siglo, señala Schindele.
Tanto Jaraud como Schindele afirman que la instalación de sondas de agua y del correspondiente sistema de comunicación en el territorio del Océano Indico, no es una labor difícil ni extremadamente costosa. Lo más problemático es la creación de la infraestructura y los sistemas de comunicación en las costas amenazadas. Por ejemplo la capacitación de funcionarios locales y controladores, que son responsables de una evacuación oportuna de la población en las costas. Y en el caso de un tsunami, una evacuación debe ser rapidísima, insisten los funcionarios de la ONU. Un ciclón o un huracán es previsto días antes, pero en caso de un tsunami, todo es cuestión de horas.
El tsunami que arrasó en 1755 a Lisboa demuestra que en el fondo del Océano Atlántico también hay cortezas terrestres que se mueven y que, en sus puntos de contacto, pueden causar maremotos, es decir tsunamis. Esto se hace extensivo al Caribe, donde, por ejemplo, las Antillas corren más riesgo que Holanda, porque el fondo poco profundo del Mar del Norte, al oeste de Holanda, no es tectónicamente activo.
Sin embargo, la situación en el Mediterráneo es distinta. Grecia, Italia y Turquía están situadas cerca de líneas de fractura en la corteza terrestre donde, en consecuencia, se pueden producir terremotos y maremotos. Schindele concluye que por cada dólar que se gasta en un sistema de alerta contra catástrofes naturales como tsunamis o huracanes, se recuperan siete en concepto de reducción de daños y en vidas que se salvan. «No podemos controlar una catástrofe natural, pero podemos prevenir o reducir los desastres».