El generalizado sostén de la plutocracia digital a Trump es un dato novedoso y relevante del escenario actual. La oligarquía tecnológica del Silicon Valley se ha sumado al líder republicano, archivando sus tradicionales preferencias por el globalismo de los demócratas.
No sólo el derechista Musk enaltece a Trump, sino también Zuckerberg, que hace pocos años excluyó al millonario de Facebook e Instagram. Ahora acepta eliminar las normas de verificación de datos en las redes que instauró el dueño de X twitter para expandir las mentiras de las usinas reaccionarias. Bezos exhibió la misma preferencia, vetando el apoyo electoral a los demócratas en los medios de comunicación que maneja. Incluso el ultraglobalista Gates emitió guiños a la nueva Administración (Gallego, 2025).
Ese viraje obedece al irrestricto sostén que brinda Trump a todas las demandas de los tecnocapitalistas. Ese grupo concentra el mismo poder que en otra época exhibían la industria pesada o los bancos como soporte central de los gobiernos estadounidenses.
NUEVAS PRIORIDADES
Las megaempresas del mundo digital ya consiguieron encadenar al público a su control de las redes y ahora necesitan el sostén del Estado para afrontar la competencia foránea.
Durante el primer período contaron con el soporte estatal para imponer una relación cautiva con los usuarios. De esa forma amarraron a los clientes a una madeja de algoritmos que asegura su intermediación en la publicidad y las ventas.
Para conseguir ese control adoptaron un perfil liberal, que atrajo a los consumidores a sus redes sin ningún tipo de distinciones. Las minorías fueron particularmente favorecidas por los jóvenes emprendedores, que publicitaron una fisonomía disruptiva, informal e inconformista.
Pero esa fase condescendiente concluyó y ahora impera la adaptación al nuevo contexto de brutal competencia internacional. Esa rivalidad explica la aproximación del empresariado digital a la ultraderecha.
La etapa del capitalismo woke permitió ensanchar la base de usuarios, para acaparar datos y amoldar los hábitos de los usuarios al monopolio de las Big Tech. Consolidaron ese circuito de provisión de datos y afianzaron la captura de la información gratuita, que las empresas utilizan para orientar necesidades, inducir publicidades y moldear las preferencias.
Ahora, los cinco gigantes de la informática necesitan que Washington batalle con Beijing, someta a Bruselas y sancione la irreverencia de Brasilia a su monopolio de la nube. Ese pasaje de la contemporización a la beligerancia explica el meteórico ascenso de Elon Musk y su discurso reaccionario, antisocialista, antisindical y xenófobo. Su brutalidad expresa con toda crudeza los requerimientos del capitalismo actual (Godin, 2025).
Microsoft, Meta, Open AI y Google financiaron gran parte de la campaña trumpista para que anule las regulaciones medioambientales y financieras, que obstruyen su redoblado dominio del universo digital. El magnate se dispone a cumplir ese compromiso, con mayor protección arancelaria de las tecnologías amenazadas por el competidor chino. La reorganización del Estado que dirigirá Elon Musk desde la Casa Blanca persigue ese objetivo.
La principal promesa de Trump es la financiación estatal del megaproyecto auspiciado por Open AI, Oracle, MGX y el SoftBank, para impulsar la Inteligencia Artificial. Contarán con 500.000 millones de dólares para erigir el gigantesco servidor de datos que exige esa instalación. Esa estructura les permitiría conseguir el control completo de las comunicaciones, a un costo que duplica el presupuesto del Proyecto Manhattan, que alumbró las mortíferas bombas atómicas en el cenit de la II Guerra Mundial (Gosalvez, 2025).
Trump ya declaró la “emergencia energética” para proveer la descomunal masa de combustible que exigen esos servidores. También apuntala el acaparamiento internacional de los nuevos materiales que necesitan las empresas y que el magnate exige colocar bajo custodia norteamericana. Esa ansiada captura de la energía y las materias primas, ilustra hasta qué punto el universo digital no está desmaterializado. Al contrario, depende mucho más que otras tecnologías de recursos naturales escasos y tangibles.
El mandatario yanqui espera lograr ese dominio mediante sanciones contra todos los países que objeten sus exigencias. Supone que obstruyendo el acceso de China a los eslabones claves de la IA (como los semiconductores) y disponiendo incrementos de aranceles contra cualquier disconforme, conseguirá el éxito estadounidense en la competencia digital. El trasfondo de la disputa es el manejo del monumental superbeneficio tecnológico que todas las compañías y usuarios del mundo transfieren a los capitalistas de ese sector.
