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Los diferentes acuerdos internacionales dejan su gestión en manos privadas y no de los estados

¿Qué ley regula la colonización del espacio?

Fuentes: Diagonal

El proyecto de Bush de crear una base permanente en la Luna y volar a Marte fue parado en septiembre. Sin embargo, los países que controlan la tecnología espacial han dejado atado y bien atado el estado jurídico del espacio exterior. Según los tratados actuales, ningún Estado podrá colonizar porciones del espacio. Pero las figuras […]

El proyecto de Bush de crear una base permanente en la Luna y volar a Marte fue parado en septiembre. Sin embargo, los países que controlan la tecnología espacial han dejado atado y bien atado el estado jurídico del espacio exterior.

Según los tratados actuales, ningún Estado podrá colonizar porciones del espacio. Pero las figuras privadas que quieran y puedan, podrán apropiarse de sus recursos, por ejemplo el helio que abunda en la Luna. En 1980, Dennis Hope declaró al Registro de Propiedad de California que la Luna era suya. Desde entonces se enriqueció vendiendo parcelas del satélite. «Se trata de un sinsentido jurídico», comenta Frans von der Dunk, jurista de la Universidad de Nebraska- Lincoln y uno de los principales expertos en derecho del espacio. «Según los tratados corrientes, la propiedad privada no se aplica en el espacio», explica. Sin embargo, esto no quiere decir que no haya problemas jurídicos interplanetarios. En 2007, las fuerzas armadas chinas lanzaron un misil contra un satélite de telecomunicaciones antiguo, para deshacerse de él. «Lo hicieron tan a lo bruto que el impacto aumentó en un 30% la chatarra que orbita alrededor de la Tierra», explica Von der Dunk. Actualmente, no hay manera de exigir ninguna responsabilidad. Aún más complicado es desentrañar la responsabilidad del accidente de febrero, cuando un satélite ruso abandonado chocó con uno estadounidense en activo. «De acuerdo con la Convención de Responsabilidad de 1972, el culpable es quien pone el satélite en la órbita equivocada», argumenta Von der Dunk. Pero en este caso los rusos no tenían manera de modificar la trayectoria. «Se tendría que llegar a la conclusión absurda de que el damnificado, EE UU, sería en realidad el culpable, al ser la única de las dos partes que podría modificar la órbita», concluye el jurista. Según el investigador, estos episodios son bagatelas en comparación con los problemas que surgirían con humanos en el espacio. «Por ejemplo, los miembros de una comunidad en la Luna querrán casarse, trabajar y seguramente tendrán disputas: todas estas actividades requieren un marco jurídico», explica. Actualmente, existe sólo un esbozo de este marco en el Tratado del Espacio Exterior, de 1967. Este documento establece el principio de no apropiación del espacio exterior por ningún Estado. «El tratado se diseñó para evitar que se reprodujera en el espacio la experiencia colonialista de los últimos 500 años», comenta Von der Dunk. Una de las consecuencias es que la Luna es literalmente «tierra de nadie». Por ello, explica el investigador, las pretensiones de Dennis Hope no tienen sentido: si no se aplica ninguna ley nacional, no hay registro de propiedad que valga. Sin embargo, la propiedad privada, echada por la puerta, retornó por la ventana en los años ’80: hasta el espacio llegó la influencia de los Gobiernos de Thatcher y Reagan. En 1979 se había aprobado el Acuerdo de la Luna, que establecía que los recursos del satélite eran patrimonio de la humanidad, prohibiendo lucrarse de ellos. Sin embargo, los vientos neoliberales hicieron que las principales potencias espaciales rechazaran ratificarlo.

La Luna, igual que el mar

«En consecuencia, hoy la Luna se configura de manera parecida a las aguas interterritoriales», explica Von der Dunk: el mar no es de nadie, pero Estados y particulares tienen derecho a enviar barcos y apropiarse de los recursos. Según el jurista, la vanguardia de este Lejano Oeste espacial serían los primeros colonos lunares. «Si se instalaran bases lunares estables, en un principio sería suficiente con llegar a acuerdos entre las naciones implicadas», aventura. Por ejemplo, habría que establecer una distancia de seguridad de unos centenares de metros entre las distintas bases y unos protocolos para que todo el mundo pueda acceder y disfrutar de las infraestructuras. En efecto, por el Tratado del Espacio Exterior la base no sería propiedad de la nación que la envía y, teóricamente, todo astronauta tendría barra libre en ella. Von der Dunk confía en que más adelante se vaya constituyendo un corpus de reglas y leyes consuetudinarias. «Como jurista, me gustaría que se hiciera un tratado específico», admite, «sin embargo, aún no sabemos lo suficiente sobre los percances de la vida en el satélite». Algunos investigadores querrían una constitución de la Luna. Pero Von der Dunk considera más probable que los colonos desarrollen su propia ley y reclamen la independencia en el largo plazo. La falta de reglas y la confianza en la buena voluntad de las grandes potencias parece la receta perfecta para que el espíritu del derecho espacial quede desdibujado, a partir del momento en el cual la colonización del espacio saliera de la ciencia ficción. No faltan ejemplos muy terrestres de la ineficacia del derecho internacional para prevenir las prevaricaciones.

Base lunar: cómo y por qué

En los años ’50, se escribieron novelas que preveían la llegada de los humanos a la Luna en 2100. Sin embargo, la hazaña se cumplió en poco más de una década. De la misma manera, el proyecto de instalar una base estable en la Luna (Constellation Project), anunciado George W. Bush en 2004, no se puede descartar como pura ciencia ficción. «Hay mucho trabajo por hacer, pero no hay dificultades técnicas insalvables», afirma Haym Benaroya, ingeniero de la Universidad Rutgers (EE UU), que ha dedicado los últimos 20 años al diseño de viviendas lunares. La exposición a meteoritos y radiaciones debida a la ausencia de atmósfera en el satélite es uno de los retos principales. Pero los científicos ya disponen de diseños para solucionar estos y otros problemas, como los efectos sobre el cuerpo de la falta de gravedad prolongada. Sin embargo, no está claro que la Administración norteamericana quiera ir más allá de una declaración de intenciones. La Comisión Augustine, nombrada por Barack Obama para valorar la viabilidad del proyecto de Bush, concluyó en un informe preliminar publicado a principios de septiembre que el proyecto es inviable, a menos que se incremente sustancialmente el presupuesto de la NASA. El problema, entonces, es esencialmente político. «El primer viaje a la Luna se hizo en el contexto de la Guerra Fría, como una exhibición de prestigio y de poder tecnológico frente a los soviéticos -recuerda Roger Launius, jefe de los historiadores de la NASA- ahora el contexto es muy distinto». Sin embargo, los recursos de la Luna son atractivos, según Benaroya. Por ejemplo, en el satélite abunda el helio 3, el combustible de las futuras centrales de fusión nuclear. Además, una base estable en la Luna sería el ensayo general para viajar a Marte. «Puede haber un frenazo -concluye Wendell Mendell, responsable científico de Constellation- pero en la agencia he aprendido a esperar».

Fuente: http://www.diagonalperiodico.net/Que-ley-regula-la-colonizacion-del.html