Para reafirmar esa apropiación, Trump necesita reforzar el imperialismo tecnológico, que la primera potencia ejerce desde hace mucho tiempo. Los dueños del Silicon Valley han motorizado ese dominio mediante el control de la información, sin vulnerar formalmente las fronteras y sin recurrir a las conquistas territoriales (Scaletta, 2025).
Privatizaron el espacio digital con plataformas de origen estadounidense, para expropiar datos, imponer discursos, implantar normas de consumo y establecer criterios de verosimilitud. La continuidad actual de esa preeminencia requiere batallas de otra escala, que Trump ofrece comandar con proteccionismo económico, amenazas militares y prepotencia geopolítica (Maíllo; Sierra Caballero, 2025).
BOOMERANG EN VARIOS PLANOS
Trump confronta con un adversario digital que ha tomado la delantera. China emparejó primero los avances tecnológicos norteamericanos y disputa actualmente los segmentos más sofisticados.
Se puso al frente de la 5ª y 6ª generación de comunicaciones móviles y encabeza las tecnologías verdes de las turbinas eólicas, los paneles solares, los coches eléctricos y los trenes de alta velocidad. También gana primacía en las ¨ciudades inteligentes¨, el reconocimiento facial y el universo del Big Data. Ahora batalla palmo a palmo en la carrera de la Inteligencia Artificial.
Lo ocurrido con TikTok ilustra cómo ese vertiginoso despunte afecta el propio mercado estadounidense. Esa aplicación capturó 170 millones de cuentas de ese país y logró visitas regulares del 40% de los jóvenes. Fue hostilizada oficialmente con medidas punitivas y Trump propuso inicialmente su total eliminación. Posteriormente cambió de opinión y ha buscado algún compromiso que permita la continuidad de la empresa.
El modelo económico digital de China se ha sustentado en la captura de invenciones de su rival, que rápidamente transforma en innovaciones más eficientes. El impactante logro de DeepSeek ejemplifica ese patrón. Desarrolló una aplicación de Inteligencia Artificial que ofrece innumerables ventajas sobre el modelo rival de ChatGPT de Open AI.
DeepSeek introdujo un buscador interactivo (R1) que realiza las mismas acciones que su competidor, a un costo significativamente inferior. Desenvuelve el mismo entrenamiento, con una erogación equivalente al 10 % de lo invertido por su contendiente. Esa diferencia se traduce en una brecha semejante en el cobro del servicio. Lo que ChatGPT ofrece por 15 dólares, DeepSeek lo comercializa a tan sólo 0,14 dólares.
Además, el modelo chino funciona con procedimientos de código abierto, que permiten a cualquier persona examinarlo, modificarlo y adaptarlo a sus necesidades, en contraposición al restrictivo esquema del antagonista norteamericano. Por esa sustancial diferencia la aplicación china ya desató un furor de descargas.
El éxito tuvo una inmediata repercusión bursátil y provocó el derrumbe de las acciones de los proveedores estadounidenses de la Inteligencia Artificial. Esas pérdidas abrieron grandes interrogantes, sobre la continuidad de varias compañías enaltecidas por Wall Street.
El desplome confirmó, además, todas las sospechas de un gran peligro de sobreinversión. La descontrolada expectativa en los negocios que abrió la Inteligencia Artificial atrajo un monumental volumen de capitales, que estaría desbordando la rentabilidad efectiva de esa innovación. En ese divorcio se asientan los diagnósticos de una próxima burbuja tecnológica, que podría repetir el desplome afrontado por las empresas Punto. com a fines de los 90.
El círculo que rodea a Trump juega todas sus fichas al nuevo emprendimiento, sin considerar ese peligro financiero. La amenaza deriva del incierto resultado de la IA sobre la innovación el crecimiento, la productividad y el empleo. Nadie ha podido aportar hasta ahora alguna certeza sobre los efectos positivos de esa nueva tecnología (Roberts, 2025). Lo ocurrido con DeepSeek aporta en cambio una gran advertencia, contra la aventura de apuntalar la IA con la gigantesca inversión de 500.000 millones de dólares.
DeepSeek ilustra, además, el flanco débil de la estrategia de sanciones para recuperar primacía económica internacional. La empresa china afrontó las restricciones que impone Washington a la exportación de chips de alto rendimiento, utilizando otro tipo de semiconductores. Las prohibiciones destinadas a impedir la competencia, generaron en este caso el efecto opuesto de inducir la búsqueda de alternativas más accesibles. Las compañías que Estados Unidos intenta proteger de cualquier copia asiática (como NVIDIA), sufrieron las mayores consecuencias de la ingeniosa respuesta china.
Este mismo boomerang ya se verificó con Huawei, que logró situarse en la frontera tecnológica al dominar el 5G. Las puniciones impulsadas por Estados Unidos para asfixiar a esa compañía fueron infructuosas. Afectaron más al agresor que al agredido. Esa ineficiencia de las sanciones ya genera dudas y divisiones entre los halcones y las palomas del bloque proteccionista que rodea a Trump (Klare, 2025).
IMPOTENCIA FRENTE A CHINA
La prioridad de Trump es la guerra comercial con el rival oriental y amolda toda su política internacional a ese objetivo. Pero afronta la adversidad de crecientes triunfos de su competidor en todos terrenos en disputa.
Beijing mantiene una tasa de crecimiento que duplica el promedio estadounidense y la mejora de los ingresos le permite ensanchar su gigantesco mercado interno. Existen fuertes controversias sobre el volumen efectivo de reducción de la pobreza de las últimas décadas. La estimación oficial de 800 millones de personas es objetada por distintos analistas de Occidente.
Pero cualquiera sea el cálculo exacto, no cabe duda que China ha consumado el mayor incremento de nivel de vida de las últimas décadas, en contingentes poblacionales de gran porte. La hazaña que efectivizó es comparable con el impresionante salto de la producción y el consumo, que en su momento consiguió la Unión Soviética con la planificación de la economía.
China ya superó ampliamente la etapa de alto crecimiento, asentado en inversiones extranjeras atraídas por la baratura de los salarios. Combina en la actualidad la expansión externa con la mejora del poder adquisitivo interno.
La gestión de Xi Jin Ping introdujo un serio límite a las presiones neoliberales de mayor apertura y privatización. Su modelo de doble circulación combina la acumulación capitalista con mayor regulación estatal, junto a nuevas prevenciones a la incidencia de los enriquecidos. Los acaudalados de Shanghái continúan sometidos a la primacía del poder político ejercido desde Beijing. Ese equilibrio de fuerzas se traduce en mejoras del nivel de vida, sin cambios en la estructura política que sostiene el modelo imperante.
En ese desemboque ha influido la forma en que se gestiona la crisis inmobiliaria, que desató la promoción oficial de inversiones en bienes raíces. El intento de crear un gran mercado de vivienda desató una alocada carrera de especulación, con endeudamiento récord, empresas zombis y cadenas de impagos, que desencadenaron la quiebra del gigante Evergrande.
A diferencia de lo ocurrido con varios colapsos financieros de Occidente, el desmoronamiento en China fue contenido. El Banco Central dispuso de enormes reservas para lidiar con esa turbulencia, desplegando la capacidad de regulación económica que ostenta el Estado. Pero ha salido a flote la gran erosión capitalista del modelo en curso. Ese deterioro obedece a la continuada desigualdad social, que en pocos años duplicó la proporción en el PIB de la riqueza personal de los multimillonarios.
En China hay clases capitalistas que especulan con sus fortunas y explotan a los trabajadores. Pero no controlan el Estado y el nivel de intervención económica oficial explica la exitosa competencia con Estados Unidos.
Trump no tiene ninguna fórmula para lidiar con esa desventaja. Ensaya varios procedimientos, pero pulsea con un adversario que año tras año consigue nuevos avances sobre la declinante potencia americana.
La expectativa occidental en un próximo y largo estancamiento de China -semejante al que afecta a Japón- no se ha corroborado. El gigante asiático mantiene una gran distancia de las economías que languidecen por envejecimiento de la población, desempleo estructural o transición demográfica. Tampoco padece el agotamiento de los ingresos medios, el declive de la productividad o la primacía del despilfarro financiero.
Esa variedad de infortunios presagiada por la crema de los economistas convencionales no se ha verificado en el competidor asiático. El motor estatal del crecimiento continúa operando, mediante estratégicas inversiones que orientan la economía, con el resguardo de las reservas acumuladas para lidiar con los contratiempos.
La pretensión trumpista de socavar la locomotora asiática con aranceles y sanciones es poco realista. Esa inconsistencia salta a la vista frente a la continuada expansión de la Ruta de la Seda. China ya concertó convenios con 148 países y acuerdos bilaterales con 102 contrapartes. Es el mayor socio comercial de 120 naciones países y comanda la gestación de un bloque económico alternativo en torno a los BRICS (Solty, 2025).
Trump pretende contener esa marea con iniciativas imperiales. Su propuesta de comprar Groenlandia responde al vertiginoso avance de la Ruta de la Seda en el Hielo. Mediante acuerdos concertados con Rusia, China se dispone a introducir una ruta marítima a través del Ártico, para acortar en un tercio el trayecto de Asia a Europa. Ya completó siete viajes con el nuevo trazado, que sustituye el itinerario usual a través del estrecho de Malaca en el Sudeste de Asia. Basta observar que este último camino concentra actualmente una cuarta parte del comercio mundial, para notar el volumen de las transacciones en juego (Gallardo, 2025).
La amenaza a la supremacía norteamericana en las rutas marítimas se extiende al peso de la flota. China encabeza la industria de la construcción naval, a gran distancia de sus dos seguidores (Corea del Sur y Japón). Por el contrario, Estados Unidos -que alguna vez fue dominante- hoy ocupa un lugar marginal, con 20 de los 300 astilleros que tenía a principios de los años ochenta.
Trump pretende adueñarse de Groenlandia para contrarrestar ese declive y confiscar el petróleo subyacente en el Ártico, que equivale al 13% del crudo no descubierto en el mundo y al 30% de las reservas de gas natural. Ya exhibió su disgusto con las insuficientes limitaciones que puso el Gobierno danés a la presencia china en la región y ahora exige el total traspaso del gigantesco territorio groenlandés (Mounier, 2025).
Pero el magnate actúa como si afrontara el mismo escenario que en 1867 permitió a su país comprar Alaska al zarismo ruso. O quizás supone que prima un contexto parecido a 1919 y 1946, cuando sus antecesores intentaron adquirir Groenlandia. Olvida que Estados Unidos ya no es lo que era y que su margen para hacer valer dictados imperiales se ha estrechado de forma dramática.
Referencias
Gallego, Javier (2025). Los nuevos señores feudales10/01, https://rebelion.org/los-nuevos-senores-feudales
Godin, Romanic (2025). Las grandes tecnológicas se pasan a la extrema derecha: ¡es la economía, estúpido! 26/01 https://www.sinpermiso.info/textos/las-grandes-tecnologicas-se-pasan-a-la-extrema-derecha-es-la-economia-estupido
Gosalvez, Gonzalo (2025) Trump: entre la ilusión prepotente y la imposibilidad histórica https://argentina.indymedia.org/2025/01/25/trump-entre-la-ilusion-prepotente-y-la-imposibilidad-historica/
Scaletta, Claudio (2025). El imperialismo tecnológico, etapa superior del capitalismo https://www.eldiplo.org/la-era-del-imperialismo-tecnologico/el-imperialismo-tecnologico-etapa-superior-del-capitalismo
Maíllo, Antonio; Sierra Caballero, Francisco (2025). El control de la información: un nuevo imperialismo 22/01, https://prensared.org.ar/el-control-de-la-informacion-un-nuevo-imperialismo/
Roberts, Michael (2025). ASSA 2025: IA, IA, IA…y la inflación 10/01, https://www.sinpermiso.info/textos/assa-2025-ia-ia-iay-la-inflacion
Klare, Michael (2025). El dilema de Trump respecto a China, 05/01, https://www.sinpermiso.info/textos/el-dilema-de-trump-respecto-a-china
Solty, Ingar (2025). ¿Qué piensa hacernos Trump n estos tiempos convulsos? 26/01, https://sinpermiso.info/textos/que-piensa-hacernos-trump-en-estos-tiempos-convulsos
Gallardo, Juan Andres (2025). Trump recargado. La batalla naval y la pelea por el Ártico entre EE. UU. y China 13-1, https://www.laizquierdadiario.com/La-batalla-naval-y-la-pelea-por-el-Artico-entre-EE-UU-y-China
Mounier, Jean Jacques (2025). Trump y el renacimiento del panamericanismo, 16-1
Claudio Katz. Economista, investigador del CONICET, profesor de la UBA, miembro del EDI. Su página web es: www.lahaine.org/katz
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